Sangre Real

RELATOS CORTOS: DIARIO DE LA DONCELLA MIRZA

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Faráz ha partido a la guerra contra el enemigo persa en la frontera de Efeso. Dos meses han pasado desde que se fue, y todo este tiempo he contado día tras día su regreso. Yo lo amo. No puedo decir que incondicionalmente porque la realidad es que sueño con ser su esposa, pero sobre todo su reina. No soy tonta y sé que es un sueño muy difícil de alcanzar, pero no me importa lo que tenga que hacer porque lo conseguiré. Será una labor complicada pues el rey y el concejo no lo permitirán, incluso el pueblo lo vería mal. Y además hay un decreto oficial donde dice que un descendiente de sangre real no puede unirse con alguien de sangre corriente como yo. Tengo en cuenta ese pequeño inconveniente, así por el momento me limito amarlo y hacerme ilusiones para que el rey muera pronto, y después convencer a Faráz de cambiar las cosas para ascender a su lado como reina. Hoy todo el día en pensado en eso, y la obsesión se hace más y más grande.
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Estoy feliz, es un día especial porque Faráz ha regresado de la guerra. Desafortunadamente, con él trajo la triste noticia que el príncipe Amir a muerto. No es una muerte que yo sienta en absoluto, pero Faráz sí. Ahora está demasiado enojado porque las cosas terminaron mal. Lamentablemente no hay nada que hacer más que aceptar la realidad y continuar. Pero él está triste y su ánimo por los suelos. Eso me beneficia porque está vulnerable. Cada noche me ha mandado a llamar para calentar su cama. Para mí no hay nada mejor que sus caricias, que me nublan la mente de todos los pensamientos de ambición y deseo por tener todo lo que una reina tiene. En estos días he conseguido más de lo que pensé.

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Faráz no ha salido de viaje. He estado a su lado porque así me lo ha pedido. Soy la preferida. Mejor aún, la única en mucho tiempo. Las otras me odian por eso y me molestan de vez en cuando sin llegar al extremo, porque tontas no son y no se atreven a cruzar la línea. A veces quiero decirle y sé que Faráz les pondrá un alto total, pero mi estrategia es pedir poco y obtener mucho. Hasta ahora ha funcionado muy bien porque tengo su atención y su riqueza. Me da oro y telas hermosas. De hecho, hace apenas un momento estuve con él, de esa forma en la que me toma con urgencia que me hace repetirme varias veces que llegaré a ser reina. Porque de todas las mujeres que han pasado por sus brazos desde las hijas de nobles, de grandes comerciantes, doncellas y plebeyas, solo yo he permanecido en su cama por largo tiempo. Solo yo he logrado que no busque más mujeres. Yo seré reina. De las criadas envidiosas y de todos, porque Faráz me ama. Lo imposible será posible, nuestro amor lo podrá todo. Seré reina y todos se arrodillarán ante mí. Ese es mi mayor sueño junto con poder ver la cara de todas aquellas que desean llegue mi fin.

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No hay nada más placentero que despertar con los primeros rayos del sol y a mi lado Faráz. En la mañana cuando salí no quise despertarlo así que me vestí y me fui sigilosamente para no hacer ruido. Estoy completamente feliz por haber estado en sus brazos. Para mí es una prueba de su amor porque él puede tener cualquier mujer que desee y con solo mirarla llevarla a la cama, pero la verdad es que me desea a mí. Sin duda me ama. “Seré reina y me postraré a su lado mientras todos se arrodillan ante mí”. Y cuando sea reina tendré mis propios aposentos reales y la habitación que comparto con las otras criadas quedarán en el pasado. Además, mandaré a contarles la cabeza a todas.
Soy feliz de servirle al príncipe, y más si se trata de enredarme con él en su cama y en sus brazos. Claro esa no es mi obligación, pero lo que sí es llevarle el desayuno, hacer la habitación, la ropa, tenerle listo el baño y más si termino bañándome con él. Todo eso hago junto con las otras dos criadas cuando Faráz está en el castillo, porque cuando se encuentra fuera es diferente quedándome a la orden de Amina. La odiosa mujer mayor encargada del personal y que llegó desde adolescente al castillo. Ella tiene más de cuarenta años al servicio, gozando de privilegios por ser leal y de las más viejas, pero a mí y a muchas nos hace la vida imposible. Pienso decirle a Faráz. Solo tengo que sembrarle una idea en su cabeza para que él me complazca. Como mirar con deseo el collar de la princesa Dana, o comentar sobre sedas hermosas y finas. Y luego él me las da.
