Es fácil que en el trayecto se pierda la noción del tiempo y los días de viaje. Pasan los días y las noches y ellos continúa sin contratiempos.
Faráz observa a Darice dormida. Él siente que no durmió bien, sin embargo el día anterior aunque cansado nada mejor que terminar la noche en los brazos de su mujer. La mira y está acostada a su lado con una pierna sobre su dorso.
Él piensa en los giros inesperados de la vida pues está enamorado de la mujer que juró matar. Sigue preguntándose cómo pasó y qué momento empezó a tener solo ojos para Darice. Físicamente es imposible, pero lo cierto es que mujeres bellas siempre ha habido. Pero con Daríce hubo otra especie de conexión que no había experimentado con nadie incluso con Mirza.
Faráz sin poder dormir más se levantó para vestirse y cuando terminó caminó el corto tramo que lo separa del río y se enjuagó la cara. A pesar de la hora el agua está templada y se empieza a sentir el cambio del clima. El sol abrazador que caracteriza la zona se hace notar. Apenas va amanecer y se ve un resplandor rojo que ya le da idea del calor que hará.
Al terminar se dirigió con Selim.
—Se siente extraña tanta tranquilidad— le dijo Selim que le tocó hacer guardia.
Efectivamente así se siente para todos, quizá no tanto para Daríce que está acostumbrada a la vida cotidiana del castillo, pero para los guerreros espartanos que se la pasan fuera sin duda ha sido un respiro. Aunque les resulta poco común porque durante el trayecto pocos viajeros se han encontrado, o maleantes. Ningún guerreros persa tampoco.
— Te has levantado—, dijo Faráz a Darice que viene hacia ellos. Selim se inclinó ante ella.
— Oí el ruido de los caballos—, comentó y él asintió para escucharla—. A pesar que duermo siento que no descanso. Estamos más cerca. Hoy a buen paso llegaremos a las barracas de los Sáfavidas.
Daríce siente un extraño presentimiento, pero falta poco y sabrá lo que sucede.
— Estamos listos alteza—, dijo Ciro que se acerca con los caballos agarrándolos por las correas.
— Entonces andando.
Y emprendieron un día más de los tantos que llevan.
Varias horas después se adentraron por el sendero del bosque donde esta la desviación que conduce a las barracas, y si siguieran de largo llegarían a la ciudad de Capadocia, y más adelante el castillo. Están cerca, muy cerca ya.
Mientras cabalgan por el sendero, y siendo que se creé que algunos caballos son susceptibles al entorno que las personas no perciben los caballos se pusieron inquietos.
— Observen con discreción y sigan andando—, les pidió Faráz poniéndose alerta y mirando alrededor. Los demás hicieron lo mismo.
Daríce empezó a ponerse nerviosa recordando la emboscada. Intentó calmarse al ver a los demás tranquilos aunque alertas. Eso es lo que ella percibe, la realidad es que están nerviosos también y observan todo con atención. A la luz del día sería fácil ver cualquier cosa que hubiera perturbado al caballo.
— Allá—, comentó Selim a discreción y sin detener el caballo, los demás observaron la dirección de su mirada pero sin girar la cabeza y siguen andando reduciendo la velocidad mientras uno toma un poco de agua pero sin parar el caballo tampoco.
A Daríce le sorprende esa especie de entendimiento entre ellos como si nada pasará. Ella intenta actuar igual, además Faráz la ha venido instruyendo desde que se separaron de Sihan.
Daríce también vio al hombre agazapado entre la maleza. A estas alturas todo podría pasar. Con disimulo los espartanos ya están listos con sus lanzas. Selim se toca la cabeza y se acomoda el pelo hacía atrás mientras la otra sostiene la lanza. Eso significa que el primer objetivo lo cubre él.
— ¡Príncipe Faráz! —, gritaron su nombre desde la distancia pero no se alcanza ver bien—. Soy Príamo—, dijo el anciano concejero saliendo de su escondite.
Era la segunda posición que Ciro ya había notado y el ademán que hizo fue masajearse por unos segundos el cuello.
Príamo va caminando hacia ellos mientras se baja la capucha. Faráz lo reconoció al instante pero sigue alerta. Darice se ha mantenido callada porque ha notado que el viejo concejero la observa detenidamente de una forma que no puede descifrar percibiendo admiración, sorpresa, confusión, alegría. Él está extraño.
