Nervios. Hasta parece que es la primera vez que la princesa Daríce sale a cazar. El motivo de sus nervios se llama Faráz, debido a que sintió un ambiente diferente con él. Bueno eso ya lo ha sentido antes y es cuando cree avanzar un poco pero luego se da cuenta que no.
La princesa ha escuchado que en los tantos matrimonios arreglados que se dan, el hombre puede exigir los deberes maritales a la esposa, y ella está obligada a obedecer. Pero aquí es al revés, lo que hizo que se preguntara si ella podía hacer lo mismo. Sabe que el cuerpo de él es diferente. Que debe estar excitado para que aquello se le levante y pueda responder según le han dicho. Y que en cambio la mujer no necesita específicamente estímulos para estar lista. Solo debe cumplir. Eso dicen las parteras. Y también dicen que el hombre responde con facilidad a la tensión sexual como si fuera un animal, así que tampoco eso debería ser un problema a la renuencia de Faráz. La realidad que ella no sabe todo del “deber en sí “. Solo lo que escuchó de otras mujeres y de su madre. También recuerda que la hija de un concejero de dieciocho años fue casada con un viejo de sesenta y tantos años. Ella frecuentaba el castillo para obtener favores y beneficios por tener una amistad superficial con Leila, y un día les dijo que en la noche de bodas y todas las demás veces fue asqueroso. Que el viejo apestaba a muerte y aun así le dio un hijo por ser su deber. “El viejo dejó de funcionar y más tarde murió para mi buena suerte” así dijo ella también. Por otro lado, la reina decía que no todo es deber. Que se puede disfrutar también.
Pues, aunque la experiencia de Daríce se limita a besos y una que otra caricia puede estar segura que su madre tenía razón. Aunque no del todo. Porque también dijo que ningún hombre se le iba a resistir, que calentar la cama de cualquiera no sería un problema. Que por naturaleza el hombre aprecia la belleza y que a ella eso le sobra. También dijo que la belleza no lo es todo, y que procurara enamorar a su esposo porque así podría conseguir mucho. Si, eso le decía la reina.
En la corta experiencia de Daríce el primer hombre a quién besó fue a Hassin. Ella tenía dieciséis y él veinticuatro. Fue rápido pero la hizo despertar sensaciones que nunca había sentido. Por muchos días pensó en él, anhelando que volviera a suceder. Sin embargo él le pidió disculpas por su atrevimiento y dijo que estaría dispuesto a pagar con su vida por semejante falta. Daríce lo dejó pasar y jamás volvieron a tocar el tema y siguieron como si nada hubiera sucedido. Así que ahora puede afirmar que si bien no existe amor puede haber deseo. Ella nunca amó a Hassin y sin embargo le gustaba. Cuando descubrió de su amorío con Leila no sintió nada. Luego llegaron otros breves enamoramientos como con el príncipe Navid. La doncella Azara siempre le dijo a la princesa que él le producía miedo, que había una mirada en sus ojos que la hacía estremecer porque parecía obsesionado con ella. Y eso se comprobó durante los interrogatorios que siguieron después del atentado a la princesa Dana.
— Princesa Darice el peinado ha quedado como le gusta—, dijo Nora quien tiene habilidad para hacerle bonitos peinados.
Le pasó un espejo y Daríce pudo apreciar lo bien que quedó. Le gustó mucho.
— Quedó perfecto Nora. Ahora les tengo unos regalos. Me han llegado cosas de Egipto. El baúl pequeño es para ustedes—, señaló uno de los baúles que llegaron.
— Muchas gracias princesa Darice. Usted siempre tan bondadosa—, respondieron casi al mismo tiempo.
Tocaron la puerta y Azara caminó para abrir. Le dijeron algo que Daríce no alcanzó a oír.
— Alteza el príncipe ha enviado por usted—, dijo sonriendo.
Sin perder tiempo se puso el arco de flechas al hombro y después la túnica con capucha para cubrir su vestimenta y caminó a la salida seguida de sus doncellas.
