Sin pérdida de tiempo cada quién tomó su posición de acuerdo al rango. Daríce y Faráz van juntos cabalgando uno al lado del otro.
— Si realmente confías en mí no harás nada para sacarme de aquí o cualquier otro plan que tengas. Promételo Faráz.
Él se quedó callado apretando los labios y los puños de las manos que sujetan la correa del caballo.
—Entiendo que quieras protegerme, pero también debes entender que es mi derecho sentarme en el trono. Prométeme que no harás nada que se interponga a eso—, volvió a pedirle.
— Lo que me pides es demasiado. Mi deber es protegerte—, respondió.
— Lo haces. Estás aquí apoyándome. Promételo Faráz por favor—, suplicó esperando que la entienda y lo prometa.
Romper una promesa es parte del honor de un hombre. Aunque Faráz es la única que sí rompería por protegerla.
— Te lo prometo—, dijo y siguieron avanzando en total silencio.
Faráz se fue callado todo el trayecto sin hablarle, sin mirarla, pero siempre a su lado. El único momento en el que la dejó sola fue cuando se acercó a Ciro. Daríce supuso que ha decirle que cualquier plan que hayan pensado no se llevaría a cabo. En realidad Faráze dijo que todo como lo planeado.
Faráz regresó a lado de Daríce sin decir nada mientras se van acercando al extenso arenal y a lo lejos se ven los muros de la fortaleza donde por dentro sobresalen las torres del castillo.
Se ve completamente solo, parece que llegaron antes, aunque la respuesta llegó casi al instante cuando uno de los guerreros que fue enviado a vigilar la zona regresó.
— Ya se acercan—, dijo inclinando levemente la cabeza.
— ¿Su número? —, preguntó enseguida.
— Se iguala al nuestro. Al frente viene el príncipe Mural y su hijo—, comentó el mensajero.
Siguieron avanzando hasta llegar a una distancia donde ya se alcanza a ver el enemigo que lleva un casco en el que sobresale una cresta alta que significa sangre real, parecida a la que traen ellos.
El príncipe Mural está montado en un caballo blanco con una percha color roja y bordado en hilos de oro. El caballo trae un casco también. La princesa y el príncipe no se quedan atrás. Los herreros de las barracas trabajaron arduamente toda la noche.
— Príamo es hora de enviar un mensaje a mi tío. Díganle que soy Darice y no estoy muerta—, dijo con firmeza mientras el mensajero sale al encuentro del príncipe Mural, y después de entregarle el mensaje regresó.
— Majestad el príncipe pide se acerque para comprobar lo que dice—, comentó.
— Ve y dile que lo haga él. Yo estoy en las tierras de mi imperio—, respondió con firmeza.
El hombre se marchó inmediatamente. Regresó.
—Pide que ambos acorten la distancia Majestad.
—Solo después de ellos.
Volvió a irse el mensajero.
Después el ejército enemigo se acercó un tramo. Daríce avanzó la misma distancia, que es suficiente para verse de lejos.
Daríce observa a dos comandantes de rango medio. Lo que significa que hay unos veinte mil guerreros Inmortales.
Ella fijó la mirada en Malek, comandante y líder y los Inmortales. En rango es igual que Hiram, y de estos dos el general Hassin es el único que está por arriba de ellos. El que Malek venga con el príncipe Mural significa que lo está apoyando.
Ella suspiró.
— Dices que eres la princesa Darice. Quítate el casco para comprobar que no eres una impostora—, gritó el príncipe Mural.
— Acércate príncipe Mural con los comandantes para que puedas verlo con tus ojos y no te quede duda—, respondió sin moverse de su lugar.
Malek no le quita la mirada de encima dándose cuenta que aquella mujer aún con el casco puesto no puede ser otra más que la princesa Daríce.
El príncipe Mural de manera despectiva se acercó al ver que Malek empezó a hacerlo, y con ellos los otros comandantes también.
La princesa se quitó el casco y un grupo de escuderos persa la protegieron. A Faráz no le gustó nada aquello.
El líder Malek fue el primero en protestar al no tener la menor duda que es ella.
— ¿Qué significa esto príncipe Mural? Dijeron que estaba muerta. La princesa Sadira lo confirmó con testigos—, dijo con evidente molestia.
