Después de muchos días de viaje falta poco para llegar al embarcadero en Gerontres. Encontrar un barco no será fácil, sin embargo con oro suficiente tampoco es imposible. De solo pensar en el viaje en mar Daríce ya tiene ganas de vomitar. Se distrajo viendo la naturaleza a su alrededor admirando la belleza tan verde del paisaje.
— ¡Paren! —, gritó Ibrahim siendo demasiado tarde porque varios guerreros empezaron a caer.
— ¡Protejan a la princesa! —, gritó Derbish pero la lluvia de flechas no se detuvo.
Los caballos galoparon sin rumbo porque las flechas venían de todos lados. Salir vivos no será fácil a pero están intentando ver una salida. Las flechas cesaron y la batalla se vino cuerpo a cuerpo. Los escasos guerreros que quedaron apenas y podían contener el ataque. Los triplicaban en número. Triplicaba si los cuarenta que viajaron con la princesa estuvieran vivos.
Ella miró alrededor. Lilia ha caído. Cerró los ojos al ver su cuerpo tirado e inmóvil en el suelo. Sacó la espada para luchar por su vida mientras busca a Azara entre toda la confusión sin tener éxito.
Los acorralaron. Solo cinco quedan espalda con espalda con las espadas levantadas.
— Entréguennos a la mujer y vivirán—, dijo un hombre bastante intimidante con una horrible cicatriz en el rostro.
Todos saben que aquello es pura palabrería porque solo basta ver la decisión en sus ojos para saber que en cualquier momento van a matar a los guerreros que protegen a la princesa. Pero Daríce está decidida a morir pero defendiéndose.
Sin titubeo se fue contra ellos en una muerte inevitable seguida de los hombres que intentan protegerla con su propia vida. Ibrahim y Derbish ya no pueden contener a los hombres. Están heridos y a ella evidentemente la quieren viva porque está ilesa.
Vio a Ibrahim caer, luego a Derbish. El corazón se le encogió pero no dejó de luchar. Quienes los emboscaron no quieren matarla, pero eso no va la frenar para llevarse a unos cuantos.
— ¡Detente! —, le gritó un hombre cuando tres más la agarraban como podían.
Enseguida quedó inmovilizada y ninguna de las técnicas que le enseñó Faráz le sirvieron para zafarse. Vio a todos muertos. Cerró los ojos sabiendo está perdida, aún así intentó zafarse nuevamente hasta que pudo liberar un brazo. Cerró la mano en un puño y clavó en el cuello de uno de ellos las afiladas puntas de uno de sus anillos hasta hacer un corte profundo.
Una vez Faráz le dijo que debía armarme de pies a cabeza y apuntar en los puntos clave. Cuello y corazón. Y eso hice Daríce. Diseñó pequeñas armas en forma de agujas en los adornos que suele usar. Los anillos, las pulseras, la horquilla en su cabello. El cinturón.
Intentando zafarse hizo otro movimiento directo al corazón matando a uno de los hombres que la sujetan, pero más manos se le fueron encima la agarraron nuevamente.
— ¡Qué te calmes! —, le gritó el hombre de la cicatriz.
Y después vino la bofetada que le rompió el labio. Daríce sintió el sabor de la sangre acompañada de dolor. Como pudo le escupió en la cara y otra bofetada no se hizo esperar.
— ¡Estarías muerta si la recompensa no fuera tan grande! —, le gritó.
Hizo ademán de darle otra bofetada pero se detuvo.
Después le pusieron una mordaza y la amarraron de pies y manos.
— Entierren los cuerpos rápidamente como planeamos y dispérsense. A partir de ahora solo seguiremos nosotros como acordamos—, le dijo a los demás.
— ¿Y la recompensa? —, preguntó uno.
— Cuando hagamos la entrega. Es tanto dinero que no sabrán ni cómo gastarlo. Ya saben dónde nos esperarán. Así fue el trato—, agregó serio.
