— Princesa…
Le habló Azara a Daríce mientras está con ella en los aposentos después de haber pasado encerrada cuatro días desde que ahorcaron a su hermoso corcel.
— Dime—, respondió sin ánimo.
— Sé que no quiere oír nada sobre el asunto del príncipe. Pero hay algo que debería saber—, dijo en voz baja.
La princesa suspiró. Faráz estuvo apoyándola por unos días después de que mataran a su caballo, y luego corrió a los brazos de esa una vez se quedó dormida. Eso fue ayer. En realidad ella fingió dormir, y él enseguida se paró y se fue.
— Habla y no quiero oír nombres. Suficiente es ser la burla de los criados—, respondió con tristeza.
— Nadie habla sobre eso, se lo aseguro—. dijo Azara.
Daríce lo duda porque todas las noches Faráz corre a encontrarse con la otra.
Ante el silencio de la princesa Azara no dijo más del tema y continuó con lo que quiere decirle.
— La persona que mató su caballo debe ser ella. Hay un guardia, Yayá es su nombre. Parecen cercanos. No de esa forma, pero Nora vio cuando le dio unas monedas de oro el día de ayer. Solo un servicio muy grande vale la paga de varias monedas de oro—, le platicó Azara mientras se pone a darle masaje en las manos.
Esa idea ya ronda por la cabeza de Daríce. Porque cuando se tienen los favores de un príncipe no se quieren perder y naturalmente rendirse no es opción.
Si la otra mató el caballo de la princesa ha sido una gran odisea viniendo de una criada. Y ahora Daríce piensa que sí lo hizo es porque ya no tiene la misma seguridad que antes. Algo ha cambiado y la princesa lo siente. Al menos trata de aferrarse a esa idea que la hace sentir mejor.
Daríce esta descubriendo que los celos son un sentimiento horrible. Y si aquella mujer ama a Faráz debió sentir el fuego consumiéndola durante las tres noches que Faráz no se encontró con ella. Aunque Faráz se quedó con la princesa y ni siquiera la tocó.
Daríce estaba dispuesta a jugar limpio, a no meterse en esa relación y darle tiempo al tiempo. Se propuso no forzar las cosas con Faráz porque suficiente es todo lo que pasó entre ellos.
Sin embargo ahora es distinto. A Daríce le han lanzado la primera piedra y ella está dispuesta a recogerla, afilarla y regresarla otra vez hasta atravesar a la que se atrevió a desafiarla.
— Azara quiero que hagas lo siguiente, le dijo y ella puso toda la atención. Siguió hablando—. Busca a Derbísh y pídele que investigue a Yaya, si es culpable que lo elimine y también le deje un pequeño recuerdo de él a ella. Quiero que la involucren. Todo a su tiempo será descubierto. Por otro lado, Lilia conseguirá las joyas que Faráz le ha dado y algunas serán puestas en las cosas de Yayá, las otras destrúyanlas. Esa serpiente ya soltó el veneno y le tendremos lista la trampa para que caiga en ella. Todo se tiene que hacer con mucho cuidado. Un error y nos veremos en serios problemas. Recuerda que aquí no estamos en Persia. Una cosa más. Busca a Sihan. Dile que quiero verlo y que me reuniré con él en el jardín.
— Como ordene princesa—, respondió Azara.
— Dile a Lilia que puede entrar.
Azara salió y enseguida entró Lilia. Quien después de Azara es la segunda doncella de mayor confianza. Nora es prácticamente nueva y ya habrá tiempo que le demuestre su lealtad.
La doncella Nora se quedó en lugar de Elena. La traidora que vendió su alma al enemigo por miedo a las amenazas. Se descubrió que así fue. Daríce piensa que sí Elena le hubiera dicho sin duda la habría protegido junto con su familia. Ahora los dioses guardarán el alma de Elena eternamente junto con su familia que al final fue asesinada por el enemigo que le juró que si ella cooperaba no les harían nada.
— Princesa desea verme—, dijo Lilia al entrar.
— Necesito que hagas algo y consideres todas las precauciones.
