Sangre Real

22. TE QUIERO MUERTA

— La tela es preciosa—, le dijo Dana tocando la suave tela de las muchas que hay en ese lugar.
— A mí me gusta aquella—, dijo Daríce señalando una de color dorado con hilos bordados en rojo.
Están en el mercado de la ciudadela en uno de esos raros días que las han dejado salir de la fortaleza. Es la segunda vez que salen en un mes. Faráz no ha regresado y hace tres días recibió carta de él. Dice que la extraña y le escribió algunas cosas que la sonrojaron.
— Darice me llevaré esa—, señaló Dana una tela color rojo—, y ésta—, dijo agarrando una azul celeste—. ¿Nos dará tiempo de ver al joyero? —, preguntó dirigiéndose a Sihan.
— Por supuesto. Aún tenemos suficiente tiempo señorita—, respondió alerta a cualquier señal de peligro.
Allí no son princesas, mejor que la gente no sepa quiénes caminan entre ellos. Aunque hay muchos guardias vigilando vestidos de civiles, pero están a una distancia que les permite actuar con rapidez.
Y en un segundo sucedió que tuvieron que demostrar su eficacia cuando de la nada Daríce fue aventada al suelo mientras se pega en la espalda con algo. Al mismo tiempo ella vio como uno de los guardias cayó a su lado con una flecha atravesando su estómago. Lo miró aturdida mientras sus ojos están abiertos y fijos. Él guardia completamente inmóvil e inerte. Ella sabe que está muerto.
Sihan corrió al lado de Daríce para protegerla y otros más están haciéndo lo mismo. Dana ya está rodeada de los guardias. Daríce observa que otros están buscando dentro del mercado a quien haya lanzado la flecha que sin duda iba directo hacia ella.
Hay mucha confusión entre la gente, los comerciantes, y si tenían la sospecha que eran personas importantes ahora no tienen la menor duda. Por otra parte Daríce está molesta por no haber sido capaz de darse cuenta que algo iba mal, y que si no fuera por el guardia espartano que dio la vida por ella, estaría muerta. Alguien quiso matarla una vez más y ¡descubrira quién es!
— ¡Lo tenemos! —, dijo uno de los guardias al acercarse a Sihan.
— Llévenlo con nosotros y enciérrenlo en el calabozo. ¡Vámonos! —, ordenó mientras las sacan rápidamente del lugar.
Y regresaron al castillo a paso rápido. Dana y las doncellas que las acompañan vienen asustadas. Daríce también porque sigue pensando en la flecha que estuvo a punto de matarla. Además cuando le digan al rey ya no les permitirá que salgan.
Al menos que no se entere de lo sucedido. Daríce va pensando en la forma de hacer que Sihan no le diga nada.
Cuando llegaron al castillo lo primero que hizo fue irse a sus aposentos y mandar a llamar a Derbish para contarle todo lo que pasó.
Derbish se sintió culpable por no haberla protegido como es su deber, pero si se quedó fue porque Daríce le pidió que fuera a las barracas con los guerreros persas que siguen allá.
— Investiga todo y me lo haces saber inmediatamente Derbish—, le pidió una vez terminó de contarle todo e intentando sonar calmada.
— Como ordene alteza—, respondió y se marchó.
Salió en seguida y ella sabe que su eficacia es incomparable. Ha sido uno de sus hombres de mayor confianza. Él creció en el castillo, es hijo de uno de los criados que sirvió durante años hasta que la muerte lo llamó. La primera vez que Derbish protegió la vida de Daríce fue cuando ella tenía ocho años y él trece. La princesa recuerda ese día como si fuera hoy. Ella jugaba en una de las torres del castillo cuando Derbish le habló…
Princesa no se acerque tanto que puede caerse—, le dijo preocupado.
— ¿Crees que muera si me caigo? —, le preguntó ella mirando hacia abajo.