— No se te vaya ocurrir engañarnos—, insistió el otro.
— ¿Alguna vez lo he hecho? —, dijo el que parece el líder empuñando su espada y poniéndola sobre el cuello del forajido. El otro se le quedó mirando desafiante y luego cayó al suelo cuando le cortó la garganta—. ¡Busquen en qué entretenerse y nos vemos en el lugar acordado! No quiero disturbios ni problemas si no quieren terminar como él—, terminó diciendo mientras señala al hombre que acaba de matar.
Después de eso subieron a Daríce sobre el caballo como si fuera un costal y él montó también.
Ella intentó resistirse y el hombre le jaló el pelo con brusquedad que la cabeza se le fue hacia atrás quedando cerca de la suya.
— No me provoques preciosa—, dijo amenazante casi pegando sus labios a los de ella.
Daríce tuvo ganas de vomitar al sentir el aliento y respiración casi rozando su boca. El grito de una mujer la hizo voltear. Miró como Nora forcejeaba con los hombres que la jalaban.
— Te daré oro por ella y déjala libre—, dijo casi rogando.
— ¿Quieres salvar a la mujer que vendió cada uno de tus movimientos? Pues por ella estamos aquí—, agregó y Daríce cerró los ojos.
Se quedó sin nada más que decir, porque sabía que aunque diera oro por Nora no la iban a dejar.
— ¡Vámonos! —, gritó el de la cicatriz a los pocos que lo acompañan.
Son ocho, y Daríce se pregunta si podrá con ellos una vez logre desatarse.
A pocos días para llegar al castillo espartano Faráz cabalga pensando en Darice y repasando las palabras de su padre en la carta que el mensajero le entregó. La carta decía lo siguiente:
Príncipe Faráz
“La princesa Darice ha huido durante la noche, antes de eso solicitó la anulación del matrimonio por no haberse consumado la unión. Regresa inmediatamente para que arregles esta situación, porque a lo largo de mi vida he oído hablar de mujeres que se niegan a cumplir sus deberes como esposas, pero no de un hombre que teniendo como esposa una princesa como ella no fue capaz de hacerla su mujer”.
Faráz irá a Capadocia personalmente la traerá de vuelta.
— Ciro, iremos al castillo persa—, dijo deteniendo el caballo abruptamente.
— Príncipe usted sabe que nunca he desobedecido sus órdenes, pero la orden directa del rey ha sido ir al castillo espartano—, agregó él.
— ¿Y hoy lo harás Ciro? —, preguntó serio.
— Me cortarán la cabeza por esto. ¡A Persia entonces! —, dijo enérgicamente.
Y en lugar de desviarse por el camino hacia el castillo, se dirigieron a la ruta a Gerontres, y posteriormente tomar un barco e ir por esa hermosa mujer que le ha quitado el sueño durante muchas noches.
— Está enamorado ¿verdad? —, preguntó Ciro, quién aparte de ser el general también es su amigo.
— Durante mucho tiempo le fui leal a Mirza, realmente creí que era la indicada. Luego llega Darice de una forma tan inesperada y complicada que pensé no podría verla de otra manera que no fuera como enemiga. Luego empecé a conocerla y aun así me resistí, pero el empujón que necesité me lo dio Mirza cuando me demostró sus verdaderos sentimientos—, le confesó.
— Hemos conocido muchas mujeres a lo largo de nuestras cortas vidas. Y todas tienen un modo y una mirada que demuestra su verdadero ser. A veces descubrirlo toma su tiempo. ¿Qué ve en la princesa?
— Bondad. Justicia. Ella es como el agua cristalina y la flor que se abre para mostrar su interior cuando se le empieza a conocer—, respondió.
