En Deuteronomio 34, Moisés sube al monte Nebo y el Señor le muestra la tierra prometida, pero le dice que no entrará en ella. Moisés muere y es enterrado por el Señor en la tierra de Moab, aunque su lugar de sepultura permanece desconocido. Tenía 120 años al morir, pero su vigor no decayó. El pueblo de Israel llora su muerte por treinta días. Josué, lleno del espíritu de sabiduría por la imposición de manos de Moisés, lidera al pueblo conforme a las órdenes del Señor. Moisés fue un profeta único, con quien el Señor hablaba directamente, y realizó milagros poderosos en Egipto ante todo Israel.