— Lo que ordene princesa.
— Esa doncella que le brinda favores al príncipe Faráz debe recibir regalos costosos de él. Descubre dónde los guarda y se los entregas a Azara. Veremos cómo paga los servicios que en un futuro quiera. Se cuidadosa—, le pidió al final.
— Lo seré no se preocupe.
— Lilia no puede haber errores—, volvió a recordarle.
— Todo se hará como usted diga—, afirmó ella.
— Perfecto. Retírate y has que Nora entre.
Daríce se paró en el balcón preguntándose cuál de las tres es ella. Cuál es la que seduce a Faráz de una forma que ella no ha podido. Tiene una idea pero no está segura.
— Alteza estoy a sus órdenes—, dijo Nora al entrar.
— Nora vamos al jardín.
Salió y Nora la siguió. Pocas veces las doncellas de Faráz van detrás porque así lo decidió. Solo cuando está con Faráz las doncellas de él la acompañan. Pero hoy será diferente.
— Vamos—, les dijo también a ellas.
Caminaron detrás hasta el jardín. Ahí parado ya está el encargado de guardias de nombre Sihan.
— Alteza a sus órdenes. Estoy investigando el incidente y le aseguro que daremos con el responsable. Todo indica fue provocado—, comentó serio.
— No tengo duda Sahin que descubrirás quién fue. Y es por eso pedí verte. ¿Has descubierto algo más?
— Aun no Alteza.
— No dejes de informarme cualquier novedad.
— ¿Alguna persona que le haya mostrado molestia, enojo?
— Pudo haber sido cualquiera. Para muchos soy una extranjera. Para otros fui enemiga y para algunos sigo siéndolo. Lo que le hicieron a mi caballo es una advertencia que debo andar con cuidado—, afirmó sin darle razones de lo que sospecha.
— Nadie se atreverá a hacerle daño. Si sospecha de alguien puede decirlo. Mientras mayor información tengamos más pronto encontraremos al culpable.
— Ya se atrevieron Sihan, pero no quiero plantearte una idea en la cabeza sin fundamentos o pruebas. Puedes retirarte.
— Como desee. Con su permiso alteza.
Se marchó y Daríce se quedó por un rato más caminando entre las flores que hacen de ese lugar algo mágico.
Daríce sabe que sus doncellas actuarán rápido y entonces empezarán a tejer la telaraña para que la viuda negra caiga.
Han pasado tres días y la eficacia de la gente de Daríce no dejó cuestionamientos. El trabajo ha sido echo. Yaya confesó haber matado el caballo de la princesa por diez monedas de oro por órdenes de la doncella de Faráz. Tal y como Daríce lo ordenó lo eliminaron y apareció muerto en las calles que van a la taberna. Cuando lo encuentren van a pensar fue un pleito de calle. Pero cuando lo investiguen encontrarán la evidencia que involucra a la doncella.
Lo que Daríce aún no quiere es que se descubra a la autora de todo aquello. Los testigos que ella va a plantar todavía no van hablar.
La princesa miró hacia dónde las tres doncellas están paradas lejos de ella. Al tiempo Azara le da detalles del trabajo que les pidió.
Poco tiempo después Dana entró seguida de sus doncellas.
— Darice luces hermosa hoy. Me alegra que te hayas levantado animada—, dijo la princesa tomándole las manos mientras la conduce debajo de la carpa para sentarse.
— Azara entrega los regalos—, le pidió Daríce sonriendo.
— Muchachas, la princesa Darice desea obsequiarles un presente—, comentó Azara, y después abrió un baúl del que sacó seis cajitas de plata y entregó una a cada doncella.
— También hay telas de seda para todas—, agregó señalando el fondo del baúl—. Escojan lo que les guste. Estoy muy satisfecha con sus servicios—, dijo mirando a todas sonriente.
— Princesa muchas gracias—, respondió Nora que venía con la princesa Dana—. Usted siempre nos llena de regalos—, comentó muy agradecida.