— Faráz recordó una de las tantas pláticas que tuvieron en el jardín dónde ella le dijo un día cuando terminaron de entrenar que todo el tiempo luchaba con su lado oscuro, aquel lleno de poder y riqueza que hace que tuviera el mundo a sus pies. En el cual una orden de ella es suficiente para cambiar el destino y la vida de una persona para bien o para mal. Eso siendo princesa, y entonces habló del poder infinito del rey. También habló de la carga interminable por cada decisión tomada, las que muchas veces los alejan de la inocencia. Y mientras más crecen más se pierde. Teniendo poder o queriéndolo nunca se es inocente, porque el poder trae un precio muy alto que hay que pagar. Primero está la libertad. Se vive entre lujos pero no se es libre porque sus vidas han estado llenas de protocolos, lo que deben y no deben hacer. Que ella quisiera poder caminar sobre el pasto, nadar en el río, salir al mercado y comprar algo bonito, ir a la playa y correr por la orilla. Llevar una vida normal, sin embargo ella se estaba quebrando la cabeza por descubrir al amigo y al enemigo, tratando de pensar cuál será el siguiente movimiento del traidor para matar a alguien de su familia, personas que le importan o a ella.
El nombre de Daríce volvió hacer eco en el interior de la cabeza de Faráz, quien con una fuerte determinación se propuso traerla de regreso.
— Apuremos la marcha Ciro porque a esa mujer no la pienso dejar ir—, afirmó y Ciro sonrió, y también él.
Avanzaron sin acampar, solo pararon para descansar por tiempos cortos. La idea es que al llegar al embarcadero los mil hombres que lo acompañan se queden ahí y él seguirá con unos cuantos hasta el castillo persa. Y luego pedirá un audiencia con el rey Elízeo. Realmente no sabe cómo va a explicar porque Daríce pidió la anulación del matrimonio. Algo así podría ser: “Majestad la princesa esta como para comérsela entera, pero durante todos estos meses no he querido hacerle el amor. En conclusión su hija aún es virgen”.
Faráz está en una posición tan ridícula y vergonzosa, misma que él ha provocado.
El príncipe tuvo una fuerza de voluntad enorme al aguantar tanto, siendo que todo su cuerpo manifestaba emociones fuertes.
Faráz recordó sus besos y la calidez de sus manos al agarrarle por el cuello. También pensó en su cuerpo desnudo, su piel bronceada y sus ojos de mirada profunda y llena de pasión. Recordó como sus pupilas se dilatan cuando se besan.
Pasó a paso avanzan. Poco falta para llegar al embarcadero. Ciro y Selim van a su lado, los dos son de gran confianza.
— Has venido muy callado—, le dijo Ciro a Selim después de horas y horas de cabalgar.
— Las bolas me duelen y aquello quiere enterrarse en algo. Una vez que termine esta misión entraré a una taberna y no me sacarán en mucho tiempo hasta que acabe con todas las putas que estén ahí—, dijo con su peculiar forma de hablar.
Todos se rieron. Sin duda no es el único al que le hace falta una mujer para calmar las ganas.
— Pero qué me dices tú Ciro—, comentó Selim y después le dijo—, Acaso ya te cansaste de las putas que me han dicho has dejado de frecuentar tabernas. ¿O tal vez hay alguna importante por ahí? —, agregó riendo.
— Te diré lo que hay. Unas buenas ganas de orinar que aquí me voy a tener que bajar—, dijo Ciro parando el caballo.
— General, ¡escogió el lugar que más apesta! —, dijo otro de los que vienen atrás.
Ciro apenas iba a bajar del caballo cuando varios pájaros de rapiña elevaron el vuelo al oír que se acercan.
— Un pájaro de esos te va a comer el gusanito—, dijo Selim a las risas.
Las carcajadas de Selim y los demás hicieron eco. Ciro los ignoró y se bajó para orinar cerca de un árbol. El olor intenso a Faráz le causó picor en la nariz. Debe ser un animal muy grande o varios los que están muertos, porque aquí apesta horrible.
Otro de los guerreros también bajó con la intención de orinar.
— ¡Mierda! —, exclamó y todos voltearon y se carcajearon cuando vieron que perdió el equilibrio y cayó en un pequeño hoyo a pocos metros de distancia.
