Sangre y Telaraña

CAPITULO 3

El día transcurrió sin ninguna novedad. Me adapté rápido al sistema de archivo de la clínica y no me costó mucho trabajo organizar los expedientes que llevan resultados médicos adjuntos. Me sentí aliviada. A un inicio creí que sería una tarea complicada y no estaba segura de cómo me iría. Durante el almuerzo, don Ricardo estuvo hablándome de varias enfermedades que no sabía ni que existían además de contar una que otra de sus historias de lo sobrenatural. A las tres de la tarde terminó mi primer día de trabajo e increíblemente me sentía como pez en el agua a pesar de estar un poco cansada.

Al llegar a casa, me encontré con que la tía Laura no estaba y detrás de la puerta había una nota diciendo: "Salí con unas amigas, vuelvo para la cena. En el refrigerador hay pastel de chocolate y flan".

Subí a mi habitación para dejar mi bolso y la sombrilla, luego bajé a la cocina en busca de algunas rebanadas de pastel y leche caliente que me hicieran compañía en lo que llegaba tía Laura. Con ellos me dirigí a la sala de estar del segundo piso, encendí la tv con la esperanza de encontrar algo entretenido en ausencia de mi programación habitual. Afortunadamente encontré una buena película y viéndola perdí totalmente la noción del tiempo.

Ya entrada la noche la tía Laura volvió a casa sin que me diera cuenta, tal vez porque ya empezaba a dormirme con la televisión prendida y lo que me despertó fue el olor a puré de papa que salía de la cocina. Apagué la televisión y me apresuré en bajar, aunque seguía un poco somnolienta.

— ¿Fernanda? ¿Eres tú...?

— ¿Quién más tía? —respondí, bajando los últimos escalones.

—Lo siento ¿te desperté?

— ¿Se nota?

—No mucho, sólo arregla un poco tu peinado de almohadazo y estarás bien.

Me peiné con los dedos el cabello y me hice un moño improvisado.

— ¿Me quedó bien?

—Más o menos...

—Tan mala tía, además estoy en casa...

—De todos modos, no sabes cuándo ni dónde haiga un par de ojos extra.

— ¿Y qué haces que huele tan bien?

—Pasé trayendo de regreso tortitas de pollo en barbacoa...

— ¿Entonces si es puré lo que huelo?

—Sé por mi prima que te gusta mucho.

— ¿Has hablado con la abuela?

—Claro que sí, justamente esta mañana lo hice ¿Pensabas que era una extraña por completo?

—No tía ¿cómo crees? Sólo qué...

— ¿Estábamos enojadas?

—Pues sí, algo parecido —comencé a sudar por los nervios. No quería parecer maleducada gracias a mi gran imaginación.

—Pues te equivocas. Es más, antes de colgar me aconsejó probar tu receta especial de puré de papa.

— ¿De verdad?

—Así es, por tanto, solo falta sazonarlo ¿me ayudas?

—Está bien, pero... ¡pido ración extra...! —salí corriendo directo a la cocina en cuanto dije esto.

—Despacio o caerás —exclamó la tía temiendo un resbalón.

Sal, mayonesa, tallos de cebolla, perejil, dos cucharadas de vinagre, leche evaporada y un poquito de aceite de oliva son los ingredientes para preparar mi puré especial de papa que poco a poco he ido perfeccionando. En un inicio tía Laura dudó de mis habilidades culinarias a pesar de los elogios de la abuela.

— ¿Se puede comer?

—Solo pruébalo, verás que está delicioso.

—Pues tiene buena pinta. —Olfateo y luego probó un poquito en una cuchara. El visto bueno lo dio al tomar una buena ración en un plato pequeño para seguir degustando. — ¡Delicioso!

—Te lo dije.

—Nos has superado a Carlota y a mí. ¿Sabías que de niñas nosotras también practicábamos recetas nuevas?

— ¿De verdad?

—Con la diferencia de que nuestros platillos eran tan exóticos que nadie quería comerlos. Debido a eso ella y yo tomamos caminos distintos, ella tomó cursos de cocina y yo opté por la comida para llevar.




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