— Abran paso—, les ordenó Daríce a los escuderos aprovechando el momento de molestia de Malek e inmediatamente la dejaron pasar. Montada en el caballo se acercó lo suficiente para ser oída—. ¡Éste es un malentendido por el resultado de las intrigas, conspiraciones y traiciones que se han hecho para derrocar a mi padre! El rey Elízeo fue envenenado. Mi madre también. Yo fui emboscada mientras me dirigía aquí al enterarme de la gravedad de la enfermedad del rey. Secuestrada para ser entregada al príncipe Navid, mientras planeaban hacerme pasar por muerta. ¡Desde ahora les digo que todos los que han estado involucrados pagarán con sus vidas la traición! —, dijo alzando la voz al ver que todos tienen sus ojos y oídos puestos en ella. Se acercó más a la larga fila de guerreros y se dirigió a ellos—. ¡Hoy vengo aquí y me presento ante ustedes para reclamar mi derecho al trono como heredera legítima para el gran imperio persa del rey Elízeo!... ¡Ejército de los Inmortales!... ¡ejército de los Sáfavidas! Yo Darice de Persia, descendiente de la dinastía de Ali Azeri les pide su lealtad y su respeto. Y si creen que soy digna de llevar la corona y sentarme en el trono levanten sus espadas y júrenme lealtad para luchar por el imperio, y por el pueblo. Júrenme lealtad para luchar junto conmigo, pero si creen que no soy digna, ¡inclino mi cabeza ante el filo de su espada!
Faráz la oyó y por un segundo cerró los ojos por la magnitud de aquella oferta, pero cuando los abrió empezó a ver como cada guerrero se inclina ante ella levantando sus espadas empezando por el líder Hiram y posteriormente el líder Malek, que al hacerlo sus hombres lo siguen.
Ella es digna de ser reina y ellos lo saben.
El príncipe Mural empezó a aplaudir mientras habla.
— ¡Bravo! Que conmovedor discurso. Porque ahora soy yo quien va a reclamar su derecho al trono—, dijo enérgicamente.
— Ya lo has hecho y el ejército ha hablado—, respondió Darice con firmeza.
— Mi reclamo no es con palabras mi querida sobrina. Porque ahora vas a demostrar si eres digna de que ellos levanten su espada por ti y te juren lealtad, porque ahora te toca levantar la tuya. ¡Pido por derecho de sucesión un combate espada con espada hasta morir! —, dijo mirándola con suficiencia y desprecio.
— Acepto—, respondió Darice sin pensarlo, sin detenerse siquiera un segundo. Y acto seguido un grupo de guerreros persas mucho más grande rodearon a Darice y al príncipe Mural.
— Debemos sacarla—, le dijo Faráz a sus hombres desenfundando la espada y ellos lo siguieron.
Sin embargo el combate entre Darice y su tío comenzó y a su vez él viejo Príamo los detuvo.
— Si intentan sacarla van a enjuiciarla por desacato y deshonra. El ejército le dará la espalda. No podemos, es demasiado tarde. Debe luchar porque ella ha aceptado y el ejército así lo ve—, dijo el viejo sin atreverse a mirar al príncipe a los ojos.
— Si algo le pasa te cortaré la cabeza a ti y a todos. Tú sabías que esto podía pasar—, le reclamó.
Para Faráz no hay diferencia en aceptar y morir, que haberse negado a ceder el trono.
— Yo mismo le pondré el cuello Majestad. Ella me prometió negarse y entregar el trono antes de batirse en combate con su tío. Tenga confianza en ella. No es débil como parece—, dijo con determinación.
— Pensé que la conocías mejor—, agregó mirando el combate y refiriéndose a eso que le prometió negarse.
El problema de Faráz que ahora no la ve como guerrera, ni reina. Sino como la mujer que ama. Y ahora está furioso con ella, con todos.
Por supuesto que Darice no iba a negarse a demostrar que puede. Como toda necia jamás lo haría.
Todos miran la batalla y ella lo está haciendo bien para sorpresa de muchos. No ha bajado la guardia en ningún momento y la lucha ha sido constante y pareja.
Por derecho legítimo el trono le corresponde a ella, los guerreros lo saben, pero cuando ella aceptó el duelo muchos apostaron por el príncipe Mural, sin embargo la princesa no ha fallado, no se ve débil ante él. Y empiezan a creer que puede lograrlo.
