Sangre Real

23. MALAS NOTICIAS

Tres meses han pasado desde que Faráz se marchó. Su regreso no tiene fecha y Daríce lo espera cada día con más anhelo.
Está en el jardín maravillada observando la belleza de las flores. La mayoría ha floreado. Y si no fuera por ese pequeño espacio sin duda estaría totalmente desesperada por el encierro. Prácticamente ha sido relegada de cualquier actividad que tenga que ver con el imperio. Porque si espera un hijo, cosa que se han dado cuenta que no, su seguridad será lo más importante.
— Princesa le ha llegado carta de Persia—, dijo Azara entregándole la misiva.
A Daríce nada le produce más alegría que saber de su padre y sus hermanas. Y lo que más le motiva es que le digan que el rey está tan recuperado que partirá a la campaña de guerra contra Grecia.
Ella desea tanto verlo y comprobar que vuelve a ser el hombre fuerte y vigoroso que conoció, el mismo que Faráz y el rey Corisio le describieron en la última reunión que tuvieron. A su padre nunca le gustó que los demás lo vieran débil.
Daríce tomó el cilindro con emoción y sin pérdida de tiempo sacó la carta para leerla.
Mi querida hermana.
Lamento informarte que he recibido noticias que mi tío Mural se prepara para reclamar el trono. Que ha convocado a los oficiales de las legiones para que le juren lealtad. Y ante todo esto mi padre ha recaído repentinament. Está muy grave. Aquí dentro de la fortaleza del castillo el pueblo reclama verlo y comprobar que sigue vivo. Cada día llega más gente con la misma petición. No se qué hacer. Algunos de los concejeros consideran que lo mejor es no informarte para evitar levantar sospechas y el oportunismo. No estoy de acuerdo porque tengo temor que lo que buscan es hacer que mi padre abdique al trono. Te necesitamos aquí, porque si sucede lo peor solo tu presencia podrá calmar al pueblo y hacerle frente a la situación por ser la heredera al trono, pero sobre todo para que asciendas a el.
Con amor Leila.
Y así el mundo de Daríce se derrumba. Hacía poco le dijeron que su padre rebosaba de buena salud. Y ahora que está grave. Si es el caso sin duda su tío Mural va a reclamar el trono y aprovecharse. Debe ir sin demora.
Daríce buscó pluma, tinta y papel para escribir una nota rápida dirigida a los guerreros que aún permanecen en las barracas. Deben ser unos cuarenta porque diez viajaron con el general Hassin.
Salió a toda prisa y en la entrada están sus doncellas y las de Faráz.
— Nora busca a Derbish y dale esto para que se lo entregue al oficial Ibrahim. Apúrate y dile que es urgente. Azara sígueme—, le pidió cuando Nora se fue.
Caminaron rápido mientras en la mente de Daríce ya se forma el plan con el cual podrá abandonar el castillo espartano sin ser detenida por nada ni nadie. Llegó a los aposentos del rey.
— Deseo ver a su Majestad—, le dijo a uno de los guardias y en seguida entró a informarle al rey.
— Puede pasar.
Daríce entró y el rey está sentado en el sillón del balcón. Caminó para allá.
— Hola princesa Darice. Me han dicho que deseas verme—, le dijo mientras ella se paró junto al balcón tomando el valor para empezar a hablar.
— Debo decirle algo muy importante—, comenzó.
El rey se le quedó mirando ante su inusual tono de voz. Está nerviosa y él lo percibió.
— Te escucho—, respondió arrugando el ceño.
Ella suspiró.
— La unión entre Faráz y yo no ha sido consumada—, dijo pausadamente mientras que el color se le sube a las mejillas.
— ¿Qué dices? —, preguntó no entendiendo.
A parte de la vergüenza que siente también debe ser más clara y específica.
— Sigo siendo virgen y vengo a pedirle la anulación del matrimonio para regresar a Persia—, soltó rápido mientras al rey los ojos van a estallarle y salírsele sin duda.
— ¡¿De qué trata todo esto? —, preguntó molesto.
Daríce abrió más los ojos porque el rey le está alzando la voz. Prácticamente le acaba de gritar. Intentó calmarse.
— Faráz no ha querido consumar el matrimonio.
Daríce se siente tan culpable por confesar aquello después de la última vez y de los besos tan prometedores que se dieron. Además ha expulsado a Mirza y a su regreso lo van a intentar.
Pero en estos momentos la mente de Daríce solo piensa que su padre la necesita. Además no está lejos de la realidad sobre Faráz.
— ¿Te das cuenta de lo que dices? —, preguntó incrédulo y luego agregó—. Frente a mi tengo a una de las mujeres más hermosas que han visto mis ojos y tú me acabas de decir que no eres capaz de despertar el deseo de un hombre—, expresó irritado.
Ella se le quedó mirando antes de hablar.
— No es por mí—, dijo seria.
Ahora está enojada. Primero su padre reprochándole que no ponía de su parte para que el acercamiento se diera. Y ahora el rey Corisio echándole la culpa por no haber provocado el deseo en el necio de su hijo.
— Solo debías complacerlo—, comentó enojado.
