Sangre y Telaraña

CAPITULO 2

A la mañana siguiente, el desayuno se desarrolló con mucho humor y consejos de parte de tía Laura. Sentía como si me preparara para asistir a mi primer día de clases en lugar de mi primer día de trabajo, y lo del trabajo en verdad era literal.

Recogí la mesa, lavé los platos y dejé tendida la ropa después de sacarla de la lavadora, todo antes de salir de casa. Una sombrilla y mi bolso de mano eran mis únicos acompañantes de camino a lo que sería el inicio de mi nueva aventura.

Mi primer recorrido por el pueblo me hizo sentir como una actriz novata viviendo su sueño de estrella de Hollywood. Casas misteriosas y elegantes con patrones distintos, pero arquitectura similar del tipo conservador que recuerda a la Inglaterra, Francia y Austria del siglo XVIII. Las avenidas se encuentran asfaltadas pero sus calles adoquinadas no son aptas para andar por ellas con tacones de alto veinticuatro. Farolas coloniales de cuatro lámparas ubicadas en cruz y dos cabinas telefónicas en cada avenida son los servicios con los que cuenta la vía pública.

Normalmente toma menos de diez minutos llegar a la clínica, pero mi tía me complicó ese día un poquito las instrucciones en un extraordinario mapa que hizo favor de dibujar por si me olvidaba de algún detalle (ser despistada es algo que se me nota a simple vista), el cual no pude entender. Una cuadra en el mapa equivalía a tres pequeñas en la realidad para mí según lo que iba observando. Caminé dando vueltas sin saber dónde estaba o como llegar a mi destino cuando en eso vi que a unos pocos metros de donde me encontraba estaba un joven de cabello castaño oscuro, alto, delgado con gafas muy oscuras recostado en un farol de alumbrado leyendo el periódico; así que pensé en pedir indicaciones antes de verme como una tonta pasando por los mismos lugares por tercera... o quizá cuarta vez. Respiré hondo antes de acercarme a preguntar.

—Buenos días. Disculpe que le interrumpa, pero ¿sabe por dónde se encuentra la clínica del Dr. Urrieztietha? —En verdad esperaba que el doctor fuera bastante conocido por el lugar.

—Eres nueva por aquí ¿cierto? No te había visto antes y eso que conozco perfectamente a varias generaciones..., digo familias.

Parecía algo nervioso al corregir sus palabras, típico de alguien que dice algo que no debía decir.

—Bueno, es normal que no nos hayamos visto. Acabo de llegar de muy lejos y según veo soy la única de mi "generación" que intenta encajar dentro de la historia —intenté que el pequeño incidente sirviera para quitar la tensión que había quedado en su rostro.

—Eso es verdad, es muy extraño —contestó aún nervioso pero ya más calmado.

—Fernanda —le extendí mi mano.

—Drew —respondiendo mí saludo. —Y bien, ¿vas a la clínica del doc.?

—Eh...creo que sí. Traía este mapa, pero no me ha sido de gran ayuda...

— ¡Mapa! ¿En serio? Ahora lo entiendo...

— ¿Qué cosa?

—Tú debes de ser la pariente de la sobrina... digo... de Laura. La que vendría a vivir con ella.

—Me alegro que ya estén enterados por aquí.

—No pienses que aquí vive gente chismosa, solo es que conozco bien a Laura y así fue como me enteré. Eso es todo.

Lo miré con sospecha.

—De acuerdo. Creeré esa historia. Pero, ¿cómo lo supo únicamente con lo del mapa?

—Ah... Eso... Es que ella acostumbra a dar así sus indicaciones a todo el mundo. ¿No has visto la pila de papel y varios lápices que tiene en su escritorio?

—Aún no. Apenas llegué anteanoche.

— ¿Y de dónde vienes?

— Para serle franca, del otro lado del mundo.

—Eso sí que es lejos..., además de cansado.

—Ni que lo diga. Nueve horas de vuelo sin escala cansan a cualquiera. Además, aún no me acostumbro al clima caluroso. Y agregue el cansancio de buscar una dirección tú sola dando vueltas toda la mañana...

—¿Calor? ¿Es en serio? ¿Es que vivías en la Antártida?

—Cerca.

Rio —Bueno chica nueva, estás de suerte. Ahora mismo iba para allá, así que puedes venir conmigo.

— ¿De verdad? Muchas gracias —. Oír esto me devolvió un poco la fe en la suerte.

Comenzamos a caminar justo por la dirección contraria de donde estaba yendo antes. Suspiré. No parecía haber empezado con el buen pie mi primer día y mi cara estaba roja de vergüenza. ¿Se habrá dado cuenta hacia donde estaba yendo? Bueno, después de varios días tal vez se olvide del asunto.




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