Sangre y Telaraña

CAPITULO 6

Transcurrió una semana desde entonces y el mundo giró en completa normalidad, exceptuando por las pesadillas que habían llegado cada noche sin falta. El Sahara, el Pacífico, el interior del Vesubio, son algunos nombres que se me vienen a la mente para comparar los lugares en los que se daban mis sueños exóticos. Sangre, oscuridad, miedo, angustia... Todo era lo mismo una y otra vez, tanto la trama como los personajes: el espantapájaros rey de los adefesios y el alma en pena de Aarón poco fotogénica, que al final para mí venían siendo el mismo mico con diferente tacuche. Empezaba a preocuparme de tener que dar mi brazo a torcer para buscar ayuda.

— Cariño, ¿sigues allí? —La voz de mamá me hizo volver a la realidad de golpe. De tanto pensar había olvidado que estaba hablando con ella por teléfono.

—Sí. Disculpa. Me quedé un momento en blanco.

— ¿Estás durmiendo bien?

—Como un dulce bebé. —Pero que gran mentira.

— ¿Segura? —Claramente se oía poco convencida. Bueno, por algo es mi mamá.

—Si mamá. Solo estoy un poco cansada. Quizás aún no me habitúo al huso horario.

—Puede que tengas razón. Has de creer que soy una madre paranoica.

Reí. —No. Solo una simple mamá preocupada por sus cachorros.

—Yo no usaría la palabra "preocupada" a la hora de hablar de tu hermano. Ese hijo mío nos va a sacar canas de mil colores a tú padre y a mí.

— ¿Y ahora qué hizo?

— Acaba de inscribirse a una carrera de autos monstruo.

—Mamá. No comprendo porque estás asustada. Estamos hablando del mismo Alden de siempre.

—Aún no te he dicho la peor parte. Las reglas dictan que los autos deben ser elaborados pieza por pieza artesanalmente. ¿Sabes cuánto conocimiento tiene Alden hasta para cambiar una rueda?

La misma que yo, pensé.

—Mamá, estoy segura que él sabrá bien a quién pedir ayuda.

—Eso espero hija. Porque no pienso llevarle flores a ese desconsiderado.

—Si quieres puedo tratar de disuadirlo.

—No Alisa. Tú debes descansar y no preocuparte de nada por ahora. Ya veré que se me ocurre.

—De acuerdo mami. Que descanses.

—También tú. Que tengas felices sueños. Hasta pronto.

Dejé escapar una pequeña risa. ¿Qué definición podía dársele a las terribles noches que había pasado hasta ese momento, y de las cuales estaba casi segura de que esa noche no sería la excepción?

Coloqué el móvil bajo mi almohada con la esperanza de que la lista de reproducción durara hasta la mañana siguiente y me evitara pensar en otra cosa que no fuera un concierto clásico al aire libre.

Al abrir los ojos me encontraba recargada en un inmenso árbol que desprendía de sus ramas pétalos rosas, junto a este había un pequeño charco de agua cristalina en el que me reflejaba perfectamente. Estaba usando un vestido sencillo color negro de silueta tipo vaina, con escote en forma de corazón sin tirantes, tacones altos y muy bien maquillada. La reina que no había sido en muchísimo tiempo me arrebato el control sin previo aviso queriendo revivir del pasado. De pronto, una ventisca de nieve y ceniza apareció convirtiendo el paisaje boscoso que me rodeaba en otro infierno de los que al parecer nunca podría escapar.

Correr ya se había convertido en un hobby habitual siempre que todo daba señales de cambio en los sueños, y mientras lo hacía en este, una víbora gigantesca de tres cabezas apareció desde el subsuelo cortándome el paso. La piel negra se le veía dura como el diamante y de sus ojos provenía una luz fluorescente que congelaba todo a su vista. Como su jinete iba el mismo hombre de paja ya conocido que comenzaba a aburrirme más de lo que asustaba.

De la dirección contraria, una sensación aún más fría que el hielo penetraba desde mi mano hasta la célula más pequeña de mi cuerpo, instándome a correr. Era Aarón. Llegamos a una parte del bosque literalmente en llamas, más bien en lugar de mi salvación había sido mi perdición seguirle. Le recriminé y solo alcancé a oír: "Sal de aquí", "Peligro", iba a decir algo más cuando el suelo se abrió como madera quebradiza y nuevamente me veía dentro de otra caída con vista hacia el cielo como en el inicio de los malos sueños continuos, pero esta vez era algo diferente, tenía la sensación aún más clara de que al llegar al punto de impacto no correría con la misma suerte de despertar en mi cama.




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