— Pueden tomarse el día libre—, les dijo a todas que se le quedaron mirando confusas sin decir nada.
Daríce caminó hasta las caballerizas donde Faráz la espera junto con varios hombres vestidos de civiles.
— Bienvenida princesa—, dijo sonriendo y enseguida agregó—. Por lo menos hoy podrás ser libre—, comentó sin quitar la sonrisa de sus labios.
¡Qué sonrisa! Pensó ella al tiempo que su corazón se acelera. Faráz también es un hombre muy varonil. Daríce salió del trance momentáneo cuando le entregaron su caballo y lo montó sin dificultad.
— ¿Lista? —, preguntó Faráz mirándola directamente y ella asintió—. ¡Entonces andando! —, dijo en voz fuerte poniéndose en marcha.
Salieron del castillo a buen paso, después pasaron las casas dentro de la fortaleza y por último las enormes puertas se cerraron detrás de ellos. Cabalgaron hasta que pasaron por una pradera extensa de pasto verde y se adentraron a un bosque de enormes árboles. Pararon y bajaron de los caballos.
— Aquí tienes tu lugar perfecto. Veamos que cazamos hoy—, dijo observando a su alrededor.
Faráz sacó un arco y ella sacó el suyo. Caminaron lentamente y en silencio, adentrándose más al bosque. Después de un buen rato que pareció no iban a tener suerte vieron a una distancia considerable un alce de enormes cuernos.
— Es tuyo—, susurró Faráz muy cerca de Daríce.
Ella suspiró lentamente mientras se acomoda en la posición correcta. Es cuestión de nada para que el animal se vaya. De hecho la princesa se sorprendió que no lo hubiera hecho ya porque huelen el peligro enseguida. El animal alzó la cabeza como si algo hubiera captado su atención y antes que mirara hacia ellos Daríce lanzó la flecha. Segundos después cayó con la flecha justo en el centro de la cabeza.
Faráz sonrió admirado.
— Te enseñaré todas las técnicas de combate—, dijo pensativamente asimilando la propuesta de ella por la mañana—. Y tú me entrenarás con el arco y cumplirás lo que dijiste. Ahora tenemos un trato—, finalizó.
“No molestarlo en sus asuntos, ni exigir nada que no quiera dar”. Ya era tarde para arrepentirse de lo que dijo. Pues hasta ahora no le ha exigido nada de todas formas.
— Está bien. Trato hecho—, dijo finalmente.
Y siguieron en la caza. Dos venados y tres conejos fue el resultado final.
Sin duda Daríce necesitaba ese respiro.
— Altezas debemos regresar. El tiempo se pondrá feo—, dijo Selim.
Daríce y Faráz miraron al cielo y se ve totalmente negro. Relámpagos y truenos empezaron a escucharse repentinamente.
— Ustedes llevarán la carne a las barracas—, le dijo Faráz a uno de los guardias—. Hoy tendrán festín. Debemos irnos—. dijo después.
Y emprendieron el regreso al castillo envueltos en una lluvia intensa, en la que tuvieron que disminuir el paso por momentos porque no se logra ver bien el camino.
— ¿Siempre llueve así? —, preguntó Daríce casi gritando.
— En temporada solamente. Ya empieza.
Después de un rato llegaron a la fortaleza y las puertas fueron abiertas de par en par. Todo está en total silencio. No hay mercaderes vendiendo sus productos. Ni gente en las calles, ni niños gritando. Solo unas cuantas personas, muy pocas están fuera de sus casas. Siguieron avanzando pasando por una taberna. Dos mujeres les hablaron a los guardias.
— Viajero, ¿Quieres pasar la noche calientito? —, preguntó una de ellas a Selim que viene detrás de Daríce. La mujer se baja un poco la parte superior del vestido sin que se le vean los pechos totalmente.
— Somos muchas ahí adentro. A todos les va alcanzar hasta de dos—, dijo la otra levantándose un poco el vestido.
— ¡No se distraigan! —, ordenó Faráz porque de alguna manera los guardias de atrás disminuyeron el paso incluido Selim que no aparta la mirada de la mujer. Daríce sonrió por lo bajo y avanzó más rápido para ponerse al lado de Faráz.