—¡Está viva! —, dijo finalmente con alegría y acercándose para arrodillarse delante de ella que está más confusa que él—. ¿Entonces a quién enterramos? —, preguntó como para sí mismo.
— ¿Qué dices?—, preguntó ella sin comprender nada igual que los demás.
— Vayamos a un lugar seguro. Aquí no lo es. Hay que adentrarnos al bosque—. Agregó viendo a todos lados.
— Príamo ¿Qué está sucediendo? —, preguntó Darice más confundida que antes.
Príamo silbó y varios hombres salieron.
— ¡Es la princesa está viva, hay que protegerla y sacarla de aquí! —, ordenó a los hombres que van saliendo de sus escondites.
Todo es muy confuso. Faráz y sus hombres, incluso Daríce que conoce al viejo desde que nació está tan nerviosa como ellos. Los hombres agazapados eran más de los que habían considerado.
— No podemos estar aquí. Le diré todo en el camino—, dijo el anciano nervioso sin dejar de mirar a todas direcciones.
Darice miró a Faráz. Ambos sienten cierto desconfianza. Ella se pregunta que debe hacer además tiene la duda si Príamo es amigo o enemigo. Miró alrededor como lo han hecho los demás admitiendo que darían buena batalla. Después empezaron a salir más y más hombres.
Darice volvió a mirar a Faráz.
— Te seguimos—, dijo ella finalmente.
Y se adentraron en el bosque mientras Príamo da instrucciones a sus hombres de proteger la zona a discreción como lo han venido haciendo.
El viejo concejero va caminando y ellos a caballo, finalmente llegan hasta una parte y se detiene. Nadie se baja de los caballos.
— Y bien ¿Qué está pasando Priamo? —preguntó Darice bajandose del caballo.
Faráz no aprobó esa decisión y se acercó más a ella montado en el caballo.
— Siento mucho lo que voy a decirle—, comenzó diciendo el anciano, y algo en el interior de la princesa y por su tono de voz le dio una idea de las siguientes palabras que saldrán de su boca—. El rey Elízeo ha muerto.
Y Darice se quedó inmóvil, y algo en su interior también. Está parada con la mirada fija hacia el frente y con la respiración acelerada. Le está costando respirar. Las manos le sudan y siente que el corazón repicotea tan fuerte que parece se le va a salir. Cerró los ojos y trato de controlarse repitiéndose varias veces que todo es un mal sueño y pronto va a despertar. Pero no es un sueño y todo es muy real. Faráz ha bajado del caballo y ahora está a su lado y Príamo ha puesto la mano en su hombro. Los demás guerreros están alerta y los pájaros siguen cantando y los árboles moviéndose. En resumidas cuenta el mundo sigue avanzando, que un rey ha muerto, que ese rey es su padre, y se está dando cuenta tristemente que la vida debe continuar.
Ella sigue sin decir nada, incluso podría estar en estado de shock por un largo tiempo o ponerse a llorar, pero mostrar debilidad no le está permitido. ¡No llores, no llores! Se repitió varias veces con la firme idea que esperan de ella sea una princesa fuerte, capaz de dirigir un imperio y no una que se quiebre ante las situaciones más tristes y adversas de la vida. Pero le duele el alma y un sudor frío está recorrido todo su cuerpo.
— ¿Cómo sucedió? —, preguntó finalmente admitiendo la cruda y amarga verdad.
— Hubo mejoría. Parecía que las yerbas e infusiones habían resultado y de la noche a la mañana empeoró y nada pudo hacerse. Inmediatamente envié un mensajero a Esparta y dos días después recibimos la noticia que a usted la asesinaron. Y también trajeron su cuerpo. Yo lo vi—, dijo mientras se acerca mirándola detenidamente como si nunca antes lo hubiera hecho—. El parecido es sorprendente—, dijo admirado.
— ¿Creen que estoy muerta? —, cuestionó incrédula y confusa.
Príamo asintió.
— La princesa Sadira ha hecho todo lo posible por mantenerlo en secreto, sin embargo el rumor que algo le ha pasado se está extendiendo. Todos los concejeros conocen la situación y el secreto ya ha sido filtrado—, dijo Príamo con evidente confusión en el rostro—. Mi lealtad esta con usted.
— ¿Por qué y de quién te estas ocultando? —, esa es otra cosa que la tiene inquieta.
