Mohamed, con su típica vestimenta de estilo gótico y ojos tenebrosos le prestaba atención al diálogo que sostenía con su hijo.
—...y menuda sorpresa que me llevé —siguió informando—. Nadie imaginaría que la posible solución llegaría de pronto, inesperadamente hasta mis manos, aunque no técnicamente, por supuesto. Pero tengo el presentimiento de que ella puede ser de utilidad, padre.
—Quiero más información acerca de esa mujer —dijo con tono determinante—. Necesitamos saber cualquier detalle, dónde vive, a quién frecuenta. Has el trabajo completo, Leonardo.
—Le aseguro, padre, que esa información ya está en mi poder —habló con voz de triunfo en un urgente intento de ser aprobado—. Lo apropiado para el momento es analizar cada movimiento de su hermana. Esa mujer tiene conocimiento que nos puede servir.
Ambos voltearon hacia Victoria, quien escuchaba todo sentada y recostada a medias de la pared más cercana mientras las pupilas de sus ojos se clavaban al otro lado de la ventana de su habitación, miraba con gesto resignado las aves negras que revoloteaban entre las ramas de los pinos de gran tamaño, entonces volteó a mirarlos al notar el pesado silencio en el espacio.
—Vamos a salvarte, Victoria —prometió su padre—. Déjalo en nuestras manos, confía en nosotros.
Victoria no reflejaba emoción alguna en su rostro de expresión completamente neutra. Las ojeras ya comenzaban a notarse así como sus mejillas ligeramente hundidas. Sus azules ojos cruzaron los de su padre, pero no respondió nada, se mantuvo en silencio y volvió a voltear hacia la ventana, largando su mirada hacia las aves que seguía haciendo su danza entre las ramas de los pinos.