Todos esperan la llegada al castillo de la princesa Daríce y el príncipe Faráz. La gente quiere conocer a la princesa persa poseedora de la belleza de la que muchos hablan.
Se oyen las trompetas, se escuchan los tambores. El comité que va al frente sigue avanzando mientras el carruaje de Darice viene atrás y la gente arremolinada rompe en júbilo.
También hay unas pocas personas dentro de sus casas, aquellas que no salieron por no estar de acuerdo con esa unión.
Al llegar a las puertas del castillo Faráz se bajó del caballo y caminó hasta el carruaje de Daríce extendiéndole la mano para juntos caminar hasta donde el rey y la princesa Dana están parados.
Después del recibimiento se dirigieron a la sala principal pasando por el pasillo donde están formados los criados.
—¡Su atención! —, anunció el vocero—. Su Majestad el rey Corisio y la princesa Dana. —¡Sus altezas! El príncipe Faráz y la princesa Darice.
Entonces todos se inclinaron mientras avanzan por el pasillo.
Faráz la busca. Aún no alcanza a verla bien, parece que está parada al final con la cabeza baja. Sobresalen sus cabellos dorados del resto de los criados. Todos miran al suelo. El protocolo exige que al pasar un miembro de la familia real los sirvientes no deben levantar la cabeza, sin embargo al pasar Faráz por su lado las miradas entre ellos se cruzaron por un instante.
La familia real siguió caminando hasta llegar a la sala, los criados van detrás. Faráz sabe que detrás viene Mirza también. Entraron a la sala y han servido un banquete. Todos se sientan y Dana quedó cerca de Darice y enseguida le empezó hacer plática sobre el viaje.
Así transcurren los minutos hasta que pasado un buen rato el rey se levanta y anuncia su retirada. Todos se levantan para darle paso al rey.
El príncipe Faráz y las princesas se quedan un rato más hasta que se retiran juntos. Mientras van por el pasillo Dana toma el brazo de Faráz y camina a su lado, al tiempo que Darice va del otro lado y él lleva su mano agarrada. Detrás de ellos van las doncellas privadas. Las del Faráz, las de Dana y las de Darice.
— El viaje es muy pesado. Descansen que todo está listo. Mañana Faráz te mostrará el castillo—, dijo Dana mirándolo.
Él sonrió y asintió con la cabeza, pero tiene los ojos puestos con disimulo en Mirza que mira seria la mano que sostiene de Daríce, pues viene justo detrás de Dana.
— Estoy seguro que el castillo te va a gustar—, le aseguró a Darice apartando la mirada de Mirza.
— Así será. No te olvides de mi jardín—, dijo ella sonriendo de esa forma coqueta que en los últimos días emplea con él delante de la gente.
— Está todo listo en el jardín—, comentó Dana y luego continuó—. Mi hermano ha sido muy estricto al respecto. Se asignaron siete jardineros a tu servicio.
— A primera hora del día tus plantas serán replantadas—, agregó Faráz.
Él volteó hacia atrás cuando una de las doncellas de Dana se tropezó y casi se cayó. Aprovechando la oportunidad le sonrió a Mirza y ella correspondió ligeramente.
Dana siguió hablando.
— Apréndete este camino porque te lleva al paraíso princesa Daríce.
Caminaron hasta los aposentos asignados a los recién esposos. Hay un pasillo que conduce a ellos y al final una gran puerta color dorada. Dos guardias, uno de cada lado las abrieron de par en par.
— Bienvenidos—, dijo Dana en un tono divertido extendiendo el brazo y sin dejar de hablar—. He trabajado muchísimo en este proyecto, y el personal no ha dormido suficiente desde que empezamos. Espero les guste.
— Es perfecta—, dijo Darice.
Al parecer muy felíz, pero en el fondo la realidad es otra, y aunque los aposentos son dignos de los futuros reyes, ideales para dos amantes, para ella solo es una enorme cama tan fría como su esposo.
Faráz está observando cada detalle detenidamente e imaginando todas las cosas que dos personas pueden hacer en aquella cama. Aunque para ser sincero y cuando el deseo es abrazador con un rincón basta.
— Ha sido un placer y estoy muy contenta que les haya gustado. Los dejaré para que descansen—, comentó Dana y salió inmediatamente seguida de sus doncellas.
Y lo primero que vió Faráz fue a Mirza irse detrás de ella.
— Ponte cómoda Darice, regreso en un momento.
