Sangre Real

15. VIAJE A ESPARTA

El rey Elízeo está parado con la expresión de tristeza en su cara.
— Padre, no sabe cuánto voy a extrañarlo—, dijo la princesa Daríce abrazándolo para despedirse—. Prométeme que cuidarás de su salud—, le pidió a su hermana Sadira mientras una lágrima se deslizó por la mejilla—. No debes llorar. Cuida de él—, le pidió Daríce.
— Te prometo que cuidare de él—, respondió Sadira mientras la abraza y le da un beso en la mejilla.
Después de despedirse, Daríce buscó con la mirada a Leila pero no la vio por ningún lado. Sin demorar más la despedida subió al carruaje seguida de las tres doncellas que la acompañarán.
La princesa quería hacer el viaje a caballo, no obstante, el rey Elízeo lo prohibió rotundamente, y ella no tuvo la fuerza ni las ganas de insistir o generar una discusión con él, y mucho menos decirle que dentro de ella no crece ningún heredero. Porque después de dos semanas de casada sigue siendo tan virgen como los últimos veintidós años de su vida.
Una vez la princesa estuvo dentro, el carruaje avanzó. Ella volteó a ver como se alejaba lentamente. Al llegar a la salida las puertas del castillo se cerraron. No es la primera vez que sale tan lejos, la última fue cuando marchó a la guerra. Ahora sale casada con el mismo hombre contra quien luchó.
Daríce piensa que ganarse su amor será más difícil que ganar una guerra.
El carruaje avanza por las calles dentro de la fortaleza mientras la gente aclama la presencia de los príncipes.
— ¡Larga vida a la princesa Darice!, ¡Larga vida al príncipe Faráz!
Dicen mientras una lluvia de flores y rosas caen por todos lados.
Faráz va al frente con el general Hassin y una guardia imperial de quince guerreros entre persas y espartanos, detrás va la princesa y a cada lado de su carruaje tres guerreros. Mas atrás cincuenta guerreros que los acompañarán en el viaje.
Al salir de la fortaleza las enormes puertas fueron cerradas también.
Daríce se prometió no llorar. Debía ser fuerte y aceptar su destino.
Las horas pasaron y cada vez se alejaba más y más.
La princesa intentando distraerse empezó hacerle plática a su doncella favorita.
— El viaje es de casi dos meses tengo entendido—, le dijo a Azara que va sentada a su lado.
— Y apenas llevamos unas cuantas horas—dijo quejándose.
— Y lo que falta—, agregó Daríce sonriendo—. ¿Ustedes por qué tan calladas? —, preguntó a las otras dos.
— Es la primera vez que viajaré en barco. Estoy demasiado nerviosa—, dijo Nora.
— Aún faltan dos semanas para embarcar—, añadió con tristeza siendo consciente que de su hogar la separará tierra y mar.
Los días pasaron uno tras otro. Se detenían a descansar solo lo necesario y continuaban.
Faráz y ella apenas y se dirigen la palabra.
Daríce levantó la cortina para asomarse al darse cuenta que el carruaje se detuvo.
— ¿Por qué paramos?—, preguntó a Derbish.
— El príncipe lo ha ordenado alteza—, respondió él.
Seguramente es para comer pensó la princesa, aunque ella ni hambre tiene pues en el trayecto va comiendo fruta. No se molestó en bajar.
— Si quieren bajar háganlo, yo me quedaré aquí—, les dijo a las doncellas.
— Me quedo con usted princesa—, comentó Azara mientras las otras dos salieron enseguida.
Minutos después se acercó uno de los sirvientes que las acompaña.
— Alteza, el príncipe la espera para comer. Paramos brevemente para no retrasar el viaje.
— Dile que puede empezar sin mí. Solo tráeme un poco de fruta y jugo—, pidió porque Faráz los días anteriores ha empezado sin ella. Hoy puede hacerlo también.
— Como ordene—, respondió retirándose rápidamente.
El sirviente regresó enseguida poniendo una mesita al centro del carruaje con las cosas que le pidió la princesa. Tomó una uva. Son sus preferidas.
— ¿Se siente cómoda princesa? —, le preguntó Hassin asomándose por la ventana.
