Más de seis meses han pasado desde que Daríce puso un pie por primera vez en el castillo espartano.
Y hace más de una semana Faráz y el rey Corisio tuvieron que marcharse para reunirse con el rey Elízeo en la isla de Creta. Ella tuvo que quedarse relegada en la fortaleza del castillo por la posibilidad de tener un hijo en su vientre.
Daríce anhelaba tanto poder ver a su padre y sin embargo tuvo que acatar la orden de él. “La princesa Darice deberá quedarse en el castillo por su seguridad y salud”. Esas fueron las palabras escritas por el rey Elízeo al rey Corisio. Y todo se debe porque creen que en cualquier momento puede estar embarazada.
A Daríce le encantaría poder reírse en sus caras y decirles que sigue estando tan intacta como los dioses la trajeron al mundo. Que es tan virgen como el día en que nació y que ha perdido la esperanza con Faráz y al final tendrá que exigirle sus obligaciones maritales. Es un poco extraño, no obstante suceden casos.
Daríce supo de una princesa búlgara que según dicen el príncipe tenía inclinación por la belleza masculina, así que tuvieron que obligarlo a mantener relaciones con la princesa habiendo una persona de testigo. Esa debió ser una verdadera vergüenza para ella porque dicen que a él le costó mucho trabajo funcionar. Que esa situación se repitió constantemente hasta que un día no le llegó su sangre y finalmente tuvo el heredero que tanto se esperaba.
Daríce ruega que jamás intenten ponerlos en una situación así, y que si entre Faráz y ella no funcionan las cosas cada quien tome su camino libremente sin consecuencias.
La paciencia de la princesa ya está al límite pero está decidida a continuar pero ya no por mucho tiempo.
Por otro lado Darice se siente triste porque moría de ganas por haber podido estar en el concejo de guerra donde se discutirán cosas importantes, decisiones que cambiarán el curso de ambos imperios. Ella está segura que la victoria será de ellos y el enemigo caerá. Pero desafortunadamente ella no podrá participar en esa guerra, ni en nada como se puede ver. Porque ahora su trabajo consiste en abrir las piernas todas las noches no solo para el placer del príncipe sino para que venga el heredero.
Los días pasaron uno tras otro, hay una aparente calma en el castillo. Daríce sigue preparando el terreno para que la otra caiga solita. Lilia por su parte la vigila de cerca. A Daríce pronunciar su nombre le produce un verdadero malestar.
Por su parte Mirza aprendió la lección cuando supo que su cómplice Yaya apareció muerto cerca del burdel y le cortaron la lengua, para luego dejársela como regalo en el lugar dónde guardaba todos los regalos de Faráz, que le fueron robados también. Después de eso Mirza dejó de mirarla con esa altanería que empezaba a fastidiarle a Daríce. La guerra entre ambas está declarada y solo una va a ganar. Daríce quisiera decir que será ella. Es algo que no está muy convencida de apostar.
Después de unos días más el rey llegó pero Faráz no vino con él. Viajó a la provincia de Conia para poner fin a una revuelta. El rey Corisio después de descansar un poco mandó a llamar a la princesa Daríce quien fue a sus aposentos enseguida.
— Mi querida Darice—, dijo el rey Corisio arrastrando su nombre—. Sé que deseas ver a Faráz pero ha tenido que viajar. Regresará pronto. ¿Alguna noticia?—, preguntó mirándola intensamente.
Daríce sabe que la pregunta tiene que ver si ya está embarazada, porque de presionar a Faráz ahora lo hace también con ella.
— Esperemos los dioses nos bendigan pronto—, respondió pensando que eso no va a suceder mientras el futuro de Esparta de nombre Faráz no se decida a tomarla como mujer.
— Las curanderas deben revisarte—, dijo con firmeza.
Ella quiso decirle que ni se preocupara, que mejor fuera con su hijo a quien le importa nada el futuro de Esparta y Persia.
Al menos en su ausencia no tendrá que soportar que se acueste con otra. Porque las veces que Faráz sale a verse con ella Daríce da vueltas sobre la cama con un nudo en el estómago imaginando como se enreda en los brazos de otra. Y ni pensar en las cosas que él debe hacerle.