La lluvia ha cedido y solo queda una suave brisa.
— ¿Hasta qué hora funcionan esos lugares?—, preguntó curiosa.
— Entrada la noche.
— ¿Hay muchos?—, preguntó por saber más de un mundo totalmente desconocido para ella.
— Por lo menos siempre hay uno en cada pueblo. Se ha hecho muy tarde—, comentó preocupado e intentando cambiar el tema—. Es posible que el rey se enfade—, dijo al último.
— Si es como mi padre seguramente—, agregó recordando lo mucho que lo extraña. Siguió hablando—. No tienes idea la cantidad de veces que he sido castigada. Sabes…—Faráz volteo a verla al notar el cambio en su voz—. He visto lo que provoca una buena noche en un guerrero—, comentó porque no quería que se desviara del tema de las putas sin que escuchara su opinión así que siguió—. La compañía de una mujer los motiva. Cuando la guerra se acerca las fiestas previas son buenos incentivos. Viven y mueren por el imperio, por nosotros. Sé que es su trabajo, pero a ellos—, miró a los guardias que van detrás—. Deberías darles la noche para que se distraigan.
— Lo pensaré—, dijo—. Éste no es lugar para ti—, comentó después.
— Mis oídos han escuchado cosas peores te lo aseguro—, le comentó y sonrió pero no dijo más. Detrás de ella se oyó la risa de Selim también.
Siguieron avanzando bajo la lluvia.
— ¿Te castigó por el incidente del traidor en la fiesta que realizaste en mi honor? —, preguntó refiriéndose al día que casi matan a Dana.
Daríce asintió.
— Habían aprobado que me dieran mil monedas de oro mensuales para hacer caridad al pueblo. Ahora solo recibo cien—, dijo con tristeza.
— Mi hermana está viva gracias a ti. ¿Qué estabas haciendo en realidad a esa hora?—. preguntó Faráz porque sospecha que mintió sobre las razones por las que salió de esa manera.
— Tomar aire fresco. Poder sentir que soy libre sin tener a alguien todo el día pegado a mis pies. Y por…—, Daríce calló recordando a Sadira y al príncipe Balder en pleno besuqueo y manoseo.
— ¿Por qué más? —, cuestionó con sutileza.
Ella quiso decirle que es muy curiosa, que vio algo que llamó su atención así que como otras veces se voló todos los protocolos de seguridad e hizo lo que se le dio la gana.
— Por la situación entre tú y yo—, comentó omitiendo y reservándose solo para ella todo lo anterior.
No era exactamente la verdad pero tampoco mentira porque así se sintió por esos días. La realidad que así se sigue sintiendo con la diferencia que ahora platican y parece que se entienden mejor. Y bueno ahora ella sabe que él ama a otra. En teoría se siente peor.
Faráz percibió que Darice parece que entristeció cuando se sinceró y él se sintió culpable por cómo la ha tratado. Además lo hizo preguntarse si ella siente algo por él. Aunque recuerda que una vez dijo que le resulta atractivo.
— No es mi intención hacerte sentir así—, le dijo aunque esa fue precisamente la intención al principio.
Ella lo miró de manera acusadora no creyéndole nada pero se quedó callada. Al menos por unos segundos.
— Sé que no me amas, que esto no es lo que querías, no obstante es lo que está destinado a ser. El mismo poder que tú me das es el que recibes de mí. Ambos nos necesitamos Faráz por el bien de nuestros imperios. Lamento la muerte del príncipe Amir, quizá no lo creas o pienses que no hay razón para sentirlo al no ser un hermano mío. Pero ponerme en tu lugar e imaginarlo es lo que me hace pensar como lo sientes—, dijo seria y sinceramente.
Él se quedó callado pensando qué puede saber ella de sus sentimientos cuando ahora mismo está navegando sin ningún destino porque ambos son diferentes. De un lado está el orgullo al sentir que el enemigo lo ha doblegado. Por otro lado está el amor, y sin querer admitirlo se está dividiendo en dos. Uno de nombre Mirza, y el otro una negación por reconocer que Darice le gusta, que incluso estar con ella es agradable. Faráz se está metiendo en tremendo lío.
