Los israelitas, impacientes por la demora de Moisés en el monte, le piden a Aarón que haga dioses para guiarlos. Aarón, cediendo a la presión, funde oro y forma un becerro de oro. El pueblo lo adora y celebran. Dios le advierte a Moisés sobre la corrupción del pueblo. Moisés intercede, y Dios decide no destruirlos. Al regresar, Moisés ve el pecado del pueblo y destruye el becerro. Culpa a Aarón, quien se justifica. Moisés ordena a los levitas matar a los culpables, y unos tres mil mueren. Moisés intercede nuevamente, pero Dios envía una plaga como castigo por el culto al becerro.