Faráz llegó al castillo después de haberse ausentado por varios días. Primero tuvo que viajar con el rey, y luego quedarse por allá para sofocar una revuelta en un pueblo cercano de dos días y una noche de distancia. Alejarse le ayudó a pensar en la situación en la que está respecto a Darice y Mirza.
Vaya forma de complicarse la vida piensa el príncipe, porque es irónico que pueda tener control en muchas otras cosas como en el imperio por ejemplo, y no poder poner en orden sus sentimientos.
Fue hace casi tres años desde el primer día que se llevó a la cama a Mirza, y aproximadamente ocho meses desde que está casado con Darice.
La primera es importante en su vida, no solo calienta su cama todas las noches cuando está en el castillo sino que le gusta realmente, y la otra es su esposa.
Ambas le provocan sentimientos en el corazón y le cuesta reconocer que una más que otra: Darice lo trae loco así que ha llegado a la conclusión que se debe a las ganas que tiene de estar con ella y de disfrutar su cuerpo centímetro a centímetro hasta apagar el deseo y la excitación que le provoca. Siente que es la obsesión por algo que no ha poseído y la única forma de saberlo es haciéndola suya.
Aunque independientemente de lo anterior en sus sentimientos Faráz ha tomado una decisión que romperá un corazón, porque es lo mejor para el futuro del imperio. Y como el futuro es él, sabe que sin descendencia no existe un mañana.
Faráz ahora camina para reunirse con su padre en la sala privada y mientras lo hace va pensando en lo anterior. Aunque está cansado y necesita con urgencia un baño eso no importa porque el rey desea verlo y debe estar ahí.
Faráz entró y el rey está sentado con unos documentos en la mano.
— Faráz hijo mío. Bienvenido. Espero el viaje haya sido sin contratiempos. ¿Cómo está la situación con los rebeldes? —, preguntó inmediatamente.
— Sofocamos la rebelión en Conia. Di la orden de ejecutar al líder de la revuelta por haber ordenado asesinar a la hija del comisionado del pueblo. El problema se originó hace dos meses porque el agua no estaba llegando a los estanques. El comisionado prometió resolver la situación sin embargo no lo hizo. Las cosas fueron de mal en peor y se salieron de control cuando atacaron a la familia del comisionado. Él fue removido de su puesto y el problema del agua quedó resuelto. No obstante Majestad debe saber que el cónsul de la provincia de Conia, Melek Asu fue el responsable directo al desviar el cauce del río, beneficiándose personalmente del riego para los platanares que posee. He enviado una solicitud al juez para iniciar un proceso legal—, dijo al final esperando la aprobación o el disgusto del rey por las decisiones que tomó.
— ¿Cuáles son tus fundamentos para iniciar el juicio de un funcionario importante e influyente del imperio ante un juez? —, preguntó su padre mirándolo con seriedad.
— Que todos sepan que la justicia en Esparta es igual para ricos y pobres. Incluso si son altos funcionarios del imperio—, respondió con firmeza seguro que actuó de la manera correcta que su consciencia le permitió.
El rey sonrió y él pudo sentir tranquilidad por las acciones que ejecutó en Conia.
— Es lo que habría hecho un rey justo. Estoy orgulloso de ti Faráz—, dijo con expresión satisfecha.
— Padre sus palabras me honran—, admitió con humildad.
— Hiciste lo correcto Faráz—, dijo y luego se dirigió a Petronio—. Convoca al concejo. Que salga el edicto para que todos conozcan lo que sucedió en Conia. Nadie está por arriba de la ley y la justicia no se puede tomar de mano propia. Da a conocer que cualquier funcionario que cometa actos deshonestos será enjuiciado como cualquier otro ciudadano. Faráz…—dijo después con demasiada seriedad.
El rey arrastró las palabras. Lo hace cuando va anunciar algo importante.
— Dígame padre.