Darice asintió con la cabeza sin decir nada mientras él sale seguido de sus doncellas privadas que de ser tres ahora son dos. Caminó hasta sus antiguos aposentos y una vez dentro llamó a Carol.
— A sus órdenes príncipe—, dijo con la cabeza baja.
— Preparen mi baño—, le pidió y caminó al balcón y se sentó en el sillón.
Minutos después le dijo la doncella que el baño ya está listo y sin perder tiempo se bañó. Fue relajante tal y como esperaba. Salió y volvió a sentarse en el sillón mientras bebe un poco de vino. Volvió a llamar a Carol.
— Has venir a Mirza y le dirás a la princesa Dana que luego hablaré con ella.
Carol salió al instante y Faráz tomó otro trago de vino. Espera que Mirza no tarde. Necesita verla y tenerla en sus brazos. Pero después pensó en su esposa preguntándose si es posible que tuviera sentimientos por ella también. Apenas y la conoce pero admite que le gusta su forma de ser y el físico, bueno eso es inevitable. Está seguro que muchos hombres la desean.
Tocaron la puerta. Un adelante fue suficiente para que entrara. En lugar de ver a Mirza fue Dana quien entró. Faráz se molestó al verla.
— Hasta parece que has visto un fantasma—, dijo seria.
— ¿Qué haces aquí? —, preguntó irritado.
Al príncipe es lo último que le falta, ver a su hermana rondando sus aposentos y metiéndose en asuntos que no le corresponden.
— Parece que alguien se ha puesto de malas—, le respondió—. ¿Alteza quiere hablar conmigo?
— Si, pero no ahora—, le dijo y después le cuestionó—. Dana. ¿Por qué Mirza ahora es tu doncella? —, preguntó sin contenerse.
— Es lo más correcto Faráz—, dijo arrastrando cada palabra. Y justo en ese momento alguien más entró.
Faráz suspiró.
Mirza pareció perturbarse con la presencia de Dana y de momento no supo que hacer porque la princesa la mira de forma nada amistosa.
— Retírate Mirza, —le pidió Dana al tiempo que Mirza mira a Faráz y él asintió con la cabeza.
Ella salió inmediatamente.
— Dana…—, le habló afiladamente porque la sangre le hierve de coraje y enseguida continuó—. Será la última vez que le das órdenes a cualquiera de mis doncellas; la última vez que se te olvida que me debes respeto; la última vez que interrumpes en mi habitación sin ser llamada, y la última vez que me levantas la voz o quieras darme órdenes. ¿Te ha quedado claro? —, dijo elevando la voz con enojo.
Ella se le quedó mirando dudando que hacer o decir.
— Lo que desee su alteza—, dijo y se giró para irse. Apenas iba a cerrar la puerta cuando Faráz volvió a hablarle.
— Dana—, ella volteó bastante molesta—, dile a Mirza que entre.
Salió y dio un portazo. Faráz exhaló un par de veces esperando obedezca.
En los otros aposentos Lilia la doncella de Daríce entró mientras Azara le está dándo masaje en los pies a la princesa.
— Princesa Darice, la princesa Dana desea hablar con usted—, dijo acercándole la bandeja de fruta.
— Hazla pasar—, respondió tomando una uva de la bandeja.
Lilia salió y enseguida entró Dana. Viene seria aunque intenta disimular su mal humor.
— Sé que debes venir cansada, no obstante me gustaría hablar contigo de algo muy importante. A solas—, pidió mirando a Azara.
Daríce le hizo una leve señal para que saliera.
— Con permiso princesas—, dijo Azara cerrando la puerta.
— Hay algo que debes saber...—, continuó Dana y Daríce se le quedó mirando con curiosidad sentándose sobre la suave cama mientras Dana sigue hablando nerviosa—. Es sobre Faráz—, agregó haciendo una pausa—. Una de sus doncellas tiene demasiada cercanía con él. Y acaba de llamarla. Te vi llegar con él y mi impresión fue que se están entendiendo bien. Hablaré con mi padre para que mañana mismo la eche del castillo—, terminó de hablar y se quedó esperando la reacción de Daríce.
Pero ella sigue callada, pensando en las palabras apropiadas que va a decirle a la princesa Dana, pero antes debe asimilar la situación. Pasados unos segundos por fin habló.