Él también recordó cuando Darice le dijo que estaba agradecida que él no fuera un viejo repulsivo. Faráz opina que posiblemente ella habría aceptado la decisión del rey si hubiera sido cualquier otro. Porque eso han hecho muchas princesas a lo largo de la historia. Sin embargo ella no parece una princesa como las otras. Es heredera al trono, pero más que otra cosa es la forma desafiante que proyecta lo que le gusta. Además no es posible seguir viéndola como enemiga porque piensa cosas buenas de ella.
— ¡Debemos apurarnos!—, ordenó Faráz y todos apresuraron la marcha.
Siguieron en silencio porque la lluvia se intensificó.
Al llegar al castillo la mayoría duerme. Unos cuantos criados esperan la llegada de ellos, sobretodo las doncellas de cada uno y quién los recibió fue Petronio. A Faráz le sorprendió verlo a esa hora en el castillo.
— Alteza el rey a preguntado por usted, le he dicho que ya ha entrado a la fortaleza y no tardaba en llegar—, comentó inclinándose ante Faráz y Daríce.
— ¿Está molesto?
— Le he calmado diciéndole que fue la lluvia lo que retrasó su llegada y que van muy bien resguardados. Además le facilité un poco de distracción—, agregó con complicidad.
Minutos después llegó una joven que las doncellas del rey subieron a sus aposentos inmediatamente.
— ¿Quién es ella? —, preguntó Darice curiosa.
Faráz está seguro que tiene una idea bastante clara. Ella se nota que es muy suspicaz para esas cosas.
— La motivación del rey y su distracción también—, respondió Faráz a media sonrisa.
— Entonces ella es la razón por la cual no está personalmente parado en la puerta esperando nuestra llegada—, comentó Daríce sonriendo con picardía.
— Lo más seguro—, dijo con una leve sonrisa.
— El baño está listo altezas. Si permanecen más tiempo mojados pueden enfermar—, dijo Amina—. Suban señoritas y atiendan a sus Altezas—, ordenó a las doncellas.
— Vamos Darice.
Faráz inconscientemente le tomó la mano a la princesa y Mirza se le quedó mirando. A su vez Amina vio a Mirza. Con disimulo el príncipe soltó a Darice.
Al entrar a los aposentos todo está listo.
— Mirza ayúdame con esto—, le dijo Azara y le pasó unas toallas—. Hay que llevarlas al baño—, le pidió.
Mirza aparentemente no tiene una expresión de molestia en el rostro. Pero por dentro está echa una furia. Tomó las toallas y las dejó en el baño. Salió enseguida pero Faráz sabe que está molesta.
— Con su permiso. El baño está listo—, dijo Mirza y salió de los aposentos seguida de las otras que también han terminado.
Faráz la vio salir. Todas las noches él se la pasa con ella. Quien lo espera en sus antiguos aposentos y luego hacen el amor hasta la madrugada, después ella se va y él regresa con Darice. Pero Faráz hoy está cansado y no siente ánimos de nada. De hecho se la ha pasado muy bien con Darice. Y si quisiera pasar la noche con alguien sería terminar la noche con ella. Faráz se llevó las manos a la cara pensando que sin duda haciéndole el amor hasta el amanecer.
— Deberías irte a bañar primero. Estás empapada y te puede hacer daño—, dijo mientras camina al balcón, intentando serenar sus pensamientos.
