Sangre Real

11. ANTES DE PARTIR

Al siguiente día después del incidente todo transcurre con tranquilidad.
La princesa Dana, el príncipe Faráz y la princesa Daríce están en el jardín privado del castillo mientras les sirven el desayuno.
Al terminar permanecieron allí por varias horas hasta que fueron llamados para continuar con los interrogatorios al traidor.
Caminaron juntos Faráz y Daríce por los pasillos que conducen a los calabozos en total silencio como es habitual en ellos. Después les informaron que los interrogatorios serían en otro lugar y se dirigieron allá.
Daríce observa a Faráz. Nuevamente el rey Elízeo le ha llamado la atención porque insiste que es ella quien debe hacer que la relación fluya. Pues resulta que la princesa ya está harta de los constantes cambios de humor del príncipe porque hay momentos que parece las cosas van mejor y de repente se mete en su concha comportándose como un completo idiota que la ignora totalmente.
Después de caminar por varios pasillos llegaron a una planta alta que tiene como vista un pequeño jardín. Entraron a un cuarto bien arreglado y ambos les causó sorpresa que el proceso de tortura fuera en ese lugar.
Darice miró al príncipe mudo, como actualmente lo llama, que está tan desconcertado como ella. Faráz no dijo nada, al fin y acabo es mudo pensó ella.
Pocos segundos después entró el ejecutor, dos hombres más traen al traidor y lo sentaron en una silla que desde esa altura se aprecia la belleza del pequeño jardín. El traidor está amordazado y atado de pies y manos.
— Como puedes ver la vida es muy bella y tú la desperdiciaste jugando al espía—, dijo el ejecutor—. Me di cuenta que el dolor físico no será suficiente para ti, así que te preparé una pequeña sorpresa para que veas que tu vida está en mis manos y haré de ella lo que yo quiera. Tú me dirás todo lo que deseo saber. Mira al jardín—. Terminó diciendo el ejecutor.
El traidor siguió la dirección del dedo y no fue el único que volteo porque los príncipes hicieron lo mismo.
Y entonces vieron a la niña de unos diez años jugando en un columpio mientras se mece una y otra vez.
— No fue difícil dar con ella. Toda la noche mis hombres buscaron hasta que la encontraron. ¿Ves allá? —, señaló entre los arbustos y vimos un hombre listo con arco y flecha—. Solo tengo que dar la orden. No obstante, te aseguro que su muerte será lenta y va a sufrir. Ahora voy a quitarte la mordaza y no intentarás hacer nada, porque el resultado será el mismo y tu pequeña hermana morirá—, dijo y desamarró la mordaza.
— No la conozco—, respondió enseguida.
— Mejor así. Nadie la echará de menos. Rusten baja y ordena que la maten, poco a poco—. Ordenó el ejecutor a uno de los hombres que se encuentra a su lado.
— Espera—, dijo rápidamente el traidor—. Te diré todo lo que sé—, comentó cerrando los ojos mientras suspira largamente. El ejecutor sonrió.
— Te escuchamos—, le respondió después.
— Solo quiero que ella esté segura y no le hagan daño—, suplicó él.
— Eso depende de ti. Habla y tendrás la seguridad que nada le pasará—, respondió el torturador.
— Quiero su palabra— pidió el traidor.
— La tienes— respondió el ejecutor.
— No la tuya la de ella— dijo dirigiéndose a la princesa Daríce.
Ella después de mirarlo se dirigió a ver a la pequeña jugando sin saber lo que sucede a su alrededor. Sintió pena por la niña, y hasta por el joven también. Pero por él no podía hacer nada.
—Tienes mi palabra que estará segura—, respondió finalmente.
El joven asintió. Aunque ella no lo conocía, él si había oído hablar de ella y la había visto muy contadas veces. Ella es buena, lo sabe.
— Quinto es el hombre que nos da indicaciones. Trabaja de guardia en el castillo—, dijo finalmente sin apartar la vista de la pequeña.
— Búsquenlo inmediatamente y revisen todas sus pertenencias—, ordenó el ejecutor a otro de sus hombres—. ¿Quién más está infiltrado?