— La princesa Darice fue mordida por una víbora. Afortunadamente está bien y debo admitir que estoy sorprendido y admirado de su valentía. Extrajo el veneno ella misma y su rapidez sin titubeos para actuar fue lo que la separó de la muerte. Ha sido revisada por los curanderos y la partera. Sigue en reposo y en cuidados pues su vida estuvo en una situación de peligro. Además es bastante inquieta y no es fácil mantenerla en sus aposentos—, dijo entre irritado y admirado de ella.
Faráz no pudo evitar una ligera sonrisa pues su padre recién se acaba de dar cuenta como es la mujer que le buscó en matrimonio. Tampoco pudo evitar imaginarla lidiando con la situación de la picadura con esa determinación que la caracteriza. Y luego pensó en el peligro que corrió mientras el no podía protegerla. Esa es una parte de su trabajo como esposo, protegerla.
El rey continuó hablando al ver el silencio de Faráz.
— Fue hace algunos días. Estaba en su habitación con dos de sus doncellas, – agregó.
— ¿Cómo llegó una víbora hasta ahí? Preguntó con interés.
— Sihan está investigando y hasta ahora todo apunta que hubo segundas intenciones. Tampoco olvido el tema del caballo Faráz. Alguien aquí quiere hacerle daño. He redoblado su seguridad pero su guardia personal anda muy alterada. Pensé enviarle una carta al rey informándole lo sucedido pero ella me pidió que no lo hiciera. Ve a descansar un poco que la princesa te espera. Mandaré a llamarte cuando el concejo esté reunido—, dijo al final.
— Como ordene padre. Con su permiso.
Faráz salió y caminó hasta llegar a la entrada de sus aposentos, viendo paradas en la puerta a todas las doncellas. Mirza lo vio llegar y le sonrió con calidez y él correspondió con disimulo la sonrisa.
Entró y vio a Darice parada frente al balcón. Se giró cuando lo oyó entrar.
— De aquí pude ver cuando venías—, comentó viendo por el balcón hacia el horizonte donde se ve parte de la entrada de la fortaleza.
En la voz de ella se nota alegría.
Faráz desea abrazarla, pues saber que su vida corrió peligro lo alteró. Ella pudo haber muerto.
— Mi padre me ha informado lo sucedido. ¿Cómo te sientes? —, preguntó tomando su mano.
— Bien. Una víbora no va a doblegarme—, dijo sonriente.
A Faráz le agrada su optimismo sin poder evitar recordar lo de su caballo. Estuvo deprimida hasta el segundo día, incluso no comió bien. De ahí se paró de la cama y dijo “ya ha acabado. Si mis enemigos me quieren ver caer, ahora verán cómo me levanto”.
Y así lo ha hecho Daríce hasta hoy. Faráz está feliz sabiendo que se encuentra bien.
— Me alegro que estés bien. Quien quiera que lo haya hecho lo pagará te lo aseguro—, le dijo con la determinación que así será.
Daríce lo miró de una forma que Faráz no pudo descifrar y permaneció callada por un breve momento. Lo que hizo que se pregunte si ella tiene alguna idea de quién pudo haber sido.
— Ojalá lo encuentren—, fue lo único que dijo restándole importancia al hecho que quisieron matarla—. Gracias por tu regalo—, dijo después mientras el brillo de sus ojos se intensifica.
— ¿Te ha gustado?
— Quedé enamorada—, respondió entusiasmada.
— ¿Le has puesto un nombre?
— Azabache. La mancha blanca en la frente tiene forma de luna, pensé ponerle Luna pero no me convenció. Es un macho—, le platicó con alegría.
Faráz le ha regalado muchas joyas y ninguna le ha hecho brillar los ojos como otras cosas de menor valor monetario.
Daríce disfruta más saliendo a cazar, incluso entrenar con Faráz que llenar sus cofres de oro, y él al darse cuenta de eso se puso a la tarea desde hace tiempo ha buscarle un caballo especial para ella. Las joyas y esas cosas están descartadas porque a una mujer como ella no le llenan esas banalidades.
