Sangre Real

29. EL ORIGEN DE HASSIN

Por fin Daríce está sola en la habitación y es la oportunidad perfecta para hablar con Príamo. Le pidió a uno de los guerreros que lo buscara y lo hiciera venir. No pasó mucho tiempo cuando tocaron la puerta.
— Alteza desea verme—, dijo el viejo concejero de barba espesa y mirada cansada.
— ¿Sabes lo que contiene?
El viajo asintió.
— ¿Puedes abrirlo? —, preguntó mirando el pequeño cilindro hecho de plata. Tiene el sello del rey fundido en oro.
Ella nunca aprendió muy bien como abrirlo.
— Es un prisma. Por dentro tiene un líquido que destruye su contenido cuando no es abierto correctamente. Pero si lo abre así—, le explicó mientras gira las esquinas y luego el centro—. Su contenido queda protegido—, terminó diciendo mientras lo saca y se lo entrega—. Todo lo que he hecho ha sido siguiendo las órdenes del rey Elízeo. Con su permiso alteza, aunque para mí ya es mi reina, Majestad—, dijo inclinándose antes de irse.
Príamo se marchó y ella se quedó sola nuevamente con el papel en la mano que sigue envuelto en una delgada capa de cera. La cera también tiene el sello de su padre. Le dio vueltas entre los dedos hasta que decidió abrirlo para leerlo.
Yo, Elízeo de Persia. rey del inmenso imperio, soberano del pueblo y protector de estas tierras, cuya descendencia son Sadira, Leila y Darice. La última es heredera al trono por derecho real y legítimo. Cuando la carta sea abierta es porque todo mi linaje ha muerto, incluido el de ellas, y aun así queda una esperanza porque reconozco haber tenido un hijo varón que ha demostrado ser merecedor de ocupar mi lugar. El General Hassin, líder del ejército Safavidas, líder del ejército de Inmortales, quien tiene el respeto del concejo, y la admiración del pueblo. Hassin es digno de llevar la corona porque también es descendiente de la dinastía de Ali Azeri. Hassin es mi hijo.
Rey Elízeo.
Leyó aquello sin ningún asombro, pero preguntándose igual que otras tantas veces, quién habrá sido la madre de Hassin. Quizá alguna criada, alguna hija de un concejero. Aunque si fuera lo último entonces más gente lo sabe. Se sentó sobre la cama pensando que el último deseo del rey fue que Hassin ascendiera al trono siempre y cuando ella esté muerta y no tenga descendencia.
Daríce volvió a preguntarse si Hassin lo sabe y quiso traicionarla.
Se levantó y llamó a Príamo que se encuentra fuera de la habitación. Abrió la puerta y el viejo canoso está recargado sobre la pared. Inclinó la cabeza al verla.
— Majestad—, dijo estudiando su rostro.
— Pasa Príamo—, le pidió seria.
La siguió hasta que estuvieron solos en la habitación. El viejo concejero la mira buscando alguna expresión de asombro en su rostro.
— Ya lo sabía—. Confesó y el sorprendido fue Príamo. Ella continuó—. Hace mucho tiempo que lo sé porque oí una conversación de mi padre con el padre de Hassin. El difunto general. ¿Quién fue su madre Príamo? —, preguntó esperando tener por fin una respuesta a lo que tanto ha querido saber.
Daríce espera que Príamo también conozca esa parte. Y él hecho de saber que lo de Hassin es una prueba de la confianza que le tenía él rey.
El viejo suspiró largamente.
— Se llamaba Miriham, fue la primera esposa del rey Elian—, dijo y ella se le quedó viendo con evidente sorpresa y se recordó cerrar la boca—. Sí. La madre de Hassin fue una reina, hija del senador Corinto de Grecia. Ella huyó del castillo después que su padre, madre y hermanas fueron asesinados cuando se descubrió que el senador intentaba derrocar el reinado de Elian después de ascender al trono, porque no estaba de acuerdo con las nuevas modificaciones que hizo al sistema político de los senados. La reina Míriaham después de huir se refugió en Persia y con el tiempo conoció al rey Elízeo que aún era príncipe. En algún momento intimaron y luego nació Hassin.
— ¿Por qué mi padre no se casó con ella? —, preguntó considerando que la madre de Hassin no fue cualquier mujer.