Faráz por su lado está apunto de entrar él mismo al combate y cortarle la cabeza a ese desgraciado de un solo tajo. Él juró cuidarla, protegerla y en cambio lo que está haciendo es que podría verla morir ahí parado sin hacer nada.
— Confía en ella—, dijo Ciro poniéndose a su lado—. Será una gran reina—, concluyó admirado.
Y entonces sucedió. El príncipe Mural se le fue encima con la espada en lo alto listo para matarla que hasta Faráz avanzó inconscientemente pero lo detuvieron. Él levantó espada amenazante y si no fuera que Ciro intervino mediando la situación tal vez hubiera matado a quien lo detuvo. Selim se acercó también y fue Sihan el que señaló lo que está pasando en el duelo. Faráz volteó y vio cuando ella se agachó lo más que pudo enterrando la espada en el pecho del príncipe Mural con tanta fuerza que la punta afilada salió del otro lado.
Faráz y ella entrenaron muchas veces esa técnica y mantener el equilibrio le había costado trabajo y por lo general terminaba de nalgas en el duro suelo, otras veces no.
— ¡Padre! —, gritó alguien del otro lado pero fue demasiado tarde porque Mural al caer al suelo quiso agarrarse de Darice pero murió mientras caía. Y luego el cuerpo de Darice se dobló un poco por el peso de su tío, y luego ella cayó al suelo pero por la flecha que se clavó en su espalda.
Todo fue tan rápido que en lo que mientras Faráz corría hacia ella el hombre que lanzó la flecha intentaba huir, pero los guerreros a su lado lo impidieron y lo agarraron.
— ¡Darice! —, le habló con desesperación cuando se hincó a su lado y quitó con brusquedad el cuerpo de su tío.
— Estoy bien—, dijo mirando hacia su estómago porque claramente toda la flecha puede verse del otro lado.
Faráz pensó lo peor hasta que observó mejor. Suspiró. La flecha está a un costado de la cintura y apenas la alcanzó. Un poco más y no le llega. No es una herida profunda ni grave. Sobrevivirá.
— ¡Maldita perra! —, gritó el hombre forcejeando con quienes lo tienen sujeto—. Eres mujer no es tu derecho ser reina—, volvió a gritar con odio.
Faráz no lo conoce, pero por la vestimenta supone es el hijo del príncipe Mural. Por el parecido no niega ser familia.
— Mátenlo—, fue la orden de Darice mientras se incorpora con dificultad.
— Yo lo haré—, dijo Faráz y después se dirigió al hombre—. ¡Eres un cobarde! Tu padre perdió en una batalla limpia—, le gritó mientras camina reduciendo la corta distancia y con un solo movimiento cortó su cabeza.
Matar a alguien no siempre es una satisfacción para muchos. Faráz jamás ha disfrutado matar aunque sea enemigo. Lo hace por deber o por honor, pero nunca por gusto, aunque piense que lo merecen, como ahora ese hombre y con Navid. Con quién tiene una cuenta pendiente que va a cobrarse tarde o temprano.
— Hay que atender la herida—, dijo Príamo.
Faráz se dio la vuelta y sostuvo a Darice.
— Estoy bien—, volvió a decir intentando restarle importancia, pero su mueca de dolor la delata. Puede que la herida sea menor pero el dolor no.
A Faráz después del enojo vino el miedo y ahora está feliz de tenerla viva.
— No podemos entrar al castillo—, dijo Hiram. Darice y él voltearon mirándolo como esperando una respuesta—. Las entradas están bloqueadas y hay arqueros en las torres—, agregó después señalando las torres.
Todo castillo tiene salidas de emergencia, rutas de escape. Casi siempre hay más de una porque en caso de ser necesario se sacrifica una entrada para poder ingresar o incluso salir.
Faráz miró a Darice que inmediatamente pensó en eso. A Faráz le gusta su capacidad de digerir las cosas fácilmente.
— Entraremos por una ruta secreta. Es posible éste vigilada o bloqueada…—, comentó y Sihan habló.
— Revisamos los muros—, dijo Sihan—Hay un punto donde no hay arqueros. Selim cree poder subir—, comentó mientras Darice se le queda mirando como no creyendo posible aquello.