Faráz un día la escuchó cuando le dijo a su doncella Azara que las joyas son hermosas pero tan superficiales, frías y vacías que no llegan al corazón. Que apreciaba el regalo pero sin duda valora algo diferente aunque parezca simple. Eso dijo de un collar que iba a ponerse y fue obsequio de la esposa de un concejero.
Así que desde entonces Faráz descartó la idea de las joyas como algo especial. Y durante su viaje a Conia encontró el caballo que tanto buscó. Un ejemplar magnífico y algo en su interior le dijo que iba a gustarle. Inmediatamente lo mandó unos días antes porque estaba ansioso que lo viera.
— Gracias también por las flores y plantas que has mandado. Estoy ansiosa por ver la flor que no tiene precio y al parecer tampoco tiene día para florecer. Ha pasado mucho tiempo y su capullo no abre. Leímos que es normal. Florece una vez al año—, le contó emocionada.
A Daríce los ojos le brillan. La expresión le cambia cuando habla de ciertas cosas. Eso es lo que a Faráz le gusta de ella. Es como el agua cristalina cuando expresa algo pero a su vez es como un pozo profundo y misterioso.
— No he podido montarlo—, dijo después con tristeza refiriéndose a su caballo—. El rey no permite que salga. Por mi seguridad y salud. Dice que debo estar en reposo hasta que sane la herida. No tienes idea de lo aburrida que estoy—, exclamó con tristeza.
— No te preocupes. Tendrás la oportunidad de hacerlo. Iré contigo—, le aseguró.
— ¿Podemos ir ahora? —, preguntó ansiosa.
Faráz se rió de esa forma que a Daríce le encanta e intentó no suspirar al verlo.
— El rey pidió verme inmediatamente para conocer los detalles de la revuelta. Todo se arregló. Pero convocó al concejo y quiere que esté ahí. Necesito un baño y estoy muerto de cansancio. Te prometo que mañana iremos—, le aseguró.
— Está bien. Si se te olvida te lo recordaré. El baño está listo. Dejaré que descanses un poco e iré al jardín. Tus doncellas se quedan para lo que necesites—, agregó al final sin expresión alguna en el rostro.
Después de decir aquello salió y él se quedó solo. Así de fácil él podrá ver a Mirza y hablar con ella.
Daríce piensa que los sirvientes rumoran, pero no es así. Faráz se ha vuelto muy discreto y no quiere que Darice o alguien más oiga o se dé cuenta de algo.
Aunque él y ella hicieron un trato y Daríce se ha mantenido firme y nunca le ha reprochado nada, por alguna extraña razón a él le importa que le lleguen rumores y se sienta humillada.
Daríce salió de los aposentos y al ver a sus doncellas no pudo evitar que los celos se extendieran en su interior. Aunque intentó calmarse y sin dirigirse a ninguna en particular les pidió los siguiente.
— Se quedarán atendiendo al príncipe.
Dicho aquello se fue directo al jardín y pasó el resto del tiempo ahí hasta que llegó la noche estando con Dana y sus doncellas.
Desde un principio Daríce le mintió a Dana diciéndole que entre Faráz y ella todo va bien, que en cualquier momento un hijo vendrá en camino. Sin embargo no parece su esposa sino su hermana. Mientras él se ausenta por las noches y llega en la madrugada entrando por los pasadizos secretos. Daríce se hace la dormida y no le cuestiona nada tal y como acordaron.
Pero esa situación la está consumiendo por dentro. Ella no desea ser como una hermana. Ella admite que Faráz le gusta demasiado. Ella está enamorada de él.
Cuando Daríce llegó al jardín Dana ya está allí.
— Faráz debe estar ansioso por verte. Fueron muchos días los que se ausentó—, dijo sonriendo.
— El rey reunió al concejo. Lo dejé descansar un poco—, comentó inclinándose para agarrar una rosa que acaba de abrir su capullo para que Dana no vea su cara de dolor porque lo más seguro es que irá con ella.
En el jardín pasaron las horas hasta que decidieron irse.
