El Señor instruyó a Moisés para que transmitiera estas normas a Aarón y sus descendientes sacerdotales, asegurándose de que manejaran las ofrendas sagradas con respeto para no deshonrar su nombre. Los sacerdotes debían abstenerse de ofrecer sacrificios si estaban ceremoniosamente impuros, y debían mantenerse puros después de cualquier contacto con la impureza. Además, no debían permitir que nadie fuera de su familia comiera de las ofrendas sagradas, pero si alguien lo hacía por error, debían compensar al sacerdote. Las ofrendas debían ser animales sin defectos para ser aceptadas por el Señor. Además, se especificaron normas detalladas sobre qué animales eran adecuados para los diferentes tipos de sacrificios, asegurándose de que fueran perfectos y sin defectos. El Señor enfatizó la importancia de obedecer estas reglas para preservar la santidad y el respeto por su nombre entre los israelitas.