— Elena. Su doncella—, respondió mirando nuevamente a la princesa.
Ella se quedó callada. Negándose a creer que Elena fuera una espía del enemigo. Tiene tres años a su servicio y ha mostrado lealtad desde que llegó al castillo.
— Tráiganla también. Revisen cada rincón de su habitación—. ordenó el ejecutor.
Tal vez es mentira pensó Darice, luego mienten para perjudicar. Pero ella no puede interferir en la investigación hasta confirmarlo.
— ¿Para quién trabajas? —, preguntó el ejecutor.
— El príncipe Navid es mi señor.
Daríce suspiró pausadamente. Un intento más fallido de Navid. Aunque en algún momento pensó que quizá su tío Mural estaba detrás de todo.
— ¿Para qué matar a la princesa Dana? —, preguntó el torturador.
— El primer objetivo era él—, dijo dirigiéndose a Faráz—. No pude acercarme lo suficiente así que también tenía la orden de matar a la princesa.
— ¿Con que finalidad? —, cuestionó nuevamente el ejecutor.
— Su matrimonio no le conviene a mi señor Navid. Enemistarlos por supuesto.
— ¿Qué otras indicaciones has recibido?
— Enviarle información sobre las actividades en el castillo, y todo lo que hace la princesa Darice y el rey. Es la primera vez que me piden asesinar a alguien.
— Dame más nombres.
— Son los únicos que conozco, —respondió dirigiendo la mirada hacia la pequeña que juega inocentemente.
Sin duda hay más gente.
— ¿Qué busca Navid exactamente? —preguntó el torturador.
— Quiere conquistar Persia, pero antes recuperar Esparta. Además, está obsesionado con ella— dijo señalando a la princesa —. Se el envían informes mensuales dónde se describe cada uno de sus movimientos incluso hasta cuando se baña. Que se case con otro lo tiene de mal humor según dijo Quintos.
El joven miró fijamente a la princesa. Es una mujer muy hermosa pensó.
A Daríce le causó cierta sorpresa saber aquello, aunque no tanto, pues recuerda que Navid la miraba de una forma que la hacía estremecer cada vez que lo tuvo cerca.
Después de un tiempo más el ejecutor terminó con los interrogatorios considerando que no obtendría más, pero piensa que todavía no se le debería cortar la cabeza, y que lo usará de carnada para ver si alguien intenta matarlo y atraparlo también.
— Si ya no hay nada más que hacer nos retiramos—, comentó la princesa dirigiéndose al ejecutor.
— Adelante altezas—, respondió el ejecutor.
Salieron y ya fuera se dirigió a Faráz.
— Debo estar lista para la cena de hoy—, comentó, pero él siguió callado y solo asintió con la cabeza.
La princesa ignoró la falta de cortesía y mejor se puso a pensar en la cena de hoy que será la última que se ofrecerá.
La semana de fiestas termina hoy. Mañana el príncipe se irá junto con su hermana Dana.
Siguieron caminando en silencio porque él ha estado completamente distanciado todo el día. A la princesa le resulta muy estresante ir al paso de sus cambios de humor. A veces se porta medianamente cortés y amable, otras veces está totalmente fuera de lugar. Quiere entenderlo, aunque ambos fueron engañados por intrigas y conspiraciones, poniéndose en su lugar que a diferencia de ella, él perdió a su hermano y fue un guerrero persa quien lo mató. Así que si ella estuviera en su lugar es posible que actuara como él. Pero, aunque no vio morir a una hermana si vió hombres fieles que lucharon por Persia, y que murieron honorablemente por el imperio.
Darice lo siguió observando por unos segundos mientras camina a su lado.
Faráz volteó al darse cuenta que la mirada de ella está puesta en él. Sin pensarlo le sonrió naturalmente y ella correspondió y sonrió levemente apartando la mirada casi al instante.
Todos los que hablan de su belleza se quedan cortos al describirla. Es incluso más bella de cómo podrías imaginarla con una descripción. “Es la esencia” dijo uno de los concejeros espartanos el primer día que llegaron y quedaron asombrados al verla.