— La reunión ya debió terminar. ¿Nos vamos?—, preguntó Dana.
— Por supuesto—, respondió Daríce.
Mientras Daríce y Dana regresan a sus aposentos Faráz está con el rey hablando de las acciones que se están tomando y se tomarán después del encuentro con el rey Elízeo y el concejo de guerra. La batalla se aproxima y los preparativos comenzaron.
Al terminar la reunión Faráz pensó que por la hora Darice dormía así que se dirigió a sus antiguos aposentos. Esta vez va por los pasillos seguido de sus guardias.
Hoy es un día donde todo va a cambiar. Mirza deberá marcharse y Faráz siente tristeza por eso. Pero debe admitir que no la ama igual. Además las cosas han cambiado entre ellos y Mirza también, se muestra diferente. De un tiempo para acá ella ha tratado de meterle ideas en la cabeza sobrepasando límites que Faráz no le piensa permitir.
Cuando Faráz entró ella lo recibió con calidez.
— Hola—, dijo acercándose para darle un beso. Él le correspondió sin entusiasmo y se separó un poco—. Te he extrañado tanto—, dijo después que lo abrazó presionando todo el cuerpo hacia él.
Faráz sabe que debajo de la capa está totalmente desnuda. Volvió a besarlo con más urgencia.
— Tenemos que hablar—, le dijo seriamente separándola un poco.
Mirza empezó a ponerse nerviosa.
— ¿De qué?—, preguntó intentando sonar indiferente.
— De lo nuestro—, dijo Faráz suspirando—. Ya no podemos estar juntos—, le soltó finalmente y Mirza comenzó a respirar aceleradamente.
— Yo te amo y tú igual. ¿Qué ha cambiado? —, preguntó un poco alterada.
— Es lo mejor Mirza para los dos—, dijo con determinación.
Para Faráz decir aquello no es tan fácil, porque Mirza ha sido importante en su vida. Sin embargo su relación no los llevará a ningún lado. Sobre todo a ella que aún es joven, hermosa y que tiene la posibilidad de encontrar un hombre con quien sí pueda estar sin ningún impedimento.
Ante el silencio de Mirza Faráz siguió hablando.
— Un carruaje te espera. Te llevará lejos y empezarás una nueva vida. Tu futuro quedará asegurado para siempre y podrás vivir cómodamente. Nunca te faltará nada—, le aseguró al último.
— ¿Ya no me amas? —, preguntó arrastrando las palabras.
— No te miento. Mis sentimientos han cambiado—, respondió con sinceridad.
— ¿Es por alguien más? ¿Acaso es ella? La amas, ¿verdad? —, le cuestionó intentando calmarse.
Faráz no está seguro que es. Pero sí algo muy fuerte. Hay deseo sin duda, una fuerte atracción, pero sobre todo cariño. Le gusta estar con Darice y ver su sonrisa cuando habla, ser cómplice de sus miedos, sus alegrías, su vida.
— Mi destino está con el imperio. Lo que es mejor—, dijo no queriendo admitir que no solo es eso.
— ¡Eres un cobarde incapaz de luchar por mí en contra de tu padre, contra todos! Te importa más el poder y la avaricia. Si me amas lucha por lo nuestro—, dijo alterada perdiendo toda compostura.
Ese es el problema, que Faráz ya no está a gusto. El juntos para siempre y por siempre no es con Mirza.
— Se acabó Mirza—, dijo suspirando.
— Que fácil es para ti decirlo. No hubo momento que mi amor no haya sido sincero. Que mi entrega no haya sido total—, comentó dolida.
— Lo siento realmente—, dijo nuevamente.
Cuando Faráz dijo aquellas palabras su rostro cambió en varias expresiones diferentes. Se le quedó mirando a Faráz por unos segundos antes de hablar.
— ¿De verdad pensaste que te amo sin aspirar a nada? ¿Qué tu sola presencia es suficiente para que cualquiera caiga a tus pies incondicionalmente? ¡Pues no! Quería tu poder y tu riqueza. Eso por encima del amor—, confesó con ira.
