— Estamos listos—, dijo Faráz tomando las manos de Darice.
Ella está callada. Faráz sabe que preocupa, pero así es la vida de un guerrero y el destino de un monarca. Él se agachó y tomo entre sus brazos al pequeño Amir. Príncipe heredero al trono que apenas con sus primeros dos meses de vida ya viene marcado para cargar con el peso de un imperio.
— Cuidas a mamá—, le dijo en voz baja acariciando su mejilla sin dejar de hablar—. Porque es muy inquieta y no puede estar en un solo lugar. Ha pasado mucho tiempo viendo crecer su panza y esperando que llegues, pero ahora que has nacido está desesperada por salir y montar a caballo, practicar con la espada, el arco e irse a cazar un par de venados para demostrar lo fuerte y valiente que es.
Faráz miró a Daríce y ella le miro sonrió mientras él besa al pequeño príncipe para después ponerlo sobre la cuna.
— Prometo que regresaré y mientras esté lejos no habrá día sin pensar en ti—, le dijo preguntándose cuanto tiempo pasará fuera para volver a verlos.
— Te amo—, dijo Darice poniendo las manos sobre sus mejillas y agregando después—. Mis noches serán frías y mis días muy largos. Cada día que pase pediré a los dioses que te protejan—, dijo con tristeza y luego suspiró.
Se besaron con urgencia y deseo. Faráz no quiere alejarse sin tenerla una vez más. Pasará mucho tiempo para que vuelva a hacerle el amor y llenarse de placer con el dulce sabor de sus besos y sus ardientes caricias.
Sin embargo es hora de irse porque un ejército de doscientos veinte mil persas, cien mil espartanos, cincuenta mil macedonios y ochenta mil celtas lo esperan para conquistar Grecia. Iran por tierra y por mar. Sabe que Navid lo espera. La batalla será ardua y miles morirán. Navid entre ellos.
Se separa de Darice y ella vuelve a jalarla para darle un beso más.
— Te amo—, le dice Faráz mientras baja los labios por su cuello y aprieta su cuerpo hacia él absorbiendo su aroma y embriagándose de ella.
Él nos se resiste y la acorrala entre sus brazos para empujarla suavemente hasta recargarla sobre uno de los pilares sin dejar de besarse. Los hombres pueden esperar un poco más.
Para Faráz tenerla la entre sus brazos es la gloria.
Al terminar ella suspira mientras se acomoda el vestido y se gira hacia él al tiempo que Faráz sigue recargando las manos sobre el pilar.
— Extrañaré esto cada noche. Tu compañía, tus pláticas—, dijo Daríce con voz suave y triste.
— Volveré, lo juro—, le prometió porque así tiene que ser.
Faráz levantó nuevamente el rostro de Daríce y se volvieron a besar. Después caminó un poco y besó el rostro del pequeño.
Finalmente se dirigió a la puerta con la imagen de sus rostros grabados en la mente. Es la fuerza que necesita para luchar, vivir y regresar.
Daríce ve como Faráz atraviesa la puerta de los aposentos y un nudo se aloja en el pecho y se extiende por todo su cuerpo, mientras sigue parada contemplando el rostro del pequeño por varios minutos. Después oye las trompetas que anuncian su partida. Toma al bebé y caminó hasta al balcón para ver salir a Faráz encabezando el grupo y a su lado Ciro. Atrás va la guardia real.
Más allá del muro de la fortaleza se alcanza ver las legiones que partirán con él desde ahí. Durante el camino se le unirán más y más hasta llegar a la frontera para entrar por mar, mientras Hassin y Selim entrarán por tierra.
Daríce piensa en Hassin y no puede evitar pensar en Leila preguntándose si aún sigue viva. Después de varias pesquisas consiguieron información, y después le perdieron por completo el rastro. Fue tan frustrante encontrarse con pared después de meses de búsqueda.
Hassin está devastado y muchas veces Daríce ha querido poner la mano sobre su hombro y decirle que no está solo. Que así como él, ella tampoco dejará de buscar ni un solo día, aunque con cada día que pase la esperanza se haga menor. Hay un grupo de hombres que la buscan cuya misión es no regresar sin ella. De eso hace meses.