Mucha gente cree en las auras de las personas, y se asegura que la belleza está en el aura que posee. Y que ese tipo de personas puede que en la realidad no sean físicamente hermosos, pero sin embargo la gente así los mira.
Faráz no está ciego, tampoco sordo, y a sus oídos le han llegado los comentarios sobre la belleza de las hijas del rey Elízeo, así como de los tantos príncipes que anhelan la simpatía del rey para conquistar a una de ellas. También se sabe y se ve, que de todas la más hermosa es Darice.
Que ironías del destino. Seguramente él se casará con la mujer más hermosa, pero la sombra de la muerte del príncipe Amir oscurecerá cualquier avance con ella.
Cuando llegaron al pasillo la dejó en la puerta de sus aposentos e inmediatamente se dirigió a los suyos con bastante prisa.
Faráz entro a la habitación y no pasó mucho tiempo cuando tocaron la puerta.
— Adelante.
— Hermano te he buscado, pero me dijeron que aún no llegabas. ¿Cuéntame cómo fue el interrogatorio? —, preguntó Dana.
— Las sospechas que Grecia está detrás de lo que pasó son ciertas. Ya tengo completo el informe para nuestro padre—, respondió.
— El enemigo no puede ganar Faráz—, agregó Dana.
— Hay infiltrados aquí como los debe haber con nosotros. Según el traidor que intentó matarte, dice que una de las doncellas de Darice está involucrada, y uno de los guardias también. Han mandado a detenerlos para interrogarlos, aunque estoy seguro que todavía hay más gente—, dijo finalmente.
— ¿Alguna noticia de nuestra gente? —, preguntó pensativa.
— Todavía no. Hay que tener paciencia para que empiecen a caer—, comentó porque sabe que así será.
— Pues hasta ahora les ha salido todo bien. Lograron enemistarnos durante tantos años. Nos mandaron a la guerra. ¿Pero por qué no aprovecharon esas oportunidades para invadirnos? —, cuestionó curiosa jugando con uno de sus anillos.
— Nuestro padre me contó que durante la primera guerra que se desató entre Esparta y Persia, Roma declaró a su vez la guerra a Grecia y es posible que por eso no hayan atacado. Quedaron debilitados, así como nosotros. Con el tiempo buscaron el apoyo de Persia sin obtener nada.
— ¿Por qué crees que el rey Elízeo se negó? —, cuestionó.
— Pienso que por la amistad que alguna vez tuvo con nuestro padre. Grecia no ha sido el único imperio que ha querido beneficiarse de esa rivalidad según tengo entendido. El rey griego quiso llegar más lejos intentando poner a Navid en el trono de Persia casándolo con Darice—, agregó considerando lo ambicioso de ese proyecto pues ha observado que el rey Elízeo ha sido muy exigente al casar a sus hijas.
— ¿Por qué piensas que el rey Elízeo permitió que se acercara tanto a ella? —, comentó la princesa Dana.
Buena pregunta porque él también tiene la misma duda. Aunque tiene una idea del porque.
— Es posible que para vigilarlo más cerca—, dijo, y después agregó—. Si yo fuera el rey, habría hecho lo mismo. De todas formas, es difícil saber cómo trabaja la mente de los demás.
— ¿Me arriesgarías a mí de esa manera? ¿me pondrías cerca del enemigo? —, preguntó Dana con sorpresa. Parece que está alarmada.
El príncipe sonrió. Claro que no haría eso con su hermana. Además Darice es diferente. Aquella mujer es fuerte se ha dado cuenta. Faráz recordó la conversación que tuvieron en la biblioteca. Cuando Daríce le contó que su madre fue quien logró que la entrenaran para luchar.
Después volvió a ver a su hermana y agregó.
— Dudo que arriesgarla haya sido la intención del rey. Seguramente tenía otros propósitos—, dijo finalmente pensando que Darice parece astuta.
— ¿Te gusta? —, preguntó Dana.
La pregunta de la princesa Dana lo tomó desprevenido y la miró con desaprobación.
— Me parece princesa Dana que eso no es de tu incumbencia. Todos sabemos que ésta unión es lo mejor para el imperio.
— Claro.