Por otro lado, también estoy muy enojada, porque Amina me dijo de cosas. Entre ellas que andaba tonteando en el castillo y que nada más ando de floja. Yo me di la vuelta para volver a salir e ignorarla a propósito. A cualquiera le darían un par de azotes. Pero no a mí, la preferida del príncipe, futura reina.
El caso fue que Amina cuando vio que me iba, volvió a dirigirse a mí diciéndome de cosas. Y yo con altanería me volteé y le dije que el príncipe Faráz acababa de dejarme ir, y que si quería fuera a reclamarle a él. Sin esperar una respuesta me di la vuelta viendo la furia en sus ojos con ganas de darme de bofetadas, pero sabe que no puede. Claro que verá la forma de vengarse cuando Faráz se ausente.
Después que le dije un par de cosas más pensé que ya no me diría nada, y sin embargo fue detrás de mí para decirme que había visto pasar muchas mujeres como yo. Tontas que se acuestan con príncipes y reyes. Que allá fuera existen muchos bastardos fruto de esas uniones, mujeres abandonadas por aspirar algo que nunca va a pasar y que ni la plebe a la misma que pertenecen aceptará. Que mi suerte sería un poco diferente si perteneciera a la nobleza, y que aun así me buscarían un marido de excelente posición que con un arreglo ventajoso ocultarían hasta un embarazo. Que el príncipe Faráz es inalcanzable para mí.
La escuché y permanecí callada, lo cual es raro, pero mi molestia creció más y más hasta que le dije que seguro pensaba así porque nunca estuvo ni estará con uno. La odié tanto porque se rio con burla, agregando que lo decía porque ha vivido más que yo. Aparte me dijo idiota, arrogante, insolente y sobre todo estúpida. Que mis sentimientos no son sinceros porque siempre espero recibir algo a cambio. Y que se va a llenar de alegría cuando azote tan duro que no pueda ni pararme del golpe. Y que bien merecido lo tendré por creer que puedo aspirar a más. También dijo que tengo una posición en el castillo y en la vida, y que ninguna es como reina. Lo último lo dijo con tanto desprecio que fue ahí cuando la enfrenté diciéndole que me tiene envidia, que llegará el momento que va arrodillarse ante mí, y cuando ese día llegue escupiré cada palabra en su cara antes de hacer que le corten la cabeza. Lo último se lo grité mientras imaginaba su cabeza rodando por el suelo. Maldita mujer odiosa. Y si no fuera porque todos los criados saben que nos odiamos, ya le habría enterrado una daga.
Después de nuestra discusión Amina se dio la vuelta a las risas y se dirigió a las otras doncellas para ordenarles ir a la gran sala para servir a la familia real. Las otras me miraron con burla porque obviamente escucharon todo. Antes que Amina se fuera me ordenó que debía limpiar la habitación en la que estábamos, y también las dos continuas.
Me le quedé mirando con odio, pero obedecí, y sin pérdida de tiempo me puse a componer la habitación con la determinación de vengarme y buscar la forma que Faráz la ponga en su lugar.
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Escribo estas letras mientras estoy desesperada porque no he podido confirmar los rumores que a mis oídos han llegado. Para empezar mi día comenzó mal porque durante el baño en las duchas colectivas las otras empezaron a molestarme mientras me bañaba rápidamente, pues me apuraba para ir a los aposentos de Faráz y ver si ya había regresado.
Y luego las odiosas esas empezaron a los chismes que el rey ya tiene una esposa para Faráz, y que la celebración será como nunca antes se vio una. Aun siento que me falta la respiración y tengo una sensación como si tuviera atorada en la garganta piedras pasadas por las brasas. Y mis nervios recorren todo mi cuerpo a cada segundo. No quiero creerle. Me niego rotundamente, aunque mi mente diga una y otra vez que es imposible inventen algo así. Incluso para molestarme no lo harían. Nadie se atrevería a decir semejante mentira. Eso me está matando, aparte de recordar la sonrisa de Amina y la burla de las demás.