Daríce es virgen pero no tan ilusa. Hay libros con imágenes. Les llaman “prohibidos”. Su madre tenía uno. Ella, bueno ella era otro tipo de mujer. Una reina como no hubo ni habrá otra porque sabía las armas que tenía y las utilizaba muy bien. El amor fue lo más poderoso y el rey… bueno él fue un cordero a sus pies.
Sin embargo Daríce no ha logrado ni el amor y mucho menos lo otro. La realidad es que ella dejó de intentar seducir al príncipe desde hace tiempo. No va a ofrecérsele desnuda para provocar su deseo, ella planea que Faráz lo pida, lo insinué, incluso lo ruegue. Que llegue el día que la tome entre sus brazos con ganas de hacerla su mujer.
Y así pasaron muchos días más en el castillo con una tranquilidad aparente. Hasta el día que Azara empezó a sospechar cosas.
— Creo está tramando algo—, le dijo a Daríce mientras guarda un par de vestidos que donará a la caridad.
— ¿Por qué lo dices? —, preguntó curiosa.
— Derbish no deja de vigilarla cuando sale del castillo y sospecha eso—, dijo pensativa.
— ¿Y qué hace? —, preguntó con cierto interés.
— Va al mercado y se compra cosas—, comentó seria.
— Seguramente, porque Faráz debe darle muchos obsequios. Y oro por supuesto. Lástima que no pueda usar libremente todas esas cosas bonitas que debe regalarle—, dijo irritada—. ¿Y que más descubrió Derbish?
— Hoy fue al mercado de animales. Al parecer está interesada en una serpiente. Eso fue lo que alcanzó a ver desde la puerta—, dijo Azara.
— Dile a Derbish que no le quite los ojos de encima cuando salga y a Lilia aquí en el castillo.
— Como deseé princesa—, respondió y siguió acomodando las cosas.
Daríce se quedó pensando que podría hacer aquella en un mercado de animales y qué interés puede tener en una serpiente. Una idea saltó a su cabeza.
— Azara…—le habló y ella volteo enseguida.
— Conozco ese tono de voz y sé que algo le ha pasado por la cabeza—, dijo inquisitivamente.
— Me parece se me ocurrió lo mismo que a ti—, dijo sonriendo y continuó—. Consígueme libros que hablen sobre picaduras de serpientes. Mañana vas al mercado y me los traes.
Y al siguiente día Azara le trajo varios textos que hablan sobre el tema del interés de la princesa Daríce. Picadura de víbora decía uno de ellos. Comenzó a leerlo: “Por años ha sido la segunda causa de muerte entre los guerreros. Estos animales venenosos se arrastran y se meten en las tiendas de campaña provocando la muerte de la víctima sino es atendido o se desconocen las técnicas para eliminar el veneno inmediatamente”.
Después de leer aquello buscó textos que hablen de las “técnicas” que mencionan. Una de las técnicas que más destacan son: amputación de la parte mordida; Extracción del veneno haciendo un corte profundo en la picadura, succionar y escupir; Ungüentos y hiervas tomadas.
Definitivamente para Daríce ser mordida por una serpiente venenosa no es opción considerando lo anterior y las posibles consecuencias en caso de sobrevivir. Buscó los textos sobre las especies no venenosas y se la pasó leyendo hasta que fue interrumpida por Nora.
— Princesa su baño está listo. ¿Le deshago la trenza? —, preguntó y ella asintió mientras la doncella pone sus manos a trabajar en el cabello de Daríce.
Tocaron la puerta.
— Adelante.
Azara entró pidiéndole a Nora que se retire. Ella salió inmediatamente y las dejó solas.
— La doncella ha comprado una serpiente Gariba—, comentó agitada.
— ¿Qué piensas hará con ella? —, preguntó Daríce sorprendida ya que esa víbora es muy venenosa.
Sin duda quien compró la serpiente es más venenosa todavía.
— Ponerla en sus aposentos—, dijo Azara preocupada.
