Sangre Seca

LA LOCA DE LOS GATOS

1

 

 

Eran más de las 9 de la mañana, Eva y sus hijos aún dormían. A la señora Gardner le había costado mucho conciliar el sueño, no podía dejar de oler la sangre de Barnett en todos lados, ni dejar de oír el sonido de su cuerpo triturándose dentro de esa máquina.

 

La despertó el timbre de la casa, acompañado por incesantes golpes con la aldaba. Se apresuró a bajar la escalera, molesta por la impaciencia de la persona tras la puerta. Al abrir quedo muy sorprendida, era la señora Alice Monroe, con un montón de papeles en sus manos y una expresión poco amable en el rostro.

 

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? —dijo Eva somnolienta, sin soltar el picaporte y con la puerta a medio abrir.

 

—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo con esto?!—increpó Alice furiosa mientras le enseñaba los papeles a Eva.

 

—No entiendo ¿a qué se refiere? ¿Qué es eso? —Indagó Eva molesta y abrió la puerta para asomarse al porche —. ¿Por qué viene a mi casa a gritarme? —tomó los papeles que le ofrecía la señora Monroe.

 

—¡Tú no puedes hacer esto! —continúo indignada la mujer.

 

—Estos son los anuncios que repartí ayer en el pueblo ¿por qué los tiene? ¿Usted los quitó? —preguntó Eva, elevando la voz.

 

—Así es, tú no puedes incitar a la gente a venir aquí —dijo muy segura Alice Monroe.

 

—¡Haré lo que me plazca! —replicó Eva muy enfadada— Esta es mi casa y esas propiedades también son mías, eran de mi abuelo, luego de mi madre y ahora son mías ¿escucho bien? ¡Mías!, y nadie va a decirme lo que puedo hacer o no con ellas.

 

Poppy bajaba las escaleras, había escuchado los gritos desde su habitación. Se paró en el último escalón y observó desde allí.

 

—¡Eres tan ingenua, querida! —dijo burlona Alice—. Estas tierras no son tuyas… no importa lo que digan los estúpidos títulos de propiedad ¡tú no puedes con ellos!

 

—¿De qué está hablando señora? —dijo Eva muy molesta— ¡quiero que salga ahora mismo de mi propiedad y que nunca regrese!

 

—¡¿No lo entiendes verdad?!— gritó Alice, acercándose más a Eva y esta retrocedió.

 

Poppy sintió miedo por la seguridad de su madre y se acercó a las mujeres.

 

—¿Qué le sucede? ¡Maldita vieja chiflada! —Gritó la joven, interponiéndose entre las dos mujeres—… ¿Qué es lo que está buscando?... haré que la encierren en un manicomio.

 

—Yo soy el menor de los problemas aquí, créeme… lo que le pasó a tu perro solo es el comienzo —expuso la señora Monroe con una mirada muy sombría.

 

—¿Usted cómo sabe lo que le pasó a mi perro? —preguntó Eva, furiosa.

 

—Porque los escuché… muy claramente. Una enorme manada… sonaba como un gran enjambre de abejas… están molestos ¡su presencia los perturba! —afirmó Alice mientras retrocedía unos pasos.

 

—¡Lárguese! —exclamó Eva.

 

—¿Te deshiciste del conejo, niña? — dijo Alice, apuntando a Poppy con su dedo.

 

—Claro que no, es la mascota de mi hermano.

 

—¡Ese engendro no es una mascota! —gritó Alice.

 

—Ya fue suficiente, señora, váyase de mi casa. Es solo un conejo ¿usted le teme a los conejos?, pues es su problema; yo le temo a los sapos y no ando intimidando personas por eso… ¡¡lárguese ahora mismo!!— exclamó Eva  furiosa.

 

—Los conejos son sólo una parte… y si permanecen aquí, van a conocer el resto —dijo y caminó hasta la escalera al final del porche—. Este lugar ha visto demasiada sangre secarse en el suelo. Su abuelo era un psicópata, un sádico despiadado. Y ustedes van a pagar por eso —aseguró mientras bajaba los escalones. Las observó fijamente al llegar al final de la pequeña escalera, se tomó la cabeza entre las manos, lamentándose por lo inevitable —… mi pobre hijo… él no quiere hacer daño… no puedo evitarlo ¡salgan de aquí! ¡Ahora!

 

—¡Oh, mire, estoy aterrorizada! —dijo Eva sarcástica— ¿quién es su hijo? ¿Al Capone?... ¡Tengo un arma y si vuelvo a verla por aquí voy a dispararle! ¡y también a su hijo! ¡Anciana demente! — cerró bruscamente la puerta.

 

—¡Esa mujer es terrorífica! —dijo Poppy mientras observaba a la señora Monroe alejarse, desde la ventana.

 

—Es una vieja loca, voy a golpearla con un mazo en la cabeza y voy a curarle la locura si vuelvo a tenerla cerca —aseguró Eva indignada.

 

Noel las observaba desde lo más alto de las escaleras, su hermana lo vio.

 

—¿Cuál de los dos eres tú? —dijo observando a su hermano.

 

—Soy Noel —respondió el niño y dio un gran bostezo.

 

—Voy a creerte porque no traes a ese horrible conejo contigo —dijo Poppy y el niño comenzó a descender los escalones.

 

 

  2

 

 

 

Luego del almuerzo Poppy condujo hasta la tienda. Insistiría con Zack, estaba decidida a hablar con él y si realmente la estaba evitando quería que se lo dijera, eso rompería su corazón, pero quizás dejaría de sentirse tan tonta, tan ridícula.  Entró en la tienda, Rebecca estaba leyendo una revista y mascando chicle de manera desagradable.  Poppy solo respiró profundo y se acercó. La mujer la exasperaba un poco, pero era la única persona con la que había hablado de buena manera desde su llegada al pueblo.

 

—Hola, Rebecca.

 

—Hola ¿cómo estás? —dijo amablemente Rebecca.

 

—Bien ¿y tú?

 

—Muy bien, como siempre ¿en qué puedo ayudarte?

 

—Necesito usar el teléfono y no traigo monedas… no sé cuándo demonios irán los de la compañía telefónica a casa… así qué ¿podrías darme cambio?

 

—Por supuesto ¿llamarás a la doctora Brown?

 

—En realidad no, ya no necesitamos de sus servicios — comentó afligida la muchacha de Nashville.

 

—¿Tu perro mejoró? —preguntó Rebecca con una sonrisa.

 

—No, él está muerto —dijo Poppy y Rebecca borró inmediatamente la mueca alegre de su rostro.



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En el texto hay: terror

Editado: 17.08.2023

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