No poder comprobarlo es una sensación insoportable. Faráz no está. No lo encontré. Y aquí estoy, sola en mi cuarto, llorando y al mismo tiempo intentando calmarme antes que las otras entren.
Por los dioses, si es que existen, que me han dejado desamparada y a la deriva sin poder confirmar nada, porque la única persona que podría hacerlo no está. Faráz ha salido nuevamente y empiezo a creer es porque no quiere verme. Y luego aquí en el castillo todos hablan de lo mismo. Dicen que es hermosa, una princesa de más de veinte años, y la primogénita de la familia real persa. Esto ya no parece chisme ni rumor, de ser así el rey ya los habría detenido y la princesa Dana igual. Me duele en el alma y el nudo se hace cada vez más grande.
También escuche algo que hizo que la angustia se mitigara un poco, porque alguien dijo que escuchó rumores que la princesa parece hombre. Y yo quiero imaginarla así. Como una mujer horrible y muy fea. Razón por la cual no se ha casado a su edad. Pero por otro lado dijeron que es la mujer más hermosa que se haya visto, y que muchos guerreros hablan sobre eso porque ella estuvo en la guerra.
La palabra hermosa hace que los celos crezcan por dentro y el odio invada todo mi ser. Y luego me pongo a pensar que no puede ser esa mujer, la misma a quien Faráz iba a matar en la guerra donde murió el príncipe Amir.
Yo ya había escuchado algo de eso, fueron los chismes que circularon al regreso de los guerreros al finalizar la batalla. Esa es una razón para pensar que Faráz no se casará con el enemigo. Y mucho menos con la mujer fea que dicen es.
No he podido dormir. Es el segundo día que siguen hablando de lo mismo y nadie detiene el rumor. Mis ojos están rojos e hinchados de tanto llorar. Y esas estúpidas arrogantes disfrutan mi sufrimiento.
No quiero oír la palabra unión, celebración. Y menos que digan será pronto. Tampoco que ella vendrá aquí y debemos honrarla, respetarla, porque será la futura reina, madre del príncipe heredero, quien perdurará la dinastía del rey Corisio por muchos años más.
Dicen, dicen, dicen y yo sin poder confirmar nada. ¿por qué Faráz tuvo que salir? Mi cabeza estallará, y muy en el fondo sé la verdad, pero mi cerebro no quiere aceptarlo. Esa mujer es fea, horrible, por eso no tiene marido, ni hijos, porque es incapaz de despertar el deseo y la atracción de un hombre.
Estoy feliz. Y si existe algo más maravilloso que la felicidad entonces eso siento yo.
Porque todo cae por su propio peso, y tener paciencia es la clave para obtener muchas cosas. Como por fin ver que Amina agacha la cabeza ante mí. Es un grandioso día. Un triunfo que estoy disfrutando plenamente. Incluso las otras tienen prohibido tocar un solo cabello mío. Y por eso están que arden. Me miran feo cuando creen que no me doy cuenta, mientras me regocijo con ver su derrota. Ya casi me siento reina y aquí estoy preparándome para ir a los brazos de Faráz que me ha mandado a llamar.
Pero antes de ir a verlo, contaré que primero que Amina tuviera que agachar la cabeza en mi presencia tuve otro altercado con ella. Todo empezó porque me ordenó atender al rey en el comedor principal, y el problema parece que empezó porque Faráz no bajó a comer y me andaba buscando. Según supe regañó a Amina. Después la misma Amina regresó pidiéndome disculpas por faltarme el respeto, diciéndome que a partir de ahora nadie debe meterse conmigo.
Mi conclusión es que Faráz la puso en su lugar porque la única razón que existe es que soy yo. Yo soy la mujer que él ha escogido como esposa. Yo seré reina por fin.