— No se amaban y de todas formas ella no quiso. Le hizo prometer a tu padre en su lecho de muerte mantener alejado al niño de las ambiciones del poder, pero sobre todo que nunca supiera quienes fueron sus padres—, dijo el viejo de mirada cansada.
— Eso fue injusto y egoísta. ¿Por qué ella haría algo así? —, cuestionó.
— Para mantenerlo a salvo del rey Elian—, respondió mientras se agarra la larga y espesa barba con la mano.
— Pero mi padre simplemente pudo ocultar quien fue su madre y reconocerlo como hijo—, agregó segura de que debió hacer eso.
— No es fácil Majestad. No se llega así de repente con un bebé en brazos y lo reconoces como hijo. No cuando eres príncipe o rey. Hay un sistema, tradiciones, costumbres, reglas y protocolos que en su posición de príncipe heredero no se ignoran, sino que se respetan.
— Pero en la carta dice lo contrario, mi padre quiere que suba al trono.
Así que si considera lo dicho por el viejo es absurdo que ahora Hassin si pueda subir al trono.
— Porque Hassin ahora tiene un nombre, una trayectoria en el imperio de respeto, valentía, honor y admiración. El pueblo y el concejo al saber que no hay más descendencia lo aceptarán por tener una esperanza, alguien por quien pelear por la dinastía. Majestad, usted piensa que el General la ha traicionado.
— Pienso muchas cosas Príamo. Por un lado está el falso amigo y por otro el enemigo, pero no sé distinguir cuál es uno y cuál el otro—, dijo impotente ante la cruda realidad.
Príamo le tomó ambas manos y se inclinó ante ella.
— Yo, Príamo Maximino juro protegerla. Soy leal al imperio, a su Majestad y solo reconozco como heredera al trono para ser mi reina a Darice, descendiente de la dinastía Ali Azeri, y que por voluntad de su padre el rey Elízeo será nombrada reina—, dijo al final arrodillándose.
Daríce apretó sus manos y agradeció el gesto pero para a llegar a ser reina primero hay que sofocar la situación en el castillo y hacer acto de presencia.
— No destruiré este documento. Lo guardaré hasta que tenga un heredero.—dijo con firmeza.
Daríce sabe que si algo le sucede no hay nadie mejor para subir al trono que Hassin. Le parece lo más sensato para él e incluso para ella, aunque sigue siendo egoísta al negarle la verdad, sin embargo cree es lo mejor para ambos.
Por otro lado está Leila. Y si no es una traidora está pensando casarla con otro hombre. Buscar uno por el que ella sienta atracción y pueda olvidarse de Hassin. Eso es más egoísta por si el amor entre ellos es sincero, Daríce piensa en lo que siente por Faráz que es algo tan fuerte que hasta miedo le da, y no se imagina una vida sin él.
Lo más sensato es que la princesa le diga la verdad a ambos, omitiendo que lo sabe desde hace tiempo y es culpable por no haber sido capaz de enfrentar a su padre y confesarle que el hijo que ha mantenido en secreto se acuesta con su media hermana.
No es algo nuevo el incesto, se da mucho en la realeza, ancestros de la princesa se han casado entre hermanos y familia. Pero al rey Elízeo aquello nunca le gustó y lo prohibió.
— ¿El cilindro es reutilizable? —, preguntó a Príamo dejando a un lado todas las dudas y pensamientos que se crean en su cabeza.
— Si Majestad—, respondió el anciano.
— Volverás a guardarlo ahí y seguirás siendo su protector como lo has sido hasta ahora.
Daríce no sabe si hace bien o mal, pero fue la voluntad de su padre en caso que ella muera, entonces ahora será la voluntad de ella si algo le pasa y aún no tiene un heredero.
— Puedes retirarte Príamo y ve a descansar—, le dijo tomando su mano antes que se fuera.
— Gracias Majestad por la confianza que ha depositado en mí.
Sola la princesa sintió el peso de cada verdad descubierta y a pesar del enorme cansancio y la pesadez en su cabeza y en el cuerpo se fue a buscar a Faráz.
Mientras Daríce camina por el pasillo uno de los curanderos le habló.
— Majestad el general Hassin ha recobrado la conciencia, solo que aún no creo esté en condiciones de hablar. Sigue muy débil.
