Jacob se encuentra enfermo, y José lleva a sus dos hijos, Efraín y Manasés, para que su padre los bendiga. Jacob recuerda la promesa de Dios de hacerlo una gran nación y les concede a los hijos de José una herencia igual a la de sus propios hijos. Después de bendecir a los hijos de José, Jacob los adopta como propios, colocando a Efraín, el menor, antes que a Manasés, el primogénito, lo cual molesta a José, pero Jacob insiste en que así será. Jacob bendice a José y profetiza sobre sus hijos, diciendo que serán bendecidos como los patriarcas Abraham e Isaac. A pesar de la insistencia de José, Jacob reitera que Efraín será más grande que Manasés. Luego, Jacob bendice a Efraín y a Manasés, colocando a Efraín antes que a Manasés. Finalmente, Jacob anuncia su muerte y la promesa de Dios de llevar de regreso a su familia a la tierra de sus ancestros, mientras recuerda que le ha dado a José una porción adicional de tierra, tomada de los amorreos con su espada y arco.