Esto que siento no se puede explicar, no hay palabras que describan el enorme e interminable pesar que inunda mi alma y corazón. Todo se ha derrumbado, todo se ha perdido, y lo supe cuándo entré a los aposentos de Faráz y nuestras miradas se encontraron, porque lo primero que vi fue la culpa en sus ojos. Y después las palabras que salieron de su boca han sido las más amargas que he escuchado en toda mi vida.
Es verdad que se casará con otra. La princesa persa será su esposa. Darice es su nombre. Mis sueños de ser su mujer, pero sobre todo su reina, han sido aplastados, destrozados con una sola orden del rey.
Y mientras escribo siento la ira creciendo en mi interior porque ahora sé que me he hecho puras esperanzas tontas, porque el corazón de Faráz no me importa si jamás llegaré a ser reina. Tengo en mi mente el recuerdo exacto de sus palabras y la expresión en su rostro. Yo lo sentí como si lo perdía todo porque estuve tan cerca de conseguirlo. Y llevo demasiadas horas sin poder dormir, sin poder pensar en nada que no sea él uniéndose a otra mujer.
Intento mantener la cabeza fría para aceptar el hecho que va a desposar a otra mujer, una a su altura, una princesa como él. Exigir no es opción cuando se nace en una aldea siendo hija de leñadores. Y aunque me siento privilegiada por haber sido asignada al servicio del castillo desde hace cuatro años yo aspiro a más. Yo quiero ser reina y parece que será más difícil conseguirlo, pero hay que empezar con algo sino se puede obtener lo que se quiere. Además, todos morimos, incluso las princesas, y Faráz puede quedar solo nuevamente y ahí estaré yo para apoyarlo. Matar a esa maldita será mi prioridad a partir de hoy.
Han sido semanas difíciles, llenas de incertidumbre, odio, desesperación y amargura. Faráz no está. Él marchó hace días a Persia a conocer a su futura esposa. Quiero romper todo a mi paso de solo escribir esa palabra. No duermo, poco como, y temo el momento que Faráz la conozca. Después de todo él es hombre y esa será su mujer. Hasta ahora nadie ha podido confirmar como es. Habría que verla para saberlo. Esperar será mi penitencia, porque no importa que nadie se meta conmigo. Que las otras me respeten y no me digan nada, que Faráz me dé oro, joyas y telas hermosas y diga que soy su mujer. Tampoco importa que diga que jamás verá a esa mujer de otra forma que no sea como enemiga. Todo eso no tendrá valor hasta el día que yo me siente en el trono dorado.
Faráz ha regresado y aunque suene imposible me ha hecho feliz. Él regresó de Persia anhelando mi compañía con el mismo deseo incontrolable de antes. Con esa pasión desbordada que me da esperanza. Ese tipo de esperanza que me hace creer que todo puede ser posible. Que perderlo no es opción, que otra mujer no me lo puede quitar. Y mucho menos una que le impusieron. Ella es enemiga y Faráz nunca debe olvidar que los persas mataron a su hermano. Faráz es solo mío. El hombre que me hará reina.
Ahora tengo esa seguridad, porque después de haber estado con una princesa de sangre real, él viene a buscar a la simple doncella. A la criada a su servicio.
Ahora sé que esa mujer es fea, horrible. Faráz poco ha hablado de ella y la única vez que lo hizo fue con desprecio. Lo que se dijo de su belleza es mentira. Solo basta ver y sentir el deseo con el que Faráz me ha hecho nuevamente su mujer para sentirme poderosa. Yo tengo poder sobre él y será mi pase para ser reina. Mi alfombra hacia la corona por encima de esa mujer.
Nuevamente los días se ponen negros para mí. Él se fue y espero su regreso. Pero ahora será diferente. Faráz no vendrá solo y todo a mi alrededor es una locura, empezando por mi cabeza. Hay muchas cosas nuevas, incluido los aposentos. Los que serán de Faráz y su esposa. Son hermosos, lo reconozco con odio, envidia y celos. La princesa Dana se ha esmerado en hacerlos perfectos. Yo estoy que ardo de coraje porque deberían ser míos. En mi cabeza retumba la palabra MÁTALA, porque esa impostora quiere quitarme lo que me pertenece. Esa horrible mujer de quien la princesa Dana no deja de hablar. Dice que es hermosa y admirada por su pueblo. Que su belleza es incomparable y su inteligencia una virtud. Odio a la princesa Dana también, y seguramente lo dice para molestarme. La esposa de Faráz es horrible, porque solo a una princesa fea se le consigue marido a esa edad.
