Sangre y Telaraña

CAPITULO 5

Cuatro días han pasado desde que tuve aquella escalofriante experiencia sobrenatural. Cuatro días desde que dejé de tomar el mismo café que tía Laura y empecé a usar uno que parecía contener mayor cantidad de cafeína. Cuatro días en las que he reemplazado mi lista de reproducción de música cotidiana por una más "relajante" que incluyera a Bethoveen, Mozart, entre otros.

Cuatro días en los que no he vuelto a ver a Drew.

Me pregunto si tendré que hacer algo al respecto. La última vez que hablé con él me comporté como toda una niña chiquita mimada por su daddy.

En mi defensa, Drew también se portó como un niño pequeño de primaria.

Recargada en la baranda del balcón de mi habitación junto con una deliciosa y muy grande taza del nuevo café, esperaba pacientemente la última campanada de las 5 a.m. Mi hora favorita para "escuchar".

Desde que puedo recordar, el oído ha sido una de mis mejores cartas bajo la manga. Concentrándome en mi “don”, podía escuchar perfectamente lo que estaba sucediendo a una cuadra de distancia y si me concentraba lo suficiente hasta unas dos. En la actualidad he llegado a aumentar su potencia convirtiendo el mundo que me rodea en una extraordinaria emisora de radio incorporada a mí. Pero claro, no todo es color de rosa en esta vida, todos esos susurros batallando en tu cabeza por ser el actor principal te ponen a un paso del psiquiátrico, y más si incluimos ruidos como el de las moscas que perturban tu paz interior cuando vas por la mejor parte del chisme.

— ¿Sabías que los murciélagos son capaces de localizar hasta una mosca por el ruido de sus alas? El eco también es un sonido, por lo que podría considerarse como un don natural del oído...

— Pero, ¿qué?

Me quedé helada. ¿Acaso ya...?

—Te equivocas. No soy fruto de tu imaginación. Más bien, tú eres "mi" imaginación. —Regresé la vista a mi posición anterior, solo para encontrarme con "alguien" conocida. Demasiado conocida.

La taza del delicioso café perdió contacto con mi cuerpo debido a la impresión del momento, estrellándose contra el suelo.

—Debes despertar pronto...

En ese instante mi yo quince o catorce años más joven se desvaneció en el aire.

Tras esto hubo un minuto de silencio en mi cabeza. Muy corto para mi gusto.

Me sentí un poco mareada y me recosté en la cama. Otra mala idea para agregar a mi expediente.

Un líquido espeso y viscoso color púrpura que parecía como un nacimiento de agua empezó de a poco a convertir mis sábanas en arena movediza que iba arrastrándome lentamente hacia una muerte segura. Intenté bajarme enseguida, pero fue inútil, antes de poder gritar "auxilio" fui llevada entre un laberinto de sangre púrpura.

Caí entre un cojín de cadáveres putrefactos impregnados con brea y ceniza de la cintura a los pies. Me levante de un salto y escape de aquel lugar. No sabía hacia dónde ir, pero cualquier parte era mejor que esa.

Me engañaba ilusamente.

El sitio parecía más bien un desierto convertido en cementerio sin tumbas, por todos lados había cadáveres en diversos grados de putrefacción y el ambiente tétrico y terrorífico lo completaba un lienzo de nubes negras con indicios de tornado entre ellas.

— ¿Qué pasa Ali? ¿A dónde vas? —susurra una voz conocida de un hombre, aunque no logro ubicarla en ese instante.

—Ali... sal de aquí... —susurra de nuevo. Cuando me vuelvo hacia la dirección de donde proviene, un grito de terror y desesperación intentó salir de mi garganta casi ahogándome en el proceso. La figura humana hecha en su totalidad de la misma brea que cubría a los otros cadáveres fue lo que mis ojos descubrieron.

Se acercó a mí mientras me encontraba inmóvil por el impacto. Mi mente suplicaba por huir, pero mis pies no respondían sus órdenes. Una explosión de estrógenos bombardeó mi corazón en el momento en el que su mano tocó la mía haciendo que casi perdiera el sentido de la cordura. Esta sensación era algo que ya había olvidado y que solo una persona había logrado provocar; un mar de emociones olvidadas intentaba inundar mi mente borrando el vacío que había persistido durante años. Se trataba de Aarón.

Una hipnótica sensación de felicidad me envolvió de inmediato en cuanto lo reconocí, quería quedar atrapada entre sus brazos y jamás despertar.

— ¡Ali! ¡Escapa!...




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