En Números 35, Dios ordena a los israelitas asignar ciudades a los levitas y establecer ciudades de refugio. Estas ciudades protegerán a aquellos que maten accidentalmente. Se establecen reglas claras para distinguir entre homicidios accidentales y premeditados. Los homicidas accidentales pueden refugiarse en estas ciudades hasta que muera el sumo sacerdote. No se acepta rescate por la vida de un asesino convicto, y la ejecución del asesino es la única forma de purificar la tierra del derramamiento de sangre injusto.