— Yo queriendo enterrarme en hoyos y mira quien se me adelantó...—, vaciló Selim.
— ¡¿Qué demonios es esto?! —, dijo el guerrero mientras se levanta rápidamente removiendo las hojas y maraña sobre las que cayó.
— ¿Qué encontraste? —, preguntó Faráz intrigado.
— Cuerpos—, oyeron que dijo los que van por detrás—. Por eso hay aves de rapiña alrededor—, dijo escarbando en otro hoyo cerca de donde orinó.
Enseguida varios bajaron de sus caballos para examinar el lugar porque al parecer hay varios agujeros así.
— Parece una emboscada. Y ahí mismo los enterraron—, comentó Faráz.
— ¡Alteza! Son los guerreros de la princesa Darice—, gritó uno mientras remueve en un hoyo.
Faráz sintió escalofríos y caminó a toda prisa con la evidente preocupación en el rostro. Se le fue el color de la cara y ahora está transparente.
— ¿Estás seguro? —, preguntó queriendo creer que se trata de una equivocación.
— Tiene el uniforme. No le han comido la cara y estoy seguro que lo vi en las barracas—, agregó serio.
— ¡Desentierren a todos inmediatamente! Hay que apurarnos para que no nos agarre la noche—, ordenó y se puso a desenterrar cuerpos también.
Y eso hicieron hoyo por hoyo hasta acabar. La podredumbre es insoportable. Faráz pensó lo peor. Los emboscaron y mataron a todos.
— ¡Busquen a la princesa! —, pidió sin querer siquiera pensar que pudiera estar ahí en cualquiera de los hoyos.
Hay muchos cuerpos, unos vestidos de civiles. Seguramente los asaltantes. En total contaron noventa y solo una mujer.
— Es Lilia. Una de las doncellas de Darice—, dijo Faráz reconociéndola aún con el rostro desfigurado por la descomposición.
— Debieron secuestrar a la princesa.
En la cabeza de varios pasó la misma idea. Ella no está ahí.
— Busquen muy bien la zona—, ordenó con la esperanza que esté viva y encontrar más rastros—, Tampoco está Nora y Azara—, agregó después.
— Príncipe alguien se acerca—, dijo Ciro preocupado.
Se oyeron varias pisadas de caballos. Ellos están en una curva y la abundancia de los grandes árboles y espesa maleza quitan visibilidad. Es el lugar perfecto para una emboscada.
— Prepárense.
Todos se pusieron en alerta y a lo lejos se comienzan a ver unos caballos. El uniforme de los guerreros espartanos sorprendió a todos.
— Parece ser Sihan—, dijo Ciro.
Sin bajar la guardia espetaron que se acercara más hasta que tuvieron la seguridad que es él.
— Príncipe Faráz—, comentó mientras observa el lugar viendo los cuerpos tirados en el suelo en hilera—. Veo que los han encontrado—, comentó cómo si supiera lo que pasó.
— ¿Qué ha sucedido? —, preguntó Faráz ansioso.
— Emboscaron a la princesa Darice y una de sus doncellas fue encontrada por unos comerciantes. La llevaron al castillo gravemente herida pero consciente de todo.
— ¿Cuál es su nombre? —, preguntó Ciro con evidente preocupación.
— Azara—, respondió Sihan.
Faráz se preguntó por Nora. Porque solo encontraron el cuerpo de Lilia.
El general Ciro sintió alivio cuando escuchó el nombre de Azara, varios notaron eso, lo cual hizo suponer, sobretodo a Faráz y Selim que posiblemente tiene sentimientos por la doncella.
— Continúa—, le pidió Faráz a Sihan haciendo a un lado sus pensamientos.