— Agradezco lo que están haciendo por él. Hassin debe vivir.
— Si así lo quieren los dioses, así será majestad. Todo está en la voluntad de ellos—, comentó con sabiduría.
— Majestad…— ella volteó cuando uno de los guardias le habló.
Ella pensó que era uno hasta que lo vio.
— Hiram bienvenido—, dijo sin quitarle la mirada al líder del ejército de los Safavidas.
— Majestad todo este asunto es… hay mucho en juego—, terminó diciendo el comandante observándola detenidamente—. Mi lealtad está con usted—, agregó inclinándose y posteriormente poniendo una rodilla en el suelo—, y después preguntó—. ¿Podemos hablar en privado?
— Por supuesto. Eso estoy esperando desde que llegué—, respondió y después le pidió a uno de los guardias que le avisara a Faráz para que se reúna con ella.
Caminaron hasta una habitación donde está un escritorio y un par de sillas.
— Majestad tome asiento por favor—, le pidió mientras señala la silla.
— Y bien, dime que está sucediendo—, cuestionó observando las cosas curiosas que tiene de adorno encima del escritorio.
— La noticia sobre su muerte acaba de ser dada a conocer oficialmente. Incluso hay quienes afirman que vieron su cuerpo y los concejeros están confundidos, las legiones también—, agregó preocupado.
— Supongo mi tío Mural ya está organizando su ascenso. ¿Qué sabes? —, preguntó mientras agarra un pequeño barco echo en miniatura y lo observa con atención.
— El principe Mural nunca había estado tan cerca del trono. La princesa Sadira se casará con él para reafirmar su posición y apoyo.
A Daríce aquella noticia la sorprendió.
— ¿Quiénes del concejo están de su lado? —, preguntó poniendo el barquito en su lugar y mirando el mapa que está sobre el escritorio.
— Bahir y Kamal no estaban de acuerdo que usted subiera al trono. Nadim, Maleker, Haidar, Thiago, Yusuf y Zaid estarán con usted cuando se presente ante ellos y la vean. Dalil y Halim están muertos, fueron asesinados al oponerse rotundamente y abiertamente al ascenso del príncipe Mural. Por esa misma razón el concejero Príamo huyó y pidió resguardo aquí.
— Hay que convocar al concejo inmediatamente. Príamo se encargará de eso—, comentó pensando que después de todo el anciano concejero aún no podrá descansar bien.
— Su tío tomará el trono mañana y no hay tiempo de reunirlos Majestad. Debemos marchar al castillo porque el príncipe Mural irá con un ejército de quince mil guerreros que ha logrado reclutar, aparte convocó a las legiones de los inmortales de quienes espera le juren lealtad y lo lleven al trono con el apoyo del comandante y líder Malek—, agregó resumiendo la posición en la que se encuentra ella.
— Nosotros hemos hecho un llamado a las legiones cercanas—, comentó con la esperanza que sea suficiente.
— El príncipe Mural ya lo ha hecho Majestad. Algunas se dirigen hacia el castillo—, agregó con evidente preocupación.
Daríce debió suponerlo. La cuestión es que si llegan a enfrentarse no sabe de qué lado luchará el ejército de Inmortales.
— ¿De cuántos hombres disponemos entonces? —, preguntó al tiempo que siente un fuerte dolor de cabeza.
— Solo los que están aquí y la han visto. Me informaron que una legión espartana de cinco mil guerreros la acompaña. La pregunta es si pelearán por usted—, preguntó serio.
— ¿Y qué haría el comandante en estuviera en mi lugar? —, cuestionó alguien por detrás.
La princesa Daríce y el lider Hiram giraron la cabeza al escuchar la voz. El príncipe Faráz tiene la mirada fija en Hiram mientras él permanece callado obviamente sin saber que contestar. Después de todo está ante un príncipe y cuando sea la princesa sea coronada reina estará frente a un rey.