Respondió ella sin querer profundizar más en el tema y dejando a Faráz pensando que a cualquier hombre le gustaría la princesa Daríce, incluyéndolo a él.
— Tengo que irme—, dijo la princesa Dana pasado unos segundos y después agregó—. Mis doncellas me esperan para arreglarme.
— No intentes andar sola—, le pidió.
La princesa Dana asintió. En el fondo sabe que es una orden.
— Tengo un ejército de guardias a mi lado. Sería imposible—, respondió.
Dana salió y el príncipe mandó a pedir le prepararan el baño.
Se recostó un rato pensando que los últimos días estuvieron tensos y bien le caería la compañía de una mujer. Pensó en Mirza que lo espera en el castillo y los muchos días que faltan para verla.
Mañana regresan a Esparta, pero no al castillo sino a Efeso y ahí es donde el rey Corisio se reunirá con ellos. Cuando llegue el momento viajarán a Persepolis donde se celebrará la unión.
Faráz dejó de pensar en eso y se concentró en el baño. Cuando estuvo listo se metió sintiendo lo agradable del agua. Los baños son distintos. Usan tinas y es relajante, definitivamente una mujer aquí vendría muy bien. Podría seducir a una de las doncellas sin duda. Pero no, sería traicionar a Mirza, de hecho ya lo hace con pensar en Darice.
El príncipe se recargó en el frío mármol y sin pensarlo se durmió un poco. Después se despertó levantándose rápidamente y se fue a vestir.
Cuando estuvo listo salió al encuentro de Dana para bajar a la sala de ceremonias y reunirse con el rey y sus hijas.
Cómo es costumbre la entrada de la princesa y el príncipe fue anunciada. Caminaron entre la gente hasta llegar a lado del rey y las princesas.
— Bienvenido príncipe Faráz, princesa Dana—, saludó el rey amablemente.
— Majestad—, Dana se dirigió al rey y después a Darice.
Si las noches anteriores Daríce se veía espectacular, hoy rebasa todos aquellos días.
La princesa Daríce luce una pequeña corona con incrustaciones de zafiros y uno mucho más grande sobresale en la frente en forma de gota de agua. El color azul de esa piedra, en contraste con la luz de las velas hacen que sus ojos se vean de un tono diferente y llamativo.
— Príncipe Faráz, ¿le gustaría acompañarme a la terraza? Quisiera platicar sobre algo—, le pidió Darice.
— Por supuesto—, respondió sin poder negarse. La verdad es que no quería tampoco.
Caminaron ante la mirada atenta de las personas que ahí se encuentran, hasta que quedaron fuera del ojo observador. Los guardias se mantuvieron del otro lado de las cortinas de seda.
— Han interrogado a mi doncella y mañana será decapitada por traidora. Un guardia más fue acusado pero el traidor de nombre Quintos no fue encontrado. Estaba entre los guardias asignados al piso donde se hospedan. Tuvo tiempo de huir cuando vio que agarramos a uno de ellos.
— Uno a uno, irán cayendo—, le dijo a Darice atento a cada palabra de lo que dijo.
— Es una historia sin fin—, comentó ella entrecerrando los ojos y después continuó—. Lo más difícil de nuestra posición es que te das cuenta la poca gente en la que realmente puedes confiar. Elena tenía tres años a mi servicio y creí me era leal. También estuve pensando en algo que no me ha dejado dormir desde ayer. La enfermedad repentina de mi madre y mi padre.
— ¿Qué es lo que piensas exactamente? —, cuestioné curioso.
— Los curanderos no han podido detectar la enfermedad que acabó con mi madre y que parece está consumiendo a mi padre también. Personalmente pedí que su comida fuera minuciosamente revisada y todas sus pertenencias personales también son constantemente revisadas y no se encontró nada. Pero después de descubrir a los espías no sé qué pensar. Algo se me está pasando—, dijo pensativa.
El rostro de la princesa cambió en diferentes expresiones. Tristeza y nostalgia al hablar de su madre, preocupación al hablar de su padre. Ella realmente está sufriendo por todo esto.
Faráz quiso ignorar los sentimientos que se nota ella está sintiendo y hacerse a la idea que no tiene porque importarle. Sin embargo el príncipe terminó externando sus pensamientos.