— Echarla no ayudará en nada y solo provocará que Faráz se aleje de mí. Nuestra unión no llegó de la manera más adecuada, pero Faráz me gusta Dana—, admitió apenada y el color se le subió a las mejillas, pero después siguió hablando—. Ambos sabemos que esto no sería fácil. Los sucesos del pasado no han sido buenos y nuestros caminos difíciles. Y aunque ahora todos sabemos de las intrigas que hicieron para enfrentarnos, no es fácil olvidar que un príncipe murió. Yo estuve en la guerra Dana. La espada de Faráz iba a cortar mi cabeza también. Ese día había demasiado odio en su mirada. Aún sigo preguntándome que lo hizo titubear para no matarme—, dijo mientras Dana la mira sorprendida por lo que le está contando.
— ¿Tú estuviste allí? —, preguntó curiosa dejando claro que no sabe nada.
— Sí—, respondió Daríce recordando cada momento desde que el príncipe Amir cayó y luego Faráz la acorraló al punto de desarmarla por completo en un segundo.
— ¿Por qué? —, preguntó queriendo saber más—, ¿Qué hacías ahí?
— Mediar la situación y poner fin a la guerra pero todo salió mal. El príncipe Amir murió y yo terminé con la espada de Faráz en el cuello. ¿Ves éstas dos marcas? —, dijo Daríce señalando una en el brazo y la otra en la pierna—. Me las hizo Faráz—, confesó finalmente.
Dana se llevó la mano a la boca asombrada por aquella confesión ajena a su conocimiento. Y por alguna extraña razón viendo la forma en que está mirando a la princesa Daríce puede justificar el rechazo que Faráz siente hacia ella.
— Yo no maté al príncipe Amir, pero para Faráz es como si lo hubiera hecho—, dijo anticipándose a la pregunta.
Dana sabe que ella no lo hizo pues recuerda la cabeza en una lanza del persa que lo mató. Aunque sigue asombrada por lo demás.
— Aun así tienes derecho a saber quién es la mujer que ahora está en su cama—. Agregó Dana avergonzada de esa situación.
— No quiero saberlo—, respondió intentando convencerse de lo que acaba de decir.
— Es arriesgado. Esa mujer podría darle un hijo—, cuestionó preocupada aunque cierto es que hasta ahora eso no ha sucedido.
— Los hijos ilegítimos solo son eso—, afirmó recordando a Hassin y todas las razones de su padre por no hacerlo público.
Dana sigue pensativa no muy convencida de sus palabras.
— No debería preguntar esto. Tú y él…—, cuestionó sin terminar pero Daríce tiene una idea de cuál es su duda.
Se mordió el labio antes de decirle algo. Porque está pensando que mientras Faráz siga enredándose en la cama con otra, alguien con quién parece tener un vínculo especial, no sabe cómo demonios le hará para que él termine en la cama con ella.
No obstante la princesa Daríce ahora tiene algo muy claro. Quiere su amor por encima de un hijo por deber.
— El hombre es hombre Dana, y la mujer es su debilidad. Podrá estar enamorado de una, pero siempre buscará los brazos de otra—, dijo con seguridad.
Al menos eso le dijo su madre. Pero hasta hoy la realidad es que Faráz la ha rechazado varias veces. Y quizá la única vez que pudo pasar fue en el río, pero ella estaba tan enfadada que lo dejó como idiota parado en la orilla.
— No le des importancia si se acuesta con otra, es posible sea un acto de rebeldía, o de amor, lujuria o deseo. No lo sabremos de todas formas pero mientras sigamos compartiendo la cama un hijo no tardará en venir—, terminó tan convincente que Dana sonrió y pareció satisfecha y no siguió con el tema.
— Te dejo descansar—, comentó y se paró para irse.
Cuando se marchó y cerró la puerta dejando sola a la princesa Daríce, se puso a llorar. Después que se recompuso se repitió varias veces que no va a llorar más, pues su deber como princesa y futura reina es no tener debilidad, que ser fuerte es lograr ganar batallas.
Al final tuvo que aceptar que las barreras que lo separan de Faráz no solo tenían que ver con el pasado, sino por una mujer también.
Una orden de Daríce es suficiente para quitarla de en medio y el problema estará resuelto. Y aunque lo pensó no lo hará. Porque esa mujer sea quien sea no tiene nombre y ni rostro para ella. Es una desconocida de la que no quiere nada.
Finalmente Daríce se levantó y salió hasta la puerta.