— General Hassin gusto en verlo—, le dijo sonriendo—. El tiempo es muy favorecedor para el viaje. ¿Dónde vamos acampar? —, preguntó curiosa.
— Avanzaremos antes del anochecer y acamparemos cerca del río Elam—, respondió él.
— ¿Se han tomado todas las medidas de precaución? —, preguntó Daríce observando a su alrededor y pensando en todas las posibilidades de emboscada.
— Por supuesto. Van dos grupos de exploración al frente—, dijo.
— Mantenme informada—, le pidió.
Si es habitual o no para los espartanos que una mujer se interese en esa cuestión le daba igual.
— Como ordene. Con su permiso alteza—, dijo Hassin y se fue rápido.
Daríce lo observó cuando se fue sabiendo que no es la única que lo hace. Le dio una leve patada a Azara con la punta del pie.
— Recuerda respirar cuando lo tengas cerca—, dijo sonriendo.
— Lo siento princesa. No es eso. El general es atemorizante—, respondió apenada.
— Claro—, contestó Daríce divertida.
Las ironías de la vida. A la doncella Azara le gusta el General, líder de todas las legiones. Él a su vez está enamorado de una princesa.
Cualquiera de las dos relaciones es imposible. La doncella no está a la altura del General, y él tiene prohibido fijarse en una princesa.
Daríce tomó otro racimo de uvas y se las comió lentamente pensando lo lejos que todos estan del amor.
— Es hora de partir—, dijo uno de los guerreros sacándola de sus pensamientos.
Nora y Lilia subieron al carruaje enseguida.
— Este movimiento me hace sentir mal—, dijo Nora después que avanzaron por unas horas más.
— No pienses en eso. Mejor mira el paisaje. Es hermoso—, le dijo Azara pensando que aún falta embarcarse en el mar y los malestares para muchos van a empezar en verdad.
La princesa miró por la ventana pensando lo bonito que se ve todo. Van rodeando el río Elam y la naturaleza que crece a su alrededor lo confirman. En Capadocia es diferente.
— Vamos acampar por aquí—, dijo Daríce asomándose por la ventana otra vez y viendo que se acercan a la orilla del rio.
No pasó mucho tiempo cuando el carruaje se detuvo.
— Alteza el príncipe ha ordenado acampar aquí—, dijo el sirviente que se acercó.
— Está bien. Puedes retirarte—, le pidió.
Fue un alivio para Daríce poder bajarse. La verdad ya no aguanta estar sentada, pero para no parecer débil en ningún momento pide que paren el carruaje para salir a caminar.
— Vamos a caminar—, les pidió a las doncellas y enseguida la siguieron.
— ¿En dónde estamos? —, preguntó Azara.
— Entrando al territorio de Elam, cerca del pueblo con el mismo nombre. A este paso en cuatro días estaremos en Susa—, agregó pensando en lo lejos que aún están de su destino.
Las tres doncellas van caminando por un sendero sin alejarse demasiado, mientras varios guardias las siguen hasta llegar a la orilla del rio. Aun no oscurece del todo y parece que habrá buena luna.
— Princesa…—, le habló uno de los guerreros espartanos y ella se giró para verlo.
— Dime—, respondió.
— La casa de campaña está lista—, comentó.
— Azara organiza a las doncellas para que lleven solo las cosas necesarias. Indícales donde está la casa de campaña—, le pidió al guardia—. Y tráiganme ropa limpia. Tomaré un baño aquí—, dijo después.
— Como ordene princesa—, dijo Azara y salió detrás del guardia.
Daríce se quedó parada viendo la naturaleza a su alrededor pensando en lo simple que es la vida y lo complicada que la vuelven las personas.
— Princesa todo está listo como ordenó—, dijo Azara cuando regresó.
Trae un pequeño baúl que puso arriba de unas rocas.
— Que rodeen la zona y nadie se acerque. Entraré con mis doncellas al río—, le ordenó a Derbish para que esté alerta.
— Como deseé princesa—, dijo y se alejó
— ¿Van a entrar? —, les preguntó a todas.
— Yo sí—, respondió Azara.
— Hago guardia—, contestó Lilia que al parecer no quiere mojarse.