Daríce parada en el balcón con un bebé en brazos ve partir a Faráz y se pongo en el lugar de Hassin. De solo pensar que podría no volver a ver al hombre que ama se le parte el corazón.
Hassin no es el mismo y todos lo notan. En un abrir y cerrar de ojos él perdió al amor de su vida y ella se quedó sin hermanas. Una está desaparecida, tal vez muerta, y la otra aislada. La última permanecerá así por el resto de su vida, en un lugar lejano dentro de una fortaleza en medio de pura agua y cocodrilos. El río Tigris será su eterno compañero y se van a llevar muy bien porque ambos son despiadados que destruyen todo a su paso.
Ella estuvo inmóvil en el balcón viendo cómo se aleja el amor de su vida y preguntándose cuando volverá a verlo, pues una campaña de guerra puede durar mucho tiempo. Meses, años. Recordó que una vez su padre se ausentó por cinco años cuando expandió su dominio más allá de Asia menor.
— Volverá—, le susurró al pequeño Amir—. Lo hará por ti, por mí, y porque tenemos un imperio que gobernar juntos—, le aseguró mientras el pequeño la observa sin saber nada de la vida.
— Majestad…—, volteó sin evitar suspirar.
— Se han ido. Qué largo serán los días a partir de hoy—, dijo Azara mirando al frente.
Daríce sabe que no lo dice por ella, ni por la guerra, sino por el general Ciro. Ella no lo había notado hasta hace apenas unas semanas atrás.
Tan sumida estaba la reina en su mundo de mujer embarazada con náuseas durante todo el embarazo, y concentrada tanto en ella que pasó desapercibido lo evidente desde hace meses atrás. Ciro y Azara se gustan. Aún no sabe quién empezó a gustarle primero al otro, pero lo que si notó es que es recíproco. Entre ellos hay miradas fortuitas. Coqueteo disimulado.
Sin embargo existe un problema. Ciro es un oficial de alto rango, descendiente de una familia de aristócratas espartanos cuyo padre pertenece al concejo y su madre tomaba té con la reina Dana. Ciro aún es joven de treinta y algo según le dijo Faráz. Enviudó hace más de cinco años porque la esposa murió dando a luz y el hijo también. No se ha vuelto a casar.
Daríce se ha propuesto volverlo a casarlo, y lo hará con su doncella y nadie se atreverá a oponerse o cuestionar algo, ni siquiera la familia aristócrata del general.
Los días pasan, uno tras otro. Ya van dos meses desde que Faráz partió. La reina lo extraña y anhela su compañía cada día que transcurre.
— No hay noticias todavía—, le dijo a su dama de compañía que está un poco inquieta sentada a su lado. Y su inquietud se debe a que está sentada.
— Han pasado mucho tiempo—, comentó Azara que de doncella ahora pasó a ser su acompañante del té.
Azara ya no está al servicio de la reina como antes. Ahora su función es ser solo su amiga, acompañarla a los lugares que va como reina y tomar el té con ella. Y tampoco recibe un sueldo como antes, ahora tiene dinero propio que heredó de un familiar que pertenece a la nobleza, ese familiar fue tío de su padre que durante años lo buscó, porque siendo niño fue arrebatado por unos delincuentes mientras viajaban. Azara ahora es como muchos llaman a las familias ricas “adinerada”. Y también de alta cuna, nieta de un Sapatra que tiene a cargo una de las provincias fronterizas más importantes de Persia. La madre de Azara está confundida tanto como la hija, porque nunca le oyó hablar nada sobre eso a su difunto esposo. Pero como iba hacerlo si el señor era un niño de corta edad. El el señor nunca mencionó ni que hubiera sido secuestrado y mucho menos pertenecer a la nobleza, en fin, él ya no está en éste mundo para confirmarlo.
Naturalmente todo es mentira, pero nadie se atreverá a cuestionar la veracidad de las cosas y muchos decir que la reina ha mentido.