— Yo mismo responderé tu pregunta—, dijo Faráz y siguió hablando—. A lo largo de mi corta vida he visto y hecho muchos sacrificios, muchas decisiones difíciles que han sido tomadas por honor, por el rey o la nación. Y lo que he aprendido de esas elecciones es que no siempre te reconfortan por las noches y que mujeres puede haber muchas, pero que solo hay una que también da calor al alma. La vida puede ser muy corta o muy larga para ir por ella sin alguien a nuestro lado a quien amar. Yo no quiero terminar solo como muchos. Lucharé por Darice, ellos también lo harán—, agregó refiriéndose a sus guerreros—. Ha Esparta aún la puede cuidar el rey—, finalizó con firmeza.
Faráz descubrió en Daríce la fuerza del amor. Y ella al oírlo hablar de esa forma tan apasionada y enérgica la hizo amarlo más.
Entre sus brazos ella encuentra el calmante que su alma necesita.
— Majestad disculpe mi impertinencia—, dijo Hiram inclinando la cabeza ante Faráz.
Aclarado el asunto Hiram comenzó a hablar mientras los futuros reyes ponen atención al mapa donde se muestra el punto de ubicación en el cual se encuentran.
— Lo más conveniente será partir mañana y tomar ventaja antes que las demás legiones lleguen. El príncipe Mural ha hecho el llamado y algunas legiones vienen en camino según me informaron. Debemos colocar a la princesa en el trono antes que lo haga el príncipe—, comentó señalando la distancia ellos con la del príncipe Mural.
— Dame números de los ejércitos Hiram—, le pidió Daríce.
— El ejército de los Sáfavidas es de cien mil hombres, pero solo disponemos aquí de quince mil y cinco mil en un campo militar a dos horas. En una semana podemos reunir a cincuenta mil, tampoco podemos dejar las fronteras sin vigilancia—, comentó al tiempo que señala los puntos dónde están asentados los campos militares.
— ¿Y qué me dices del ejército de Inmortales? —, preguntó pensando en las desventajas de tener dos frentes.
Hiram suspiró. Ese es un número es secreto que él no conoce. Y los Inmortales son las legiones que más preocupan porque fueron hechas para la protección del rey, y les hacen un lavado de cerebro tan impresionante que su lealtad es solo para quien sea nombrado rey. Y en Persia hay dos personas que quieren serlo.
— El único que podría darnos un número más exacto es el general Hassin—, comentó.
— Ha cobrado la conciencia, pero no está en posibilidades de hablar—, les dije y después agregué—. En pocas palabras el general está fuera de combate. Continúa Hiram.
— En estos puntos están los asentamientos de los Inmortales—, dijo señalando el mapa—. Y si contamos los asentamientos hablamos de unos cien mil guerreros porque cada legión es de diez mil, pero puede una, dos o tres legiones en cada ubicación. Es difícil saber con exactitud porque bien podrían ser diez mil con treinta mil por posición. Pero si tomamos en cuenta la distancia a cada uno de ellos—, comentó señalando varios puntos marcados alrededor del castillo—, estas legiones pueden venir al llamado, y estamos hablando de unos cuarenta mil guerreros si deducimos que solo hay una legión en cada punto. Si Malek se presenta apoyando al príncipe Mural inevitablemente vendrá con treinta mil guerreros, de eso puedo estar seguro Majestad—, dijo mientras la observa esperando su opinión.
— Lo que significa que en número estaremos en desventaja. Así que lo mejor es partir durante la madrugada y llegar lo antes posible al castillo para tomar posesión—, finalizó segura que así debe ser.
Hiram miró al príncipe espartano, con la seguridad que sus cinco mil guerreros no son cualquier cosa.
Faráz mientras escucha con atención y confirma que a Persia siempre le ha importado el número de guerreros. Hablan de muchos números, es un poder que impresiona a cualquiera, pero no a él, pues sus cinco mil guerreros equivalen a un ejército de veinte mil, porque la diferencia es que sus legiones son de verdaderos guerreros y no de campesinos, herreros o agricultores. Esparta entrena niños y los convierte en hombres de lucha cuyo único propósito es matar o morir.
Después de conocer la posición en la que están y los números de guerreros, ahora analizan las diferentes posibilidades y estrategias para tomar el castillo, porque obviamente dadas las circunstancias la princesa Sadira no abrirá las puertas para dejarlos pasar amablemente y permitir que Darice se siente en el trono y se ponga la corona antes que el príncipe Mural y su futuro esposo.