La princesa se quitó las sandalias y comenzó a caminar hacia el río. La suave arena se siente bien debajo de sus pies y cuando se agachó para tocar el agua comprobó que meterse será muy agradable. Con la mano les echó agua a las otras y Azara le aventó más agua también. Terminaron empapadas y fue cuando se metieron por completo. Hasta Nora que no pretendía meterse terminó haciéndolo.
Chapotearon por un rato hasta que las doncellas salieron del agua. Daríce se quitó el vestido con la idea de exprimirlo antes de salir. Además nadar desnuda es más divertido.
Empezó a oscurecer. Daríce observó la luna y recordó que su madre seguido le decía que la luna es testigo de los enamorados, porque debajo de ella los amantes se entregan con pasión. Pues Daríce no se ha entregado a nadie ni de noche ni de día.
Dejando de pensar disfrutó el agua que está muy agradable. Nadó un poco sin alejarse demasiado de la orilla, y luego al voltearse hacia donde están sus doncellas vio a Faráz que camina y luego se para en la orilla mirando hacia donde ella está.
La princesa Daríce sintió algo en el estómago que le indica se puso nerviosa.
Realmente el príncipe no está tan lejos. Lo separan unos cinco metros de agua.
— ¿Cómo sientes el agua? —, preguntó sentándose en el suelo.
¿Qué cómo siento el agua? Se repitió interiormente Daríce y le dieron ganas de aventarle cualquier cosa, una piedra, una lanza o tal vez mejor una flecha. Pero no había nada que aventarle así que respondió.
— Es cálida—, dijo.
— ¿Puedo hacerte compañía?—, preguntó Faráz.
— Si no te importa que esté desnuda…—, contestó ella tratando de decirlo con indiferencia considerando que al parecer lo único que provoca en él es repulsión.
Faráz sonrió levemente y eso la molestó.
A Daríce le choca el maldito jueguito que se trae Faráz con ella. Detesta sus cambios de humor. La ha rechazado cuando se le ha pegado la gana pero ahora quiere meterse al agua. El enojo de Daríce creció.
Admite que busca su aprecio, incluso su amor, pero no por eso va a permitir que la trate como una idiota y a su antojo. Es una princesa, es su esposa, futura reina a decir verdad y no cualquier doncella con las que se revuelca.
Daríce se armó de valor y salió hacia la orilla caminando totalmente desnuda.
Ante aquella imagen Faráz tuvo que recordarse cerrar la boca mientras Daríce pasa desnuda a un lado de él.
— Ha sido un viaje muy largo. Buenas noches Faráz. Disfruta del agua y que tengas bonitos sueños también—. Le dijo Daríce sonriendo y después se puso la túnica que sus doncellas dejaron arriba del baúl.
Faráz se giró para seguir viéndola tragando saliva bastante acalorado. Se dejó caer en el suelo mirando la luna y poniendo sus brazos detrás de la nuca. Los pantalones van a estallarle.
Después un tiempo decidió meterse al agua y cuando salió se dirigió a su tienda de campaña que no está lejos a la de Darice.
Faráz necesita pensar que es lo que debe hacer. Su esposa aún sigue siendo virgen y hasta ahora se ha mantenido callada. Delante de los demás se muestra lo más normal que puede disimular, pero cuando están solos no le habla y ni lo mira.
Desde que se unieron han dormido en la misma habitación. Por ahora Daríce está fingiendo muy bien y él hace lo mismo.
Faráz finalmente se quedó dormido en un sueño profundo, hasta que las primeras horas de la madrugada los hicieron levantarse y continuar su camino toda la mañana. Solo parando para comer por un breve tiempo y continuar hasta el anochecer para luego acampar nuevamente y descansar.
El viaje es largo y agotador. Darice sorprende a los demás sobretodo a los guerreros espartanos y a Faráz porque no se queja en lo más mínimo. En cambio viajar con la princesa Dana es un suplicio y un martirio. Todo el tiempo se va quejando. Que si la arena, el sol, el calor, las olas del mar, el vaivén del barco, y cuánto tiempo falta para llegar. En fin, todo el trayecto es un tormento y la paciencia es vital con ella. Para los que ya conocen a la princesa Dana, y si no fuera la hija del rey, seguro la dejan en medio de la nada y que se la coman los animales. Ya sea un león durante el viaje por tierra o los tiburones en el viaje por mar.