Nora enseguida se inclinó y besó la orilla del vestido de Daríce. Después lo hicieron las demás hasta llegar a Mirza que sigue parada mientras Dana la observa con desaprobación ante su titubeo. La doncella con bastante pesadez da un paso, luego otro hasta que se agacha y hace lo mismo que las otras intentando ocultar su desagrado.
Daríce se dio cuenta de todo e ignoró su falta de respeto dejando pasar su actitud al recordar la sorpresa que le espera.
Después de un rato Faráz llegó y todos se retiraron dejándolos solos como otras tantas veces. Es hora de entrenar y no hay nada más placentero para ambos que hacerlo juntos.
La danza empezó entre ellos sin perder tiempo.
Faráz la miró directamente a los ojos cuando las espadas golpearon una vez más. Hoy están utilizando las reales como lo han hecho en otras ocasiones.
— Dame tu espada y ten la mía—, le dijo Faráz serio porque desde hace unos días ha querido quitársela.
Daríce se le quedó mirando no gustándole que le dé órdenes, pero aventó la espada que Faráz agarró en el aire. A su vez él le aventó la suya con más fuerza porque quiere que sienta la diferencia, que sepa que no todo está hecho a su medida. Que al agarrar la espada ella note el peso enseguida.
Efectivamente Daríce se dio cuenta de eso pero no dijo nada y siguió con la lucha tratando de adaptarse a la espada de Faráz consiguiendo algunos puntos, no obstante se volvió más lenta y la diferencia en el peso comienza a darle dificultades aunque intenta arreglárselas.
Finalmente Daríce se cansó tal y como Faráz pensó pero él no dejó de presionarla una y otra vez mientras ella intenta responder sin éxito.
— Ese es el problema de mandar hacer todo a tu medida—, comentó Faráz y ella se le quedó mirando con seriedad quedándose callada para sorpresa de él que siguió hablando—. ¿Cuántas espadas como ésta crees que encontrarás en el campo de batalla? —, le preguntó alzando la elegante espada llena de piedras preciosas. Digna de ser usada por una princesa como Daríce. Hay que reconocer que la belleza de ambas puede compararse. Las dos brillan ante el sol y sin embargo Faráz puede jurar que Darice más que la espada—. ¡Responde! —, habló alzándole la voz al ver que se quedó callada.
— Ninguna—, contestó enojada y perforándolo con la mirada.
Darice sabe que él no se refiere a la forma ni a el diseño, ni mucho menos a lo elegante y hermosa que es la espada, sino a su peso. Fue hecha con el material más ligero que existe pero muy difícil de conseguir, y aunque son prácticas y hasta ideales no son disponibles para todos. Armar a un ejército con esas espadas sería imposible.
— Tienes agilidad y destreza—, continuó él—, aun así debes entender que tu fuerza siempre será menor. Supongamos que te desarman y tienes la posibilidad de tomar otra espada. Ni pierdas el tiempo no aguantas su peso como ahora. Ya estás muerta Daríce, mejor pon el cuello y termina pronto—, le dijo con dureza.
— ¿Debo rendirme entonces porque tengo menor fuerza que un hombre? —, replicó alterada y él no le quitó la mirada de encima.
Le fascina cuando se enoja. Los ojos le brillan y el color se le sube al rostro. Es brava como ella sola.
— Jamás. Pero reconocerlo te ayudará a mejorar técnicas. No por algo dicen que la maña vence a la fuerza. A partir de hoy entrenarás con una espada normal—, dijo sin dejar nada para cuestionar.
Daríce quiso que Faráz fuera su maestro, entonces él se está comportando como uno y va aguantarse si realmente quiere aprender más.
— Lo que ordene alteza—, respondió un poco molesta.
Él se rió.
— ¿Por qué te enojas? —, preguntó divertido.
— No lo estoy—, dijo un poco más relajada.
— Frunces el ceño cuando algo no te gusta. El color se te va a las mejillas y tus ojos… parecen llamas a punto de encenderme, como ahora, por ejemplo—, comentó sonriendo y ella sonrió finalmente.