— Entren y cierren—, les pidió a sus doncellas. Azara, Nora y Lilia la siguieron sin demora y cuando las tuvo en frente no tardó tiempo en hablar—. Cualquier comentario negativo que escuchen sobre Faráz no quiero saberlo. Lo oyen y se callan. Pueden irse porque no las necesitaré más—, terminó diciendo y ellas se retiraron inmediatamente.
Una vez sola Daríce se acostó de nuevo sin poder dormir. Pasaron horas y Faráz no llegó mientras ella se lo imagina en los brazos de otra. Nuevos sentimientos fluyeron en su corazón. Los celos son algo nuevo para la princesa.
Tomó aire varias veces para poder calmarse hasta que pasado el tiempo el cansancio la venció.
Horas después Daríce despertó notando que Faráz no llega aún. Quiso gritar, patalear, y salir corriendo para informarle al rey del insulto y la falta de respeto que Faráz está teniendo. Porque soportar que se revuelque con otra en su propia cara y descaradamente es demasiado. Las ganas de arrastrar a la desconocida por todo el castillo fueron grandes. Pero en su lugar intentó calmarse y les pidió a las doncellas que le preparen el baño. Cuando quedó listo les dijo que se fueran. Daríce quiere estar sola.
Antes de darse un baño se asomó por el balcón, es tarde. Las velas han sido encendidas y ella tomó una y se dirigió al baño. Entró y encendió más velas para iluminar dentro. Los baños en Esparta son diferentes. En Persia usan tinas y la que Daríce tiene en sus aposentos es enorme. En cambio aquí son regaderas y las paredes están recubiertas de mármol y hay una especie de banco. Son bonitos, pero ella ordenará le construyan una tina.
También el clima es diferente y Dana le dijo que en temporada de frío prenden rocas en el cuarto continuo para generar calor y que se hace una especie de vapor en el interior. Pero ahora no es temporada de frío y usar el baño no requiere ese tipo de preparación.
Daríce se sentó en el mármol que a pesar del clima cálido se sintió frío. Luego se paró y sin querer tiró un cuenco de mármol que se rompió al instante.
Faráz acaba de entrar a los aposentos cuando escuchó un ruido fuerte y luego el grito de Daríce que lo hizo caminar de prisa o más bien casi corriendo al baño. Al entrar lo primero que vio fue la total desnudes de Daríce. Empezó a sentir calor y se llevó las manos a la cara para ver si así borra esa imagen de su mente. Inmediatamente se dio la vuelta dirigiéndose al balcón.
Al poco rato Darice salió del baño envuelta en una toalla.
— Estás aquí—, dijo con alivio y después agregó—. He roto por accidente algo en el baño.
— ¿Y tus doncellas? —, cuestionó extrañado que no estuvieran con ella considerando el grito que pegó.
— A fuera supongo—, comentó en una mueca torcida.
A fuera no hay nadie de eso está seguro.
— A Dana no le va a gustar que le destruyas su decoración.
— Ni me digas—, respondió mortificada y él no pudo evitar reírse con ganas—. ¿Ahora te burlas de mí? —, preguntó más relajada.
— Lo siento—, le dijo viendo que la expresión de su rostro ha cambiado y ahora sonríe también—. Te has cortado.
— No es nada
— Ven vamos a limpiarte
Faráz tomó la mano de Daríce y con la servilleta de tela sobre la mesa limpió la sangre. La cortada no es profunda pero esas partes sangran mucho. Sobre la mesa también hay un frasco con miel. Lo abrió y le puso una poca sobre la palma.
— ¿Qué tal estuvo la reunión con los comandantes? —, le preguntó curiosa mientras observa como Faráz le envuelve la servilleta alrededor de la mano.
Ante la pregunta Faráz se llevó la mano a la cabeza con un poco de culpa, porque él estuvo en la reunión solo un rato y la mayor parte de la tarde se la pasó compartiendo la intimidad con otra mujer que lo vuelve loco. Lo extraño fue que al principio ni siquiera podía concentrarse y después el cuerpo respondió al deseo y como tenía bastante sin tener sexo una ronda no fue suficiente.
— Estuvo tranquilo—, respondió evasivo.
— ¿Hubo mujeres? —, preguntó Daríce con naturalidad.