Más días de viaje pasaron hasta que llegaron a la fortaleza en Efeso. Dónde solo descansaron un día y después se dirigieron al embarcadero donde un barco los espera. Abordaron y Darice se instaló en un pequeño camarote. Poco hablan y el distanciamiento es evidente para los más cercanos.
Durante el viaje por mar Daríce apenas y sale de su camarote y Faráz la evita de todas formas.
Son tres semanas a la mar y solo encallaron un día en la isla de Creta. Una vez se abastecieron de víveres continuaron el camino hasta que por fin llegaron a la orilla del mar Mirto donde van a desembarcar. Para todos es un placer llegar a tierra.
Una de las primeras en bajar fue Daríce con sus doncellas. El viaje fue fatal para ellas y durante todo el trayecto se sintió mareada. Al llegar a tierra querían dar de brincos y ponerse a gritar de alegría. Por su parte Daríce perdió la cuenta de las veces que vomitó durante el viaje. Fue tanta la distracción por el malestar que no tuvo tiempo de pensar en Faráz y la forma en la que se comporta con ella. Simplemente la ignora y ella trata de evitarlo.
Al bajar de la rampa seguida también de Derbish, observó el inmenso mar color azul que contrasta con el café de la arena del desierto que ella conoce. Se da cuenta que en ambos es fácil perderse para siempre.
Los guerreros espartanos conducen a los príncipes por un pequeño tramo y la poca gente que se encuentra ahí los observa con atención. Ella va con una capa y Faráz igual. Seguramente no distinguen quienes son o tal vez tienen una idea.
Faráz va al frente resguardado por varios guerreros y ella más atrás. Avanzan una distancia no muy larga y más adelante hay un carruaje y suficientes caballos para los guerreros.
Solo dos caballos han viajado por alta mar. El hermoso corcel negro de la princesa Daríce y el blanco de Faráz.
Al llegar al carruaje la princesa sube inmediatamente y Faráz monta su caballo seguido de los demás hombres. A su lado va Selim y Hassin.
Daríce mira a Azara que es la única que viaja con ella dentro del pequeño carruaje. Viene pálida. Así lucen las otras dos que van a caballo. Daríce se ve tan pálida como sus doncellas y ha bajado de peso.
Nuevamente vuelven al viaje por tierra y es fácil perder la cuenta de los días que pasan. Según le informaron a la princesa han pasado cinco días desde que desembarcaron. Falta medio viaje todavía y ya está harta.
Al llegar la noche acamparon. Faráz en una tienda y ella en otra como siempre. Han hablado poco, aunque parece que tantito más. Daríce está cansada pero ha dormido casi nada.
Nuevamente la madrugada llega y se levantan para continuar el viaje. Pero la princesa ha decidido que ésta vez no piensa ir en el carruaje.
Faráz la vio cuando se acercó montada en su hermoso caballo negro. Daríce ha captado la atención y mirada de varios de los hombres espartanos que la observan sin disimulo.
— Princesa Darice es un gusto tenerla aquí—, dijo Hassin cuando la tuvo cerca mientras dirige el caballo más a la orilla dejando un espacio para que Daríce se meta entre él y Faráz.
— Buen día princesa—, la saludó Faráz cuando se acomodó en medio e inclinó levemente la cabeza hacia él.
— Buen día príncipe Faráz—, respondió Daríce inclinando la cabeza también y sonriendo sin apartar la mirada.
Los caballos siguen avanzando y el silencio que siguió empezó a sentirse incómodo.
— ¿Cómo has sentido el viaje? —, preguntó Faráz intentando suavizar la tensión que hay ellos nosotros.
Además la estuvo observando desde que bajaron del barco y no parece que se la hubiera pasado nada bien. Ni ella ni sus doncellas.
— Tranquilo y cómodo. Aunque ya necesitaba aire fresco porque no sé cómo he aguantado tanto en el carruaje—, dijo aliviada de poder dar un respiro.
El viaje es largo y muy pesado para cualquiera, y más para quién no está acostumbrado a viajar por mar.
— Lo sobrellevas muy bien. Dana se queja todo el tiempo—, le platicó Faráz mientras siguen avanzando.
— Lo que más me gusta es montar a caballo—, dijo agachándose un poco para acariciar la cabeza del fiel animal.
— Es una especie hermosa y elegante—, contestó Faráz admirando la belleza del animal.