— Su tío el príncipe Mural se dirige al castillo o quizá ya está ahí con un ejército de quince mil hombres, ha convocado a los comandantes de cada legión para que le juren lealtad, se han reunido con ellos durante la noche según me han informado. La princesa Sadira se ha nombrado reina regente, pero no es aceptada por los guerreros y algunos concejeros. Y de los que se negaron a la sucesión del príncipe Mural dos están muertos, así que me vi en la necesidad de huir. Muerto no sirvo de nada. Además, han sucedido más cosas—, agregó mientras ella trata de asimilar todo lo que le ha dicho.
A Daríce le sorprendió el hecho que Sadira haya reclamado el trono, a ella nunca le interesaron los asuntos del imperio, pero al cerrarla muerta quizá haya sentido que es su deber. Al menos eso piensa Daríce dándole sentido a la noticia.
— ¿Dejaste sola a mi hermana? —, le reprochó con firmeza.
Príamo miró a Faráz y a sus cuatro guerreros que se han mantenido cerca y bastante incómodos por verse totalmente disminuidos en número.
— Déjennos solos—, les pidió Daríce mientras a su vez ellos miran a Faráz como esperando la orden de él orden.
Él se dio la vuelta para irse, pero ella lo tomó de la mano para que se quede a su lado.
— Retírense—, ordenó Faráz y se alejaron.
Al ver Príamo que Faráz va a quedarse, y no piensa cuestionar la decisión de la princesa continuó.
— El rey en su lecho de muerte me confesó que descubrió lo estaban envenenando y que sospechaba de la princesa Sadira—, le confesó Príamo bajando la voz.
— ¡Eso es mentira! —, dijo enfurecida, renuente a aceptar aquella infamia.
Está convencida que Sadira jamás haría algo así. Nunca tuvo ese tipo de ambiciones. Lo que dice es una falacia sin duda. Todo es mentira. ¡Acusar a su hermana! La única persona que conozce sin ambiciones que acepta su destino sin decir nada, que nunca cuestionó ninguna sola decisión de su padre o madre. Su confidente, la hermana que más ama de quien no desconfiaría jamás.
— ¿Te das cuenta lo que estás diciendo? —, preguntó molesta y con ira en los ojos—. Tienes pruebas ¿verdad? porque tu acusación es muy grave. Tanto que podría mandar a cortarte la cabeza ahora mismo solo por decir eso—, finalizó bastante alterada.
— Las tengo—, dijo seriamente pero con determinación.
— Quiero verlas—, ordenó.
El viejo buscó en una bolsa de cuero que trae colgada al hombro. Faráz se puso alerta.
Príamo sacó papeles que le entregó a Daríce. Ella observó la bolsa, debe pesar porque trae muchos documentos más. Se preguntó cuál es su contenido. Piensa que son documentos oficiales. Como heredera al trono tiene derecho a verlos.
— Entrégame todo—, le ordenó a Príamo.
— Claro princesa—, dijo entregándole la bolsa que efectivamente pesa demasiado.
Cosas muy importantes contiene esa bolsa. Y a Príamo solo se quitarían muerto, pero ante él tiene a la heredera al trino.
Daríce se dispuso a leer uno de los sobres de los dos que le dio. Al abrirlos cayó en la cuenta que son dos cartas. Comenzó a leer la primera que agarró.
Mi rey de reyes…
Amor de mi vida. Una vez más te demuestro mi lealtad diciéndote que la vida del rey ha sido tomada y ahora es tu turno demostrar tu amor y tu lealtad eliminando a la princesa de mi camino. La única persona que me separa del trono y de ti. ¡Quiero a la heredera muerta! Aquí la silla de oro te está esperando para que seas coronado rey, pero si no cumples tu palabra jamás te sentarás en el. Mata a mi hermana.
Por siempre tuya S.
—No— dijo Daríce en un susurro, la voz se le ha quebrado.
Ella se niega a creerlo pero es la letra de Sadira, esa forma particular en en que escribe. No tiene duda que quien escribió la carta es su hermana. Una lagrima salió de por la mejilla de Daríce, luego otra más. Pero se secó ambas y comienzo a leer la otra.
Alma mía…
Mi sol en días nublados y mi luna en días oscuros que con solo una mirada o un pensamiento tus deseos son órdenes. He cumplido mi parte tal y como te lo prometí. Ella está muerta y tus ojos ya debieron ver su cuerpo. Mis hombres están listos y aunque el príncipe Mural intente tomar el castillo te protegeré.
Con amor N.