El príncipe miró las estrellas. Después observó la luna que está en su punto más grande y brillante que le hizo recordar un poema titulado “La princesa del Sol y la Luna”. Así le dijo Ciro, general del ejército espartano que es conocida la princesa Darice en Persia y en los alrededores. Recordó la plática que sostuvo con el general Ciro cuando le preguntó a Faráz si es tan bella como dicen, pues el príncipe le acababa de decir que será su esposa. Faráz recuerda que le respondió que no tanto. Que la gente ha exagerado, y quién dice que es la princesa del sol y la luna está ciego. Esa fue la respuesta de Faráz que intentaba ser indiferente y mintiendo por supuesto. En esa plática Ciro le comentó que se decía hubo un pintor y poeta que hizo un retrato de ella en sus dieciséis años aproximadamente, y se rumora quedó tan enamorado de su belleza que escribió varios poemas en su nombre. La princesa del sol y la luna es uno de ellos. Faráz movido por la curiosidad le preguntó el nombre del poeta. Era un tal “Asadí Tusí” y también dijo el general Ciro que el poeta estaba teniendo gran influencia entre los nobles persas y su popularidad era tal que empezó a rodearse con ellos. Sin embargo todo cambió cuando al rey Elízeo le llegó uno de los poemas, que después de leerlo dio la orden para decapitarlo por considerar que los escritos eran inapropiados pues los poemas estaban dirigidos a la princesa Daríce.
Faráz se quedó pensando en el contenido de los poemas y lo que pudieran decir que molestó a tal grado al rey.
Y movido por esa curiosidad le pidió a Ciro que le consiguiera alguno. De eso tenía tiempo, y precisamente hoy le llegó la información con un mensajero. No los ha podido leer porque ha estado todo el día con Darice.
— Puedes bañarte. Ya salí—, dijo Darice acercándose a su lado sin dejar de hablar. —Toda esta tranquilidad me da miedo—, comentó—. No hay novedad según los informes de mi padre. Y la revuelta del sur ha sido controlada. El general irá a verificar, después a informar al rey. Además quiero que personalmente lo vea y me traiga noticias de su salud—, dijo parada a su lado.
— En la frontera con Megára todo está en calma también. Y no me gusta nada—, comentó recordando aquel proverbio antiguo que afirma que después de la tempestad viene la calma. Pero cuando hay calma es porque habrá tormenta. Faráz la miró y empezó a platicarle de lo que le ha informado su padre—. Hoy mi padre me ha dicho que se iniciarán las reuniones del concejo de guerra y que el general Ciro y el general Hassin se reunirán en la frontera con Persia en Efeso. También se ha mandado a reconstruir el palacio para reuniones posteriores.
Daríce ya estaba enterada de todo eso.
— Recibí carta de mi padre. ¿Cómo crees que planeen atacarnos? —, preguntó pensativa.
— He pensado mucho en eso. Y si de algo estoy seguro es que no será un ataque sorpresa mucho menos abierto. Toda la frontera está cubierta y cuando quieran desplazar un ejército lo sabremos inmediatamente para actuar—, comentó Faráz.
— Sé que los traidores los hay por todos lados pero lo más difícil es que no los puedo reconocer. Cualquiera podría traicionarnos. Deberías ir a bañarte sino te va a dar un resfriado—, dijo cambiando de tema.
— Vuelvo enseguida.
Faráz se dirigió al baño y al entrar se dio cuenta lo que a Mirza le ha molestado. Pusieron velas aromáticas y pétalos esparcidos por la bañera. El aroma exquisito inunda cualquier olfato. Por eso salió enojada. Últimamente sus reproches son más constantes siendo que todas las noches está con ella y le dice que entre Darice y él no ha pasado nada. No le cree.
Faráz se bañó con tranquilidad. Quiere descansar pero la curiosidad y la ansiedad por leer lo que le mandó Ciro le ganaron. Salió y Darice está acostada dándole la espalda. Agarró la ropa y se vistió. Después salió y se dirigió a su sala personal. Mientras camina recordó las palabras de Darice al decir que sabe que hay traidores por todos lados pero que no puede reconocerlos. Tanta razón tiene. Ahí caminando en la soledad y semi oscuridad cualquiera de los dos guardias que van detrás podrían apuñalarlo. Entró y se sentó en el sillón detrás del escritorio. Sacó del cajón el cilindro que le envió Ciro y luego el papel envuelto. Extendió la carta y la empezo a leer.
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Editado: 15.02.2025