Y la de ella sobre todo.
— Tal vez quieras ver lo rápido que es—, comentó desafiándolo a una carrera.
— Veamos si es cierto—, le respondió con una leve sonrisa—. Prepárate—le dijo después y enseguida gritó—, ¡Vamos!
Ante el grito Faráz golpeo la parte trasera del caballo y ella hizo lo mismo, así que los animales comenzaron a correr a todo galope. Cada vez más rápido.
Faráz empieza a tomar ventaja y se pone a la cabeza por escasos centímetros, Daríce al ver la distancia aprieta el paso sintiendo el momento tan embriagador de las emociones fuertes que tanto le gustan. Faráz no va a ganarle se repite varias veces y empezó a forzar más y más al caballo sin darle alcance todavía.
— ¡Vamos! —, le gritó una y otra vez al caballo hasta que consiguió emparejarlo con el de Faráz.
Daríce siguió presionando al caballo hasta tomar ventaja. Ambos son conscientes que a esa velocidad pueden desbocar el caballo, pero la emoción es tan intensa que les gusta esa sensación, sobretodo a ella que siguió apretando el paso consciente que debía reducirlo por seguridad pero no lo hizo y todavía forzó más al caballo. A esa velocidad la situación resulta realmente peligrosa.
— Has ganado, detente—, habló fuerte Faráz detrás de ella, pero con el galope tan rápido de los caballos apenas y lo escuchó—. ¡Para Daríce! —, gritó más como una orden que como una petición.
Consciente del riesgo le hizo caso, pero las fuertes ganas de no hacerlo gritan en su interior. Daríce empezó a reducir la velocidad poco a poco y Faráz enseguida estuvo a su lado. Al ir a paso seguro paró su caballo de un solo tirón.
— ¡No vuelvas hacer eso! —, dijo alzándole la voz con autoridad y bastante enojado.
Daríce lo miró desafiante porque es lo último que falta. Que le grite. Ella admite que fue muy arriesgado y Faráz se ve preocupado. La princesa trató de serenarse y se quedó callada. El silencio que siguió fue incómodo pero ya deberían estar acostumbrados.
Al poco tiempo Hassin les dio alcance y se nota que también tuvo que correrle. Disimuladamente miró con desaprobación a Daríce y se nota que está enojado.
El general conoce a Daríce mucho mejor que Faráz y sabe que a veces no mide el peligro en algunas cosas. Ella apartó la mirada a otro lado aunque está segura que después sacará el tema en cuanto tenga oportunidad.
Siguieron avanzando en silencio. Después de la preocupación solo quedó el enojo, porque Faráz no le habló más y se alejó un poco.
— Alteza…—, le dijo Hassin y ella redujo el paso al ver que él hizo lo mismo.
Ahí viene el discurso que la princesa espera desde hace rato.
— Dime general Hassin—, comentó sabiendo lo que va a decirle.
— No debe arriesgar su vida de esa forma. Es una imprudencia de su parte siendo una princesa y heredera al trono—. Ella lo escuchó sabiendo que tiene razón, e intentó guardar silencio mientras él sigue hablando—. Su vida y su seguridad es una responsabilidad a mi cargo. Si algo le sucede soy yo quien debe responder por eso y jamás me perdonaría que algo le pase y yo mismo pondré la cabeza ante el rey.
Daríce lo miró a los ojos cuando terminó. Sabe que es cierto. Se excedió y pudo haberle pasado algo, y sí así hubiera sido dudaba mucho que su padre fuera capaz de cortarle la cabeza a su propio hijo aunque este la pusiera. También se preguntó que si ella muriera qué posibilidades existen que él suba al trono.
Siguió callada sin decir nada más y en su lugar asintió con la cabeza.
Siguieron avanzando en silencio.
— ¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar al castillo? —, preguntó sin dirigirse a nadie en particular sino a quien respondiera. Ya sea el príncipe mudo, o el enojado de su hermano. Es posible que la dejen hablando sola.
Uno si puede hacerlo con total descaro pero el otro no.
— Tres días. Al paso en que hemos viajado llegaremos un poco antes—, dijo finalmente Faráz después de algunos minutos.
— Realmente deseo conocer el castillo y ver a la princesa Dana—, comentó.