— Lo extraño tanto—, admitió Daríce con tristeza pensando en Faráz, mientras le da un trago a el té y observa a su hijo comer del pecho.
Azara la escucha. Quiere mucho a la princesa pero no se atreve a decir nada sobre sus sentimientos hacia Ciro.
Por otro lado Daríce espera el momento que lo haga, aunque comprende que Azara piense que eso es imposible e incluso prohibido mirarlo de esa forma. Pero ella se va a encargar de hacerle saber que ahora es diferente y puede aspirar tan lejos como quiera. Sin embargo va a esperar. Dejará que la gente empiece a verla como noble y deje de verla como doncella. Al fin y al cabo que hay mucho tiempo de aquí a que Ciro regrese.
— Iremos al jardín. Necesitamos tomar aire fresco. Señoritas—, Daríce se dirigió a sus doncellas—. Preparen todo que comeremos en el jardín.
Y después que todo estuvo listo se dirigieron al jardín donde levantaron la carpa, pusieron cojines y una mesa de centro con gran variedad de comida.
— Es raro Majestad. Estar aquí con usted así—, comentó Azara a quien le resulta difícil adaptarse a su nueva posición.
— Hace años que estás conmigo. Yo no veo diferencia. Me haces compañía y me agrada—, respondió levantando ambas cejas y Azara sonrió.
— Que me sirvan el té, el agua y hasta la comida—, agregó tomando una uva del racimo que nos han puesto.
— Tu posición ha cambiado. Claro que puedes seguir haciendo las cosas tú misma, pero como excepción. Así como yo cuando me visto sola y todos se admiran pensando que sí soy capaz de hacerlo—, dijo y ambas se rieron.
— Usted es reina. Servirle se hace con placer—, agregó después.
— La lealtad es muy importante para mí, y tú me has demostrado lo valiosa que es. Sin tu persistencia y fortaleza yo no estaría aquí. Además, eres libre y puedes hacer lo que te plazca con tu libertad—, le comentó con sinceridad.
— Siendo honesta Majestad he vivido por tantos años en el castillo que no me imagino una vida fuera—, comentó apenada.
— Podemos empezar con disfrutar muchas cosas. ¿Qué te parece por fin aprender a montar? O podemos mandar a llamar al joyero para que te haga algo especial, ¿Que tal una costurera? Podemos hacernos hermosos vestidos. Ahora eres una mujer de familia importante y debes comportarte como tal. Empezarán a incluirte en los eventos sociales y no acudirás como mi doncella sino como la mujer que toma el té con la reina. Podrás conocer algún hombre guapo, y uno que otro oportunista querrá casarse contigo. Pero sabrás escoger, yo te voy ayudar. ¿Qué tal el nieto de Príamo? —, comentó con la clara intención de sobresaltarla un poco.
Su reacción fue tan rápida que la reina no pudo aguantarse las ganas de reír de solo ver su cara de horror considerando que el hombre en cuestión es joven, agradable, muy educado y con un futuro prometedor entre su gente de mayor confianza. Claro que la finalidad de Daríce fue precisamente lograr una reacción de sobresalto en ella.
— Yo no estoy pensando en casarme Majestad—, dijo rápidamente agachando la cabeza.
— Solo se me ocurrió—, le comentó divertida.
— ¿Majestad está pensando casarme con él? —, preguntó asustada.
— ¿Te gustaría? —, respondió Daríce con otra pregunta.
La reina no se aguanta las ganas de reír pero intento no hacerlo.
— Con todo respeto Majestad, pero no—, dijo tomando otra uva y luego la miró avergonzada—. No me gusta—, admitió finalmente bajando la cabeza.
— Está bien no te casaremos con él. Ya quita esa cara—, le dijo y luego se rio disimuladamente—. ¿Hay alguno que si te guste? —, preguntó sin dejar de mirarla y se puso tan roja como un tomate.
— Una mujer que no puede dar hijos no es digna de ningún hombre Majestad.