Y también estoy molesta porque la princesa Dana ha anunciado que ahora pertenezco a sus doncellas. Que ya no estaré más al servicio de Faráz. No sé qué pensar, pero estoy segura que una orden de él no puede ser, y la única razón es que la princesa Dana me quiere quitar de en medio. Ya quiero que venga Faráz y aclare esta situación.
Un día falta para que lleguen los príncipes. Los nervios van a matarme con esta larga espera que se siente eterna. No tengo ganas ni de escribir porque de mi tinta solo salen palabras confusas entre odio, coraje, esperanza, seguridad, y luego inseguridad. Pero me aferro a ser yo la que debe ponerse la corona. Soy yo, la que debe ir a su lado. Soy yo ante quien deben arrodillarse. Soy yo la que debe ser reina.
Resumiré mi día en una sola palabra. FELICIDAD. Faráz me ama, no ha dejado de hacerlo. Y yo acabo de estar entre sus brazos mientras su esposa, la princesa Darice se queda sola en sus hermosos aposentos que no compartió con él. Porque Faráz estuvo conmigo toda la tarde hasta caer la noche. Así que después de escribir esto, relataré cómo fue la llegada de los príncipes herederos.
Fue por la mañana cuando las trompetas sonaron y los tambores también. En ese momento quise correr y asomarme por una de las ventanas y ver el comité que se acercaba. Mi corazón estaba muy acelerado porque Faráz llegaba y junto con él venía ella. Su esposa. La princesa. Futura reina. Pensar en eso hace que la sangre me hierva y recuerde que debo hacer muchas cosas para que ella muera y jamás llegue a ser reina de Esparta. Intentaré dejar esos pensamientos a un lado y seguiré escribiendo como fue su llegada.
Para empezar fuera del castillo la multitud se juntó. Hubo gritos de júbilo y el pueblo decía “vivan los príncipes “. Me sorprenden la rapidez con la cual olvidan el pasado. Podrán decir que todo fue una conspiración, pero Persia es enemiga. La princesa Darice también.
En fin, ellos llegaron y entraron primero a la gran sala, donde fueron recibidos por el rey y la princesa Dana. Estuvieron los concejeros y algunos oficiales de alto rango, así como funcionarios importantes. Después pasaron por el gran pasillo para que todos los criados conociéramos a la princesa esa que se ha casado con mi príncipe. Y fue ahí donde la vi por primera vez.
¡Debía ser fea! Fue mi grito ahogado de dolor al verla, y por primera vez sentí miedo porque Faráz llevaba ausente mucho tiempo desde que se fue para desposarse con ella. Con solo verla era imposible no pensar que se la ha llevado a la cama. Y en cuanto pasó por el pasillo tomada del brazo de Faráz, tan altiva, imponente, las otras empezaron a molestarme. “Tu reinado ha terminado reina Mirza”, me dijo una en voz baja. “Es más bella incluso de lo que se dice y ya debe tener al príncipe a sus pies, porque todas sabemos que su debilidad son las mujeres hermosas”, dijo otra burlonamente sin quitarme la mirada de encima. Las miré con odio sin poder contener mi ira e imaginando sus cabezas enterradas en lanzas. Después Amina llegó y nos regañó por hacer escándalo y nos ordenó entrar a la sala y permanecer a lado de quienes servimos, recordándome que ahora pertenezco a las doncellas de la princesa Dana.