Faráz no contestó. Daríce entendió que hasta aquí llegó la conversación.
— Te gustará—, dijo finalmente y después agregó—. Estoy seguro que Dana también desea verte.
— Tu hermana es encantadora.
— No la has visto enojada—, respondió sonriendo sinceramente.
La sonrisa del príncipe hizo que ella también lo hiciera. El sonido de sus risas sonó extraño pero agradable. Al percibirlo, Faráz calló abruptamente y luego desvió la mirada hacia el frente. Daríce buscó a Hassin y fue cuando se percató que no está. Va atrás con otro de los oficiales espartanos. Selim se llama. Continuó en silencio cabalgando al lado de Faráz preguntándose si aquella situación alguna vez tendrá fin.
Transcurrió un día, otro y otro. Hoy es la última noche que van a acampar le dijeron a la princesa.
Daríce nuevamente monta su caballo y es la única que viaja envuelta en una capa ligera, y no conforme con eso sacó un paño que se envolvió en la cabeza.
Faráz la observa sin decir nada y trata de disimular una sonrisa. Ahora no le queda nada de piel al descubierto y apenas se le ven los ojos.
— No me gusta el sol, no es propio de una princesa presentarse ante el pueblo toda quemada—, le dijo con una leve sonrisa y justificando su apariencia.
— Incluso tapada en su totalidad todos admirarían tu belleza—, agregó de una forma que la hizo preguntarse si acaso le está coqueteando porque así lo siente. En los últimos días han estado más relajados.
— Eres muy amable con tus palabras—, comentó sonriendo.
— No es por amabilidad Darice. Es la verdad—, afirmó sin quitar la mirada de ella.
Después le sonrió y Daríce sintió que el corazón le empezó a martillar aceleradamente no sabría decir si de emoción o nervios, ya que Faráz no había manifestado que le resultara atractiva, al contrario un día le dijo que no, y aparte que lidiaría con eso.
Siguieron avanzando otro poco hasta que al medio día se detuvieron brevemente para tomar alimentos y abastecerse de agua.
Entre Daríce y Faráz se siente algo diferente. Él ha bajado la guardia.
Antes de comer descansaron un poco. Después Daríce buscó a Faráz pero no lo vio.
— Azara pide pongan una carpa y preparen todo para comer ahí. Busca al príncipe Faráz y pregúntale si acepta mi invitación a comer. Me avisas—.
— Claro princesa.
Azara se fue y Nora junto con Lilia arreglaron el lugar que escogió. Pusieron una manta y algunas almohadas alrededor de una pequeña mesa.
— Todo está listo princesa Darice—, comentó Lilia.
— Prende inciensos Nora y que nadie se acerque cuando Faráz llegue. Nos dejan solos—, les pidió.
Minutos después caminó hasta el pequeño lugar y se sentó en uno de los almohadones. Inmediatamente el aroma de los inciensos comenzó a embriagarle el olfato. Después le trajeron dos bandejas, una de comida y la otra de frutas.
Al poco tiempo vio a Faráz que viene montado en su caballo y detrás varios guardias a caballo también. Antes de llegar bajó del caballo y alguien más se hizo cargo de amarrarlo.
— ¿Me buscaba princesa? —, dijo inclinando levemente la cabeza y sonriendo.
— Preparé una pequeña casa de campo. ¿Deseas acompañarme a comer? —, preguntó amablemente.
Faráz titubeó por breves segundos y después bajó del caballo.
— Por supuesto. Será un placer—, dijo observando a los lados que si no fuera por sus hombres estarían solos—. Retírense.
Los guerreros se alejaron y Faráz se sentó al lado de Daríce quien enseguida le ofreció vino.
— Deben crecer plantas y árboles hermosos en el castillo—, le comentó Daríce mientras llena su copa y observa la variedad de plantas que hay en el lugar.
— Así es. El río que fluye cerca hace de la naturaleza un espectáculo fascinante. Podrás tener tu jardín personal y todas esas plantas que han viajado de tan lejos florecerán como nunca has visto—, contestó.
— Casi lo puedo imaginar. ¿Es verdad que tendré un jardín personal? —, preguntó queriendo asegurarse que escuchó bien lo que dijo.
— Si. Mi hermana Dana lleva la orden de tener todo listo cuando lleguemos. Jardineros a tu disposición para que cuiden de el—, respondió dándole un trago al vino.
