Estaba en casa de mis abuelos cuando llegaron mis primos para hacerme compañía unos días. En la habitación que daba al patio hablábamos de muchas cosas y jugábamos con la perra labradora de mis abuelos.
-Bar, ven. Hay alguien que pregunta por ti. –Dijo mi primo desde la ventana.
-No puede ser. Nadie sabía que estaba aquí. ¿Ustedes le dijeron a alguien? -Dije molesta.
-Ven de una buena vez por todas. -Dijo mi primo mientras me tomaba del brazo y me sacaba de la habitación.
Facundo tomó el riesgo de viajar en secreto y sin conocer la ciudad para encontrarme en la casa de mis abuelos. Se veía cambiado.
-¿Qué haces aquí? Pensé que me odiabas.
-Vine a verte. –Respondió- No te odio. ¿Cómo podría hacerlo? Si eres lo mejor que me sucedió.
Me beso. Se veía tímido e impaciente cuando lo abrace y apoyé mi cabeza en su pecho. Acarició mi cabello:
-Te queda hermoso - Dijo elogiando mi nuevo corte.
-Gracias.
Abrió su mano vi un anillo con un pequeño corazón y una piedra de color rojo.
-Vuelve a casa por favor. - Dijo mientras lo colocaba en la palma de mi mano.
-Me fui para que seas feliz con Estefanía y Alice. Realmente quiero que seas feliz
¿Entiendes? No me pidas que regrese.
-Solo soy feliz a tu lado.
Cerro la palma de mi mano y me miro con sus ojos vidriosos, lo había herido una vez más.
-Solo deja que el tiempo lo decida, no quiero precipitar las cosas.
Cuando estiré mi mano para tomar la suya, el anillo cayó por accidente y perdió la piedra.
-No importa, es solo un anillo
-¿Vamos por un café? -Le pregunté mirándolo a los ojos y sonriendo.
-De acuerdo.
Tome su mano y caminamos sin un rumbo como en los viejos tiempos. El amor seguía allí tal cual como lo recordábamos.
Suelo ser impulsiva con algunas de decisiones y esta no sería la excepción, saqué los pasajes para irme del país; quería explorar un nuevo lugar, esperando que el correr del tiempo curara mis heridas, para luego pensar en cómo continuar lo nuestro.
Me distraje en un bar y perdí mi vuelo, como si el universo entero conspirara para que no me fuera.
Llamé a Fabio, un viejo conocido de Timothy para que me contactara con él; cuando me fui cambié mi número perdiendo entre otras cosas el teléfono de mi cuñado.
Fui al baño en el aeropuerto antes de abordar y a la salida Timothy me esperaba; él también viajaría casualmente ese día:
-¿Sabes algo de Maddy? -Me preguntó extrañado.
-No, hace días que no se de ella, todavía está molesta por lo que hice.
-¿Por haber dejado a mi hermano? Creo que era hora que alguien le diera una lección
-¿De qué hablas?
-Eres la única cuñada que tengo, Estefanía no es lo que parece.
-¿A qué te refieres con eso Tim? ¿Ahora tú también quieres que regrese con Facundo?
-Sí, porque parecen dos niños. -Dijo riendo mientras caminábamos por el aeropuerto.
Él no entendía -y yo tampoco- el hecho de haberme ido de casa sin decirle nada a Facundo, sin siquiera esperar una respuesta a algo que en mi mente imaginaba pero mi corazón no sentía.
Tim y Maddy tenían un poco de razón, debía regresar cuando menos para aclarar las cosas con Facundo y asegurarme de estar haciendo lo correcto y de no ser así, celebrar nuestros primeros dos años juntos.
Regresé a mi viejo departamento, aquel donde todo comenzó. Seguía igual, los muebles, la cama que contó más de una historia entre Facundo y yo, todo estaba cubierto de plástico y polvo, sacudí un poco y me senté a descansar un momento; luego subí mis maletas para comenzar a desarmarlas.
Desde el embarazo de Alice había dejado de entrenar y pensé que entre otras era una de esas cosas que debía empezar de nuevo, así que tomé una ducha rápida, mi bolso y fui al gimnasio que estaba cerca de la playa.
Facundo estaba allí, para mi sorpresa, con Alice en su carro. Me acerqué a ver a mi hija que estaba despierta con su chupón y su gorrito con orejas de oso, me miraba con sus enormes ojos marrones estirando sus bracitos para que la cargara.
-Hola, que bueno verte aquí amor mío. -Facundo estaba detrás de mí,
Me tomo por la cintura y me abrazó.
-Hola, no esperaba verlos aquí, regresé a la ciudad y vi a Tim en el aeropuerto. -Le comenté mientras cargaba a Alice y le acomodaba su chupón.
-Sí, él me lo dijo. Hablamos seguido, porque Aixa no se despega de los niños entonces accedió a cuidarla.
-Está bien, me alegro que mi hija se sienta cómoda en familia. ¿Y tú? ¿Qué sucedió mientras no estuve?
-Nada. Solo te he extrañado ¿Qué más puedo hacer?
-Facundo por favor no me hagas esto. Yo también los extraño, pero no es vida estar peleando todos los días por cosas sin sentido. -Le pedí con los ojos llorosos y la voz quebrada.