Santa Ritas

3. Origen

El jardín de las Almas Perdidas se encuentra a las afueras de la ciudad, oculto en medio de un bosque de eucaliptos.

A los 12 años, cuando su familia pudo instalarse permanentemente en un sitio que no supiera del accidente, Antonio recorrió sitios recónditos para liberarse sin consecuencias graves; hasta que, finalmente, descubrió este misterioso jardín abandonado. Dedicó varias tardes al mes para recuperar el espacio: limpió el terreno, cortó el césped, plantó y regó flores, fertilizó la tierra, entre otras tareas.

El nombre ni siquiera lo eligió él. Encontró el cartel de madera, tallado con la misma tipografía que había visto en algunas casas de la zona, cubierto de yuyos y musgo. Se veía tan abandonado como el resto, pero no se atrevió a renovarlo o cambiarlo.

Desde entonces, el Jardín ha sido su refugio, aunque sabe que no es el único visitante: árboles frutales han crecido sorpresivamente durante estos 14 años, a pesar de que él nunca las cultivó; cactus y girasoles adornan varios caminos, cerca de sus bugambilias rosadas.

Se adentra en el bosque de eucaliptos en penumbras. Pronto divisa algo de luz; la luna llena brilla alto en el cielo e ilumina la extensión de terreno que comprende el jardín de las Almas Perdidas.

Inhala profundo el aroma de mil flores. No se detiene a distinguirlas, ¿para qué? Si podría nombrar al derecho y al revés qué plantaciones se encuentran allí.

Recorre el sitio, en calma, mientras roza las yemas de los dedos con las hojas o los pétalos que crecen a su alrededor. Esa sensación detiene el cosquilleo interior, al menos hasta que encuentra un hueco de tierra en donde hará crecer una nueva bugambilia.

Su corazón se acelera tanto que podría salirse del pecho en cualquier momento. Se arrodilla sobre el césped húmedo. Frenético, desquiciado, pierde el control de sí mismo momentos antes de quitarse las ganas, al punto de jamás reconocer que esa adrenalina consume su cordura. Entierra las manos lo más profundo que le permite el suelo, para luego cerrar los ojos y concentrarse en el cosquilleo. Visualiza un gran tronco dividiéndose en tres ramas de menor ancho, que poco a poco se entrelazan entre ellas y se ramifican una y otra vez mientras continúan creciendo. Hojas ovaladas con puntas acuminadas se forman a lo largo de estas. En los extremos, se abren brotes para mostrar aquellas características florecillas blancas rodeadas por brácteas color rosa.

Al terminar, quita una de sus manos para aferrársela al pecho y controlar su respiración. Nunca se había sentido tan cansado después de usar su poder, pero encuentra el motivo al abrir los ojos y descubrir que frente a él no hay un árbol… sino dos.

Rosado a su izquierda, morado a su derecha.



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En el texto hay: historia corta, lecciones de vida, ansiedad

Editado: 12.08.2024

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