— ¡Maldito! —, dijo arrugando la carta porque sabe que es su letra. Él le escribió cartas, puedo reconocer la forma de su escritura. La letra A la hace de una manera rara que a ella le causaba risa.
Daríce llegó a la conclusión que Navid corrompió a Sadira para que cometiera todas esas cosas horribles. Matar a sus padres, querer matarla a ella. Cuando solo la ha amado, cuidado y protegido desde niña. Han sido confidentes y las mejores hermanas.
Sin contenerse ya, a Daríce le escurrieron las lágrima por las mejilla mientras siente un frío que pasa por todo el cuerpo. Suspiró lentamente y se dijo mentalmente varias veces “¡Basta Darice de lloriqueos y lamentaciones, que aquellos que la quieren ver caer ahora verán como me levanto!”
Trató de calmarse. Aún hay muchas cosas por poner en claro.
— ¿Y el General Hassin? —, preguntó intentando poner las piezas en su lugar.
— Después que regresó de la frontera con Irán debió reunirse con el rey Elízeo pero nunca llegó al castillo. Mis informantes dijeron que lo vieron en la ciudad en compañía de varios guerreros en la taberna que frecuentaba y posteriormente se dirigió al palacio que posee en la ciudad antes de dirigirse al castillo. La razón por la cual no llegó es que intentaron matarlo dentro de una casa que esta antes de llegar a su palacio. Hassin se encuentra gravemente herido.
— ¿Cómo sabes todo eso? —, indagó dándose cuenta que está muy bien informado.
— Envié personas a investigar pero ya lo habían encontrado. Su condición es muy delicada y no se sabe si sobrevivirá. Mandé guerreros para que lo llevaran al cuartel de los Sáfavidas y protegerlo.
— ¿De quién? —, comentó inquisitivamente.
— De su tío alteza. Todos sabemos de la enemistad que hay entre ellos. La creen muerta y mientras el general esté vivo los comandantes podrían jurarle lealtad a él en lugar del príncipe Mural—, dijo con seriedad.
Eso es cierto. Su tío no lo quiere. Entonces posiblemente sabe que es hijo del rey. Sin duda esa es suficiente razón para verlo como una amenaza para él y sus aspiraciones, de la misma manera que la ve a ella.
A la cabeza de Daríce le siguen llegando más ideas de lo que está pasando y empezó a resumirlo interiormente.
⮚ El rey ha muerto así que el tío Mural la quiere muerta para poder reclamar libremente el trono sin obstáculos. Príamo dice que han intentado ocultar la supuesta muerte de ella.
⮚ Sadira también la quiere muerta pero para entregarle el trono a Navid con la promesa será reina junto con él.
⮚ Navid mandó a secuestrarla con la orden de no tocarle un solo pelo, y debió ser él quien le mandó a Sadira como prueba una mujer muerta que hizo pasar por ella. Obviamente la traicionó, porque evidentemente en sus planes Sadira no está incluida y solo la ha usado. Y ahora Navid tiene un obstáculo más; Faráz.
⮚ Sadira mató a los reyes.
A Daríce le queda dos piezas faltantes. Leila y se pregunta qué papel juega en todo aquello, con quién está ella, y con quién está Hassin.
Por otro lado le gustaría saber cuánta gente la quiere muerta. Aunque por las estadísticas muchas sin duda. Su única esperanza es que sean menos de los que la quieran ver viva.
Sin poder evitarlo Daríce pensó en Navid y la obsesión que tiene por ella. En el fondo lo sabía. Se dio cuenta por la forma en que le hablaba, la miraba. Esa forma de verla que le producía escalofríos. Sin duda cada paso que ha dado Navid ha sido con la firme intención de que ella se quede a su lado, y casi le funciona su plan de secuestrarla. También pensó en Nora proporcionándole sus movimientos y se preguntó quién en Esparta la ayudó. Daríce repasó varios rostros sin conseguir nada.
Daríce volvió a pensar en Leila porque es la pieza que no encaja. Aunque se le ocurre que ella sabe que Hassin es medio hermano y planea llevarlo al trono también. Acostarse con él es un camino que lleva a la manipulación cuando la otra persona está totalmente enamorada. Tal es el caso de Hassin, además la reina pensaba que las mujeres a través de la cama pueden tener control sobre los hombres. Daríce recuerda que su madre solía sugerirle al rey esposas para casar a los concejeros con ellas. El rey la tomaba en cuenta, y pensando eso eran hijas de mujeres u hombres importantes en los que ella tenía influencia, y con así lograba tener influencia en el concejo también.
