Mientras Sara caminaba por los túneles subterráneos, se sintió nerviosa y asustada al recordar lo peligrosos que eran. Los monstruos gigantes que los habitaban eran capaces de oler el miedo y atacar a cualquiera que se encontrara en su camino. Pero Sara se esforzó por no mostrar ningún temor en su rostro, ya que ahora se veía a sí misma como una persona diferente, alguien más valiente y fuerte que estaba dispuesta a enfrentarse a cualquier desafío que se le presentara.
Recordó las palabras de Martínez, quien le había hablado acerca de los portales aleatorios que se abrían en los túneles subterráneos y que podían llevar a cualquier parte del espacio tiempo. Sara estaba emocionada por la idea de explorar lugares nuevos y desconocidos, y se sintió más segura sabiendo que podía abrir un portal para regresar a casa en cualquier momento.
A pesar de su entusiasmo, Sara sabía que tenía que estar atenta y tomar precauciones para mantenerse a salvo. Avanzó lentamente, revisando su entorno cuidadosamente y manteniendo su atención enfocada en cualquier peligro potencial. A medida que caminaba, se sorprendió al notar que algunos de los túneles parecían estar más iluminados que antes, lo que la hizo sospechar que alguien más estaba cerca.
Con cautela, se acercó a una de las paredes y descubrió que había una pequeña lámpara de aceite colocada allí. Miró hacia arriba y notó que había una serie de ellas a lo largo del túnel. Se preguntó quién las había puesto allí y qué significaba esa señalización. Decidió seguir el camino marcado por las lámparas y se adentró más en los túneles, hasta que finalmente llegó a una bifurcación.
No sabía qué camino tomar, pero finalmente decidió seguir por el que estaba iluminado con más lámparas. A medida que avanzaba, comenzó a notar que el aire se estaba volviendo más fresco y limpio, lo que indicaba que se estaba acercando a la superficie. Finalmente, llegó a un punto en el que podía ver una pequeña abertura en la pared, a través de la cual se filtraba un poco de luz.
Se acercó con cautela y asomó la cabeza para ver lo que había al otro lado. Vio un hermoso paisaje al atardecer y se dio cuenta de que había salido del mundo subterráneo y había llegado a la superficie. Se sintió aliviada y emocionada al mismo tiempo, sabiendo que había superado otro desafío en su aventura.
Sara sacó su celular y se sorprendió al descubrir que estaba en un lugar completamente diferente al mundo subterráneo. Estaba en una colina rodeada de hermosos árboles y paisajes naturales, y podía sentir el viento fresco en su rostro. Tomó una bocanada de aire y se permitió disfrutar de la sensación de libertad que la rodeaba. Finalmente, decidió que era hora de volver a casa. Al abrir la puerta de su casa, se sorprendió al ver a su amiga Ana esperándola.
"¿Qué pasa, Ana?" preguntó Sara.
"Estoy harta de ser una niña", respondió Ana con desesperación. "Quiero vivir mi infancia al máximo, pero es difícil pensar que no podré experimentar cosas nuevas hasta que mi cuerpo madure".
Sara no sabía cómo responder. Había pasado tanto tiempo desde que se había convertido en una adulta que se había olvidado de cómo era ser niña. Aun así, intentó consolar a su amiga:
"Pero Ana, ¿no querías ser niña para siempre? Además, ya no puedes viajar al futuro", le dijo Sara con tristeza.
"¡Claro que sí puedo!" gritó Ana con furia. "Podría irme ahora mismo a mi tiempo original si quisiera".
"Debes terminar la misión primero, Ana. Si no lo haces, el espacio-tiempo se verá afectado y si quienes controlan el mundo se dan cuenta de nuestra existencia, nos desaparecerán", dijo Sara con seriedad.
Sin embargo, Ana no quería escucharla. Salió corriendo de la habitación de Sara, cerrando los ojos con fuerza. Mientras corría, empezó a brillar con una luz intensa. Sara se dio cuenta de lo que Ana estaba tratando de hacer: escapar al futuro. Saltó sobre ella para evitar que se concentrara en el salto temporal, pero Ana la empujó y logró abrir un portal al Vaticano.
Ana corrió hacia el portal, pero antes de cruzarlo, se encontró con un hombre alto vestido con una túnica blanca, cuyo rostro estaba oculto.
"Entonces eres tú la que ha estado modificando el espacio-tiempo y también te has estado infiltrando aquí", dijo el hombre de la túnica a Ana.
Ana estaba asustada, sin saber qué hacer. Intentó regresar por el portal, pero ya había desaparecido. Entonces, trató de huir, pero el hombre la atrapó con sus poderes mentales. Ana estaba sorprendida de encontrarse con alguien que también tenía su mente desbloqueada.
Sara se encontraba tumbada en el suelo, intentando recuperarse del fuerte golpe que le dio Ana al empujarla. A pesar de que se esforzaba por abrir los ojos, todo parecía borroso y confuso, y no tenía ni idea de dónde estaba Ana ni hacia dónde se había ido.
La preocupación empezó a invadir su mente. ¿Habría Ana viajado al futuro sin completar la misión de evitar la creación de la máquina del tiempo? ¿Qué podría pasar si no conseguían evitar que la máquina se construyera?
Justo en ese momento, Sara notó que se estaba abriendo otro portal, pero esta vez era diferente. Era un portal hacia el mundo subterráneo, y no tenía ni idea de quién podría estar detrás de él. Sara intentó levantarse, pero aún estaba algo aturdida y no se sentía del todo estable.
Fue entonces cuando un hombre vestido con la misma túnica que el que había capturado a Ana en el Vaticano salió del portal. Sara estaba alerta y miraba con atención, sin saber qué esperar. "¿Quién eres tú y qué haces en mi casa?" preguntó Sara con tono firme.
Sin embargo, el hombre no respondió a su pregunta. En cambio, intentó atrapar a Sara con sus poderes mentales. Pero Sara había utilizado sus poderes demasiado a menudo y ya había desarrollado una resistencia a ellos. En cuanto se dio cuenta de las intenciones del hombre, rápidamente cerró los ojos, y su cuerpo empezó a brillar intensamente.