Así que tuve que entrar y me paré cerca de la princesa Dana, sin poder evitar mirarlo y tampoco dejar de mirarla a ella. Debo admitirlo, no es fea y pensar en eso me provoca celos que inundan toda mi mente, aunque no hay razón para eso, porque Faráz me ha preferido a mí por encima de ella y me lo ha demostrado, incluso diciéndome que entre ellos no ha pasado nada. Eso me hace feliz, y entonces recuerdo que yo no he podido darle un hijo, lo que me produce enojo pues paso muchas noches con él y no quedo en cinta. Recuerdo que después de la primera vez que estuve con él, unas curanderas me dieron a tomar infusiones de hiervas que Faráz ordenó me dieran como lo hacía con las demás, pero después dejaron de hacerlo y ni aun así consigo tener un hijo dentro de mi vientre. Es horrible no poder traer hijos al mundo. Pequeños príncipes que no quieren llegar. Seguido pienso en eso como un gran obstáculo, y sin embargo ahora tengo uno más.
En fin, volveré a mi relato cuando llegó esa princesa al castillo. Para empezar, no pude dejar de mirarla con rencor y odio por tener lo que yo no he podido. Los dioses son injustos por hacer que ella si tenga derecho y yo no. Al verla lo primero que noté fue que a pesar de estar juntos se ven ausentes. Poco hablaron y cuando lo hicieron parecía más por cortesía que por gusto.
Tengo una pieza clave para tener una idea de su relación durante el viaje. Ya que uno de los guerreros que acompañaron a Faráz, de nombre Yayá es mi aliado. Claro que tengo que pagarle suficiente oro para que me brinde sus servicios. Y una de las principales cosas que tenía que hacer, consistía en dejarle notas a Faráz recordándole que los persas mataron al príncipe Amir. Recordándole que son enemigos, que ella lo es. Tendré que esperar para verlo y me cuente que pasó.
Si algo me dio envidia de ella fue todo ese oro que luce, los hermosos accesorios que traía puestos. Y si lo piensas son cosas que la hacen parecer bonita, porque incluso su ropa tenía piedras preciosas. Había diamantes, rubíes y zafiros. En su cabeza llevaba una tiara con piedras iguales y sobre su cuello sobresalía un hermoso collar. En uno de sus brazos por debajo del hombro resaltaba un brazalete bastante llamativo. Tengo entendido que es una costumbre persa usarlo así. Y luego su cabello negro estaba recogido en una trenza y adornado con más rubíes. Definitivamente su belleza sobresale gracias a toda la riqueza que trae encima. Meterme eso a la cabeza ayuda a que mis celos se calmen.
También estuve observando a sus doncellas, pensé que vendría con más porque la princesa Dana tiene siete, ahora ocho conmigo. Y lo primero que tengo que descubrir es cuál es la más cercana. Cuál de las tres es su perro fiel. Esa es la que hay que eliminar primero.
Hoy hay mucho que escribir. Sobre todo, como las piezas fueron poniéndose en su lugar. La primera es yo por encima de la princesa persa. Y ese momento llegó cuando Faráz notó que ya no formaba parte de sus doncellas, porque al retirarse la princesa Dana a sus aposentos tuve que ir detrás de ella. Tengo el dulce recuerdo de triunfo cuando la cara de Faráz fue de confusión y luego dio paso a la molestia. En ese momento no dijo nada y yo seguí mi camino detrás de la princesa Dana hasta llegar a sus aposentos. Me quedé fuera con las otras y pasaron pocos minutos cuando llegó Carol, una de las doncellas de Faráz pidiéndome que me fuera con ella, mientras le decía a otra doncella de la princesa Dana que Faráz hablaría con ella, pero que por el momento no lo molestara y que yo me fuera a preparar para él. Y así mientras la esposa, princesa y heredera de un imperio estaba en sus hermosos aposentos esperando a su príncipe, él dormía con la doncella. Sonrío con suficiencia porque el punto es para mí.
Los días pasan, detesto tener que quedarme a su servicio cuando Faráz no está. Verla me produce náuseas porque no es suficiente con saber que Faráz ni siquiera la toca y cada noche la pasa conmigo desde que llegaron. Ella es arrogante y soberbia, ni siquiera nos mira. A las únicas que se dirige es a sus doncellas y siempre se muestra altiva. Caminando como si el mundo fuera suyo, dando órdenes por todos lados. Sobre todo, en su jardín, el que Faráz le mandó hacer como regalo personal. Cuando me enteré de eso realmente me enfureció, aunque admito que ahora me produce un poco de alegría porque ella se la pasa supervisando que todo vaya como le gusta. Y si no sale de ahí es porque no tiene otra cosa que hacer, más que revisar sus plantitas, y arreglarse para ella sola, porque Faráz solo tiene ojos para mí. La doncella que no luce oro ni piedras preciosas en comparación con ella que luce joyas ostentosas imposibles de no ver. O esas telas bordadas en hilo de oro que al caminar hacen que se sienta como una diosa a la que el mundo debe inclinarse solo porque ella va pasando.