— La curandera dice lo contrario Azara, que aunque a la mujer no le llegue su sangre mes con mes puede dar hijos y que ha visto muchos casos. Pero no has respondido mi pregunta—. Insistió Daríce mientras toma un bocado más de la mesa.
La reina no se lo comió porque empezó a sentir enormes ganas de vomitar y fue vergonzoso vaciar el estómago delante de las otras personas, porque no le dio tiempo ni de pararse. Azara la tomó por el brazo y unas de las doncellas sostuvo al bebé.
— Esta pálida. Recárguese aquí.
Daríce así lo hizo, pero empeoró más y todo le dio vueltas. Pasados los minutos se sintió mejor.
— Ya se me pasó. Vamos a mis aposentos—, les pidió parándose pero sin dejar de sentirse mareada—. Necesito acostarme un poco—, les dijo y fue Azara quien la tomó del brazo rápidamente.
Caminaron hasta los aposentos y una vez sobre la cama la reina cerró los ojos e intentó no pensar en las ganas de seguir devolviendo lo que comió. Seguro le cayó pesado el desayuno o el almuerzo.
— ¿Le pido a la curandera que venga? —, preguntó Azara con preocupación.
— Ya se me está pasando—, respondió porque parece que así es.
— Majestad ¿Y si está embarazada? —, preguntó levantando ambas cejas.
A la reina la palabra la tomó por sorpresa y retumbó en su cabeza varias veces hasta que pareció volver al mundo real.
— Estoy amamantando—, comentó como si eso fuera un escudo protector que impide una mujer se embarace tan pronto. Pero luego recordó la cantidad de mujeres que tienen un hijo tras otro, que cuando los miras juntos hasta parecen gemelos—. Hagan venir a la curandera—, pidió finalmente.
Embarazada se repitió mentalmente Daríce porque no podía hacer cuentas a partir de su última sangre pues fue cuando se embarazó de Amir. Y una vez nació al cumplir los cuarenta días de dieta, el rey Faráz andaba que no se lo quitó de encima hasta el día que se fue a la guerra. Miró el pilar dónde por última vez hicieron el amor anhelando su regreso.
Daríce pensó que después del nacimiento de Amir el deseo no sería igual después del parto, sin embargo descubrió que estaba equivocada.
— Majestad me dijeron que viniera, ¿Cómo se siente? —, preguntó parándose a su lado mientras pone su maletín de cuero sobre la pequeña mesa al lado.
— Tuve un mareo, vómito, y la verdad aún siento asco—, admitiendo que no se siente bien todavía.
— Vamos a revisarla. ¿Siente malestar estomacal? —, preguntó abriendo su maletín.
Negó.
— ¿Llegó su sangre después de tener al príncipe? —, preguntó después.
Negó.
— ¿Había tenido mareos y ascos antes? —, dijo formulando una nueva pregunta.
Negó otra vez.
— Majestad descúbrase el vientre por favor—, le pidió.
Y eso hice la reina al tiempo que la curandera pone las manos sobre el estómago de ella y comenzó a buscar.
La reina se pregunta que será sabrá pues presionar ligeramente el vientre no es le fuera a decir que está en cinta.
— Estoy casi segura que está embarazada. En dos semanas volveré a revisarla y podré confirmarlo. Debe cuidarse y no…
— No montar a caballo—, dijo sin dejar que termine de decir lo que ya sabe.
— Así es Majestad—, respondió sonriendo levemente.
No hay mayor espera que desear volver a ver a alguien con todas las fuerzas y sentir lo largo que se hace el tiempo. Más cuando se sabe que con cada día que pasa la vida de esa otra persona corre peligro minuto tras minuto.
La reina Daríce bajó la mirada viendo el enorme vientre que ahora sobresale de su cuerpo y enseguida sus pensamientos volvieron a Faráz. Está absorta en el recuerdo de su voz y sus labios al besarla. Ella acaricia su vientre recordando que ahí dentro está la prueba del amor entre ellos dos.
De repente siente un dolor, luego otro más intenso y por experiencia sabe que el parto va a comenzar. Luego vendrán dolores más fuertes al punto que sentirá que muere.