Una de las opciones es entrar por los túneles y tomar el castillo desde ahí, pero existe la posibilidad que estén bloqueados y solo se pierda tiempo. Por último el enfrentamiento abierto en la entrada del castillo parece ser la mejor alternativa. Esa opción no le gusta nada a Faráz y no es por él o sus hombres sino por Darice. No la quiere en el campo de batalla por dos razones; la primera es que la ama y la sola idea que algo pudiera salir mal lo inquieta. Y la otra razón que es su mujer y en su vientre bien podría venir un hijo.
Al terminar la reunión salieron de la pequeña sala y Darice lo tomó de la mano para caminar juntos por el pasillo hasta llegar a la habitación que les asignaron.
Él miró a Darice y notando que desde que las cosas han ido tomando forma ella está más ausente. Faráz se imagino el remolino de pensamientos y sentimientos que están en su mente. Él apretó su mano correspondiendo de la misma forma. Cuando llegaron a la entrada de la habitación hay dos doncellas paradas en la puerta.
— Majestades…—, les hablaron por detrás y ambos voltearon al instante—. He mandado a traer dos doncellas para su servicio. Son de absoluta confianza—, dijo el viejo Príamo.
Para los futuros reyes esa palabra “confianza” es bastante superficial como muchas veces lo han comprobado.
Daríce asintió y el concejero se retiró.
— Majestades, el baño está listo—, dijo la rubia de ojos azules.
A Faráz le recordó a Mirza. La orden que le dio a Sihan fue que sea ejecutada por las cosas que hizo.
Ahora Faráz se da cuenta que solo fue enamoramiento, no puede negar que fue alguien importante en su vida y lo que él sintió por ella fuerte, pero no tanto como para luchar por ese amor, él no fue capaz de luchar por ella. En cambio por Darice está haciendo todo lo que no debería hacer, pero por ella está dispuesto a dar su vida de ser necesario.
Además la forma en que está desafiando al rey le puede costar el trono, y a los cinco que lo han acompañado en el viaje la cabeza.
— Necesito un baño. No demoro—, dijo Daríce dándose la vuelta.
Faráz caminó por la habitación y se paró frente a una pintura de las tantas que hay, y luego fue pasando una por una para observarlas detenidamente.
Al comandante Hiram le gusta el arte. Faráz no es aficionado de esas cosas aunque admite que son buenas. Algunas representan las guerras, otras la desolación que dejan. Unas más la vida en el castillo llena de lujos, y están las otras que representan al pueblo. La diferencia es notable.
— El comandante es todo un coleccionista—, dijo Darice tomando su mano y recargando la cabeza en su brazo—. En cada viaje regresa con algo diferente. Tiene una sala llena de más pinturas, todas muy interesantes también—, agregó observando junto con él.
— ¿Por qué dos grupos de guerreros? Sáfavidas e Inmortales—, preguntó porque vio un cuadro donde ejércitos diferentes se enfrentan en una lucha, aunque parecen luchar por el mismo rey.
Darice suspiró y comenzó a hablar.
— Los Sáfavidas fueron las primeras fuerzas guerreras creadas por Ciro el grande para dar fin al imperio medo y extender los dominios a lo que hoy conocemos como Persia. Pero el origen de los Sáfavidas viene acompañado de un movimiento religioso donde practican las artes espirituales y culto a los dioses. Cuando Jerjes asciende al trono haciéndose llamar un Dios, molestó mucho al ejército Sáfavida poniendo en riesgo su reinado. Entonces Jerjes creó un nuevo núcleo militar para protegerse y los nombró Inmortales; al principio fue una legión de diez mil guerreros de élite, que debe su nombre a que cuando muere uno inmediatamente es reemplazado por otro. Su principal misión es dar la vida por el rey y siempre permanecer cerca de donde él esté. Sin embargo, con el paso del tiempo los reyes en su obsesión de verse protegidos han creado muchas legiones de Inmortales, así que el número exacto solo lo conoce el rey y su líder—, terminó diciendo pensativa.
— Pues se rumora que son miles. ¿Alguna vez le preguntaste a tu padre? —, preguntó Faráz sin apartar la mirada del cuadro.
— Muchas. La respuesta siempre fue la misma; “lo sabrás cuando seas reina”—, dijo en una leve sonrisa.
— ¿Y por qué el general Hassin debería saberlo? Según eso entendí dijo el comandante Hiram—, cuestionó extrañado.