— Lo mismo estoy pensando así que vamos actuar rápido. Vas a buscar a Derbish y le pedirás que consiga una víbora Atractaspis. Después dile que vaya a los calabozos y haga que pique a dos presos. Todo debe quedar hoy, para mañana Derbish ya debe saber lo que pasó con los presos después de la picadura. Dile que confío en su rapidez y eficacia.
— Princesa si me permite preguntar… ¿cuáles son sus planes? —. preguntó frunciendo el ceño.
— Ya te contaré lo que haremos. Anda ve y dile a Derbísh lo que te pedí.
Azara salió sin preguntar más y ella se quedó asimilando la situación. Muerte por picadura de serpiente. Es ingenioso y un plan perfecto si no fuera porque las posibilidades de que una víbora llegue hasta sus aposentos son imposibles. Aun así podría considerarse posible y poco sospechoso, pero Daríce se ha propuesto plantar la duda cuando empiecen a investigar. Esa loca no saldrá inmune ni viva del castillo. El plan de Daríce debe ser mejor.
— ¡Nora ven! —, habló fuerte y enseguida entró—. Busca a Lilia rápido y te quedas vigilando a esa que se acuesta con el príncipe cada noche—, le pidió seria.
— Como ordene alteza—, respondió con sorpresa como si no supiera nada.
Minutos después Lilia entró.
— Acércate Lilia y escucha bien. Debes estar alerta porque si nuestras sospechas son ciertas esa va actuar pronto. Hay que impedir que sea hoy. Pero necesito tiempo, por lo menos un día más. Y tengo la solución. Manda a llamarla junto con otra de las doncellas de Faráz y pídele al mozo del carruaje que lo tenga listo para un viaje de varias horas. Dile que regresarán mañana—, terminó explicándole lo más serena y clara que pudo porque se siente ansiosa.
— Así se hará princesa.
Lilia salió. Daríce ya tiene el plan para alejarla del castillo. Caminó hacia el balcón pensando cómo es que su vida ha cambiado en unos cuantos meses. Ahora en lugar de estar interesada en los asuntos del imperio juega en asuntos del amor. Tocaron la puerta.
— Adelante.
— ¿Desea vernos princesa? —, dijo Carol.
La princesa la observó. Ella le agrada, sin embargo, la mantiene alejada para que no sea obvio que detesta a la otra. Para ella es mejor que piensen que las tres le desagradan.
Daríce se preguntó si Carol habrá calentado también la cama de Faráz, y quienes de las tantas doncellas que hay lo han hecho. Ir en ese hilo de pensamientos le produce celos. Se giró para verlas de frente.
— Van a ir al pueblo de Cresia por el joyero que frecuenta el príncipe Faráz y lo harán venir—, les ordenó.
— Disculpe alteza, ¿no es mejor enviarle un mensaje para que venga? —, le preguntó esa tonta de la que no le gusta ni pronunciar su nombre.
— Irán por él—, dijo Daríce tratando de sonar indiferente ante su insolencia y atrevimiento.
— Pero tendremos que dormir allá—, dijo a modo de queja.
— ¿Tienes algún problema con eso? —, preguntó molesta por su actitud.
— Partiremos cuando lo ordene alteza—, dijo rápidamente Carol.
— Por supuesto que así será—, respondió Daríce dándose la vuelta y viendo de frente al horizonte—. Pueden retirarse que el carruaje está listo—, pidió sin voltear a verlas.
Salieron y se quedó por algunos minutos más viendo al extenso río que frente a ella se vé.
Mirza. Es ella la mujer que le ha quitado el sueño durante varias noches por mucho tiempo. Es ella la que ocupa un lugar en el corazón de Faráz. Ella la que se atrevió a matar su caballo, la misma que durante mucho tiempo la ha mirado casi con burla. Daríce tuvo el presentimiento que es ella casi desde el principio que Dana le dijo. Porque es la única que la mira diferente. Esa es una víbora que busca otra serpiente para matarla porque es tan cobarde que no se atreve hacerlo de frente.
Daríce está decidida a dejar que llegue más lejos, todo le tiene que salir perfecto. Es hora que se descubra la persona que mandó matar su caballo y quién intentará matarla. La víbora debe morderla para saber si a Faráz le importa tan poco como demuestra. Es hora que él tome la decisión al lado de quien quiere estar.