La pregunta tomó a Faráz por sorpresa porque no es normal que una princesa haga ese tipo de cuestionamientos, o mejor dicho una mujer. Y sí, hubo muchas, por lo general las reuniones de los guerreros terminan en un completo desmadre. Al pasar la mayor parte del tiempo en campañas de guerra y sirviendo al imperio, las “diversiones” solo cuando se puede. Así que de vez en cuando se les organizan reuniones con muchas putas traídas de diferentes lugares, ya que las que están en las tabernas de la región donde se encuentren nunca son suficientes.
— Muchas—, respondió esperando se escandalice.
— Es bueno para su distracción—, argumentó sin ninguna reacción en su rostro e incluso con expresión satisfecha—. Sin duda todos terminaron contentos—, finalizó diciendo.
— Seguramente.
Faráz entendió que al parecer el todos también lo incluye a él.
Pues efectivamente él se quedó bastante satisfecho y contento después de estar con Mirza, y puede asegurar que sigue enamorado de ella. Sin embargo algo cambió. Reconocerlo le trae culpa y negación. No quiere admitir que parte de sus sentimientos han cambiado y que mientras estaba con Mirza pensó por una breve fracción de segundo en su esposa. Aunque luego él se dejó llevar por el deseó que le provoca Mirza.
Sin embargo hubo algo más que dejó inquieto a Faráz. Y eso fue después que Mirza saliera.
Cuando Mirza se fue de la habitación él lo hizo enseguida también, y en uno de los pasillos fue testigo de la conversación de Mirza con otra doncella, y no le gustó nada la forma en que habló ella pues lo hizo pensar que en el fondo Mirza ambiciona lo que todas.
— Ya habías entrado al baño—, comentó Darice sacándolo de sus pensamientos.
Él sonrió. Es totalmente culpable de haber visto la desnudes de sus nalgas.
— Me voy para que termines—, dijo dándose la vuelta con una sonrisa en los labios pero Darice lo tomó suavemente por el brazo.
— Faráz…—habló y él se giró un poco sintiendo calor en todo el cuerpo. Y ahí donde está la mano arde como si lo estuvieran quemando—. Gracias—, dijo arrastrando la palabra con suavidad y mirándolo a los ojos.
Faráz asintió con la cabeza sin decir nada y salió inmediatamente embriagado por el deseo que provocó en su cuerpo.
Daríce se quedó sentada en el sillón y sin poder evitarlo lloró preguntándose si es un capricho solamente. La respuesta es no. Capricho sintió por Balto, Navid y otros más, incluso Hassin antes de saber que es su hermano y antes de saber que ama a su hermana con locura. Ellos fueron caprichos. Faráz es diferente. No solo es atractivo sino que hay algo en él que le gusta porque Daríce se ha dejado llevar por lo que dicen de él. Que es un buen príncipe, noble, justo. Que será un buen gobernante.
La gente es lo que dice. Pero lo importante es lo que ella piensa y siente sobre él. Atracción hay, al menos por parte de ella. El problema que no es recíproco hasta donde Daríce a comprobado. Aunque a veces piensa que sí para mas tarde desilusionarse.
Sea lo que sea son marido y mujer con un solo propósito y hasta hoy él no ha cumplido su parte.
Al pararse se vistió y en seguida se fue a dormir sin molestarse en pensar si Faráz dormiría en la misma habitación.
— Adelante—, dijo Daríce cuando tocaron la puerta. Ha amanecido y las actividades en el castillo comienzan. Miró a Azara entrar.
— Princesa debió habernos llamado cuando despertó. Cuando salió el príncipe pensamos que aún dormía.
Dijo Azara acercándose rápidamente para abrochar el cinturón de oro y piedras preciosas que escogió ponerse.
Daríce cuando Azara comentó que Faráz había salido de la habitación, se dio cuenta que no sintió ni cuando llegó ni cuando se fue.
Minutos después entraron Nora y Lilia y fueron directo al baúl para agarrar varias joyas. Las pusieron sobre unos almohadones y pasaron frente a Daríce para que escoja la que usará. Azara le acomoda unos hilos de oro en el pelo.
Apenas Daríce iba a decir algo cuando entraron tres doncellas más. Deben ser las de Faráz que en la ausencia de él están obligadas a servirle a Daríce.
Ella las observó sin concentrarse en ninguna en particular preguntándose cuál de ellas es la que se acuesta con Faráz. Hay dos rubias y una de pelo negro. La última tiene los ojos verdes y las rubias una los tiene café oscuro y la otra azules. La última es de un rubio sobresaliente.
