José fue llevado a Egipto y vendido como esclavo a Potifar, oficial de Faraón. A pesar de su situación, José prosperó porque Dios estaba con él. Potifar confió tanto en José que lo hizo mayordomo de su casa y le confió todo lo que tenía. Sin embargo, la esposa de Potifar intentó seducir a José repetidamente, pero él se mantuvo fiel a Dios y rechazó sus avances. Un día, ella intentó forzarlo, pero José escapó dejando su ropa. La mujer, enojada por ser rechazada, acusó falsamente a José de intentar abusar de ella, y Potifar lo encarceló. Aunque estaba en prisión, Dios continuó bendiciendo a José y el jefe de la cárcel lo puso a cargo de los otros prisioneros. Dios estaba con José incluso en la cárcel, y lo hacía prosperar en todo lo que hacía.