Sangre vamphyr

Capítulo 5

Esa noche Sarah no pudo conciliar el sueño, cada vez el insomnio se hacía más fuerte y le era prácticamente imposible dormir en las noches. El temor de convertirse en vampiro incrementaba con cada día que pasaba, tenía miedo de ser el monstruo al que tanto despreciaba. Haber sido sometida por vampiros era una cosa, pero ser uno ya era totalmente diferente, a veces se preguntaba: ¿cómo hacía Nicolav para reprimir el impulso sangriento-asesino? Pero en el fondo prefería no saberlo, prefería negar la verdad, prefería no enfrentar la realidad.

A la mañana siguiente, con grandes bolsas en los ojos se levantó de la cama y tomó una ducha rápida, posteriormente se puso su ropa: una blusa blanca y unos pantalones negros, se cepilló el cabello rebelde y con la toalla se frotó una vez más los rizos. Sarah no era fan de las secadoras de cabello, por lo que prefería el secado tradicional. Una vez que se maquilló y se puso los zapatos, se encontraba lista para aventurarse con su padre y prometido en la gran Bucarest en busca del tan famoso Aaron Boissieu.

Salió de su habitación dirigiéndose a la contigua en la que su padre se hospedaba junto a Jesper, estaba por tocar cuando escuchó a los dos hombres discutir. Ella estaba incomodándose por la situación, sin embargo, decidió no escuchar y entrar sin siquiera tocar.

Ahí estaban los dos hombres, Abraham vestía un traje negro con camisa blanca, Jesper usaba un pantalón de mezclilla, camisa blanca y chaleco gris.

—Por favor, Profesor —suplicaba Jesper juntando las manos.

—De acuerdo, pero ya conoces mis reglas.

Sarah veía divertida aquella escena. Siempre le resultaba gracioso cuando Jesper le suplicaba a Abraham por algún permiso, más que una relación tutor-pupilo, parecían padre e hijo.

—Ejem —Sarah se aclaró la garganta.

Ambos hombres se dieron cuenta de su presencia y le sonrieron.

—Buenos días, cariño —dijo Abraham, luego pasó de largo sin permitir que ella respondiera y antes de salir de la habitación continuó—: no se te olvide, muchacho.

Y con esas palabras se fue a desayunar.

La pareja se quedó a solas. Sarah aún se sentía incómoda por la pequeña pelea que habían tenido el día anterior pero no le importaba con tal de tener a Jesper a su lado.

—¿Te parece ir a desayunar? —habló Jesper con algo de timidez.

Ella asintió.

—Vamos, alcancemos a papá.

—No, Sarah —la detuvo del brazo—. Me refería… a solas. Tenía pensado ir a Bran.

—Bran está un poco lejos, ¿no crees?

—Pero nada impide que vayamos y regresemos antes de medianoche.

Ella se sorprendió al escucharlo.

—Normalmente mi toque de queda es a las ocho en mi habitación —rio.

—Pero el Profesor nos ha permitido, me ha permitido —se corrigió—, cinco horas más. Así que… ¿vienes?

Ella le dio un beso en los labios y juntos salieron del hotel.

Afuera, fue algo difícil conseguir un transporte público, por lo que Jesper decidió rentar un auto para así tenerlo a su disposición todo el día sin tener que pagar dinero extra.

Con ayuda del GPS que venía integrado en el auto se dirigieron al Bulevardul Unirri/E81 tomando las indicaciones que la voz del mapa le dictaba. El camino duró casi tres horas, pero valió la pena una vez que se encontraban en el pueblo mágico de Bran.

A pesar de que el trayecto fue silencioso, no fue incómodo, lo que le permitió a Sarah despejar su mente y recordar el baile victoriano, imágenes de lo sucedido aquella noche llegaron a su mente como relámpagos y entre escenas entrecortadas, rescató dos rostros: Nicolav Báthory y Jesper Perman. Su corazón estaba dividido, pero uno de ellos ya estaba muerto para ella mientras que el otro permanecía a su lado a pesar de todo.

Jesper siempre estuvo a su lado, en Beckov, en Londres y ahora en Rumania. Pero ¿Nicolav? Aún tenía en sus recuerdos la visión en la que descubrió la cruel verdad que ocultaba ese vampiro que juraba amarla. ¿Cómo pudo Nicolav asesinar a los dos seres que más amaba en la Tierra? Cada noche revivía ese momento y se culpaba, si tan solo Nicolav no se hubiera aparecido en su vida, si tan solo hubiera sido Jesper y nadie más. Pero ya era muy tarde para lamentaciones, lo único que le importaba ahora era estar con el hombre que en verdad la amaba y que haría lo que fuera por ella.

Jesper Perman era el nombre de aquel hombre. El único que estaría con ella sin mentiras ni crueles secretos sobre vampirismo.

Siempre él. Siempre a su lado.

—Ya llegamos —la melodiosa voz de Jesper la trajo a la realidad.

Jesper estacionó el auto cerca del hotel Hanul Bran sin darse cuenta de que una sombra les seguía el paso muy de cerca, ni siquiera la damphyr se percató de lo que ocurría pues sus pensamientos se concentraban en el camino, pero sobre todo en el hombre que iba a su lado.

Ambos se bajaron del auto. Jesper se aseguró de cerrar bien el auto dejando dentro el mapa del pueblo que había conseguido y su abrigo.

—Entonces es aquí en donde vive el gran Conde Drácula —dijo Sarah levantando los brazos y agitándolos en el aire—. ¿Iremos al castillo? —apuntó con el dedo índice de su mano derecha hacia la enorme construcción que se apreciaba a tan poca distancia del hotel-restaurant.




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