— Desde el día que mi padre se reunió con el rey Elízeo su mejora es muy notoria. ¿Piensas que puede estar siendo envenenado? —, preguntó finalmente.
— A mi madre le examinaron la sangre en diferentes líquidos y no salió nada anormal. A mi padre igual. Y sí, la mejoría en él es evidente a los ojos de todos. Realmente eso me tranquiliza.
— Debe tratarse de una enfermedad extraña—, dijo pensando en qué otra cosa podría ser.
Cierto es que hay cientos de venenos mortales y bien podría haber algunos que aún no pueden ser detectados.
— Mi padre está tomando brebajes preparados y parece que están funcionando. Cada día su salud mejora—, afirmó aferrándose a eso.
Aquello es evidente. Todos pueden darse cuenta si observan al rey. Al menos Faráz de la primera vez que lo vio hasta el día de hoy se nota gran mejoría.
— Tal vez no tomamos las medidas necesarias con mi madre. Fue tan rápido—, agregó suspirando.
El príncipe Faráz se conmovió al ver sus ojos rojos y vidriosos, segundos después una lágrima corrió por cada mejilla. Eso desarmó a Faráz por un instante, porque Daríce está sufriendo por la muerte de su madre.
— Todo irá bien—, dijo para reconfortarla e instintivamente tomó su mano y la abrazó.
Dicen que el sufrimiento de una mujer llega al alma. Y ese efecto causó en él, porque cuando la tuvo cerca no pudo evitar besarla.
Darice sintió los labios de Faráz pegados a los suyos, y fue tan rápido que de momento no supo que hacer, pero el calor se extendió por su cuerpo y correspondió al beso de forma natural, y poco a poco se fue intensificando. No obstante, segundos después Faráz se apartó y sin decir nada se dio la vuelta para salir a grandes zancadas dejando sola a Daríce en la terraza.
Ella se quedó parada y confusa. Después vino el enojo por el rechazo de Faráz.
— ¿Princesa se encuentra bien? —, preguntó uno de los guardias que se acercó después que Faráz salió.
— No es nada Derbish déjame sola—, pidió intentando ocultar su irritación.
— Como ordene—, respondió y volvió a su lugar detrás de la cortina.
Daríce estuvo parada viendo a la nada en medio de la semioscuridad del desierto. Todo está en calma. La noche es lo que hace parecer, y sin embargo allá fuera e incluso dentro alguien trama algo para eliminarlos y hacerse del poder, y en cambio ella esta parada pensando en un hombre al que no es capaz de seducir.
“Nadie podrá resistirse a ti” decía su madre constantemente: “eres la heredera al trono, todos van a desearte, y te aseguro que no solo lo harán por eso. Mírate, podrás tener al hombre que quieras”, afirmaba la reina.
Bueno pues Daríce está conociendo uno bastante difícil que para mala suerte será su esposo. Ella se pregunta si podrá romper las barreras que los separan.
Pues con determinación la princesa acaba de hacer aquello su propósito y en su mente se repitió lo siguiente:
“Soy Darice de Persia, hija del rey Elízeo y Sadira de Persia, futura reina y soberana del mundo. Y juro que conquistaré el amor del príncipe Faráz tarde o temprano. Así será”, se prometió a si misma.
Daríce trató de reponerse y salió de la terraza dirigiéndose al centro de la sala observando que Faráz está con el rey. Obviamente no fue a su encuentro y en su lugar buscó a la princesa Dana a quien vio con la princesa Sadira. Parece que se están entendiendo bien.
Daríce caminó hacía ellas y se integró a la plática con facilidad.
Así transcurrió la velada mientras Faráz ni siquiera la voltea a ver. Esa actitud la enoja todavía más y empezó a ignorarlo también y dejar de buscarlo con la mirada, hasta que llegó la hora que la princesa Daríce tuvo que retirarse. Faráz ya lo había hecho.
Cuando Daríce llegó a su habitación se sentía demasiado cansada que pensó se dormiría al instante. Pero no fue así porque también está irritada, enojada y muy molesta con el príncipe Faráz.