— Ella dijo que se llevaron a la princesa. Que unos hombres salieron de la nada, eran demasiados y con flechas mataron casi a todos, y los pocos que quedaron no tuvieron oportunidad de hacer mucho. Que ella venía en un caballo con otro guerrero y la flecha que lo atravesó le llegó también. La herida es como de unos diez centímetros de profundidad. El guerrero y ella cayeron al suelo y hasta dónde pudo ver y oír, Ibrahim, Derbish y los que sobrevivieron a las flechas trataron de proteger a la princesa pero eran tantos que fracasaron. Más de cien hombres según dijo ella. Y que luego no supo más porque se desmayó—, agregó al final.
Todos escucharon con atención a Sihan. Después ellos se quedaron solos y fue cuando le contó sobre la carta que encontraron en los aposentos de la princesa Daríce.
— ¡Maldición! ¿Por qué mi padre la dejó marchar sola? —masculló enojado y desesperado—. ¡Hay que buscarla y encontrarla! —comentó angustiado.
— Un grupo de guerreros iba a escoltarla todo el viaje. Había que organizarlo y parece ella no quiso esperar porque se fue durante la noche sin que nadie se diera cuenta. El rey piensa que usó un pasadizo secreto. Y en la mañana al darse cuenta que no estaba intentaron seguir el rastro pero sin darle alcance. Los guardias que envió el Rey se dividieron en dos grupos. Uno viajó por esta ruta, el otro por la desviación al embarcadero. La princesa nunca llegó y tampoco vieron nada inusual en el camino. Los cuerpos aún estaban frescos y no había aves de rapiña supongo.
Faráz lo escuchó con atención pensando por dónde demonios empezar a buscar. La clave es Leila pero será difícil llegar a ella en poco tiempo.
Por otro lado, Sihan le dijo al príncipe que su padre mandó un emisario, Sokolo se llama y lleva como objetivo observar la situación después que Darice llegara a Persia y mediar la situación de ser posible. Pero esto fue antes de que encontraran la carta.
Faráz le pidió a uno de sus hombres que fuera al castillo en Capadocia y que investigara todo lo que pudiera.
— Busquen rastros en el suelo. Un grupo tan numeroso no se pierde tan fácil. Veamos hacia dónde van—, ordenó.
Y las próximas horas buscaron entre las hojas y la tierra rastros que les dieran una idea de su ruta.
— ¡Príncipe acá! —, gritó Selim.
Él se acercó y efectivamente hay muchas pisadas lejos del lugar donde estaban los cuerpos. La superficie es húmeda y sin duda por ahí pasaron.
— Organicen a grupos de treinta, revisen todo el embarcadero y pueblos cercanos con discreción. Unos irán por el Sur, otros al Este, otros al Oeste y nosotros al Norte siguiendo este camino. Diles que vistan su ropa de civiles. Registren muy bien los puertos, pregunten y cerciórense que no subió a ningún barco.
Faráz no quiere ni pensar en la posibilidad de haya sido embarcada en un barco.
Lo único que tienen hasta ahorita es el rastro que encontraron, y bien podría ser una pista falsa, de ser así habrán pérdido el tiempo.
Faráz cree que hay una posibilidad que se hayan dispersado en varias direcciones, pero aquellos rastros son lo único que tienen.
Dio la orden para que el grupo que viene con Sihan regrese al castillo. Entre ellos viene un comerciante, el que encontró a la doncella Azara, su nombre es Iskender. Faráz se acercó a él.
— Tu ayuda ha sido importante y serás recompensado. Regresarás con los demás al castillo para reunirte con tu familia—, dijo agradecido del servicio tan valioso que les ha prestado.
— Mi mayor recompensa ha sido servirle, es un honor príncipe. Soy comerciante y mi padre también lo fue, conozco toda esta zona desde niño. Déjeme acompañarlo, los comerciantes de todos los pueblos oyen y ven cosas. Conozco a muchos, he vivido entre ellos toda mi vida. Comerciantes y mercaderes de muchos lados que llegan a los embarcaderos—, dijo.
Faráz no está muy seguro. Ni siquiera sabe quién es, pero va arriesgarse con él.
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Editado: 15.02.2025