—Creo que ya viene—, le dijo a Azara llevándose las manos nuevamente al vientre pero esta vez con una mueca de dolor en el rostro.
Azara inmediatamente hace llamar a las curanderas que no tardan en venir y revisarla.
—Es hora—, dice la curandera después de examinarla mientras otras mujeres comienzan a preparar todo.
Y ahí comienza el lento suplicio de la labor de un parto. El final de algo que comienza con placer y termina con dolor.
—¡Puje Majestad! —, dijo la curandera con energía pero la reina apenas y logra ver o escuchar a las personas a su alrededor. Son tres parteras y dos curanderas.
Los dolores son horribles y cada vez que puja siente que se parto en dos. Una mujer de cada lado sostiene las rodillas sujetas lo más arriba que se podría pensar, imposible creer puedan estar tan levantadas que casi le llegan al hombro.
La reina no logra ver bien quién tiene su mano sujeta, pero de alguna manera se siente reconfortante. Cuando nació el pequeño Amir, fue el rey Faráz quien sujetó su mano, aun cuando se supone no está permitido que él estuviera con ella. Son cosas de mujeres habían dicho las parteras, pero como Daríce es la reina y Faráz accedió, le importaba nada si está permitido o no.
Daríce volvió a pujar una vez más sin gritar, sintiendo el desgarre gutural de su garganta por reprimir el grito que quiere salir, pero que no permite. Solo puja lo más que puede con todas sus fuerzas porque sabe que una vez salga el bebé, sentirá un enorme alivio y todo habrá terminado. Volvió a pujar y después de un intenso dolor que la parte en dos, por fin descansó. Oyó el llanto de su hijo o hija no sabría decirlo, pero acto seguido vuelvo a sentir contracciones y todo empieza nuevamente.
— Viene otro. Puje Majestad—, dijo alguien.
Daríce no tuvo tiempo de sentir sorpresa pues a ese nivel de dolor no siente el cuerpo y ni asimila que son dos. Puja por instinto y solo necesitó de uno más porque inmediatamente nació el segundo bebé. El llanto de ambos retumba en la habitación y un sentimiento de alegría y euforia invadió su corazón.
— Tráigamelos—, les pido y enseguida le llevaron a su lado ambos bebés enrollados en una manta. Es imposible saber que son. Daríce desea tanto una niña, pero dejando de lado sus deseos besó a uno y luego al otro.
Una lágrima recorrió la mejilla de la reina, luego otras más mientras en sus labios una sonrisa se extendió. Sus hijos son el amor de su vida. Y claro el padre también.
Faráz está sentado dentro de la tienda de campaña. Nuevamente leyó la carta que recibió de su amada Darice. “Estoy embarazada “, fueron las palabras escritas por ella en la primera carta que le ha llegado. La correspondencia tarda meses en llegar y muchas veces ni siquiera llega porque hay mensajeros que mueren en el camino. Piensa que seguramente el hijo o hija ya nació.
Terminó de leer las últimas líneas donde dice que lo ama, que lo extraña y cada día que ha pasado es condenadamente largo. También dice que Amir está saludable, enorme y come mucho. Faráz sonríe porque en medio de todo ese derramamiento de sangre hay noticias que alegran su corazón. Tomó tinta, papel y comienzó a escribir.
“Darice, mi reina amada, mi sol y mi luna…
Nada me hace tan feliz que saber que la mujer que ilumina mis días y mis noches trae en su vientre otro hijo mío. Pronto nos veremos, el final se acerca para Grecia con cada paso que avanzamos. El general Hassin y Selim han tomado Tracia, nosotros seguimos avanzando hacia Tesalia. Navid está acorralado y pronto estaremos frente a frente. Cuida a mis hijos, cuídate tú. Sé que pensabas distraerte un poco en mi ausencia como montar a caballo, salir a cazar, entrenar. Sin embargo, bueno tendrás que estar quieta unos meses más. Te amo. Ten paciencia que pronto estaré con ustedes.
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Editado: 15.02.2025