— Eso lo hacen muy bien sus doncellas por lo que se dice—, replicó un poco exaltada y molesta. Ella tampoco le quitó la mirada y siguió hablando—, él no ha cumplido su parte del trato así que tengo el derecho de irme y no puede impedírmelo. Le prometo que no habrá represalias y me marcharé con mis hombres pacíficamente.
— ¡Osman! —, gritó y el guardia enseguida entró—. ¡Trae a la partera inmediatamente y que venga con dos testigos! —, ordenó.
Minutos después que parecieron una eternidad la partera entró en compañía de dos curanderas.
— A sus órdenes majestad—, dijo la mujer que la examinó la primera vez.
— Revísala y comprueba que ya no es virgen. Estaré en la entrada—, dijo y se fue.
El rey salió a grandes zancadas viéndose muy molesto. Daríce se quedó sola con la partera y la curandera que la atendió con la mordedura de la víbora, y otra mujer que no conoce.
Sin decir nada por tanta audiencia se aguantó la vergüenza una vez más.
— Alteza quítese la ropa interior y acuéstese por favor—, le pidió amablemente.
Y Daríce volvió a sentir la humillación de estar en esa situación tan incómoda.
— Abra las pier…
— Sé lo que tengo que hacer—, replicó sin dejarla terminar, molesta y haciendo lo que ya sabía.
Se acostó para abrir las piernas rápidamente.
No tiene idea que es lo que la mujer que la examina siente o ve para confirmar que es virgen, pero meter su dedo es lo más horrible que se puede sentir. Además hizo que se preguntara cómo es que complacer al príncipe podría ser placentero. Bueno su madre más o menos le explicó como funciona el cuerpo de una mujer enamorada en la intimidad con un hombre.
— Listo. Que entre el rey—, pidió después de examinarla y ella de ponerse nuevamente la ropa.
Una de las curanderas le habló sin demora y él entró de la misma manera que salió. Enojado.
— Dime—, dijo con esa expresión que parece quiere matar a todo mundo.
— Sigue intacta—, confesó la curandera bajando la cabeza.
— ¡Guardarán silencio! Si algo sale de esta habitación lo pagarán con sus vidas porque les cortaré la cabeza yo mismo. Retírense—, ordenó y las mujeres después de asentir con la cabeza se salieron inmediatamente.
El Rey y ella se quedaron solos.
—¿Quién más lo sabe?
— Faráz— contestó y él la miró como si quisiera mandarla azotar.
También lo sabe Azara, naturalmente no se lo dirá al rey.
— ¿Por qué no me informaste antes? —, comentó mirándola inquisitivamente.
— Con todo el respeto que se merece, ¿qué habría podido hacer Majestad? ¿Obligarlo?—. Dijo un poco irritada y él la miró muy enojado. Más le valía que no le gritara otra vez.
— Todas las noches duerme contigo, pasan horas solos en el jardín. Entonces ¿Qué tanto hacían en todo ese tiempo? —, cuestionó abriendo demasiado los ojos.
A Daríce se le vinieron a la mente todas esas cosas que hacían solos, donde sus cuerpos se enredaban, se encimaban uno al otro, incluso se golpeaban, pero sin duda nada de lo que el rey y todos creían.
— Dedicábamos tiempo al jardín—, agregó.
Al rey los ojos se le van a salir si sigue mirándola de esa forma. Ella nunca lo vio tan enojado.
— Dejaré que te marches, pero te aseguro que esta alianza no termina aquí. Tú también has faltado a tu obligación porque debiste informar desde el primer día. Prepararemos tu regreso. Ahora vete a tus aposentos.
— Necesito el escrito de su autorización para que me dejen salir de la fortaleza por la madrugada—, le pidió enseguida.
— No lo necesitarás, partirás con tus hombres y también con un grupo de guerreros espartanos que te llevarán hasta el castillo en Capadocia. Se preparará tu viaje tomando en cuenta toda la seguridad y cuando todo quede listo te informarán. Puedes retirarte.
Daríce al darse cuenta que no saldrá enseguida salió inmediatamente pensando que no piensa esperar que preparen el viaje. Aquello puede llevar varios días.
Ella se irá por la noche sin perder tiempo. Al llegar a sus aposentos enseguida llamó a las dos doncellas de mayor confianza.
— Azara, Lilia nos vamos—, les dijo con urgencia.
Se le quedaron mirando sin entender nada.
— ¿A dónde princesa? —, preguntó Azara con asombro.
— Al castillo en Capadocia. Llevarán casi nada. Por la noche nos vamos en secreto. Ahora busquen a Nora rápidamente—, ordenó ansiosa.
— ¿Qué ocurre? —, preguntó Azara preocupada.
— No hay tiempo que perder. Te diré en el camino—, agregó y siguió caminando mientras va planeando la forma para salir de ahí. Lo primero que hará es enviarle otra nota al oficial Ibrahim.
Daríce está pensando en usar el pasadizo secreto que descubrió. Le llevó mucho tiempo hacerlo pero finalmente va a valer la pena. Se sentó, tomó papel y tinta y comenzó a escribir las instrucciones para Ibrahim del punto donde van a reunirse por la noche. Derbish llevará la nota y esperará donde va a pedirle.
