En Números 22, Balac, rey de Moab, teme a los israelitas y envía mensajeros a Balaam, un profeta, para que maldiga a Israel. Sin embargo, Dios le prohíbe a Balaam ir con ellos y maldecir al pueblo de Israel porque es bendito. Balac insiste y envía mensajeros más distinguidos con una oferta aún más grande, pero Balaam insiste en que solo hablará lo que Dios le diga. En el camino, el ángel del Señor se opone a Balaam y su burra, quien ve al ángel y se aparta tres veces, lo que enfurece a Balaam. Finalmente, Dios abre los ojos de Balaam para que vea al ángel y le permite continuar, pero le advierte que solo hable lo que Dios le diga. Balac recibe a Balaam con gran pompa y ambos suben a un lugar desde donde pueden ver al pueblo de Israel.