Por su lado Darice tomará la suya. Se queda o se va. Si en el corazón de Faráz ocupa una parte luchará por tener la otra. Esa será la única lucha que está dispuesta a perder por su felicidad, por quitarle el peso que parece cargar al estar a su lado. Pero a Mirza la quitará del camino porque piensa que Faráz con el tiempo encontrará otra de quien se enamore y Mirza quedará en el recuerdo de la criada que venció a la princesa. Mirza, la que todos conocen y nadie menciona.
Sin embargo Azara le jura a la princesa Daríce que tiene meses no se rumoran cosas de Faráz y ella. Azara le dijo que al principio sí hubo murmuraciones. Pero con el tiempo cesaron. Daríce se enteró también que Amina les tiene prohibido a las otras doncellas meterse con ella.
Eso significa que Faráz la protege y si no se rumora nada es porque el príncipe Faráz se ha vuelto muy discreto.
El día transcurrió para Daríce sin novedad, la noche pasó con la misma calma que la mañana. Y al día siguiente la información que espera la princesa con ansias le fue entregada.
— Te escucho Azara.
— Derbish asegura que el veneno es inofensivo. Dos presos fueron picados sin ninguna consecuencia. ¿Princesa que piensa hacer? —, preguntó preocupada una vez más.
— Dejar que la víbora me muerda. Obviamente la que no es venenosa—, respondió seria.
— ¡Eso es arriesgado! —, exclamó alterada.
— Si los presos no murieron ¿Por qué habría de morir yo? Todo saldrá bien. Avísame cuando llegue Mirza y Carol. Que Lilia siga vigilándola. Puedes irte—, le dijo Daríce y sin decir más Azara se marchó preocupada.
Más tarde vería la manera de convencerla de desistir de aquella locura.
Por la tarde Carol y Mirza llegaron con el joyero. Es un hombre de edad avanzada que trabajó en el castillo hace años y que se ha retirado. De vez en cuando le hace trabajos a Faráz, de los cuales unos son para la princesa Daríce, y otros para Mirza sin duda. Para Daríce es obvio eso, y de solo pensarlo la sangre le hierve.
Daríce piensa pedirle una corona. Es especial, digna de una princesa y futura reina. También quiere otras joyas que se le han ocurrido y rondan en su cabeza los diseños.
Después de reunirse con el joyero se pasó el resto del día en el jardín con la intención de darle oportunidad a esa de meter la víbora en sus aposentos. Los nervios van a matarla. Además sus doncellas le dijeron que sus planes son muy locos y Azara no se cansó de pedirle una y otra vez que no hiciera nada.
Daríce está sentada sobre un almohadón debajo de la carpa cuando Lilia se acercó ya de noche.
— Está hecho—, dijo nerviosa—. La criada entró a sus aposentos aparentemente con un cerro de ropa de usted. Dentro de un pomo llevaba la víbora estoy segura.
— Alteza, ¿está segura de hacer eso? —, preguntó Azara que no desiste de decirle lo arriesgado que es.
— Vamos—, dijo con el pulso acelerado y el corazón a punto de salirse.
Daríce caminó a sus aposentos mientras la siguen Lilia y Azara. Nora está con la curandera en reposo por algo que le causó malestar. No es nada grave, solo el efecto del té que le dio Azara para mantenerla alejada. La princesa aún no confía del todo en ella.
— Lilia ve y trae la víbora que trajo Derbish. Es de sobra decirte que nadie debe verte—, pidió intentando sonar tranquila.
— No se preocupe, está en un jarrón y nadie sospechará de su contenido—, respondió.
Al llegar a la entrada de los aposentos, los dos guardias abrieron la puerta. El miedo se apoderó de Daríce antes de entrar. Suspiró al tiempo que da los primeros pasos mirando a todos lados. Si ese animal venenoso la pica sin duda estará en serios problemas o muerta. A simple vista no se ve nada, la luz de las velas ilumina suficiente. Los aposentos son enormes, podría estar en cualquier lado. Azara se puso al frente con un bastón que puso tiene rato en la entrada por las dudas había dicho. El miedo se ve en sus ojos, en los de la princesa igual. Caminaron hasta el balcón que es la parte más despejada y abierta. Azara va alerta viendo a todos lados igual que Daríce. Poco después entró Lilia con una jarra de agua que contiene la víbora no venenosa. Lilia se nota nerviosa como las otras mirando a todos lados.