— No importa lo que digas. No demores que el carruaje te espera—, dijo serio mirándola con decepción.
Mirza al ver la seguridad con la que habló se dio la vuelta para irse, con la intención de hacerlo titubear.
— ¿Por qué lo hiciste? —, preguntó Faráz.
— ¿De qué hablas? —, ella respondió con otra pregunta intentando que no se note su nerviosismo y se giró nuevamente hacia él.
— Hace unos días Sihan me envió una carta—, contestó él sin apartar la mirada de sus ojos. Su nerviosismo aumentó y Faráz siguió hablando—. Enviaste a matar su caballo, incluso eso te lo perdoné, pero luego también quisiste matarla. Ella es mi esposa—, dijo con ira porque si algo realmente lo enfureció fue saber eso.
— ¿Ese es tu enojo? ¿Siempre crees lo que te dicen? —, cuestionó tratando de convencerlo que todo es mentira.
— Las pruebas no mienten. El hombre que te vendió la serpiente te reconoció. Y la perla que colgaba en el cuello del caballo fue encontrada entre las pertenencias de Yaya. Y hay más cosas que te relacionan con él y lo que hiciste. Hay pruebas—, afirmó serio.
Faráz al decir lo último notó que Mirza se puso blanca como la cal. Si ella pensó que podía hacer todo aquello sin que nadie se diera cuenta estuvo equivocada. Sihan llegó a hasta ella pero antes de decirle al rey le dijo primero a Faráz. Sihan conoce la relación entre ellos y sabe que el castigo es la muerte.
Pero Faráz la va a proteger por lo que una vez tuvieron y Sihan tuvo que obedecer sus órdenes no estando de acuerdo. Así que uno de los espías griegos que descubrieron está infiltrado en Esparta será involucrado como el responsable de todo.
— Lo hice por ti—, admitió Mirza finalmente.
— ¡¿Acaso yo te pedí que hicieras eso?! —, le gritó—. Te creí diferente—, admitió con decepción.
— Era diferente hasta que llegó ella y tú la empezaste a mirar distinto. Incluso se empezó a sentir así mientras me hacías el amor—, comentó con tristeza.
— Nunca he estado con ella. Y gran parte ha sido por ti y lo que había entre nosotros—, le dijo bajando la voz.
— Pero lo deseas. Si tu deseo por ella es lo que nos está separando. Anda ve y quítate las ganas, y luego vuelve a mí—, pidió Mirza tomando su rostro con sus manos.
— No es solo eso Mirza, intentaste matarla—, volvió a repetir quitando las manos.
— Hice lo que tú no terminaste. Su vida debía acabar en esa guerra pero titubeaste. Si ella no se hubiera puesto en nuestro camino seriamos felices como antes. Podemos intentarlo, empezar de nuevo—, dijo en un susurro.
Pero Faráz nota y sabe que su voz no viene del corazón. Se le quedó mirando porque en sus ojos hay odio. Demasiado. Y si realmente el amor hubiera sido tan fuerte ni Darice en medio los habría separado.
— Vete—, le pidió por última vez.
— ¡Perdóname Faráz! —, le rogó colgándose de sus brazos sintiendo todo perdido.
— Lo hago ¿acaso no lo ves? Sigues viva Mirza. ¡Guardias! —, les habló.
— ¡Faráz no me dejes! —, dijo sin soltarlo.
Los guardias entraron y se pararon a su lado.
— Es hora señorita Mirza. Debe marcharse—, dijo uno intentando zafarla de los brazos de Faráz hasta que por fin lo lograron y se la llevaron a la puerta donde está parada Carol.
— Todas tus cosas han sido puestas en el carruaje—, le dijo la otra doncella.
— ¿Y tú quién te crees que eres para tocar mis cosas? —, le gritó Mirza furiosa.
— Fueron las órdenes del príncipe—, respondió.