— ¿Dónde está Leila? —, le preguntó a Príamo dejando a un lado el hilo de sus pensamientos.
— La princesa en los últimos meses poco salía de su habitación, se la pasaba encerrada y hace tiempo está desaparecida. He investigado, pero parece que se la tragó la tierra.
Daríce no sabía que pensar sobre eso y comenzó a concentrarse en la realidad que ante los ojos de los traidores ella está muerta. Ya quiere ver sus caras cuando la vean.
A la princesa le inquieta otra cosa pero no ha tenido oportunidad de preguntarle a Príamo, y ésta se dio cuando Faráz y Ciro alejaron un poco de Príamo y ella.
— Si me creías muerta, ¿a quién ibas apoyar para subir al trono? —, dijo enfrentando su mirada y el viejo Príamo suspiró lentamente antes de hablar.
— En esa bolsa que ahora tiene en su poder está la respuesta a su pregunta. Cuando quiera abrir el cilindro hágalo con mucho cuidado, y si necesita mi ayuda estoy para servirle. El contenido de ese cilindro viene encapsulado.
Miró la bolsa de cuero negro que ahora le pesa más que nunca porque en el fondo tiene el extraño presentimiento de conocer la respuesta.
— ¿Por qué sigues aquí?—, preguntó mirando alrededor y dejando por el momento el contenido de la bolsa—. Este lugar no es seguro para alguien que intenta ocultarse—, agregó mirando como se mueven los árboles con el suave viento.
— Espero apoyo del rey Corisio, prometió enviar una legión de guerreros espartanos, y además estamos interceptando la mensajería y cualquier movimiento sospechoso. Necesitamos saber quiénes son amigos y quiénes enemigos—, concluyó serio.
— ¿Has tenido suerte?—, preguntó con tristeza.
Suspiró nuevamente. Esa expresión empieza a ponerla inquieta porque anuncia que va a decirle cosas que no le gustarán.
— Balto es un traidor. El concejero Máximo también—, dijo Príamo pensativo.
Eso sí la sorprendió. Bueno lo de Balto quizá no debería.
— Qué me dices de su padre. ¿También es un traidor? —, preguntó pensando en el viejo concejero tal fiel y leal a mi padre.
— No estoy seguro que lado ha tomado. Pero sí quienes la apoyarán para que suba al trono al saber que sigue viva. Hay que movernos. Ir a las barracas de los Safavidas porque cuando la vean responderán al llamado y lucharán a su lado.
El anciano se ve bastante acabado. Daríce sabe que es grande, pero ahora se ve como si le hubieran caído diez años en poco tiempo.
La noche empezó a caer y tuvieron que acampar dónde Príamo les dijo es seguro. Un lugar bastante más retirado del camino.
A los príncipes les levantaron un tienda de acampar y cuando estuvieron solos Daríce se acurrucó en sus brazos y lo abrazó con fuerza.
Al día siguiente muy entrada la mañana se despertaron, al levantarse y salir del pequeño espacio cubierto de telas alrededor ya les habían llevado desayuno, ropa limpia Y un cuenco con agua. Cuando terminaron salieron a reunirse con Príamo.
Antes de llegar al lado de Príamo un hombre se le acercó al viejo concejero.
—¿Novedades? —, preguntó al hombre cuando lo tuvo cerca.
—Él rey Corisio ha enviado un ejército de cinco mil hombres. Ya están aquí. Lo están esperando—, dijo el hombre con capa.
Príamo al ver que vienen los príncipes hacia él le comentó a Faráz que sin duda alcanzó a escuchar al otro hombre.
—Su padre el rey Corisio ha respondido a mi llamado. Ha enviado un ejército de cinco mil hombres para proteger el castillo. Han llegado y están en el camino donde nos encontramos. Debemos irnos para reunirnos con ellos y después resguardarnos en las barracas de los Safavidas para organizarnos.
Definitivamente el rey Corisio, su padre debe apoyar a la princesa Daríce a subir trono.
Para Faráz el ejército que ha llegado es bastante alentador y lo ha tranquilizado.
Ciro, Selim, Tasmaj y Mustif andan demasiado inquietos por toda la situación.
— Hay que reunirnos con ellos—, ordenó Faráz.