— Traten de calmarse—, les dijo al tiempo que intenta hacer lo mismo porque verlas así la pone más nerviosa.
Se sentó sobre la silla y se quitó las sandalias. La idea de estar cerca del balcón es poder lanzar la víbora no venenosa hacia fuera para no levantar sospechas. Después los guardias o jardineros la encontrarán y se desharán de ella como otras tantas que han llegado al jardín.
— Pon la jarra aquí—, le explicó para que la víbora la muerda en el tobillo—. ¡Anda ponla! —, le dijo al ver su titubeo.
Dudando la doncella obedeció mientras Daríce mete el talón lo más que puede esperando la muerda enseguida. Pero no pasó.
— Pégale con algo—, le dijo.
— Esto es una mala idea—, respondió Lilia negando con la cabeza.
Daríce lo está pensando también sin duda pero ni tiempo tuvo de reaccionar porque en lugar de poder decir algo más pegó el grito de dolor al sentir un ardor intenso después de ser mordida.
Las tres se miraron y Lilia se paró rápido cuando la puerta se abrió. Los guardias entraron al escuchar el grito que apenas y le dio tiempo de tapar nuevamente el jarrón.
— ¡Le picó una víbora! —, gritó Lilia mientras sale corriendo con desesperación—. ¡Iré por la curandera! —. Dijo desesperada sin soltar el jarrón.
Azara por su parte está blanca como la cal y Daríce igual.
— ¡Extrae el veneno rápido! —, gritó Daríce al guardia apoderada por el miedo y la desesperación porque la picadura que recibió fue en la otra pierna que no puso en el jarrón y la víbora la mordió cerca de la pantorrilla.
Daríce al ver el titubeó del guardia por no saber cómo actuar pensó que va a morir por pendeja
—¡Dame tu daga!—, le gritó desesperada casi arrancándosela de donde la trae colgada.
Repasó mentalmente lo leído mientras lo va haciendo: Corta profundamente decía el texto que leyó… gritó cuando lo hizo. Succiona fuerte sin tragar nada y escupe todo… ¡no tragues se repitió varias veces! Daríce agradece que la picadura está en una parte bastante alcanzable a su boca al levantar la pierna. Volvió a succionar fuerte y escupió nuevamente en otro lugar… ¡Si tragas te mueres! Se dijo interiormente.
Daríce repitió lo mismo dos veces más escupiendo en lugares diferentes y pidiéndole a los dioses que la ayuden. Enseguida empezó a sudar frío.
— ¡Dónde están las curanderas! —, gritó Azara tan desesperada como la princesa.
Mas guardias llegaron y por fin las curanderas entraron.
— ¡Busquen la víbora! —, pidió una de ellas y enseguida la llevaron a la cama pero antes la revisaron.
— Salió para allá—, dijo Azara señalando los sillones.
— ¿Quién la cortó? —, preguntó la curandera.
— Yo lo hice—, respondió Daríce—. Escupí en varios lugares—, dijo y la curandera la miró con asombro.
— Muy bien hecho. ¿Dónde escupió? —, preguntó y ella señaló hacia el piso del balcón—. Princesa enjuáguese la boca con esta infusión y escupa. Repítalo tres veces. Después bébase esto—, dijo y luego le habló a la otra curandera de nombre Elian—. Pon una gota de este líquido en cada parte donde escupió el veneno. Se pondrá negro en la saliva donde si hay veneno y si fue succionado en su totalidad habrá una o dos que no cambien de color. ¡Hazlo rápido!
La otra mujer corrió sin titubeos e hizo lo que le pidieron con destreza y rapidez.
— ¡Todo el veneno fue extraído! —, gritó desde allá.
Dicho aquello y sin pérdida de tiempo la curandera empezó a untarle unos ungüentos por toda la pierna con movimientos de arriba abajo y luego puso una pomada más en la mordida y la vendó.
