Sangre Seca

EL DESTINO

1

 

Casi al anochecer el largo viaje había terminado. Acababan de pasar por la parte más poblada del lugar, su destino estaba un poco más alejado de eso.

 

Llegando a su nuevo hogar lo primero que vieron fue una enorme pared que al parecer delimitaba la propiedad en esa parte de la carretera. El acceso era a través de un enorme portón de hierro forjado con extraños arabescos y unas figuras de animales casi imperceptibles por la escasa luz. El terreno era muy extenso y la distancia hasta la casa era grande. El automóvil se detuvo frente a la propiedad y apenas la iluminó con sus faros. Poppy bajó del auto, se quitó los auriculares y contempló sorprendida la hermosa y algo tétrica estructura.

 

—¡Esto es enorme! —señaló la muchacha, con la vista fija en lo más alto del techo. Su madre se paró a su lado cargando a Noel que estaba dormido.

 

—¡Demasiado, diría yo! —dijo mamá algo agitada por el peso de su niño —. Vamos a entrar. Carga a Liam, volveré por Barnett. No queremos que se largue a correr en un lugar desconocido y tan oscuro —comenzó a caminar hacia la casa. Poppy abrió la puerta y le colocó la correa al perro, lo amarró a la puerta para poder levantar a su hermano sin tener que preocuparse porqué Barnett huyera. Luego de tomar a Liam, cerró la puerta del auto con el pie y se dirigió a la casa.

 

Apenas se veía el interior del lugar, la luz de las farolas del automóvil que entraba por las ventanas delanteras era muy escasa. Su primera impresión fue que por dentro era asombrosamente anticuada, pero elegante a pesar del polvo que lo cubría todo. Dio unos pasos dentro y sintió algo muy extraño bajo sus pies, como si caminara sobre frijoles o algo así, pudo percibir un aroma muy intenso y desagradable. No pudo ver de qué se trataba porque todo estaba en penumbras. Eva venía bajando las escaleras con una linterna encendida en sus manos, había dejado a Noel en una de las habitaciones superiores.

 

—¿Tengo que cargarlo hasta arriba? —preguntó Poppy desanimada mirando la gran escalera frente a ella.

 

—Las habitaciones están arriba, Poppy, y por cierto huelen horrible —dijo la madre terminando de bajar.

 

—Aquí también huele asqueroso —expresó la muchacha molesta— ¿qué pasa con la luz?

 

—No lo sé, revisaré los fusibles mientras llevas a tu hermano arriba— indicó encendiendo una linterna para su hija.

 

—Deberás subir conmigo, no podré subir con él y alumbrar al mismo tiempo. Y no sé dónde dejaste a Noel —dijo la niña algo molesta.

 

—Está bien, vamos y luego me ayudas a buscar los fusibles—indicó mamá y comenzó a subir la escalera.

 

 

 2

 

Recostó a Liam junto a su hermano. El ambiente en la habitación estaba algo frío, así qué no los desabrigaron. Las mantas allí olían muy mal por lo tanto buscarían las que traían en el auto cuando lograran hacer funcionar la electricidad en la casa. Dejaron la puerta entre abierta y salieron rumbo a la planta baja. A medida que descendía por los escalones, Poppy trataba de iluminar con su linterna el suelo del recibidor para saber que era aquello que había pisado al entrar, pero el artefacto apenas tenía baterías. La luz era muy tenue y titilaba, por lo que la sacudió un par de veces, como si de esa forma las baterías fueran a recargarse mágicamente. Al llegar al final de la escalera caminó hasta el recibidor y tomó una de esas pequeñas bolitas y la acercó a su nariz. Su linterna se apagó definitivamente.

 

—No huele a nada… y es blando —dijo la muchacha, enseñándoselo a su madre quien apenas simuló mirar aquello que su hija traía en las manos, más preocupada por tratar de hallar las escaleras hacia el sótano.

 

—Deja eso, no sabes lo que es —dijo mamá alumbrando la puerta tras la cual estaría el anhelado descenso —. Vamos, es por ahí. Se adelantó.

 

—¡Espérame, no veo nada! —señaló Poppy y se apresuró tras su madre.

 

Abrieron la puerta y desde allí alumbraron todo el trayecto de las escaleras, observaron el panorama con algo de desconfianza. El lugar era como un gran hoyo negro al que conducían unas aparentemente inestables escaleras de madera mohosa. Apenas un par de segundos de estar paradas allí y un olor aún más penetrante que el del resto de la casa las alcanzó desde el piso de abajo.

 

—¡Oh, mierda! —dijo Eva, cubriéndose la nariz.

 

—Huele a sopa rancia —señaló Poppy imitando la acción de su madre —¿Segura de que quieres bajar?

 

—No quiero bajar, pero necesito saber si tenemos electricidad y los fusibles están allí abajo —dijo mamá y tomó coraje para el descenso —. Bajaré primero y si las escaleras resisten luego bajarás tú.

 

—¿Y si no resisten? Puedes darte un gran golpe.

 

—Llamarás a emergencias y ya —dijo mamá y comenzó a bajar.

 

—¡No tenemos teléfono aún! —indicó la muchacha, pero su madre continuó bajando. Una vez abajo alumbró el camino para su hija. Poppy comenzó a bajar de manera muy lenta, aterrorizada porqué la escalera cediera o algún escalón se quebrara. La madera y los clavos crujían como la banda de sonido de una película de terror.

 

—¡Apresúrate, Poppy, es seguro! —indicó Eva, impaciente.

 

—Ok, ya casi —dijo Poppy y puso los pies en tierra firme.

 

Segundos después mamá estaba abriendo la caja eléctrica y todas las conexiones estaban allí.  Para Poppy era algo difícil de entender, pero Eva tenía experiencia solucionando los problemas eléctricos. Justin nunca había sido un hombre dedicado al mantenimiento del hogar y el padre de Poppy… bueno, de él apenas recordaba su rostro, su nombre… y también que era un maldito desgraciado… ¿si él sabía de electricidad? No tenía idea, aunque deseaba que lo hubiera partido un rayo, al igual que al infeliz de Justin.

 

—Bien, cariño. Parece que todo está bien, pero revisaré mejor —dijo Eva y le dio la linterna a su hija —. Ahora mantén la luz sobre el tablero.



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En el texto hay: terror

Editado: 17.08.2023

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