Sí, ella me produce envidia, celos por lo que tiene, y es todo lo que yo quiero. Lo reconozco, la odio. No soporto verla, ni oírla. No soporto nada que provenga de ella sobre todo su respiración.
Ella me lo quiere quitar. Huelo el peligro porque es una mustia que planea alejarlo de mi lado. Hace unos días se quedaron solos en el jardín. Y como si fuera poco salieron durante la tarde y llegaron por la noche. Y luego Amina ordenó que tuviéramos listo el baño con velas y esencias aromáticas. Y Faráz esa noche no durmió conmigo, así como las dos noches siguientes. Es la primera vez desde que llegó que lo hizo. Y por supuesto mis celos sobrepasaron el límite y le pagué a Yayá suficiente oro para que matara el caballo de esa. Sé que fue un gran riesgo, pero es el placer más grande que he tenido. Al menos por ahora, porque la muerte de ella será la mejor recompensa por tener que aguantar las humillaciones que las otras me hacen, por soportar el trato de haber nacido en una granja y que piensen no soy suficiente para él, por creer que no puedo aspirar a ser reina.
Me pareció raro que esa nos llamara cuando sale así sea al jardín. Nosotras las doncellas de Faráz siempre nos quedábamos fuera de su rutina diaria. No obstante, llevaba varios días ordenando que vayamos tras ella a todos lados y eso me extrañó porque desde un principio dejó claro que no nos necesita.
Y si escribo esto porque estoy segura que sabe quién soy y me lo ha demostrado con algo que me dejó horrorizada. Para empezar ya me di cuenta que sabe que el corazón de Faráz es mío. Y por eso se comporta soberbia con nosotras, y para que no se vea evidente que me odia nos ignora a las tres. Debe ser bastante frustrante darse cuenta que la plebeya es mejor que ella, que ni presumiendo según belleza y una corona ha conseguido el amor del príncipe, porque ese lo tengo yo. ¿Por cuánto tiempo? Por siempre. Seré reina, sino es ahorita será después. Y esa supuesta princesa quedará en el olvido, nadie la recordará. Mientras tanto que siga cuidando su jardín y cosechando flores. Porque se ve que no tiene otra cosa que hacer más que pasarla tonteando en su dichoso jardín, ya que su esposo a quien le quita el sueño es a mí.
Ahora escribiré lo que pasó mientras estábamos en el jardín. Empezaré relatando que “esa” nos dio obsequios a todas, y como es lo habitual una a una se arrodilló ante ella para besarle el borde de su vestido. Sin embargo, cuando llegó mi turno mis piernas se negaban a moverse y el corazón a doblegarse. La princesa Dana se me quedó mirando al ver mi titubeo y esa pareció no percibir mi negación. Al final después de unos segundos tuve que dar un paso, luego otro y otro, hasta que finalmente me agaché y besé su ropa sintiendo todo el coraje de hacerlo. Después de eso ellas permanecieron sentadas un rato más hasta que anunciaron la llegada del príncipe Faráz, y nos pidieron que nos retiráramos mientras ellos se quedaron solos como otras tantas veces y demoran mucho rato en el jardín.
Yo ya no quiero preguntarle a Faráz que tanto hacen, porque la última vez me dejó claro que no va a discutir ni hablar cosas de ella conmigo, y que debería estar tranquila sabiendo que entre ellos no hay intimidad. Saber eso no me deja tranquila porque está claro que ambos tienen una especie de conexión y complicidad que me molesta. En fin, que tuve que aguantar verlos juntos y aparte dejarlos solos.