— Yo la diseñé—, dijo mirando la espada y luego levantó la de Faráz para seguir hablando—. Intenté hacerlo con éstas para que fueran más ligeras. Los herreros dijeron que iba a romperse fácilmente. Tenían razón—, agregó al último.
— Por muchos años han intentado perfeccionar la ligereza de las espadas. Existen materiales que podrían lograrlo, de todos modos son escasos. Nos acostumbramos al peso de tal forma que dejamos de sentirlo. Anda ponte en posición—, le pidió.
Y empezaron la danza de muerte hasta que Faráz tocaba los puntos débiles y ella caía.
Para Faráz Daríce es una fierecilla con agallas. Y si en el campo de batalla se luchara con mujeres como ella sin duda lo que lo mataría sería la belleza. Admite que moriría feliz.
— Fuiste a dos o tres guerras antes según escuché. Dime con quienes luchabas mujer porque ya perdí la cuenta de las veces que te he matado—, agregó sabiendo que sus comentarios la enojan y se le viene con todo. Siguió hablando—. Es bueno tener coraje cuando lo sabes emplear por supuesto. Tu ira solo te vuelve débil. ¡Debes agacharte más!, ¡Así! —gritó, agachándose lo más que pudo y desde abajo empuñó la espada y simuló clavarla en su vientre.
Daríce le llega al pecho, no debería costarle nada aprender esa técnica considerando que su tamaño la va ayudar
—Felicitaciones Darice. Otra vez estás muerta—, dijo triunfante.
— ¿Cómo hiciste eso? —, preguntó con los ojos llenos de euforia.
— Ven—, le pidió jalándola suavemente y acercándola a su cuerpo mientras le explica—. Cuando te agaches tus pies deben estar así. Si lo haces de otra forma perderás el equilibrio y tú sola te entregarás al enemigo. Tus hombros así—, dijo mostrándole la posición correcta—. De esta forma podrás esquivar la espada del enemigo sin perder el equilibrio. Vamos, lo intentarás hasta que no te caigas—, dijo poniéndose en posición para mostrarle como.
Todas las veces que lo intentó Daríce cayó de nalgas al suelo. Y las mismas veces se levantó más enojada que antes.
— Terminamos por hoy—, le dijo Faráz finalmente.
— Otro poco más—, le pidió pareciendo una niña cuando le quitas el dulce.
— Es mi turno. El arco ¿lo recuerdas? —, le dijo sonriendo.
— No eres malo en eso—, respondió mirándolo de manera acusadora.
— No lo soy pero me parece que eres mejor. Además soy un guerrero de élite. Entrenado desde los cinco años para especializarme en lanza y espada—, dijo un tanto presumido.
— Pues yo soy una princesa que a los dieciséis debió estar casada, a los diecisiete haber tenido un hijo. Ahora bien, aquí estoy luchando contigo mientras me has matado no sé cuántas veces—, respondió sonriente.
— Reconozco que eres buena. Nunca había luchado con una mujer—, reconoció con admiración.
— ¿Fue por eso que titubeaste aquel día? —, preguntó pensativa.
La pregunta de Daríce lo tomó por sorpresa porque se refiere al primer y desagradable encuentro del que nunca hablan.
— Es posible—, respondió recordando aquel fatal día y después agregó con sinceridad—. Pero cuando tuve la determinación de hacerlo desapareciste de mi alcance. Después entendí que me distrajiste para ganar tiempo—, dijo al final.
— Es posible—, respondió sonriendo levemente y usando las mismas palabras que él.
Inevitablemente Faráz sonrió con ella pero después se puso serio. Así se siente cuando está con ella. Como si su hermano desde su tumba le gritara traidor. Daríce entendió que no debía presionarlo y continuaron en el entrenamiento. Al terminar se dirigieron a sus aposentos aunque Faráz fue solicitado por el rey y Daríce se fue sola.
Daríce va caminando por los pasillos mientras los criados la observan. Debajo de la capa va hecha un desastre. Las mejillas están coloradas, el pelo alborotado. El cuerpo le duele como si le hubiera pasado un elefante. Sabe que le saldrán moretones, ya tiene algunos y otros tantos que se le han desaparecido desde el primer día que empezó a entrenar con Faráz. La princesa siente que le urge un baño. Al llegar hasta la puerta de los aposentos vio que sus doncellas están paradas ahí.