Pensó en dejar a Nora y Lilia y solo salir con Azara, será más fácil por los pasadizos, pero al final ha decidido llevarse a las tres. Aunque a Nora y Lilia las mandará a traer cosas fuera del castillo y allá Derbish las sacará de la fortaleza durante la tarde.
No hay mucho que llevar. Con oro es más que suficiente para la princesa.
El sol se oculta y la noche cae pero aún falta tiempo. Ella está ansiosa, demasiado. El hecho que Dana no ande cerca le facilita las cosas porque es mejor no tener que dar explicaciones a nadie, y podrían llegar a notar su ansiedad. Si Dana no ha salido es porque está castigada. Después que Daríce salió de los aposentos del rey, él mando a llamarla y le gritó por no haberse dado cuenta de la situación entre Faráz y Daríce.
Mientras Daríce planea escapar, Dana llora en sus aposentos porque se siente traicionada. Daríce y Faráz la engañaron una y otra vez. Ahora se da cuenta que entre ellos había complicidad, una muy fuerte que nadie notó.
Daríce espera que las horas pasen, hasta que llegó el momento.
— Es hora—, le dijo a Azara cuando regresó y le avisó que todo está en calma y la gente duerme.
Salieron sigilosamente por la oscuridad intentando no hacer nada de ruido. Llegaron a la pared conocida donde está la entrada al pasillo secreto. Deslizaron la puerta con fuerza y enseguida cedió sin dificultad y sin ruido.
Aquello a Daríce le da una idea que el pasadizo es usado con frecuencia quizá por Dana o alguien más. Piensa que podría ser por Faráz, aunque no lo creé pues él no necesita ese tipo de escapes en secreto para salir del castillo, incluso de la fortaleza y está segura que usaba los internos que conducen a sus antiguos aposentos para verse con la otra. Pensar en eso le produce demasiados celos y se le hace un nudo en el estómago al imaginar las cosas que pasaban entre ellos.
La realidad es que quien los usa sí es Faráz, porque incluso él tiene protocolos impuestos por el rey que debe cumplir como no salir sin guardias. Y Faráz se va a escondidas para demostrar que puede hacer lo que quiera. Dana jamás se atrevería a desafiar a su padre de esa manera.
La princesa Daríce y Azara se adentraron en la oscuridad del pasadizo.
— No veo nada—, dijo Azara mientras ella aprieta su mano para darle seguridad.
Ella tampoco ve nada en realidad y sabe que ahí de día o noche es lo mismo. Por experiencia descubrió que es mejor aprendérselos sin velas y contando cada paso.
Siguieron con miedo, nervios, de todo. Daríce intenta no pensar cosas. Como pisar una culebra. O cualquier cosa a decir verdad.
Sabe que el camino es largo, que después llegaran a tres desviaciones y que la izquierda es la correcta y las otras llevan a túneles sin salida. Lo sabe porque tuvo que probar con cada desviación. La de en medio le provocó mucho miedo pues la hizo pensar que no iba a salir de ahí nunca. Es donde debe tener mucho cuidado porque el pasadizo es recto y si no sabe dónde parar se irán de largo en la desviación media.
Mil pasos contó y después se pegaron a la pared del lado izquierdo mientras Azara va detrás de ella.
Se amarraron una cuerda a la cintura mientras Daríce va tocando la pared hasta sentir un ligero desnivel, luego otro desnivel y uno más. Son tres en total. Debe empujar para que la puerta ceda y seguir avanzando. Trescientos contó ahora y volvió a pegarse a la pared izquierda porque hay otra desviación que conduce a un túnel que sale al exterior pero dentro de la fortaleza. Si lo hizo bien estará en la salida.
— Falta poco—, le dijo a Azara mientras empieza a verse una tenue luz casi nula de la luna.
El corazón comenzó a latirle desenfrenadamente al estar tan cerca de la salida. Olió la humedad de la tierra tan diferente al olor que se guarda entre la humedad de las paredes que han caminado.
Al salir caminaron hasta pasar el desagüe. Se mojaron porque no había opción. Antes de llegar al claro vio a Derbish y sintió seguridad y sus miedos se fueron.
— Alteza—, dijo hincándose y tomando su mano para besarla.
— Hay que darnos prisa—, le pidió enseguida.
Inmediatamente empezaron a caminar un tramo corto hasta llegar a unos árboles donde hay dos caballos. Ella subió a uno y Azara se fue con Derbish. Sin perder tiempo cabalgaron hasta reunirse con los demás.
— Alteza estamos listos—, comentó Ibrahim al verla
Inmediatamente se inclinó ante ella.
— Perfecto—, le respondió.
Sin pérdida de tiempo avanzaron mientras toca el collar que cuelga sobre su pecho. Es lo único que se trajo de Faráz. Ya habrá tiempo de arreglar las cosas con él después. Desde la percepción de Daríce no había otra forma de salir del castillo tan rápido.
Y así el viaje de regreso a Persia comenzó.




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