Mirza volteó y luego se fue caminando con los guardias por detrás. Cuando cerraron la puerta Faráz se sentó en el bordo de la cama pensando en las palabras de Mirza cuando le dijo que no lo amaba y solo quería su poder y riqueza.
Se llevó las manos a la cabeza pensando que oír aquello es más difícil que leerlo.
Porque Sihan encontró el diario y se lo entregó a él. Sentimientos de Mirza plasmados en papel que demuestran que la inocencia que más amó de ella fue pura mentira, y que cuando notó cambios en ella Faráz pensó fue por Darice, que actuaba así por celos, sin embargo después demostró también sus ambiciones, su codicia. Empezó hacer insinuaciones de joyas que le gustaban, de cosas que quería comprarse. Y él le aumentó los regalos, las monedas de oro que mes con mes le regalaba. Y luego el príncipe empezó a tener dudas de los sentimientos de ella hasta el día que leyó su diario y descubrió el corazón negro que ha tenido desde siempre. Y aquello le abrió los ojos y le dio el empujón que necesitaba respecto a sus sentimientos con Daríce.
Faráz admite que le trae ganas a Darice y le gusta bastante, esa ha sido parte de su culpa, sentirse enamorado de ella. Que ha luchado contra el deseo desde hace tiempo, y del enamoramiento desde hace menos, y que ha sido la única mujer en mucho tiempo con la que ha querido intimar aparte de Mirza.
En fin, ella se ha ido y Faráz se dejó caer en la cama y no supo en qué momento se quedó dormido hasta que al siguiente día tocaron la puerta y despertó.
— Alteza…
Petronio le está hablando y tiene rato haciéndolo. Su voz se oye lejana y entre el sueño y querer despertar apenas y alcanza a oírlo.
— Príncipe Faráz…
Despertó y se sentó en la cama mirándolo fijamente.
— ¿Qué ocurre?—, preguntó somnoliento.
— La frontera con Megára ha sido atacada. Su majestad acaba de recibir el informe que envió el comandante Sadan. El rey lo espera en la sala—, dijo pausadamente y Faráz suspiró largamente.
Después sin demora se levantó aseándose rápidamente y se fue a reunir con el rey.
Daríce se levantó y como muchas veces Faráz no está en la cama. Ya no le extraña, pero le duele y sufre por eso. Volteo cuando Azara le habló mientras viene entrando. Están solas.
— Se ha marchado—, le dijo Azara y a continuación agregó—. El príncipe Faráz le ha pedido que se vaya. Lo hizo durante la noche.
Al escuchar aquellas palabras sonrió. La picadura de víbora había valido la pena porque todo fue descubierto por Sihan. Lo que a Daríce no le gustó fue que en lugar de decirle al rey inmediatamente, primero le informó a Faráz. Derbish se ha encargado de vigilar cada paso que ha dado Sihan. Un camino por el que ella lo ha conducido meticulosamente. Si al rey se le hubiera informado el castigo de esa sería la muerte.
Después Daríce pensó que mejor viva para que vea su derrota. Daríce ganó por ahora. La otra se fue y ahora ella tiene el territorio completamente libre. Será directa con Faráz. Le dirá que se irá pero si él quiere que se quede a su lado para intentarlo con gusto lo hará. Porque lo ama.
Sin tocar la puerta Faráz entró.
— Déjanos solos—, le pidió a la doncella.
— Con permiso altezas—, dijo y salió inmediatamente.
Daríce se puso nerviosa pensando en lo que va a decirle. Faráz se paró frente a ella.
— Debo marcharme por unos días—, comentó y ella se sorprendió porque sin duda no es lo que esperaba.
Pensó que hablaría sobre su relación. No pudo evitar preguntarse interiormente si se arrepintió y va detrás de Mirza. El simple pensamiento la estremeció.
— ¿Por qué? —, preguntó curiosa.
— Atacaron una parte de la frontera con Megára. Mi padre quiere que vaya personalmente—, dijo preocupado.
Daríce sintió que el alman le regresó pero después se preocupó.