— Te lo agradezco—, dijo con alegría y asombrada de ese gesto de amabilidad.
— Por nada. Eres mi esposa y quiero que te sientas cómoda allá—, fue su respuesta. Resulta un tanto desconcertante considerando la situación en la que se encuentran.
Para empezar Daríce sigue siendo vírgen, luego los cambios de humor de Faráz dónde a veces es amable aunque muy pocas veces, la mayoría ha sido bastante descortés. Por ejemplo ahora lleva como tres días que se está comportando amablemente.
Daríce piensa que es el momento que debe aprovechar para acercarse. Sin embargo es difícil tener paciencia a sus cambios de humor. Aun así con decisión pero sin ser obvia dejó caer el paño de seda que cubre sus hombros. Faráz en seguida se inclinó para agarrarlo y ella al ver su reacción hizo lo mismo. Quedaron tan cerca uno del otro que Daríce pudo sentir el roce de sus cabellos en la mejilla.
Fue rápido cuando Faráz tomó la barbilla de Daríce y acercó sus labios para besarla. Ella se dejó llevar sintiendo el repentino deseo que provocó en su interior, haciendo que olvide que no están completamente solos y a lo lejos hay gente.
Mientras Faráz la besa empieza a deslizar la mano detrás de su nuca, y con la otra la jala por la cintura para pegarla hacia él. Es imposible que Daríce no sienta como el calor placentero subió por su cuerpo, pero Faráz se apartó y Daríce lo vio observando a los lados.
A pesar que los demás se alejaron es imposible no ver que andan por los alrededores. Faráz suspiró y se apartó un poco.
— Las uvas son tus preferidas por lo que he observado—, comentó Faráz con una leve sonrisa.
Mientras Daríce recobra el aliento se emociona al darse cuenta que se ha fijado en ese detalle.
Faráz tomó una uva y se la metió a la boca al tiempo que Daríce mira sus labios y recuerda los besos que se han dado. Faráz la observa también y después agarró otra uva y se la dio en la boca. Apenas ella iba a tomarla con los dedos cuando Faráz negó con la cabeza y en su lugar Daríce abrió los labios y él puso la uva dentro.
—Disfrútala.
Daríce siente una sensación extraña en su interior que la hace recordar las palabras de su madre que fueron las siguientes, “De algo ten seguridad. Te prometo a ti y a tus hermanas que sus esposos serán jóvenes, fuertes y sanos. Yo te aseguro que así será. Porque la vida es demasiado corta, y la juventud es como un sol que tiene una mañana resplandeciente de brillo, y con los años viene el atardecer. En sus años de esplendor quema por dentro. Porque en su interior hay fuego, y debes dejar que ardan las llamas de la pasión. Si te casas sin amor, pero logras encender el deseo, podrás conseguir amar a tu esposo. Hay varias formas de llegar al corazón de un hombre. La cama es una de ellas. Y te aseguro que buscaré al mejor postor. Uno atractivo que te provoque el deseo de ser mujer”.
Pues ella siente ese deseo con Faráz, uno muy diferente al que ha sentido con otros. Mucho más intenso. Y ahora sabe que él siente lo mismo. Su excitación es evidente. Finalmente Faráz se ha rendido ante ella.
— Son las uvas mis preferidas—, dijo disfrutando el dulce sabor de la fruta—, pero te aseguro que en estos momentos no las estoy saboreando a ellas.
Comentó sonriendo y se acercó nuevamente buscando los labios de Faráz. Se dejaron llevar otra vez.
— Te deseo—, le susurró Faráz cerca de sus labios, y luego bajó por el cuello dejando besos hasta llegar al escote del caftan donde empieza el camino hacia sus pechos, luego se detuvo diciendo en voz baja—, No es el lugar.
Definitivamente no lo es pensó Daríce también. Faráz volvió a besarla en la boca y se apartó lentamente agarrando la copa y tomándose todo el vino rápidamente. Después se sirvió otro e hizo lo mismo.
Daríce le dio un pequeño trago a su copa pero después cambió de opinión y se acabó todo su contenido. Faráz sonrió y le sirvió más vino.
— La comida se enfrió—, dijo Faráz señalando el platillo de buena apariencia.