— Hay que sacarla de aquí—, dijo la curandera mientras los guardias buscan sin tener éxito.
— ¡Aquí! —, gritó uno y sin demora mataron al animal.
— Tráiganmela—, pidió la curandera.
Una vez la tuvo en sus manos la observó detenidamente dentro de la caja en la que la han metido.
— Ábrela con cuidado y sujeten la cabeza con algo—, pidió con firmeza y los guardias se miraron sin comprender a que se refiere o tal vez confusos ante la petición—, Quiero verla por dentro—dijo después.
Los guardias vieron a la princesa y ella asintió con la cabeza. Daríce empezó a sentir mucho más intenso el dolor de la mordedura que apenas y lo aguanta. Uno de los guardias con su espada comenzó abrir al animal. Después la curandera la observó detenidamente. Daríce no quiere ni siquiera ver. Ahora se pregunta qué demonios estaba pensando cuando se le ocurrió semejante locura.
— Tómelo princesa—, le pidió dándole otro remedio—. Que los dioses permitan que todo salga bien. Usted ha salvado su vida. Ahora lo que hay que evitar es que la piel se infecte por la ponzoña. Se tomará todo lo que le dé y no habrá problemas—, agregó después.
Al decir infectar se refiere que puede pudrirse.
Minutos después Sihan entró a grandes zancadas.
— ¿Qué ocurre aquí? —, preguntó preocupado al ver toda esa gente.
— Una víbora mordió a la princesa Darice—, dijo la curandera.
— ¡¿Qué estás diciendo?! —, dijo cómo no creyendo posible aquello.
— La han matado. Era una gariba. El veneno fue extraído en su totalidad—, agregó la mujer.
— Gracias. El rey y el príncipe estarán muy agradecidos contigo y te compensarán.
— No lo hice yo. Lo hizo la princesa—, dijo con humildad y después agregó—. Es extraño que esa víbora haya llegado hasta aquí. Incluso en las cercanías del castillo.
— ¿Qué intentas decir? —, preguntó Sihan.
— Que deberías investigar quién trató de matarla—, respondió la curandera con seguridad.
Daríce atenta a la conversación sabe que van a empezar a buscar a la culpable.
— ¿Cree que esto fue planeado? —, preguntó la princesa con miedo en el rostro. No por la verdad que ya sabe, sino morir por tonta.
— No lo creo. Estoy segura—, afirmó con determinación.
— ¿Cómo? —, preguntó empezando a sentir mareo y vómito.
— Es temporada de apareamiento, está cargada de huevos y jamás dejaría el nido.
— ¡Interroguen a todos los criados! —, ordenó Sihan.
El rey entró imponente y Dana detrás de él. Todos se inclinaron. Sin duda hoy la princesa será el centro de atención.
— ¿Es verdad lo que me informaron? —, preguntó serio el rey Corisio.
— Fue mordida por una víbora venenosa—, respondió Sihan.
— ¿Cómo estás? —, se acercó y le tomó la mano. Su expresión es de enojo y preocupación.
— Me siento bien Majestad—, dijo mintiendo y acto seguido vomitó casi encima de él.
— Cenek, ¿fue el veneno extraído en su totalidad? —, preguntó alarmado dirigiéndose a la curandera.
— Si majestad.
— ¿Cómo lo sabes? —, cuestionó el rey.
— Usamos métodos que nos dan seguridad Majestad.
— ¿Qué métodos son esos? —, volvió a cuestionar.
— Venga por favor.
El rey caminó hasta el lugar donde ocurrió todo. Después regresaron y se paró al lado de Daríce acariciándole la cabeza.
— Estarás bien—, le dijo un poco más tranquilo.
— Majestad hay algo más que debe saber—, comentó Sihan.
— Adelante dime—, pidió el rey.
— Parece que fue intencional—, dijo Sihan y la expresión de preocupación pasó a enojo.
Cenek la curandera comenzó a explicarle sus sospechas y el rey explotó diciendo.
— ¡Encuentren a quién lo haya hecho! ¡No habrá piedad para el que se atrevió atentar con la vida de un miembro de mi familia! —, gritó y después de despedirse de Daríce salió a grandes zancadas.
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Editado: 15.02.2025