Darice se quedó pensativa. Faráz a veces piensa que le oculta algo.
— No lo sabe con exactitud. Solo tiene una idea, pero su margen de error bien podría ser de miles de hombres—, respondió.
El ejército persa es imponente para muchos. Podría verse atemorizante de solo verlo. La última vez que se vio todo junto fue hace cuarenta años cuando reconquistaron Asia Menor, Babilonia y Egipto, siendo liderado por el abuelo de la Daríce y como corregente el rey Elízeo que aún era príncipe.
La conquista fue épica y puso a temblar a muchos, pero pocos saben que casi pierden la guerra teniendo que usar las fuerzas de reserva que les proporcionaron los Sapatras de cada región. Es por eso que pueden ser miles, pero es bien sabido también que sus tácticas son débiles, y la falta de estrategia no los hace invencibles y menos inmortales como se cree. Ese es el problema de darle una espada a herreros, artesanos, pescadores y agricultores.
— Estoy agotada pero no físicamente—, comentó Darice—. Siento un peso en la cabeza que solo me hace pensar en traición y muerte—, dijo con tristeza.
— Debes descansar y dormir. Trata de relajarte. Iré a bañarme también—, comentó Faráz dándole un beso en la frente antes de dirigirse al baño.
Dentro del baño Faráz se desvistió y al entrar al agua sintió una sensación agradable. Un buen baño como aquel hacía días que no lo tomaba, y mucho menos en una tina de esas que se usan en Persia.
En campañas de guerra la situación no es diferente a como han venido viajado todo ese tiempo.
Esa es la fuerza que caracteriza a Darice, que se mantiene fuerte como un pilar ante la circunstancia que se le presentan, y esa fortaleza no pasa desapercibida por los demás. Durante el viaje no se ha quejado y fácil no ha sido. Han dormido en el suelo, bañado en el río, pasado como forasteros en muchos pueblos, comido sentados en la hierba, piedras, tierra. La comida es fea y en más de una ocasión no comieron en horas y dos veces durante el trayecto en todo el día. La comida se les echó a perder y no encontraron nada que cazar, eso les pasó sobretodo cuando entraron a las tierras áridas de Persia. Tampoco hay lujos, ni seda egipcia, no hay joyas por las que cualquiera mataría, y ella no se ha quebrado en ningún momento.
Faráz y sus hombres le tomaron respeto a aquella mujer en apariencia pequeña en comparación de ellos.
Cuando el príncipe terminó de bañarse y salió, la vio acostada en la cama con la espalda hacia él. Se acostó a su lado y recargó la cabeza en el respaldo de la cama con las manos detrás de la nuca. Darice enseguida se giró hacia él poniendo su brazo sobre el pecho y subiendo la pierna sobre por debajo del estómago.
— Pensé que te habías dormido—, le comentó poniendo la mano sobre su pierna y sin poder evitar deslizar los dedos sobre ella.
— Quiero pero no puedo—, respondió con una mueca torcida y lo abrazó con fuerza—. ¿Sabes que quiero? —, preguntó al tiempo que se sube encima y él no pudo evitar levantar las cejas un tanto sorprendido—. Que me hagas olvidar, aunque sea por un momento todo este sufrimiento—, finalizó diciendo y besándolo con desesperación y urgencia.
Fue un asalto que le dio a Faráz y no lo esperaba, pero se entregaron apasionada, natural y desinhibida mente que por esa fracción de tiempo Daríce dejó de pensar.
— ¿Te he dicho que te amo? —, le preguntó Daríce y él le respondió con un beso.
— También te amo. Más que mi propia vida. ¿Te digo algo? —, preguntó y ella lo observa seria.
— Lo preguntas muy serio—, respondió arrugando la frente.
— Sé que como heredera legítima tienes derecho a reclamar el trono. Solo que me da miedo que estés en medio de dos ejércitos en el que no sabes qué lado tomará uno. Es arriesgado Darice y lo sabes—, le dijo porque es verdad y no está dispuesto a correr el riesgo.
— Los Inmortales me jurarán lealtad Faráz. Lo sé—, dijo con tanta seguridad que cualquiera con los ojos cerrados lo creería.
