Sangre vamphyr

Capítulo 4

El vuelo y el camino hacia el hotel en Bucarest no fue del todo placentero. Entre turbulencias, terrores nocturnos y espasmos, Sarah apenas fue capaz de salir con un buen ritmo cardiaco del avión. Una vez que estuvieron en tierra, el Profesor Gernot se encargó de buscar el taxi mientras los dos jóvenes amantes esperaban cansados por su llegada, pero solo la chica pelirroja permanecía sentada sobre su maleta, mientras Jesper intentaba reanimarla en vanos esfuerzos.

Cuando el profesor llegó con ellos, se dio cuenta que su querida hija estaba dormida sobre el hombro de Jesper quien, estando de rodillas suplicaba mentalmente que su tormento terminara y no precisamente el tener que soportar el peso del cuerpo de Sarah, sino que sus piernas ya no soportaban más la postura en la que se encontraba y por poco cae de no ser porque el profesor llegó a tiempo.

—Vamos —dijo Gernot recogiendo sus maletas.

Jesper trató de incorporarse, pero sus piernas fallaron por el entumecimiento y esta vez cayó de espaldas dándose un buen golpe en las nalgas.

Al escuchar la caída, Sarah se rio entre sueños.

El pobre y sonrojado muchacho se levantó y removió a su prometida para despertarla, pero el sueño ya le había vencido al fin y sin querer irrumpir su tranquilidad, la levantó entre sus brazos y la cargó hasta el taxi, acomodándola en el asiento trasero. Después, y con ayuda de Gernot, se encargaron de subir todas las maletas y dando las instrucciones al chofer, se dirigieron al hotel que les esperaba con tres camas calientes en las cuales descansar por lo menos un par de horas más.

Sarah tenía un sueño realmente pesado y, siguiendo la misma técnica, entre Gernot y el chofer bajaron las maletas y Jesper cargó a Sarah hasta la recepción, luego el botones se acercó y les ayudó a llevar el equipaje mientras el Profesor recogía las llaves de la habitación 15A del segundo piso. Por fortuna había un elevador que les aligeró la carga y dando unas últimas zancadas, Jesper dejó a su pesada novia sobre la cama y este cayó rendido sobre el alfombrado.

—¿A poco te cansaste muchacho? —preguntó el Profesor Gernot con una sonrisa en la cara.

—Sarah no es ninguna pluma, ella pesa más de lo que aparenta.

—Tan solo espera a que ella te escuche y no te la acabas, muchacho.

Jesper se quedó mudo tras esa declaración. No es que le temiera a Sarah, ¡por supuesto que no era eso! Pero le resultaba cómica la reacción que ella tendría al saber que es más pesada que una vaca.

—¡Oye! —Sarah le pegó un codazo en el omoplato.

Aquel golpe le tomó por sorpresa porque se despertó tan repentinamente al escuchar los pensamientos del joven rubio.

—¡Auch! —Jesper se quejó tratando de alcanzarse el omoplato izquierdo.

—No vuelvas a llamarme vaca —ella se levantó y dio un beso en la frente.

—Técnicamente lo que pensé fue que pesas como vaca, no que eras una.

—¿Y cuál es la diferencia?

—Que debes pedirme perdón por haberme golpeado y dejado morado el cuerpo,

Ella entrecerró los ojos y movió los labios sin siquiera pronunciar palabra y se acercó a Jesper, sin embargo, el movimiento que hizo dejó al rubio más sorprendido de lo que ya estaba. En tan solo un par de segundos, el muchacho había sido levantado del cuello de la camisa azul claro y lanzado a la cama.

—Tranquila, Señorita vampiresa —dijo nervioso tras rebotar sobre la cama.

Sarah ladeó una sonrisa y cogió la bufanda azul que llevaba siempre consigo —por ser el recuerdo de la cena en la que estuvieron a punto de besarse—y le vendó los ojos al joven.

Jesper se removió nervioso, no sabía lo que su prometida pensaba, ni mucho menos lo que estaba a punto de hacerle.

—Shhh…, siento tu tensión, cariño. Solo relájate —la escuchó murmurar a su oído y luego un tierno beso se posó sobre el lóbulo de su oreja.

—Ehm, ¿Sarah? —una gota de sudor se deslizó por su frente.

No recibió respuesta por parte de su novia. Solo sentía como ella le cogía los brazos y los estiraba hacia los costados de la cama, luego algo suave le rodeó las muñecas y un apretado nudo le sujetó perfectamente los brazos a la cabecera.

—Buenas noches, querido —escuchó la voz de Sarah a lo lejos.

Después de eso, la puerta de la habitación se cerró tras ella.

Jesper se tensó aún más y trató en varias ocasiones por zafarse de ese amarre, pero lo único que consiguió fue que se lastimara las muñecas. Dejó de intentar tras fracasar y quiso dormir, pero la postura era tan incómoda que la opción que le quedaba le avergonzaba un poco, aunque no dudaba en utilizarla en cuanto realmente se cansara de estar amarrado a la cama.

× × ×

—¿Así que peso como vaca? —dijo Sarah entrando a la habitación contigua que les pertenecía a los dos hombres.

El Profesor Gernot se sonrojó un poco ante esa pregunta. Después de todo, no se encontraba tan perdida en el mundo de los sueños.

—¿Qué le hiciste a mi nuero? —preguntó el Profesor con malicia en los ojos.




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