— Seguro. Su cabeza va a explotar como un tomate o una sandía. ¿Ha visto como revienta una cuando cae al suelo? Así le pasará princesa. Luego mandarán a alguien a limpiar, es posible que me lo pidan a mí y no estoy seguro de poder hacerlo viendo su cabeza destrozada. Me azotarán después y hasta me cortarán la cabeza—, eso le dijo también y ella sintió miedo, pero cuando quiso retroceder perdió el equilibrio y resbaló logrando apenas sujetarse. Derbish corrió y la agarró de las manos jalándola con fuerza que hasta la lastimó y le dejó moretones.
Juraron no decir nada a nadie de lo que pasó sobre todo al rey. Desde entonces Daríce le debe la vida y él le juró lealtad para protegerla siempre. Así ha sido desde aquel día.
Ella se dirigió al balcón y contempló por buen rato la fortaleza espartana que en proporciones es parecida a la de Persia. Jamás se habría imaginado, aunque fuera el deseo de su madre, que un día iba a pararse ahí, y que en un futuro que espera no sea cercano, será coronada reina a lado de Faráz.
Daríce pensó en él extrañando su compañía. Los días cuando entrena no son iguales sin él. Miró al horizonte imaginando que a lo lejos viene a su encuentro. Pero los toques en la puerta la trajeron a la realidad.
— Adelante.
Azara entró con una bandeja de fruta y agua. La realidad es que no tiene hambre después de lo sucedido. Lo que quiere es saber quién se atrevió a querer matarla.
— Princesa le he traído la comida—, dijo poniendo la bandeja en una mesa.
— No tengo nada de hambre Azara. ¿Sabes si Sihan le ha dicho al rey? —, preguntó pensando que cuando se entere se pondrá furioso.
— Él rey salió de cacería. Dudo que llegue hoy. Cuando es así normalmente se ausenta uno o dos días—, le platicó ella.
— Si le dice no volverá a dejarnos salir. Necesito tiempo con Sihan. Otra cosa Azara, encárgate que la familia del guardia que dio su vida por mí le provean lo necesario por muchos años hasta que los hijos crezcan. Y a la viuda de por vida. ¿Sabes cómo se llamaba? —, preguntó al último.
— Menelao. Dos hijas y dos hijos. El mayor de once años—, dijo ella con tristeza.
Daríce cerró los ojos. La vida es dura. Un hombre murió por ella. Muchos lo han hecho. Aquellos que juraron servirle y que han cumplido su palabra en cada muestra de lealtad. Lo menos que puede hacer es darle consuelo a su familia.
— Encárgate con Sihan que tenga un entierro digno—, le pidió.
— Por supuesto princesa—, dijo.
— Iré a ver a Dana. La vi bastante afectada. Vamos Azara acompáñame.
Salieron pero se sorprendió ver a Derbish que viene hacia los aposentos. Se paró y lo esperó.
— Princesa tengo noticias—, dijo.
— Vamos entra—, le pidió y enseguida la siguió—. Y bien que noticias me traes—, le preguntó ansiosa.
— La doncella que expulsó el príncipe Faráz fue quien pagó para que la mataran—, le confesó enseguida.
— ¿Hay pruebas? .
— Sihan está seguro—, respondió.
Sonrió. Mirza falló nuevamente. Le dieron una oportunidad de vivir y la desaprovechó. Va a morir, pero no será su espada la que se manche con la sangre de esa.
— Azara dile a Sihan que venga—, le pidió.
— Como ordene.
Se marchó enseguida y tiempo después Sihan entró. Ella está sentada en el balcón pensando lo que debe hacer.
— Pidió verme alteza—, dijo inclinándose levemente.
— Así es Sihan. Estoy enterada que fue la doncella Mirza quien mandó a matarme. Es bastante osado viniendo de una doncella exiliada. Claro que teniendo el recurso para hacerlo no debería sorprenderme. Primero mató mi caballo, después puso una víbora en mis aposentos y ahora me lanza una flecha. ¿Para qué otra cosa debo prepararme? —, cuestionó mientras Sihan se mantiene callado—. Me sorprende que aún siga viva—, dijo al final.