Daríce cuando Faráz la besó tuvo la esperanza que todo cambiaría, porque ese beso la hizo sentir lo que nunca antes había sentido.
Esa sensación que experimentó ha sido mucho más intensa que otras. Aquello la hizo creer que a pesar de unirse a Faráz por un acuerdo, también podría disfrutar tal y como lo hace Sadira con el príncipe Balder.
Daríce creyó que después de ese beso vendrían otros más, que Faráz durante la ceremonia la llevaría a algún rincón y la besaría como lo había hecho.
La princesa quería, deseaba que el príncipe Faráz la sedujera y mostrara deseo por ella. Porque al final de cuentas será su esposa y compartirán la misma cama. Mejor era agarrarse el gusto desde un principio.
Cansada de pensar se tumbó en la cama y las lágrimas empezaron a salir una tras otra hasta que el sueño la venció.
Al día siguiente fueron unos pasos lo que la despertaron. Se giró sobre la cama y vio a Azara parada a lado.
— Lamento haberla despertado princesa—, dijo Azara pidiendo disculpas.
— Ya es tarde creo—, comentó viendo los rayos que se filtran por las cortinas—. Haz que preparen mi baño—, pidió después.
— Está listo—, dijo ella.
Daríce se paró dándose cuenta que ni las sandalias se había quitado y la seda del vestuario quedó arrugada. Ya podía imaginar cómo se ve su cara con el lapislázuli todo corrido por haber llorado la noche anterior. Se reprochó así misma aquella debilidad y se dispuso a caminar hasta la estancia donde se encuentra la tina de baño.
— Que no entre nadie más. Ayúdame Azara.
Azara la ayudó a desnudarse y la princesa enseguida entró al agua.
La doncella está muy callada, conoce a su princesa y sabe que algo la tiene molesta y no tardará en contarle que fue lo que pasó.
Pasaron algunos minutos hasta que Daríce quiso hablar.
— ¿Mi padre no ha mandado a llamarme para desayunar con los invitados? —, preguntó extrañada pensando que el rey no le permitiría una insolencia hacia el príncipe.
— Alteza, la princesa Dana y el príncipe Faráz se han marchado durante la madrugada—, respondió despacio mirando a otro lado.
Así que el imbécil de Faráz ni siquiera se molestó en despedirse de ella ni en la noche ni en ningún momento pensó la princesa Daríce. El muy idiota cree que puede besarla y dejarla parada como una tonta.
Pues lo ha hecho sin duda. El coraje se le subió por todo el cuerpo, odió lo que aquel príncipe le esta provocando y que la pone de mal humor debido a su indiferencia.
Cuando terminó de bañarse le pidió ha Azara que llamara a las otras doncellas para que la ayudaran con su arreglo. A los pocos minutos seis manos trabajaban rápidamente. Unas la peinan, otras le ponen las sandalias, otras acomodan su vestido.
Al terminar Daríce se levantó para salir y fue Azara quien la detuvo entregándole una nota.
— Me la ha dado la princesa Dana antes de irse—, comentó extendiendo la carta.
Darice se sintió como estúpida porque por un momento pensó era de Faráz.
— Pueden retirarse—, le dijo a todas.
Cuando estuvo sola abrió la nota con la curiosidad de saber que dice, porque en la última plática que tuvo con la princesa Dana se suponía se irían después del mediodía, no sin antes desayunar en el castillo.
Darice observó que está escrita en una caligrafía muy fina. Empezó con las primeras palabras. Es breve y corta.
Querida Darice
Lamento no haberme despedido al salir tan temprano del castillo. Fue imposible. Se suponía nos iríamos al atardecer, pero Faráz decidió hacerlo muy temprano y no le importó hacer madrugar a su cansada hermana.
Te pido mis sinceras disculpas.
Atentamente... Dana.
La princesa dobló la nota y la dejó sobre la mesa del tocador pensando que el príncipe Faráz la soporta tan poco que decidió mejor adelantar su viaje antes que verla otra vez. Tomó el brazalete que le obsequió el primer día y lo aventó a la pared. Después trató de serenarse.
