Sangre Strigoi

Introducción

—Luz —fue su única respuesta.

Ilona sonrió al escucharla, pero Lucy Tydén derramó un par de lágrimas, pues, aunque había dicho que apoyaría la decisión de su hija, esperaba que tomara otra.

Lucy Tydén no tuvo opción que sonreír y abrazar a su hija por última vez y, con un «cuídate, cariño» se despidió de ella. Charles la abrazó como lo hacía antaño y besó su frente y, por último, Sarah Gernot suspiró y acarició el rostro de su hija ya crecida. Para ella era una dicha tener frente a frente al producto del amor incondicional que Abraham le juró hace 24 años cuando contrajeron matrimonio.

—Cuida a Bram –dijo Sarah Gernot a su hija—, por favor, cuídalo.

Sarah Tydén derramó un par de lágrimas al escuchar a su madre biológica pidiéndole ese favor. La muchacha pelirroja asintió y caminó hacia donde Ilona la esperaba extendiéndole una mano.

—Antes de que tu elección sea considerada, debes hablar con alguien especial —decía Ilona mientras conducía a Sarah por un sendero cubierto por pétalos de rosas—. Él es el guardián del ciclo vital y, al haber sido mordida por el vampiro, debes negociar con él.

—Creí que mi decisión ya estaba tomada —dijo Sarah sin dejar de mirar el camino que habían seguido.

—Y así es, pero todo tiene consecuencias, no puedes elegir la luz sin afrontarlas.

—¿Qué sucederá ahora? —su voz tembló.

—No lo sé niña, no lo sé —respondió en un murmuro.

Llegaron hasta una gran puerta de oro con grabados extraños en los bordes. Ilona le dijo que pasara sin temor y que dentro esperaba Él.

—¿Volveré a verte? —preguntó Sarah con temor, sus ojos se humedecieron al tiempo en que su labio inferior temblaba.

Ilona se limitó a sonreír y le repitió que entrara.

La respuesta no fue la que la pelirroja esperaba, así que asintió y empujó la gran puerta la cual se abrió de par en par hasta que una dulce voz masculina se escuchó del interior. Sarah se estremeció y se giró hacia Ilona, pero ella ya se había ido.

—Sarah Tydén... —repitió una voz.

La muchacha volvió su vista al interior sobresaltándose por la presencia de un hombre de cabello negro que vestía una camisa a rayas horizontales, sombrero y chaqueta azul.

El hombre le extendió la mano y ella la estrechó.

—¿Es usted con quien hablaré sobre mi decisión? —Sarah sonó muy infantil tras pronunciar aquellas palabras.

El hombre se limitó a soltar una carcajada.

Sarah frunció el ceño y se llevó las manos a la cadera.

—No, Sarah —dijo el hombre—, yo soy Luis Hyde, la mano derecha de Su Majestad.

—Entonces, ¿hablaré con un Príncipe? —preguntó incrédula.

—Oh, más que eso.

Luis Hyde le tomó la mano derecha a la chica y la condujo a través de la puerta con dirección a la sala principal que era iluminada por un enorme candelabro de cristal, el piso de mármol pulido y grandes ventanales que mostraban el exterior. Al centro del gran recinto había un gran trono de oro y sentado sobre él, un hombre vestido de blanco y rubia cabellera le miraba con curiosidad.

—Déjanos a solas, Luis —dijo el hombre de blanco.

—Como digas "Mi ángel oscuro" —respondió Hyde con sorna al hacer la reverencia.

El rubio le dedicó una mirada asesina y vio a su mano derecha salir del gran salón.

—Entonces, tú eres la tan famosa Sarah Tydén —habló el hombre poniéndose de pie.

—No me considero famosa o algo por el estilo —respondió ella.

—Pero lo eres, estás en la profecía.

—¿Qué profecía?

—La Luna Sangrienta —dijo cortante—, pero estás aquí por la decisión que has tomado... luz, si no me equivoco.

—Así es, Príncipe —confirmó.

—¿Segura de tu decisión? Aún puedes cambiarla antes de que Luciana entre por esa puerta.

—¿Luciana?

—Mi esposa —respondió cortante.

Sarah se sorprendió de que ese hombre tan atemorizante tuviera pareja. Sin embargo, se retractó tras recordar su extraña relación con Nicolav.

El Príncipe estaba por decir otra palabra cuando la gran puerta se abrió permitiéndole el paso a una hermosa mujer de largo cabello castaño y ojos verdes, usando un largo vestido blanco. La mujer traía en sus manos una caja forrada con terciopelo rojo y bordes dorados.

—Hola, Sarah —saludó la mujer que correspondía al nombre de Luciana.

La pelirroja asintió devolviendo el saludo.

—Esta es tu decisión —habló el Príncipe mostrándole la caja que su esposa sostenía—. Dentro encontrarás dos piezas de oro: un escorpión y un saltamontes*, los cuales representan una nueva vida.

—No comprendo —Sarah se cruzó de brazos mientras veía a Luciana dejar la caja sobre una mesa que acababa de aparecer.

—Simple, elegiste luz, pero tiene un precio. La luz es vida, la oscuridad es muerte, solo las víctimas de vampirismo tienen la oportunidad de elegir. Los humanos pasan directo al jardín de las almas o al purgatorio.




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