— Es un muro de doscientos metros. ¿Cómo pretende lograrlo? —, terminó preguntando con incredulidad.
— Una ballesta, un ancla y mucha cuerda—, dijo Selim mientras se acerca.
— Hazlo—, le dijo Faráz porque conoce a sus hombres. Si Selim dice que puede es porque así es.
— Una cosa más—, agregó Sihan—. Necesitaremos varios de esos—, señaló el uniforme de uno de los guerreros Inmortales.
— Vayan con él e intercambien uniformes—, ordenó Darice a un grupo de unos veinte de sus hombres.
Con la mirada confusa, pero sin decir nada obedecieron y se fueron con Sihan.
— ¿Exactamente qué es lo que planean? —, preguntó mientras le ponen ungüentos en la herida y ella intenta aguantarse el dolor.
— Selim subirá y asegurará varias cuerdas y otros más lo seguirán—, dijo observando la herida sin dejar de hablar—. Después van a infiltrarse y abrirán la puerta. Dales tiempo.
— Parece muy fácil. ¡Ouch! —, se quejó cerrando los ojos y apretando los puños cuando le ponían la venda.
— Estoy muy orgulloso de ti—, dijo Faráz finalmente porque así es.
— Fue gracias a ti y todas esas horas de entrenamiento—, le respondió acariciando su mejilla con uno de los dedos.
— Realmente eres buena, disciplinada y entregada. Y la mayoría de la veces eres terca y obstinada—, agregó después.
Daríce le sonrió de esa forma que a él le gusta. Además ella por dentro está brincando de alegría por lo que le dijo, pero más por la odisea que ha hecho frente a todo un ejército que a partir de ahora morirá por ella de ser necesario.
En medio de todo Faráz se acercó a ella dándole un beso y después de eso siguieron poniéndole la venda.
Pasadas algunas horas Darice está nerviosa y desesperada.
— ¡Ordenaré que derriben la puerta! Si es necesario atacaremos el castillo…—, estaba diciendo cuando las puertas se abrieron de par en par y Siham los llamó prácticamente a gritos orgulloso del triunfo.
— ¡El paso está libre! —, gritó desde la puerta y hasta donde está se oye el eco de su voz.
Los guerreros de la entrada comenzaron a avanzar abriendo paso y ellos lo siguieron. Darice montó el caballo con una mueca de dolor en el rostro.
— Estoy bien, —dijo antes que Faráz pudiera decirle algo.
— Andando—, ordenó el el príncipe a los demás y comenzaron avanzar hasta pasar por las enormes puertas de la fortaleza.
Hay pocas personas en las calles y otras más que se asoman por las ventanas dentro de sus casas. A su alrededor hay escuderos protegiéndolos.
— ¡Es la princesa Darice! —, gritó un adolescente desde lo alto de la ventana captando la atención de muchos.
— ¡Viva la princesa Darice! —,
Gritó alguien más y la gente comenzó a salir y muchas más asomarse por las ventanas. Se escuchan gritos de júbilo, pero Faráz está nervioso ante la multitud que comienza a verse.
Siguen cabalgando a buen paso y lo primero que se observa fue que los arqueros han sido retirados de sus puestos. Darice no puede ocultar su asombro al darse cuenta que ya no hay guerreros protegiendo el castillo.
— Cómo lo lograron…—, apenas iba a decir Darice cuando casi llegando a la entrada del castillo vio la menuda figura que Selim tomó de rehén.
Sadira tiene la espada en su cuello y es natural que aquellos que la seguían no quieran actuar más y mucho menos dar su vida por ella. Se han rendido.
Siguieron avanzando hasta quedar de frente a quien se hizo llamar reina regente y que ahora está sola.
— ¿Por qué?—, preguntó Darice con la voz afilada.
— ¿Todavía lo preguntas? —, respondió su hermana desafiante y siguió hablando—. Lo preguntas tú que todo lo ha tenido. Quien por solo pasar es admirada y respetada. Desde niña siempre obtuviste todo y ni siquiera tenías que tronar los dedos para que los demás te obedecieran. ¿Tú me preguntas por qué? La respuesta es fácil. ¡Porque te odio! Lo hago desde niña, desde que me di cuenta que siempre serás la primera, que siempre seras como una sombra y que la única forma de tener lo que tienes es matándote.
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Editado: 15.02.2025