Santiago Ferrara

Capítulo 2

—Bajo del elevador y por más que trato no logro disimular mi indignación,  ya había escuchado que el cuñado de mi jefa,  el tal Santiago Ferrara era un engreído, déspota y arrogante. Pero nunca pensé que tan rápido lo  comprobaría, si no estaba de acuerdo con el halago de su amigo hacía mi, no tenía porque decir nada; ¿Por qué llamarme corriente?. Por supuesto si yo tuviera una Black card,  tambièn podría  comprarme ropa de última moda, joyas, relojes finos, un auto con chofer y tantas otras cosas que la gente como el pueden comprar sin problemas. ¿Cuando la gente rica entenderá que hay gente como ellos que nacen con estrella y gente como yo, que nacemos estrellados?. 

 


—No puedo darme el lujo de pelearme con ese tonto, necesito el trabajo y el seguro médico para mi madre. Lo mejor será tragarme el orgullo y bajar la cabeza  vine aquí a trabajar y eso haré. 

 


—Señora Natasha,  aquí le traigo las anotaciones de la reunión, si me facilita los datos con gusto levanto el acta para que la señora Soraya la revise y luego la firmen. 

 


—Excelente Dania, prepárala y se la pasas a Soraya — Con gusto señora — ¿Como sigue tu mamá? — Mejor señora, gracias al seguro médico privado al que tiene derecho desde que empecé aquí, las cosas han mejorado — Si necesitas algo, me avisas — Si, señora Natasha. 

 


—Otra cosa a partir de mañana, asistirás a Santiago en sus reuniones con los clientes, fuera de la empresa. Así me aligeras un poco la carga del trabajo — Pienso por un momento,  si  decirle que por favor no me asigne esa tarea, pero lo medito mejor y solo asiento con la cabeza.

 

 

 — Tambièn  necesito que vayas a este lugar, esta tarde.

Allí te ayudarán a mejorar tu imagen ejecutiva— Señora, yo no tengo dinero para eso— Corre por mi cuenta, Dania. Cuando vayas a esas reuniones nos representas, solo puliremos tú imagen, eres una mujer muy hermosa y además muy  inteligente. Así que acepta y consiéntete un poco — Acepto pero solo con una condición señora.

 — A ver, ¿Cuál es esa condición? — Que me permita pagarle poco a poco, lo que gaste en mí — De acuerdo, Dania es un trato entonces. 

 


—Continué mi trabajo, para dejar todo en orden antes tomar el permiso, que mi jefa me concedió para ir a pulir mi imagen ejecutiva, como dice ella.


—Regresé al piso de presidencia, para dejar una documentación.  Para mi sorpresa me encontré con el joven Ricci, quien luce realmente apenado — señorita Rinaldi,  siento mucho  lo de hace un rato,  mi amigo Santiago a veces suele ser algo… — ¿Sincero?, pregunto,  con una sonrisa fingida— Tosco,  idiota y  arrogante,  diría yo — Vaya por suerte son amigos, igual no se preocupe, señor Ricci, la fama del señor Ferrara suele precederle—  necesito que sepas que yo no comparto su opinión,  por el contrario a mí me pareces una mujer exquisitamente hermosa — Muchas gracias por su halago,  señor Ricci.   Con permiso, debo llevar una documentos a la oficina del señor Santiago Ferrara. 

 


—Llego a la parte exterior de su oficina y no veo a su asistente por ningún lado, me tocara entregárselos personalmente, es documentación sumamente importante y quiero correrme el riesgo de que se traspapele. Dios mío controla mi lengua, recuerda Dania, necesitas el trabajo, necesitas el trabajo, sigo repitiendo, mientras camino hasta la puerta de su oficina. 

 



Respiro profundo antes de tocar, luego de tres golpws a la puerta,  escucho su voz — Pase. La veo llegar a mi oficina, con una carpeta en la mano. Todavía no se porque diablos respondí eso, cuando Alberto me pregunto si me parecía linda, por supuesto que lo es y lo note desde el primer momento que la ví esta mañana en el elevador y tampoco tenía idea de que la señorita, hablaba francés. 

 


—Señor Ferrara, la señora Natasha le envía esta documentación para que la firme, se acerca y pone la carpeta sobre el escritorio. La señora también me informó que a partir de mañana,  lo acompañare a las reuniones con los clientes. Solo necesito conocer la hora y fechas de las reuniones para organizar la agenda.  
—Esa información se la puede pedir a mi asistente, digo mirándola fijamente. Buscando inquietarla como suele pasar con la mayoría de las mujeres. 

 


—Sin embargo su mirada es indiferente y no me demuestra ningún tipo de emoción. 

 


—Tiene toda la razón, discúlpeme entonces, con permiso, señor— ¿No me va a reclamar lo del comentario de esta mañana, señorita Rinaldi?— ¿A que se refiere señor? — Me levanto de mi silla y doy un par de pasos en su dirección, no se amedrenta, no retrocede, por el contrario me sostiene la mirada.  
Me refiero a lo que nos escuchó conversar a mi amigo y a mí.

 

— Disculpe señor, pero sería muy inapropiado cualquier tipo reclamo de mi parte. Usted es uno de mis jefes, esa es su opinión sobre mi persona y es mi deber respetarla, pese a que no la comparta  o no me agrade— ¡Vaya!, una mujer que no reclama — Una mujer, que conoce su lugar como empleada y sabe ocuparlo, señor. ¿Alguna otra cosa, Señor Ferrara?— No, ninguna. Retírese —Entonces, con permiso — Doy la vuelta, con las piernas  hechas gelatina, esa mirada penetrante, me puso nerviosa. Pero no le iba a demostrar debilidad,  ni tampoco lo mucho que  su comentario me había ofendido. 

 


—La veo salir de mi oficina y no puedo evitar sentirme confundido. Estaba seguro que me reclamaría, eso es lo que mejor hacen las mújeres. Sin embargo ella actuó como si mi comentario, no le hubiese importado en lo absoluto, tampoco se cohíbe, ni reacciona ante mi presencia, como lo hacen la mayoría de las mujeres. ¿Será que no le gustan los hombres?  


—Salgo de la oficina, del señor Santiago, rumbo a mi cubículo en busca  de mi bolso. Para ir a la dirección que me indico mi jefa.  


—Llego hasta dirección que indica la tarjeta que me entrego, es una boutique muy exclusiva en el área central de Roma. 



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En el texto hay: mafia, amor, amistad

Editado: 10.07.2022

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