— Estamos para servirle alteza. El príncipe nos ha ordenado estar a su lado cuando se ausente—, dijo la de cabello negro—. Mi nombre es Carol—, dijo al presentarse.
— A sus órdenes princesa. Me llamo Danely—, se presentó la rubia de ojos cafés.
— Mirza alteza. A sus órdenes—, respondió la rubia de ojos azules.
— Azara es mi doncella principal. Recibirán órdenes de ella cuando no provengan directamente de mí—. Les dijo Daríce y después se dirigió a sus doncellas—. Me pondré esto—, le pidió a Nora seleccionando un conjunto de zafiros y rubíes.
Al terminar se paró y volvió a observarlas con disimulo. La de cabello negro es muy bella. De hecho las tres lo son.
— Vámonos.
Pidió la princesa dirigiéndose a la puerta. Al salir caminó por los pasillos para reunirse en el comedor con los demás. Mientras lo hace se recuerda ir con la frente en alto, pues está segura que el cotilleo entre los criados nunca falta en ningún lado y ya debe estar en boca de todos que es la esposa de un príncipe que recién casado, y el primer día que han llegado él ha pasado toda la tarde con otra y posiblemente parte de la noche también.
Siguió caminando hasta que se encontró con Faráz en el pasillo continuo al gran comedor.
— He pasado la mañana en las barracas con el general Hassin. Nos reuniremos por la tarde para empezar a planear estrategias de guerra—, comentó amablemente.
— El general Hassin es un guerrero experimentado y hombre de honor. No pasa de los treint pero mi padre ha depositado mucha confianza en él. A los dieciséis ya participaba en guerras. A los veintiuno fue nombrado oficial de la legión décima. A los veinticinco, comandante del sur, y hace dos años general del ejército persa—, dijo Daríce resumiendo con orgullo la trayectoria de Hassin.
— Me parece un guerrero muy valioso. A propósito, ¿te gustaría conocer el castillo? Al menos una parte—, comentó tomándola del brazo
Daríce piensa que se está comportando diferente a como fue durante el viaje. Por supuesto que lo hace. Aquí el rey los observa, y ella piensa seguirle el juego.
— ¿Podemos empezar por el jardín? —, preguntó emocionada dejando a un lado sus pensamientos.
— Los jardineros aún no terminan. Pero si así lo quieres vamos—, dijo y comenzaron a caminar.
Daríce puso la otra mano sobre su brazo y avanzaron juntos. Ahora son el centro de las miradas de los que están en el castillo. Y seguramente ella el hazme reír también. Suspiró.
Cuando entraron al jardín los ojos de Daríce vieron lo más hermoso que la naturaleza puede dar. Varias de sus valiosas plantas ya ocupan un espacio en aquel lugar que será su paraíso personal. Faltan muchas por replantar, pero lo que han avanzado ha quedado espléndido.
— ¿Te gusta?
— Por supuesto, es perfecto—, dijo maravillada—. Aquí pondré una carpa de descanso con sedas color rojo y cojines dorados, y si tú quieres serás mi invitado de honor—. Comentó Daríce y ambos se quedaron mirándose. Él sonrío y ella igual.
Después fueron interrumpidos por Dana que se unió a ellos.
— Quiero pensar que esa sonrisa se debe a que te ha gustado—, dijo mientras se acerca.
— Puedo observar que la tierra es muy fértil aquí. Y he quedado enamorada.
Daríce sonríe de oreja a oreja por la belleza de aquel lugar.
— Hace tiempo quise hacer uno propio. Me aburrí y desistí del intento—, comentó Dana tomando una hoja del suelo y pasándosela entre los dedos.
— ¿Te gustaría intentarlo de nuevo? Puedo ayudarte. Tú compañía me hará muy bien.
— Por supuesto—, respondió Dana.
— Sino es que te aburres antes de comenzar—, dijo Faráz y Dana lo fulminó con la mirada—. Bueno llevas varios intentos—, concluyó él.
— Alteza…—, le habló uno de los guardias a Faráz mientras se acerca diciéndole—, los caballos han llegado.
— Iré a verlos. Princesas si me permiten las dejo un momento.
— Adelante.
Él se fue y ellas se quedaron solas. Las doncellas están detrás y Daríce notó que Faráz miró hacia una en particular pero evito ver la dirección de su mirada cuando salió. Ella no quiere saber quién es.
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Editado: 15.02.2025