Sin demora regresaron al punto donde se encontraron con el viejo concejero. Y así como lo dijo, un ejército considerable de guerreros espartanos dirigidos por Sihan llegaron al encuentro. Aquello fue un verdadero alivio. Para Faráz es como sentirse en casa, pero sobre todo seguro de saber que proteger a Darice será mucho más fácil con hombres de su confianza que obedecen sus órdenes.
— Alteza—, expresó Sihan al verlo. Hasta pareció aliviado—. Casi pierdo la cabeza cuando el rey se enteró que viajaron solos.
Ya lo puede imaginar, a su padre gritándole a todos por no haber llevalo aunque sea arrastrando de regreso a Esparta.
— ¿Qué noticias hay allá? —, preguntó impaciente.
— El día que llegué al castillo solo tuve unas pocas horas para alistarme y alcanzar al ejército que me llevaba una semana de ventaja. Claro que ellos eran cinco mil y yo uno, alcanzarlos no me tomó tanto tiempo. Respecto a su pregunta Alteza, todo ha sido muy confuso. Primero la noticia por la muerte del rey Elízeo, y después que usted había muerto también. Pensamos lo peor y por eso el rey Corisio me envió para conocer la situación—, dijo mirando a Darice—, Princesa lamento lo de su padre. Todos sabemos que el rey Elízeo fue querido y respetado por su pueblo.
— Gracias Sihan. Han pasado demasiadas cosas—, respondió Darice intentando sonar calmada.
— Cuando llegamos después de rescatarla el rey Corisio ya había recibido la noticia de la muerte del rey y luego rumores que murió usted. Pero las fechas no coincidían.
Entonces Faráz y Daríce le explicaron todo lo que ha pasado, al menos la mayor parte. Sihan escucha detenidamente.
Poco después y sin demora emprendieron el viaje rumbo a las barracas. No es fácil ocultar el desplazamiento de guerreros espartanos por territorio persa, pero las piezas volverán a moverse y los rumores comenzarán a correr.
Faráz observó a Darice que ha venido callada todo el trayecto, se ve bastante distraía y él sabe que está sufriendo. No han tenido oportunidad de hablar porque ella no ha querido, y él solo le ha dicho que la apoya y está con ella.
Faráz mira a todos lados mientras se alejan de los árboles y el monte al adentrarse a una zona más árida dónde el agua del río ya no alcanza dar vida a la naturaleza, y una vez se adentran a las arenas la soledad que se experimenta es sorprendente.
Faráz ahora se da cuenta que presentarse con cinco mil hombres no tomaría a nadie por sorpresa, obviamente no vienen con esa intención y aún así el viejo concejero Príamo les sugirió que antes de llegar con el ejército se presentaran en un grupo reducido para evitar malos entendidos. Faráz reconoce que tiene razón.
— ¿Cuántas legiones hay aquí Príamo? —, le preguntó Darice.
— Dos altezas. Pero reuniremos a todas de ser necesario. Debemos apresurarnos—, agregó el viejo concejero.
Faráz se dirigió a Ciro.
— Iremos nosotros con ellos—, le comenté a Ciro y Selim.
Y fue así como el pequeño grupo de veinte guerreros de los cuales tres son espartanos se dirigen a las barracas. Como es de esperarse en la entrada ya hay además de los guerreros de guardia más hombres esperándolos. Príamo se acercó e inmediatamente uno de los hombres lo reconoció.
— Concejero Príamo bienvenido—, saluda un oficial en la entrada.
Darice se mantiene callada y se quita la pañoleta que trae envuelta en la cara.
El hombre se dirige a Príamo pero sin quitarle la mirada a Daríce. La observa detenidamente y acto seguido se arrodilla ante ella.
— Alteza—, dijo con la cabeza hacia el suelo y los demás hicieron lo mismo—. Hay demasiada confusión entre los guerreros. Pero yo he sido un leal servidor de su majestad el rey Elízeo y ahora lo soy de usted—, agregó sin pararse aún.
— Nada es más valioso para mí que eso Corintos. ¿Cuáles son los rumores? —, preguntó Darice.
— Que fue asesinada y su cuerpo llevado al castillo como prueba. El príncipe Mural ha convocado a los comandantes para reclamar el trono como heredero legítimo al ser el último varón de la dinastía—, dijo el oficial resumiendo toda la confusión que ya les había informado Príamo.
Daríce escucha detenidamente. Su tío Mural no dejará pasar la oportunidad. Así que ella necesita hacerse del trono pronto porque su posición es vulnerable, y para él es su mejor oportunidad. Que la aproveche porque será la única y la última que tendrá.
