Sangre vamphyr

Capítulo 11

Tanto Jehan como Sarah se subieron a un taxi que los llevó al hospital más cercano, Sarah observaba por la ventanilla mientras jugueteaba nerviosa con sus manos. Nunca había llegado a tales extremos y la última vez que había bebido sangre había sido la de Nicolav y eso para estar unida a él para siempre.

Sabía por su sueño que él estaba vivo y que no la había olvidado a pesar de todo lo que había pasado entre ellos, pero no estaba segura del todo si realmente le amaba con tanta pasión como para estar juntos, se sentía realmente confundida y su compromiso con Jesper no podía romperse. Al fin de cuentas, lo que le ofrecía Jesper era una vida cálida y amorosa, mientras que Nicolav era un vampiro y con él siempre estaría en grave peligro, aunque en sus brazos se sintiera a salvo.

Con la aparición de Jehan ahora todo tomaba un nuevo rumbo. Él era ahora parte de su vida, pero el secreto… nadie más lo conocía, eran pocos: Nicolav, Abraham, Jesper y Donovan.

«¿Quién eres, Jehan?», se preguntó mirando de reojo a su acompañante.

—Un amigo —dijo con una sonrisa en el rostro.

«¿Ahora también lees pensamientos?».

«Siempre he podido», le respondió mentalmente. «Puedo hablarte más tú no puedes leer mi mente, podrás hacerlo dentro de unos meses».

«¿Por qué estás tan seguro?».

«Porque te conozco, Sarita “Carita”».

—¿Problemas maritales? —dijo el chofer observándolos por el espejo retrovisor.

—Ella es complicada de entender y muy necia —dijo Jehan con tristeza— mujeres, ¿qué se les puede hacer?

Sarah torció los labios al escuchar a Jehan. No había esperado a que el conductor hablara y menos confundirlos con una pareja distanciada, ¿acaso lo aparentaban? Era cierto que se encontraban a una distancia muy separada uno del otro, pero no significaba que fueran pareja.

Todos se mantuvieron en silencio hasta que llegaron al hospital. Una vez que Jehan pagó y el taxi se perdió en la oscuridad ambos caminaron unos metros hasta la entrada principal.

—Espera aquí —dijo Jehan haciéndole un gesto con la mano— dudo que sepas robar.

—¿Disculpa? —preguntó llevando ambas manos a su cadera—. ¿Me crees incapaz de robar una donación?

—¿Quieres que te responda? —sonrió—. Espera aquí, no tardo.

Y así fue como él la dejó esperando en la oscuridad de la noche.

Jehan entró por la puerta principal y atravesó la sala de espera que estaba repleta de gente enferma o familiares de los internos. Con el oído agudizado escuchó a uno de los médicos decir que un tal Frederick Sans había fallecido a causa de la intervención quirúrgica que le habían hecho. Otros esperaban noticias de la quimioterapia de una sobrina.

Alejándose por fin de toda esa conmoción atravesó los pasillos hasta llegar al laboratorio en donde hacían las donaciones de sangre, ahí se encontró con la doctora que analizaba unas muestras, una mujer rubia de corto cabello lacio.

—Buenas noches —dijo Jehan tocando a la puerta.

—No hay servicio a esta hora, Monsieur —respondió ella sin dejar de lado su microscopio.

En ese momento algo en Jehan se activó, observó el aura de la mujer, un color dorado correspondiente a los cazadores. No se alertó ni sintió temor, simplemente se acercó a ella y con su voz más seductora le habló, pero no fue suficiente para evitar que ella detectara la presencia sobrenatural. La mujer rubia metió su mano derecha al bolsillo de su bata.

Jehan se acercó un poco hacia las donaciones, pero entonces, ella dio un paso hacia atrás y le lanzó una daga al pecho, el muchacho logró detener el golpe antes de que pudiera causarle un daño. Ella, sorprendida por la rapidez de sus movimientos le asestó un golpe en el estómago, pero no causó ningún daño a su contrincante.

—¿Qué eres? —murmuró observándole, era pálido y alto, más no mostraba otros signos de vampirismo, pero tampoco era humano por sus movimientos.

—¡Jehan! —gritó Sarah entrando al laboratorio.

La mujer rubia la observó rápidamente y entonces la reconoció.

—Tal para cual… —susurró—, los demonios siempre se juntan.

—¿Quién es usted? —preguntó ella confundida, miro a Jehan con la esperanza de que le diera una respuesta, pero no ocurrió nada más.

Jehan se acercó a Sarah con una velocidad indescriptible y la miró a los ojos.

—Vete ahora o va a matarte —murmuró.

—No me pienso ir a ningún lado, Señor engreído —le respondió molesta.

Ese momento íntimo lo aprovechó la mujer rubia para acercarse a su maletín y de ahí sacar una botella con un líquido extraño color violeta. Jehan al detectar el movimiento se giró rápidamente en posición defensiva cubriendo a Sarah de cualquier peligro y solo bastaron unos segundos para que la botella fuera destapada y el líquido cayera sobre su rostro. El muchacho se limpió rápidamente el rostro con el antebrazo y al bajar sus manos se dio cuenta de algo extraño: su piel emanaba un brillo dorado que estaba seguro jamás había podido ver en sí mismo. Su aura se había hecho visible ante la humana frente a él.




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