— La están buscando—, comentó con la cabeza baja.
— Esperemos tengan suerte. Una cosa más Sihan—, dijo y fue cuando Sihan se le quedó mirando con atención ante el tono de su voz—. Podemos no mortificar al rey con este incidente, mantener el silencio, así como lo has hecho antes. Sé que puedes—, dijo con firmeza—. A decir verdad me lo debes—, soltó finalmente mirándolo a los ojos.
— Debo informarle al príncipe—, comentó y agachó la cabeza.
— Por supuesto. No te pediría que se lo ocultes. Al contrario, ahora sí quiero ver que hace. Cuando la encuentren quiero verla. Ahora puedes irte—, le pidió.
— Con permiso alteza.
Salió y se dejó caer en el sofá preguntándose si Faráz se atreverá a perdonarle la vida una vez más. Porque si lo hace esta vez será ella la que se irá, no sin antes mandarle a cortar la cabeza a esa.
El día transcurrió sin recibir más noticias. Daríce fue al jardín y ahí pasó la mayor parte del día en compañía de Dana y sus doncellas. Luego cayó la noche y se fueron a descansar. Al día siguiente se levantó tarde y tomó el desayuno en sus aposentos, después se dio un baño y luego salió al jardín.
Está ansiosa porque Sihan no le ha informado nada. Es tarde y aún no tiene noticias. Mirza no puede escapar.
— Lilia busca a Derbísh—, le pidió.
— Claro alteza—, dijo marchándose al instante.
— Azara ¿hay noticias del rey?
— No princesa. Parece se quedará más días fuera. Se fue acompañado por una mujer—, comentó sonriendo.
— Perfecto. El tiempo premia y es mejor que el rey lo disfrute bien—, dijo riendo.
Poco tiempo pasó cuando Derbish entró.
Daríce tomó dos espadas de entrenamiento y le lanzó una que agarró en el aire. Empezaron la danza en pies y brazos. Ha aprendido muchas técnicas que Faráz le ha enseñado. Admite que mejoró mucho y lo reconoce que parte de eso se lo debe a él, porque ahora Daríce comprende que si bien Hassin es muy bueno no puede dejar de verla como la princesa, la hija del rey y futura reina. Faráz sin embargo, bueno hasta moretones le salían. Piensa que a Derbish le pasa lo mismo que a Hassin, así que ahora Daríce lo presiona de tal forma que Derbish olvida con quién lucha. Para Daríce es mejor así, porque solo de esa manera podrá saber que tan buena puede llegar a ser, aunque le cuesta trabajo desarmarlo, ya lo ha hecho un par de veces.
— Te he matado—, le dijo Daríce sonriente, aunque él la mató más veces .
Detuvieron el entrenamiento cuando Sihan llegó. Caminó hasta él.
— ¿Me traes noticias? —, preguntó ansiosa.
— Ella y dos más están en el calabozo—, respondió.
— Vamos.
Sihan la siguió hasta que llegaron a los calabozos. Entraron.
Lo primero que Daríce vio son dos hombres hincados y atados de manos y pies. Al fondo esta ella. Sus cabellos dorados sobresalen de los otros. Se acercó hasta quedar de frente. Mirza levantó la cara y la miró con desprecio.
— Fallaste…—, le dijo sin apartar la mirada—. Por segunda vez cometiste el mismo error y debe ser muy frustrante para ti ver que sigo viva—, agregó con suficiencia.
— ¿Dónde estoy? —, preguntó viendo a su alrededor. Está asustada.