— El comandante Hiram ¿se ha reunido con mi tío también? —. dijo mirando a Corintos que asintió enseguida.
— El príncipe Mural ha convocado al concejo, —agregó después quizá para que se entienda que fue una reunión formal.
Hasta dónde Daríce sabe Sadira ha intentado ocultar la supuesta muerte de ella, aunque se rumorean algunas cosas ya, pero al no ser oficial nadie debería estar deliberando quien va a ocupar su lugar. Daríce miró a Príamo esperando supiera algo más. Negó.
— Hay que esperar las noticias que lleguen del castillo y de la ciudad—, respondió el viejo concejero.
— ¿Dónde está el general Hassin? —, preguntó finalmente.
— Muy mal. La fiebre no cede. Los curanderos están haciendo todo lo posible por mantenerlo vivo—, dijo con evidente pena.
Es un gran guerrero y como oficial ha comandado las tropas persas muy bien. Ella también no puede evitar sentir tristeza. Después de todo no sólo es su hermano de padre, sino su mentor.
— Quiero verlo—, pidió.
— Como ordene alteza.
E inmediatamente la condujeron por el pasillo principal hasta entrar al cuartel de las barracas. No es la primera vez que Daríce entra ahí. La primera vez fue a los catorce años, cuando el comandante Hiram, líder de los Sáfavidas le juró lealtad y permitió que le tatuaran el símbolo de los Sáfavidas. Es la marca que lleva en la espalda a la altura de la nuca. Daríce no fue tatuada solo por ser la hija del rey, heredera al trono y futura reina. Los Safavidas la consideran su líder por nacimiento, pues desde que nació creen fue designada por los dioses para ser su reina, porque en la parte donde va el tatuaje que los distingue ella tiene por nacimiento un lunar en forma de media luna, y para ellos eso fue una señal, porque la insignia que los ha representado por décadas lleva esa forma. Esa es la razón por la cual le son leales.
Y a partir de entonces la reina incrementó las horas de entrenamiento, aumentó los maestros, la involucró en el concejo con la finalidad de ser respetada no solo por una marca de nacimiento sino por ella misma.
Van subiendo las escaleras hasta el segundo nivel y entraron al cuarto donde está Hassin. Daríce lo vio tirado en la cama. Es la primera vez que lo ve en ese estado de vulnerabilidad. Ella lo admira; por su valentía, por la seguridad con la que habla, porque ha sido su mentor en muchas cosas y también su protector. Y además es su medio hermano. Le tiene respeto por todo lo anterior y por eso una parte de ella se niega a creer que pudiera traicionarla. Se acercó hasta la cama jalando la silla y se sentó a su lado. Quería tomar su mano, pero no es apropiado y podría interpretarse mal. Uno de los curanderos se acercó.
— Alteza estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos, pero su condición es muy delicada—, comentó mientras humedece los labios de Hassin con un paño mojado.
Daríce suspiró.
— ¿Qué le pasó? —, preguntó con la esperanza de saber un poco más del porqué terminó así.
— Con exactitud no lo sabemos, pero si le puedo decir que quien lo haya hecho sin duda creyó que lo dejó muerto. Recibió tres puñaladas con una navaja o un cuchillo. Perdió mucha sangre. Haberlo traído aquí fue algo muy riesgoso—, agregó al tiempo que toma un frasco y comienza a untarle un bálsamo en una de las heridas.
Se ve horrible. Hassin está boca abajo pues lo apuñalaron por la espalda.
— ¿Estaba solo? —, miró a Príamo esperando una respuesta.
— Parece que si—, respondió evasivo.
— ¿Sus hombres han dicho algo? ¿Por qué estaba solo? —, volvió a insistir.
— Creen que se encontraba con alguien en ese lugar. Una mujer seguramente—, agregó con indiferencia.
— ¿Alguien la vio? —, preguntó sin quitarle la mirada.
Ella nota su nerviosismo.
Príamo negó en un movimiento de cabeza.
Por supuesto que nadie la vio porque esa mujer es Leila.
Daríce ahora se pregunta si ella lo apuñaló, pues la única que podría acercarse tanto sin ponerlo alerta.
A laprincesa la cabeza le va a estallar de tantas conjeturas que hace, algunas bastante alejadas de la realidad.
— Qué me dices del lugar dónde sucedió todo. ¿Encontraron algo cuando fue revisado? —, cuestionó intentando atar cabos.
