Sangre Strigoi

Capítulo 8

París, Francia. Tiempo actual.

Mikhail había estado muy pensativo desde la última vez que vio a René en aquel bar. Desde ese día decidió alejarse de ella por su propio bien, no quería dañarla ni exponerla a las intenciones de Báthory, estaba seguro de no querer cometer el mismo error de Nicolav con Sarah.

Alejarse era lo mejor para ambos, sobre todo el hecho de no haber tenido más contacto que la conversación, la cena y el ataque.

Durante la boda entre Sarah y Jesper, Mikhail permaneció al margen, pensando en sus acciones, lamentándose el asesinato de la peculiar pareja a la que atacó y las palabras de Báthory. ¿Cómo pudo descontrolarse así tan de repente? No le cabía en absoluto la respuesta en la cabeza.

Solo esperaba que todo terminara para cumplir su promesa y dejarse morir, la eternidad era vacía sin su amada Mirena, ella descansaba en paz pero la Muerte le jugó una mala pasada justo como se lo dijo en el momento en que se topó con él frente a frente. El Príncipe Oscuro era el responsable de todo, a él le atribuía su desgracia.

—La inmortalidad tiene un precio, y tú como tratas de engañarme lo pagarás como cualquier otra alma —habían sido las palabras del Príncipe de cabello rubio y ojos marrones.

No alcanzaba a entender por qué precisamente él tenía que estar pagando un precio que no le correspondía.

Marginado, ausente de todo lo que ocurría al fin reaccionó cuando de los labios de Sarah, la no-muerta salía el nombre de su amada: «René». Esas cuatro letras fueron como un susurro en el viento, esas cuatro letras fueron las que lo trajeron al presente y esa palabra tan hermosa y dolorosa le hizo cobrar la cordura.

Tan pronto como lo escuchó no dudó en correr hacia la puerta principal como alma que lleva el diablo y tratar de alcanzar algún avión o tren que lo llevase hasta ella.

Mikhail Ferencz salió del edificio sin tener otra cosa en la cabeza, porque él tenía entendido que Sarah tenía premoniciones desde su vida como cálida y estaba tan seguro que algo malo le podría pasar a René. ¡No! No quería que eso le sucediera, no a ella, a la mujer que hirió y que prefirió abandonar con tal de mantenerla a salvo, pero ahora, dos meses después ya no estaba tan seguro qué tan libre fuera.

Al pasar ese pensamiento por su cabeza, Mikhail se detuvo y apretó los ojos con fuerza. No debía dejarse llevar por los impulsos, pero tampoco podría evitarlos para siempre, era eso o nada.

Inhaló fuertemente tratando de que el aire le oxigenara el cerebro y despejara sus dudas. Las ideas iban aclarándose poco a poco hasta que sintió la mano de Nicolav en su hombro.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó Nicolav Malinov a su amigo.

Mikhail no contestó.

—¿Recuerdas lo que me dijiste tiempo atrás? —Nicolav se puso frente a él. Mikhail desvió la mirada—. La última vez que estuve a punto de matar a quien creía Jesper Perman, tú me hiciste entrar en razón, me dijiste que no cediera a mis impulsos y que lo que sentía por Sarah no era amor.

—Pero te enamoraste de ella —dijo Mikhail con molestia.

Nicolav se mordió la lengua.

—Pero comenzó como protección. Ella era una bebé cuando la uní a mí, y si está en este peligro fue por mi culpa.

—¿Me estás diciendo que debo cruzarme de brazos mientras veo cómo la matan? —dijo con voz rasposa—. Nicolav, eres mi amigo, pero no voy a permitir que seas doble moralista.

—No es doble moral.

—Me dices “no te dejes llevar por tus impulsos” cuando lo primero que hiciste con Donovan fue eso exactamente. Estuviste a punto de matar a tu hermano menor solamente por llevarse a Sarah al castillo.

Eso fue un golpe duro para Nicolav, pues era cierto y a pesar de que le doliera, tenía que admitir su error.

—René estará a salvo, lo prometo. Y sé qué fue lo que hice y me arrepiento porque ante todo está el lazo familiar, pero debes comprender que alguna vez fui tan impulsivo como lo eres ahora.

Mikhail asintió.

—Yo me encargaré de ella —pronunció Mikhail.

—¿De Báthory?

—No, de Sarah. Alguien tiene que enseñarle a controlarse.

—Eso no hará falta Mickey Mouse —ambos vampiros se miraron entre sí al ver que el menor de los Harker se aproximaba ante ellos. “Harker Junior” como le decía Donovan cuando le hacía enojar—. Seré yo quien le enseñe a Sarah todo lo que debe saber.

Mikhail se rio con ganas.

—¿Qué sabes de vampiros? —preguntó Nicolav incrédulo.

—Lo mismo que tú de mujeres.

—Ouch, eso duele —dijo Mikhail tratando de disimular una sonrisa.

—Humanas… me refiero —recompuso Harker—. De cualquier forma, yo la conozco mejor que ustedes dos juntos.

—¿Disculpa? —aparentemente Nicolav se había ofendido.

—Ella no quiere saber nada de ti Nicolav, y no la culpo —Quincey se dirigió a él— y en cuanto a ti, Mikhail, no tienes ni idea de quien es ella.




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