— Ten cuidado—, le dijo sabiendo que su regreso será tardado.
— Hay algo más que quiero decirte—, dijo suavemente mirándola con intensidad.
Ella notó que su tono de voz ha cambiado. No apartó la mirada esperando siga hablando.
— Quiero intentarlo—, dijo tomándole las manos y después agregó—, sé que no hemos empezado bien pero me gustaría que las cosas cambiaran entre nosotros.
— A mí igual—, respondió mientras se aprietan las manos con suavidad.
Y después la besó dulce y lentamente al tiempo que suelta sus manos para jalarla hacia él por la cintura. Ella con las manos libres fue deslizándolas hacia arriba por encima de todo su pecho hasta rodear su cuello. Daríce siguió el compás de sus labios mientras el calor se extiende cada vez más por todo su cuerpo.
Los labios de Faráz empezaron a bajan recorriéndole el cuello con urgencia. Daríce siente la humedad sus labios y de su lengua.
Faráz deslizó el tirante del vestido y recorrió con besos el hombro de Daríce.
Ella siente que arderá en las llamas porque el fuego interno es abrazador.
Sin embargo pequeños golpes en la puerta lograron deshacer el encanto de aquel beso que empezó dulce y terminó apasionado, intenso cuando Faráz se separó ante la insistencia de los golpes suaves en la puerta.
— Adelante—, dijo irritado.
Petronio entró.
— Disculpe alteza pero el rey quiere que se reúna con él inmediatamente. Es urgente—, dijo apenado.
Daríce y Faráz se miraron. Petronio ahora se nota preocupado. Ambos suspiraron y se vieron con complicidad. Están agitados y eso es evidente.
— Debo ir, no tardo—, le dijo y salió rápido mientras Petronio va hablando.
— Hubo otra revuelta y el rey quiere que parta inmediatamente.
Fue lo que alcanzó a oír a lo lejos Daríce.
Después escuchó cuando Faráz le pidió a sus doncellas que tuvieran sus cosas listas. Carol y Dannely entraron sin demora.
— Princesa debemos preparar las cosas del príncipe—, dijeron las dos casi al mismo tiempo.
— Por supuesto.
Mientras ellas hacen su trabajo Daríce fue al balcón y se sentó en el sillón pensando en Faráz. Recordar el beso le produce una sensación extraña de anhelo que hace querer tenerlo cerca y que la siga besando de esa forma.
Trató de pensar en otras cosas para relajarse porque esas ideas en su cabeza no le ayudan en nada para el estado de ansiedad en el que quedó.
Pasaron tal vez unas dos horas cuando Faráz regresó.
— ¿Todo bien? —, preguntó enseguida al ver la expresión de preocupación en su rostro.
— Hay informes que un ejército se desplaza por la frontera. No es numeroso. Quizá unos cinco mil hombres. Debo partir inmediatamente—, le platicó.
Ella se acercó y esta vez fue quien lo besó. No quiere que se vaya y sin embargo sabe que el deber lo llama y no puede ni debe retenerlo.
Esta vez el beso fue menos suave y más urgido. Más desesperado y sin embargo tuvieron que separarse.
Fuera se oyen trompetas. Faráz quiere tomarla y hacerle el amor. Si ya hubiera sido suya lo haría sin pensarlo. Pero no, Daríce se merece una noche única y especial. La virginidad de una mujer no se toma rápido y con urgencia, al contrario se saborea y disfruta lentamente para llevarla hasta el máximo placer y le duela.
— Regresaré pronto—, dijo con la voz ronca.
— Esperaré ansiosa tu regreso cada día y cada noche—, le dijo sonrojada.
Faráz le dio otro beso pero esta vez en la frente e inmediatamente se dio la vuelta y se marchó.
Daríce se dejó caer en lo primero que encontró y suspiró largamente pensando que sus noches serán largas, muy largas y bastante frías como todas las que han pasado, con la diferencia que ahora hay una posibilidad, una esperanza.
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Editado: 15.02.2025