— Nada sospechoso. No hubo cerraduras forzadas, ni evidencia de lucha—, agregó pensativo.
— ¿Investigaron de quién es la casa?
— De una de las hermanas del general—, respondió.
Ella no siguió preguntando más y se quedó pensando que la sección de casas dónde está el palacio del general es una de las más alejadas de la fortaleza. La única manera que Leila se encontrara con él era saliendo del castillo o el palacio está conectado a un pasadizo secretos.
— ¿Está inconsciente? —, preguntó a uno de los curanderos viendo al general que parece muerto.
— Ahora duerme. De todas formas no es mucha la diferencia cuando está despierto.
Daríce desea sinceramente que se mejore y todo se aclare.
Después de verlo salieron y entraron a una pequeña estancia. Es momento de poner las cosas sobre la mesa y empezar a planear lo que van hacer.
— Corintos ¿cuántos hombres están disponibles en este momento? —, preguntó para ir planeando la organización.
— Diez mil. Si hacemos un llamado a los guerreros más cercanos podríamos reunir otros cinco mil. Mañana estarían aquí.
— Hazlo. También quiero los números de mi tío para saber a qué nos enfrentamos. Quienes lo están apoyando. Encárgate Príamo—, le pidió.
— Por supuesto alteza.
— Princesa la habitación del comandante ha sido asignada a usted y al príncipe. No es algo digno para unos reyes, pero si lo mejor que tenemos. Están en la puerta derecha de este cuarto—, dijo uno de los guerreros.
Reyes. Ahora ellos la ven como su reina. Daríce siente cada vez más grande el peso y con cada día que pase y cada decisión que tome será aún mayor.
— Vamos—, le pidió agradecida de tener algo cómodo en que dormir.
No hay mucho que caminar pues prácticamente es la siguiente puerta donde está el general Hassin. Es sencilla pero se ve limpia y ordenada.
— En cuanto llegue el comandante Hiram quiero hablar con él. Pueden retirarse—, pidió e inmediatamente salieron.
Se quedó sola con Faráz.
— Lo estás haciendo muy bien—, dijo tomando sus manos—. Sé cuánto te duele la muerte del rey—, dijo apretando suavemente la mano y fue en ese momento que no pudo resistir más.
Daríce lo abrazó y lloró. No quería soltarlo jamás. Él la apretó contra su pecho y ella supo que no está sola.
Permanecieron así por un momento hasta que se calmó y se sentaron en la cama.
— Desde niñas Sadira y yo fuimos muy unidas—, le platicó mientras siente un dolor en el pecho.
— ¿Podría ser falsa la carta?
— Sé que la escribió ella. Sadira tiene una forma peculiar de hacer algunas letras porque escribe con la mano izquierda. No encuentro las razones por las que haría algo así. ¿Y si lo hizo bajo alguna especie de amenaza? —, dijo aferrándose a esa idea.
— ¿Con qué podrían amenazarla? El rey ya había muerto y según tú igual. ¿Qué más podrían quitarle? ¿Confías plenamente en Príamo?
— Ha sido un fiel servidor del imperio. Mi abuelo confiaba en él, mi padre igual y siempre me dijo que Príamo estará incondicionalmente a mi lado y que incluso daría la vida por mí.
— Pero dudaste ¿por qué? —, cuestionó mirándola fijamente.
— Han pasado muchas cosas, tú lo has visto Faráz, a veces es imposible no dudar—, respondió intentando sonar convincente.
Además Daríce no tiene el valor de decirle que Hassin es su hermano y tiene la seguridad que Príamo lo sabe. Que por un momento ella creyó que quizá quiere verla muerta y ponerlo en el trono.
Ella necesita quedarse sola y poder ver los papeles que hay dentro de la bolsa. Sabe que está siendo egoísta desde que supo la verdad, incluso después de saber que Leila y él tienen un amorío. Y que si ha mantenido callada no solo es por protegerlo a él, en el fondo también a ella. Está lista para gobernar y quiere hacerlo, pero jamás por eso ha deseado la muerte de su padre, ni de Hassin.
Los suaves golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos.
— Adelante—, dijo Faráz cuando tocaron la puerta al ver que Daríce está distraída.
— Príncipe Faráz la legión espartana lo espera—, dijo Ciro parado en la entrada.
— Voy enseguida. Puedes retirarte—, le dijo y después Faráz se dirigió a ella—. Vuelvo en un rato. Descansa un poco, lo necesitas.
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Editado: 15.02.2025