— Azara entra—, pidió sabiendo que están detrás de la puerta y no tardó en estar a su lado—. Necesito tomar aire fresco y salir del castillo—, comentó mirando el brazalete que parece no resistió el golpe.
— Si princesa, pediré le preparen su carruaje—contestó siguiendo la dirección de los ojos de la princesa.
Azara apresuró el paso para salir. Poco tiempo después regresó.
— Todo está listo—, dijo.
— Pues no esperemos más. Andando—, dijo Daríce caminando enseguida.
— El rey ordenó que su seguridad sea duplicada—, comentó la doncella.
— ¿Le dijiste acaso? —, preguntó Daríce.
— Su Majestad ordenó que se le informe de todo lo que hace.
— Está bien—dijo Daríce con resignación sabiendo que Azara solo le informará a su padre aquellas cosas que no la afecten.
Al salir Darice observó los veinte guardias que se le asignaron. Y cuando llegó al carruaje vio varios más.
El carruaje de la princesa es uno de los que más sobresale de los utilizados por los miembros de la familia real. Fue diseñado por ella y tiene dos a su disposición. La gente del pueblo suele acercarse cada vez que la ve salir. Lo hacen con Sadira y con el rey, pero cuando es Leila solo hacen la reverencia que el protocolo exige y se alejan porque cada vez que ella sale seguro que alguna gente es azotada. Es tal su arrogancia y prepotencia que todo le parece un insulto o una falta de respeto a su persona. En cambio con Darice la gente se acerca para mostrarle su afecto arrojándole flores y rosas, principalmente las últimas que son sus preferidas. Ella les regresa el gesto con un ligero movimiento de cabeza y lanzando monedas de oro.
Así transcurrió el resto de la mañana, de la tarde y al siguiente día volvió a salir para dar otro recorrido obteniendo el mismo recibimiento del día anterior. La respuesta del pueblo la llena de alegría, es lo que la motiva y le da la fuerza que necesita para unirse con un hombre que la desprecia.
Mientras Darice se refugia en los brazos del pueblo, de regreso a Esparta va la princesa Dana junto al príncipe Faráz.
Él por su parte va pensando en su futura esposa. Ha intentado desde que salió del castillo persa sacarla de su cabeza varias veces mientras observa el desierto y cabalga al lado de Selim.
El viaje transcurre con tranquilidad y sin contra tiempos. Cada vez están más cerca de Efeso. Permanecerán ahí hasta que tengan que regresar a Persia para la ceremonia de unión en Persepolis.
Para Faráz el viaje de casi tres semanas no es precisamente placentero, pues los paisajes de esa parte de Persia son pura arena. Además su hermana Dana viene insoportable y ya no la aguanta, porque buena parte del trayecto no ha hecho otra cosa que reclamarle por la falta de respeto hacia la princesa Daríce. También le dijo que su actitud deja mucho que desear y que duda que su padre apruebe ese comportamiento. Y le va diciendo que está cansada y lo que más desea es asearse y dormir en una buena cama, y que le disgusta tener que volver a repetir el viaje. También que le habría fascinado poder quedarse en Persia hasta el día de la unión porque disfrutó de la compañía de Sadira y Darice. Por otra parte le contó que la princesa Sadira se la pasó aprovechando cada oportunidad de estar a solas con el príncipe Balder.
El príncipe Faráz la escucha a ratos y a veces finge que lo hace, hasta que por fin Dana lo irrita tanto que mejor se aleja para no tener que seguir oyéndola.
Faltando un día para llegar el príncipe Faráz decidió no parar hasta ver las puertas de la fortaleza. Sí, él también necesita descansar en una buena cama. Pero cuando por fin estuvo en una no pudo dormir, y cuando el sueño lo venció pasado un rato despertó alterado y acalorado con imágenes de Darice.
Necesita sin duda y con urgencia tener a Mirza entre sus brazos para olvidar todo lo que le recuerda a Darice, al menos hasta que tenga que regresar para hacerla su esposa. Pero Mirza no está en Éfeso y él la necesita demasiado para quitarse el sabor de los labios de Darice, porque aún puede sentir el calor de sus labios sobre los de él, junto con el deseo de tocar y tener su cuerpo.




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