Pero Faráz sabe que para todo ha más posibilidades, y eso le preocupa. Es su principal miedo. Así que él ha planeado una ruta de escape si algo sale mal. Porque con toda seguridad sabe que sin ella no se va a ningún lado. Y también tiene otro plan en el que ni siquiera es necesario esperar acercarce tanto al enemigo para que algo salga mal. Él ya habló con sus hombres de confianza, y solo falta definir algunos detalles.
— ¿No confías en mí verdad? —, le preguntó un poco molesta y continuó—. Te aseguro que si fuera Ciro, Selim o cualquier otro sería diferente. Incluso negarse significaría un acto cobarde y tú serías el primero en reprobarlo. Es por mi condición de mujer. Tú me has entrenado por varios meses. Has visto todo lo que mejoré.—, dijo Daríce mirando al techo de manera ausente.
Sin duda es buena, pero durante los entrenamientos cada vez que ella logró acercarse tanto como para matarlo, él lo hizo varias veces más.
Faráz se quedó callado porque notó la tensión entre ellos y no quiere discutir con ella, porque aunque le ha demostrado una y otra vez que puede lograr cosas que muchas mujeres no, es su mujer y no puede verla de otra forma, y menos en el campo de batalla.
— Confío en ti Darice.
Eso es cierto en muchos aspectos, pero no en la lucha cuerpo a cuerpo. No que se arriesgue de verdad.
— No pareces muy convencido—, replicó seria.
— Ahora eres lo más importante para mí pero, ¿has pensado que dentro de ti puede estar creciendo un hijo nuestro? Esa es una razón más para negarme a cualquier cosa que te ponga en riesgo—, comentó serio, preocupado y hasta molesto por su necedad.
Darice puso su dedo sobre los labios de Faráz y volvió a subirse sobre él.
— Todo saldrá bien. No habrá necesidad de luchar—, dijo nuevamente y después besó sus labios suavizando su expresión.
Faráz sintió las caricias como una dulce muerte, y ahora ella sabe que lo tiene en sus manos.
Es de noche cuando Faráz se paró viendo que Darice duerme, así que se dirigió con Ciro, Selim, Mustif y Sihan. Con la determinación que por ningún motivo permitirá que Darice corra peligro alguno así estén muy seguros que no habrá enfrentamiento. La reunión con sus hombres es para planear como sacarla.
Así que después de repasar algunas maneras y ponerse de acuerdo, regresó a la habitación tranquilamente y se acostó a su lado mientras ella sigue durmiendo.
Por la madrugada ambos están listos para partir. Por un lado Faráz porta la vestimenta total de un guerrero espartano. Solo le falta el casco que está sobre la pequeña mesa.
Daríce es la segunda vez que lo ve así, tan varonil que es un imán para ella. Trae puesta una coraza de plata con decoraciones en oro y unas grebas (espinilleras o braceras) tanto en piernas y brazos. Al lado está la lanza de tres metros y el escudo. Caminó para observarlo de cerca y admirarlo.
— Te ayudo—, le dijo al tiempo que empezó a sujetar las correas de la coraza que van a su pecho.
— Gracias. Luces hermosa—, dijo sonriendo.
— No mientas que me veo tan pequeña y ridícula a tu lado—, agregó porque él se ve imponente y atemorizante.
— Para mí estás perfecta—, dijo pegándose a su cuerpo al tiempo que se oye el sonido de los metales de las corazas al golpearse.
Se besaron con incomodidad . No es fácil con todos esos metales encima. Les dio risa y se separaron cuando tocaron la puerta.
— Majestades, es hora—, dijeron del otro lado de la puerta.
Es Príamo. Su voz es inconfundible, incluso la manera de tocar. Ambos suspiraron y salieron tomados de la mano para dirigirse a las caballerizas. A Daríce le han conseguido otro caballo que le hizo recordar a los dos ejemplares magníficos que vio morir. Éste también es negro, así como le gustan. Sacó un collar con una piedra que le pidió a Príamo consiguiera y se la puso.
— Ópalo. Ese es tu nombre a partir de hoy—, dijo susurrando cerca de su oreja y acariciando el lunar blanco de su frente.
Están listos. El amanecer anunció su partida aunque la oscuridad de la madrugada y la tranquilidad del exterior les da una idea de lo temprano que es.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.