— Te diría que donde late el corazón del mundo, pero no, no estás en Persia sino en Esparta. Pero te aseguro que ambos comparten un mismo lugar y cada quien lo llama a su propia manera—. Dijo Daríce caminando alrededor de Mirza sin dejar de hablar—. Algunos le dicen el AVERNO porque es la tierra de fuego y llamas, otros lo llaman EREBO porque su fuego nunca se apaga. ABISMO lo llaman también porque debajo de cada pedazo de suelo que pisas hay un pozo sin fondo. El BÁRATRO lo llaman, porque quienes caen en este pozo sin fondo son desmembrados. El TÁRTARO le dicen otros. En resumen estas en el infierno. Y detrás de esa puerta—, dijo señalando la salida—, está el paraíso. Al menos así le llaman quienes logran pasarla y tienen suerte. Tú vienes de ahí, pero es una pena que hayas querido conocer el infierno también—, dijo al final con una leve sonrisa de malicia en sus labios.
— Jamás te amará—, replicó Mirza pasado el susto y ahora se ve molesta.
Daríce sonrió porque si le hubiera dicho eso al principio le habría creído. Ahora tiene esperanza con Faráz y Mirza lo sabe.
— Ya lo veremos. De lo que no estoy segura es si tú serás testigo de eso. Porque aún no sé qué haré contigo aunque lo mejor será que lo decida Faráz—, respondió sin dejar de dar vueltas a su alrededor.
— Yo no me arriesgaría. Él me ama—, dijo con firmeza pero con falta de seguridad.
— Supongo que por eso te expulsó del castillo—, replicó con suavidad.
— Mejor mátame para que no tengas ningún obstáculo entre tú y él, y de paso te quitas el coraje de saber que fui yo quien calentó sus noches durante mucho tiempo, incluso estando tú en la otra habitación—, comentó burlonamente.
— Es una pena que no lo hagas más—, dijo intentando controlarse para no sacar la espada y cortarle la cabeza—. Debe ser difícil haber llegado lejos, caer de tan alto debe sentirse feo—, agregó sonriendo.
— Me puso una casa y una mesada con la clara intención de seguir viéndome. Lejos de ti—, agregó desafiándola.
— Y estabas tan segura de eso que en lugar de esperarlo con brazos y piernas abiertas te quedaste aquí a planear matarme—, contestó Daríce harta de la conversación sin sentido. Mirza se le quedó viéndola con odio que hasta la sonrisa se le fue—. Ya me aburrí de este juego de palabras. Ahora vamos a jugar de verdad. ¿Has visto cómo muere una persona? —, le preguntó poniendo la espada en su largo y bonito cuello.
Se quedó callada sin entender quizá la razón de su pregunta pero hay miedo en su mirada. Daríce caminó hasta pararse delante de los dos hombres.
— ¿Quién fue el que lanzó la flecha? —, preguntó sin esperar que respondieran pero uno levantó la cara y la miró desafiante.
— ¡Una extranjera no tiene derecho a pararse como reina de este imperio! —, gritó Mirza con odio.
— ¿Y tú si? —, respondió mirándola cuando habló—. Tu padre era griego, tu madre proviene de Asia menor. Eres tan extranjera como yo. ¡Ya cállate! —, le gritó levantando la espada y dando un golpe certero al cuello del hombre. La cabeza rodó con fuerza.
Mirza gritó y Daríce sin demora cortó la cabeza del otro hombre con tanta fuerza que la punta afilada de su espada pasó tan cerca de ella que está aterrorizada gritando.
Sihan observa a la princesa sin decir nada, preguntándose si también le cortará la cabeza para empezar a pensar que justificación le dará al príncipe Faráz, porque a pesar de todo él le ha perdonado la vida, aunque eso fue antes de lo que ahora hizo.
Daríce se giró nuevamente hacia Mirza que está llorando mirando al suelo. Se agachó un poco y con la punta del vestido de la doncella limpió la sangre de su espada. Después se dio la vuelta hasta Sihan.
— Mi espada no se va a manchar con su sangre. Enciérrala hasta que llegue Faráz y que él decida.
Daríce se dio la vuelta y Sihan suspiró aliviado. La observó irse sintiendo admiración y respeto por ella.




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