— Codorniz con aceitunas, un poco de jengibre, vino y jugo de piña. Es mi platillo favorito. Así dice el cocinero del castillo que lo hace—, comentó ella sonriendo al ver que han servido lo que tanto le gusta.
— Langosta. Le agregan algún tipo de salsa picante y también vino. Los pescadores tienen la orden de llevarme las langostas más grandes que agarren—, respondió y ella no pudo evitar mirar lo oscuro que son sus ojos y lo profundo de su mirada.
— Habría que probarlo. Se oye delicioso. ¿Te gustó el vino? —, preguntó Daríce.
— Es suave, pero tiene buen sabor—. Le respondió él.
— Viene de Europa. Tiene un sabor diferente al que estamos acostumbrados, aun así me gusta mucho, aunque no es como el de Persia—, agregó sabiendo que Persia tiene un vino mucho más fuerte.
— Lalá…—, le habló Faráz a uno de los guardias más próximos, quien enseguida caminó hacia ellos—. Trae una de mis botellas de vino—, le pidió Faráz cuando estuvo cerca.
— Como ordene alteza—, respondió y se retiró inmediatamente.
— Probarás el de Esparta y me dirás qué opinas. Prométeme que serás sincera—, le pidió Faráz.
Daríce lo miró y sonrió.
— Ten la seguridad de eso—, respondió sin apartar la mirada de la suya.
Siguieron comiendo y poco tiempo después llegó el guardia con una botella de vino.
— Llena la copa de la princesa y la mía también. Después puedes retirarte—, dijo Faráz y el guardia obedeció y se marchó dejando la botella en la mesa—. Adelante—, le pidió Faráz señalando la copa.
Tomó la copa y le dio un trago lento. El vino tiene un sabor mejor que el de Persia.
— ¿Ahora qué opinas?.
— Tiene un sabor exquisito que no había probado antes—, reconoció con sinceridad porque realmente el vino de Esparta es mejor que el de Persia, así que terminó diciéndole—. Lo admito, es mejor que el nuestro—, dijo alzando la copa.
Faráz sonrió de oreja a oreja y Daríce se percató que es la primera vez que sonríe de tal forma.
Continuaron comiendo y platicando amenamente. Realmente se la están pasando muy bien, pero deben continuar con el viaje y es hora de seguir.
— ¿Seguirás cabalgando junto a nosotros? —, preguntó Faráz cuando terminaron de comer—. Me gusta que vayas junto a mí—, dijo después sin apartar la mirada.
— Por supuesto—, respondió sonriendo.
— Mandaré a llamarte para que te unas a nosotros cuando salgamos—, comentó sin dejar de sonreír.
— Gracias
Faráz sé fue y Daríce caminó hacia el carruaje donde están paradas sus doncellas. Siente que camina sobre una nube.
— Déjenme sola con Azara—, les pidió a las otras dos que se marcharon al instante.
— La veo y sé que le fue bien—, dijo sonriendo.
— Así es. Faráz me ha provocado sensaciones nuevas. Mientras me besaba dijo que me desea—, le confesó sonrojándose un poco.
— Lo ve princesa solo tenga paciencia—, agregó dándole ánimo.
Daríce pensó que más paciencia no puede tener ya que la situación es un tanto bizarra porque no es normal que un hombre se resista de esa forma. Al menos eso pensaba su madre que decía que los instintos carnales de un hombre siempre son más débiles que los de una mujer y ante la belleza femenina caen rápido.
Por otro lado Faráz camina hacia su caballo pensando en lo que acaba de pasar con Darice. Definitivamente no fue nada que no quisiera. Nunca antes había deseado a alguien con tanto fervor y anhelo como a ella. Resistirse solo está haciendo que se obsesione. Una vez que la haga su mujer las ganas se le van a quitar. Porque eso es lo que siente por ella. Un simple deseó carnal que lo tiene en un estado acalorado todo el tiempo.
Faráz ha tomado la decisión de hacerla su mujer y reclamar el derecho que tiene como esposo. Así que con esa idea montó su caballo y al momento su atención fue captada por un sobre. Lo tomó curioso preguntándose quién lo pondría ahí y con qué fin. Lo observó por la simpleza del mismo. Sin sellos ni nada. Lo abrió.




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