Sara y el Dr. Martínez avanzaban con precaución por el oscuro túnel, iluminados únicamente por la linterna que llevaba el científico. Los pasos resonaban en las paredes de roca, y el aire era denso y húmedo. Sara se aferraba fuertemente a la mano del doctor, sintiéndose vulnerable y asustada.
De repente, un ruido se escuchó en la oscuridad. El corazón de Sara latió con fuerza y su respiración se aceleró. El Dr. Martínez apagó la linterna, dejando a ambos en la más completa oscuridad. El silencio se hizo pesado, interrumpido solo por la respiración agitada de Sara.
De repente, un resoplido se escuchó cerca de ellos. Sara sintió una bocanada de aire caliente en su rostro y gritó, agarrándose aún más fuerte a la mano del doctor.
Tranquila, Sara -dijo el Dr. Martínez en voz baja-. Solo es una corriente de aire.
Sara asintió con la cabeza, tratando de calmarse. El científico encendió la linterna de nuevo, iluminando la oscuridad y continuando su camino, ahora con más precaución que antes.
Después de un rato de caminar, llegaron a una bifurcación en el túnel. El Dr. Martínez consultó un mapa y decidió tomar el camino de la derecha. Sin embargo, al poco tiempo se dieron cuenta de que habían tomado la dirección equivocada, y se encontraron con un callejón sin salida.
Sara sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que estaban perdidos en el laberinto de túneles. El Dr. Martínez intentó mantener la calma y sugirió volver sobre sus pasos para encontrar el camino correcto. Pero antes de que pudieran moverse, escucharon un rugido atronador.
Es la criatura -susurró el Dr. Martínez-. Tenemos que movernos rápido.
Sara y el doctor comenzaron a correr en la dirección opuesta al rugido, con la esperanza de encontrar una salida antes de que la criatura los alcanzara. El rugido se hizo cada vez más fuerte, y el suelo tembló bajo sus pies. Pero finalmente, después de lo que pareció una eternidad, encontraron una salida y emergieron a la superficie.
Jadeando y sudando, Sara y el Dr. Martínez se tomaron unos minutos para recuperarse antes de continuar su camino. Sabían que el peligro seguía acechando en los túneles, pero al menos ahora tenían una mejor idea de hacia dónde se dirigían.
Sara y el Dr. Martínez continuaron avanzando con precaución por los túneles subterráneos. Cada sonido, cada sombra, les ponía los pelos de punta. Pero a pesar del miedo, seguían adelante, con la esperanza de encontrar el portal que los llevaría de vuelta a casa.
De repente, escucharon un ruido ensordecedor, como si algo enorme se estuviera acercando hacia ellos. Sara y el Dr. Martínez se quedaron paralizados, sin saber qué hacer. Pero enseguida, vieron una figura enorme aparecer en la distancia, moviéndose con lentitud.
Era una criatura gigantesca, con patas largas y delgadas, un cuerpo musculoso y una cabeza con una boca enorme llena de dientes afilados. Sara y el Dr. Martínez se miraron con terror, sin saber cómo iban a escapar de ese monstruo.
Pero en ese momento, la criatura levantó la cabeza y empezó a olfatear el aire. El Dr. Martínez le susurró a Sara que se quedara quieta y no hiciera ruido. Aparentemente, la criatura era sensible al olor del miedo, y si sentía que sus presas estaban asustadas, atacaría sin piedad.
Sara y el Dr. Martínez se mantuvieron en silencio absoluto, conteniendo la respiración, mientras la criatura se acercaba a ellos. Pero para su sorpresa, la criatura pasó de largo sin detenerse. Sara y el Dr. Martínez suspiraron aliviados y continuaron su camino con más precaución todavía, sabiendo que no podían bajar la guardia ni un instante en ese mundo extraño y peligroso.
Después de un rato, llegaron a un túnel más amplio y con una luz tenue en el fondo. Sara y el Dr. Martínez avanzaron hacia allí, con la esperanza de que fuera el lugar donde se encontraba el portal que los llevaría de vuelta a casa.
A medida que se acercaban a la luz, comenzaron a oír un sonido extraño, como si alguien estuviera cantando. Se miraron el uno al otro, preguntándose si esa podría ser la señal de que habían encontrado el portal.
Al llegar al final del túnel, descubrieron que la luz provenía de una especie de cueva iluminada con antorchas. En el centro de la cueva, había un grupo de seres extraños, cantando y bailando alrededor de un objeto brillante y pulsante en el suelo.
Sara y el Dr. Martínez se detuvieron, sorprendidos y asombrados por lo que veían. Se acercaron lentamente al grupo, tratando de no llamar la atención. Pero antes de que pudieran acercarse lo suficiente como para ver de qué se trataba el objeto brillante, alguien los vio.
De repente, el canto y la danza se detuvieron, y todos los ojos se posaron en Sara y el Dr. Martínez. Un ser con una piel azul y brillante se adelantó hacia ellos, mirándolos con curiosidad.
"¿Quiénes sois vosotros?", preguntó el ser en un idioma extraño que Sara y el Dr. Martínez apenas podían entender. Sara y el Dr. Martínez intercambiaron una mirada nerviosa antes de que el Dr. Martínez tomara la palabra.
"Soy el Dr. Martínez, y esta es mi compañera, Sara. Estamos perdidos y buscamos un portal que nos lleve de vuelta a nuestro mundo".
El ser azul asintió con comprensión y se acercó a ellos, examinándolos con detenimiento. Luego, señaló hacia el objeto brillante en el suelo.
"Ese es un portal", dijo en su extraño idioma. "Pero no es para vuestro mundo. Es para los mundos de los dioses. Si lo usáis, no sabéis a dónde iréis a parar".
Sara y el Dr. Martínez intercambiaron otra mirada, preguntándose qué debían hacer. ¿Deberían arriesgarse a usar el portal y esperar lo mejor? ¿O seguir buscando otro camino de regreso a casa?
Antes de que pudieran decidir, el sonido ensordecedor de una explosión sacudió la cueva. Todos se miraron con alarma, sin saber qué estaba pasando. Pero entonces, un grupo de criaturas similares a la que habían encontrado antes entró a la cueva, rugiendo y atacando todo a su paso.