— Preparen mi baño. Azara ven conmigo—, le pidió.
Nora y Lilia fueron a prepararle el baño y Azara la siguió hasta el balcón.
— Sé quién es ella—, dijo suspirando lentamente y después agregó—. Antes fue una sospecha. Pero la forma en que se paró frente a mí negándose a mostrar agradecimiento me sacó de las dudas. Hay que reconocerlo, es bonita. Pero no se puede esperar algo diferente de un príncipe.
— Jamás se comparará en belleza con usted y no lo digo por querer su favor, es la verdad.
— En estos momentos ella va ganando Azara porque entre las sábanas las mujeres tienen poder sobre los hombres. Ella lo tiene y lo sabe.
— Usted no ha querido, pero sedúzcalo y caerá. Muéstrese provocativa y lo tendrá a sus pies. El príncipe la mira, lo he visto—, afirmó con energía.
— Las cosas están cambiando entre nosotros. Lo siento y lo noto—, comentó pensativa y agregó después—. Tiempo y paciencia Azara, porque no habrá necesidad de siquiera seducirlo. ¿Has visto cómo acechan los leones a su presa? —, preguntó y la doncella negó. Daríce continuó—. Pues dependiendo del tamaño los vigilan sigilosamente, incluso a veces durante días hasta el momento exacto para atacar y la presa no pueda escapar. Mi paciencia tendrá una recompensa. Lo sé—, dijo con la seguridad que así será.
— Ese día que salió con el príncipe y llegaron entrada la noche, ella salió del baño muy molesta y se fue bastante enojada. Sus celos han despertado y debemos tener mucho cuidado.
— Princesa su baño está listo—, le dijo Nora así que Azara y ella se quedaron calladas.
— Vamos, necesito refrescarme—, les dijo a ambas.
La princesa entró al cuarto de baño y se desnudó para después enrollarse una toalla.
— Nora tus manos son mágicas. Dame masaje en el cuello.
— Por supuesto alteza—, respondió y se puso a la labor de masajear sus hombros.
— ¿Le lavo los pies y le pongo aceite? —, preguntó Lilia.
— Si—, respondió cerrando los ojos.
Tiempo después salió del baño y se reunió con Dana para el almuerzo.
— Mi padre salió con Faráz. Qué bueno que estamos solas—, dijo Dana—. Salgan—, les pidió a los sirvientes y se fueron inmediatamente—. Lo has conseguido Darice. Solo falta esperar que venga el heredero—, comentó sonriente.
La princesa Dana cree que Faráz y Daríce están juntos. Daríce piensa que es extraño porque los chismes entre los criados nunca faltan y todos deben darse cuenta que el príncipe se va todas las noches a buscar a otra.
— Al fin de cuentas él es hombre—, respondió dando a entender que la cercanía que se percibe es muy íntima.
Daríce no piensa decirle la verdad porque cree que con un poco más de tiempo las cosas se pondrán a su favor. Lo presiente.
— ¿Sabes porque mi padre no bajó a desayunar? —, comentó Dana cambiando de tema para la buena suerte de Daríce.
Negó con la cabeza teniendo una idea clara.
— Tuvo compañía. Ni siquiera es de noche y mi padre ya está encerrado con una mujer.
— ¿Por qué no ha tomado otra esposa? —, preguntó curiosa considerando que hace mucho que enviudó.
— Parece que disfruta más esta vida libre. Sin embargo, ahora presiona a Faráz para que tenga un heredero pronto.
— Es cuestión de tiempo—, dijo sin apartar la mirada.
— Pues no demoren mucho. El futuro de Esparta y Persia son ustedes—, comentó dándole un trago al té que le han traído.
Daríce suspiró imaginando que el futuro de Esparta seguro está pensando en irse a revolcar con la criada insolente a la más mínima oportunidad.
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Editado: 15.02.2025