Sangre vamphyr

Capítulo 16

Nicolav había salido de la habitación como alma que lleva el diablo, evitando el contacto visual con Abraham y su hermano, Quincey le habló, pero fue completamente ignorado. Todos habían escuchado la discusión que habían tenido, no era posible.

Jesper tuvo que soportar el nudo que se formó en su garganta al descubrir la verdad, Sarah estaba enamorada de Nicolav y su relación era una farsa, un simple consuelo ante la pérdida del verdadero amor, más eso no cambiaba los sentimientos que él tenía por ella. Pero por más que trató no pudo alegrarse al oír las mentiras que Nicolav había tenido que decirle a Sarah para alejarla. El plan no era ese, se suponía que debían decirle la verdad, hablarle sobre el lazo que lo une a Nicolav y a Donovan, el pacto con Evana y el eclipse, pero no fue así.

—Lo hizo para salvarla, Stephan —dijo Quincey tomándole del hombro—. Qué mejor manera que mantenerla ignorante.

—No era eso lo que debía suceder... —murmuró con la boca seca—. Ella no me ama como yo lo hago, y no puedo hacerla más infeliz de lo que ya es.

—Jesper... —susurró Abraham.

—Es la mujer que amo, y si es feliz con él, la dejaré ir.

—No es tiempo de romper el juramento y hacerse el héroe, muchacho —Jesper le miró confundido—. Deben casarse, el eclipse es dentro de veintisiete días y su matrimonio mañana, ella no debe seguir siendo virgen. Si la amas tanto como dices como para dejarla ir, no la dejes morir.

—Pero Profesor...

—Nada de peros, se hará lo que se debe hacer, Vladislav ya te lo dijo.

—Lo sé —bajó la mirada al recordar las palabras del Príncipe: sacrificio. Había omitido esa parte, y Abraham no lo sabía.

—Debemos descansar —dijo Quincey—, mañana hay boda y hay trabajo por hacer. Todos estamos agotados —miró el reloj, casi las siete de la noche.

× × ×

—Estaremos por siempre unidos...

—En la niebla de la noche...

Sarah despertó bañada en sudor. Su corazón latía a mil por hora.

Se llevó una mano al pecho y trató de calmarse respirando un par de veces.

—El Pacto... —murmuró secándose el sudor de la frente.

«¿Por qué me partes el corazón, Reina mía?», recordó aquellas palabras pronunciadas por una voz invisible.

Y al final lo cumplió, ella le había atravesado el corazón a aquel vamphyr que tanto sufrimiento había causado a varias familias, incluyendo la suya. El rencor y el odio le habían hecho actuar sin pensar, hasta que se vio las manos ensangrentadas y entonces hizo lo que creyó correcto en ese tiempo. Y, con esperanza de que se alejara para siempre de su vida, le sacó la daga y la sostuvo en el aire por unos segundos que parecieron eternos, pensando en cómo separarle la cabeza de un solo golpe, tal y como lo haría su padre o Jesper.

—Adiós... —murmuró antes de que la daga atravesara el aire en un silbido agudo y rápido.

Una lágrima se deslizó por su mejilla al pensar en aquella fatídica noche.

Cada día que pasaba, se lamentaba en silencio por haber mentido descaradamente a su padre, pero no poseía el valor como para dejarlo ir así nada más. Sarah sabía que algo más la había llevado a cometer tal acto y a veces se preguntaba si se trataba de devoción o simple lástima, aunque quiso permanecer neutral con respecto a la decisión.

—Estamos unidos por algo más que una simple atracción, incluso más fuerte que la pasión o el amor —se limpió las lágrimas—, es la traición.

No pudo volver a conciliar el sueño, así que se levantó de la cama y caminó en círculos pensando qué iba a hacer, ¿casarse o marcharse? En menos de doce horas su vida se uniría a la de Jesper, sellando así su trato sagrado, pero no podía permitir que Nicolav le siguiera llamando "niña estúpida" sabiendo lo que ella trataba de hacer.

Caminó hacia la ventana de su habitación y cerró los ojos concentrándose en la respiración de su padre en la habitación contigua y la de Jesper.

Al despertar se había alegrado de ver a Nicolav vivo, y frente a ella, tocarlo, tenerlo tan cerca una vez más, pero como siempre algo debía salir mal. No podía creerse las palabras que él había pronunciado. Mentía, en lo más profundo de su ser sabía que era verdad y que trataba de protegerla de un mal superior... o quizá tenía razón y vivía en un mundo idealizado en donde el amor es mera ilusión. Ilusión juvenil como él la había llamado.

El dolor que sentía en su corazón le hacía pensar diferente. Tenía que hacerlo. Ella era inteligente y no estúpida. ¡Sabía exactamente qué era lo que hacía y porqué!

Se dio cuenta cuando dos meses atrás Christine le llevó un ejemplar para revisión: «Corazón de sangre», ella había palidecido al ver el libro una vez más, así que lo revisó y después de seis años pudo leer como fragmento de diario, el final de la historia que tanto le había gustado, y entonces comprendió todo... todo lo que sucedía ya estaba predestinado y debía hacer algo para evitar que la oscuridad se propagara por la Tierra, ¿pero qué? Y entonces lo supo al ver a los ojos a Alexander, quien le insistió en acompañarle a cenar.

Nunca olvidaría ese primer día en el Moulin Rouge a pesar de que Alexander trató de hacerlo. La sangre que Quincey le proporcionaba le había ayudado a aclarar todo, aunque procuraba cantidades muy pequeñas para no desarrollar su instinto con rapidez y levantar sospechas.




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