Facundo había aceptado darnos clases de apoyo a Trinidad y a mí para evitar que volviéramos a cursar filosofía.
Mis sentimientos cada día estaban más confusos, estando con él me sentía un poco incómoda pero contradictoriamente bien.
Cuando las clases de apoyo finalizaron me sentí triste, extrañaría verlo, extrañaría su dulce sonrisa y el gesto en su mirada cuando estaba sumido en un libro. Involuntariamente sonreía al recordar sus actitudes; era muy dulce si se lo proponía, aunque en ocasiones sus actitudes provocaban rechazo en mí.
Dos semanas más tarde algo extraño sucedía con él, no habíamos hablado desde el fin de la tutoría y cuando trataba de acercarme me evitaba rotundamente. Me frustraba no entender su actitud ya que no recordaba haber hecho nada para merecerla. Entonces, decidí que no volvería a suceder, intentaría por última vez hablarle y si continuaba en su postura lo mandaría al infierno, no lo seguiría como un perro, estaba determinada a demostrarle que no todo debía ser a su manera.
Lo vi cruzar por el pasillo, así que junté todo mi coraje para enfrentarlo y preguntarle la causa de su jodido cambio. Camine hacia él y se detuvo frente a mí como si sus actos no tuvieran consecuencias:
-A las diez en el bar de siempre. Te espero. -Me dijo sin mirarme y siguió su camino.
No me dio tiempo a responderle y al llegar Trinidad vio mi cara de desconcierto.
-Oye. ¿Y a este que le pasa?
-Si yo supiera te lo diría, solo sé que tengo que verlo a las diez en un bar.
Aquella noche tarde aproximadamente dos horas en prepararme. Al llegar al bar, él no estaba solo, lo acompañaba su hermano Timothy. Ahora si me desconcertaba aún más su manera de actuar.
-Hola. -dije tímida al llegar a la mesa.
-Hola , soy Timothy , el hermano de Facundo ¿Y tu nombre es...?
-Soy Bárbara, compañera de la facultad.
Pedimos unas cervezas y reíamos distendidos. Pensaba que Facundo estaba apresurando las cosas y supuse que había escuchado mi conversación con Trini respecto a él; se veía ansioso e impaciente como quien busca decir algo en el momento correcto sin saber cómo hacerlo.
Con Timothy estábamos tan entretenidos en la conversación que por momentos parecía que estábamos solos, y Facundo estaba tenso, fulminando a su hermano con la mirada, yo sin entender que había provocado su cambio de humor me desconcerté; y en un intento de arreglar la situación pretendí cambiar de tema de conversación:
- Dime Facundo. ¿Cómo te está yendo con los parciales? ¿Has comenzado a estudiar ya? -Preguntó Timothy poniéndose un poco serio
-Hermano, no te llamé justamente para que me preguntes por la universidad, sino para que conozcas a la chica que me trae de cabeza.
Sentí mis mejillas ardiendo, estaba espantada. Solo hacía un mes que nos conocíamos, la mitad de ese tiempo ni siquiera me había dirigido la palabra y a diferencia de mi, él parecía tener muy claros sus sentimientos.
Recuerdo la primera vez que me dio un beso: fue tan real la sensación de mariposas en el estomago, sentí dolor; -ya se, es extraño, pero así fue,- sentía mis mejillas afiebradas, eso también fue extraño ya que no soy de las que se ruborizan con facilidad.
-Ven, acércate. –Dijo mientras yo comía.
Lo miré de reojo, me reí y me atraganté, volviendo la atención a mi almuerzo. De nuevo fijé mi mirada en él, y apoyando sus codos en la mesa imitó mi gesto y repitió:
- Ven, acércate.
¿Y cómo no hacerlo? Sentí sus cálidos labios en los míos, eran carnosos y suaves, deliciosos, tiernos y entregados. Un escalofrío me recorrió y hasta mis pies se entumecieron; todo mi cuerpo reacciono como si fuera la primera vez que alguien me besaba y al abrir los ojos vi los suyos; chocolate profundo observándome. Sentí la paz como quien la siente por primera vez y el amor como si nunca hubiera amado antes.
El semestre había acabado y yo regresaría a casa de mis padres. Y aunque lo nuestro no era oficial, lo evidente era que estábamos juntos...