Luego mientras caminaba por los pasillos la princesa Dana me jaló por el brazo y me dijo insolente, que, aunque tuviera la protección de Faráz y me acueste con él nunca debo olvidar cuál es mi lugar, pero sobre todo el de la princesa Darice, su esposa legítima, heredera al trono de Persia y futura reina. Me gritó que le debía respeto y me jaloneo cuando me dijo “lárgate que no quiero ver tu horrenda cara”.
Con impotencia y furia me alejé por el pasillo con todas las ganas de enterrarle una daga hasta sacarle las tripas, y cuando llegué al cuarto que comparto con las otras dos aventé los regalos de esa maldita y todo cayó al suelo. Después fui a recogerlo al reconocer que es un prendedor de oro y una piedra preciosa al centro y se ve que vale mucho. No queriendo decidí conservarlo y guardarlo en mi escondite secreto de cosas valiosas. Escondo todo ahí porque las otras criadas me roban cosas. Sin embargo, cuando iba a meter la joya me percaté que ahí no había absolutamente nada de mis otras cosas. Desesperada volví a buscar y solo encontré un trapo hasta el fondo que no es mío. Lo tomé y lo abrí para ver su contenido. Pegué el grito y después me tapé la boca esperando nadie me hubiera escuchado y volví a observar la cosa esa sintiendo que las tripas se me revolvieron al darme cuenta que era una lengua. Y después me di cuenta que el trapo ensangrentado es un paño fino de seda con el nombre grabado en oro de Darice. Indiscutiblemente ella ha empezado la guerra conmigo. Y ahora lo primero que tengo que hacer es descubrir de quien es la lengua.
No tuve que buscar mucho, porque ya descubrí de quien era la lengua que encontré. He perdido a mi fiel servidor. Yaya está muerto. Lo encontraron en un callejón en el pueblo. Tirado como un perro, y sin lengua. Sé que fue ella, y tengo la sospecha que sabe que yo mandé a matar su caballo. Ahora debo andar con cuidado para eliminarla y salir impune.
Faráz está raro. De un tiempo para acá se muestra diferente. Viene a mí cada noche y me hace el amor, pero no se siente igual. Él ha negado una vez más tener sentimientos por ella. Incluso se enojó bastante cuando le pregunté, pero estoy segura que de menos la desea. Ella le está provocando cosas. Esa arpía rastrera con cara de mustia empieza a llegar a él y no lo voy a permitir. Odio a Darice, a veces hasta a Faráz porque los he visto felices, sonriendo. Y aunque él sigue conmigo para mí no es suficiente y ahora estoy planeando como matarla de una buena vez.
Faráz me llama cada noche. No obstante, se ha vuelto demasiado discreto. Incluso hay doncellas que piensan que me ha dejado, otras tienen sus dudas porque notan que sigo recibiendo oro, joyas y tela fina. Pero nada de eso me llena porque los celos van a matarme. Y se vuelven insoportables cuando me imagino a esa en los brazos de Faráz mientras siento punzadas de dolor y rabia, mientras el trono se aleja más y más de mi alcance.
No es posible que haya salido mal. Que su doncella favorita y de mayor confianza no haya muerto con la caída que le provoqué. Solo se llevó unos golpes que con reposo se repuso rápido. Que mala suerte he tenido porque a la princesita realmente le afectó y de haberlo conseguido habría sido un buen golpe. Ni modo. Es triste porque tener una oportunidad como la que se me presentó no pasa con frecuencia, mucho menos matar a Darice como tanto deseo. No es fácil llegar a ella porque tiene gente que la protege. Como Azara, Lilia, Nora y Derbish. La primera y el último son unos perros fieles que no la dejan sola ni a sol ni sombra. La espera parece eterna, pero tendré éxito.
Tengo el plan perfecto para eliminar por completo a Darice. Parece una idea un poco loca, pero la he repasado varias veces y parece las más acertada, considerando lo difícil que es siquiera hacerle un rasguño.
Primero necesito una víbora venenosa, ya después veré la forma de ingresarla a sus aposentos y la muerda. Por último, ella va a morir y yo por fin dejará de ser un obstáculo para mí.




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