—Me levanto de la cama, recojo mi ropa y me dirijo hacía el baño, tomo una ducha y me visto. Veo mi imagen en el espejo del lavado y definitivo, se me paso la mano anoche, mis enormes ojeras son testigo de eso.
Debo regresar a mi hotel, detrás de esas piernas kilométricas me vine a meter en un barrio de dudosa reputación, no vuelvo a beber de esa manera; Lucas tiene razón no puedo exponerme así. Ni me imagino el sermón que me dará apenas me vea y si se entera Alonso, terminare escuchando sus regaños, por los próximos seis meses.
Salgo del baño y veo como la pelinegra con la que acabo de tener un encuentro sexual clandestino, despierta — Regresa a la cama, guapo.
— No cariño, lo siento mucho pero debo irme — Anota mi teléfono amor, ¿Como vas a llamarme si no lo tienes?.
— No preciosa, digo terminando de acomodar mi saco y poniéndome mi costoso Rolex. No me interesa tener tu número de teléfono, porque no te pienso llamar — Desgraciado, dice tirándome una de la almohadas de la cama, seguro eres casado. Maldito bastardo — No, para nada. Soy un hombre felizmente soltero, digo caminando hacía la puerta de la habitación — Y entonces, ¿Porque no me piensas llamar? — Sencillo nena, simplemente porque Santiago Ferrara nunca repite.
—Malnacido, la escucho decir a mis espaldas, mientras cierro la puerta de la habitación, luego de salir.
Editado: 10.07.2022