Dios le dijo a Moisés que volviera a hablar con el faraón para dejar salir al pueblo de Israel. Moisés advirtió al faraón que, si no los dejaba ir, Dios enviaría una plaga de langostas que cubriría todo y comería todo lo verde. El faraón no escuchó, así que Dios envió las langostas. Después, el faraón pidió perdón y Moisés oró a Dios, quien hizo desaparecer las langostas con un viento fuerte. Pero el faraón volvió a ser terco y no dejó salir a la gente.
Dios luego hizo que Egipto quedara en completa oscuridad por tres días, excepto donde vivían los israelitas. A pesar de esto, el faraón seguía negándose a dejar ir a los israelitas. Aunque el faraón parecía ceder, siempre cambiaba de opinión, así que Dios continuaba mostrando su poder hasta que finalmente el faraón permitiera que el pueblo de Israel se fuera.