La casa del abuelo
Mateo
La veía dormir y simplemente no podía, no podía quedarme de brazos cruzados, había pasado toda la noche junto a ella, había llorado tanto que temía que se le hubiesen acabado las lágrimas, ni siquiera había querido ver los fuegos artificiales que; por lo que sé, siempre le hace mucha ilusión verlos, y al verla pálida, con los labios pálidos y rotos, la nariz roja de tanto sonarse y la cara hinchada me hacía querer hacer algo más.
Jamás había pasado algo así y no sabía lidiar con este tipo de cosas, lo cual era una mierda. Desearía tener a mi abuela y llamarla para preguntarle qué carajos hacer en estas situaciones, pero ya me parecía a mí que tendría que arreglármelas por mí mismo.
Me quedé con la vista hacia el techo y me puse a examinar todo, me daban ganas de delinear sus facciones, sin embargo sabía que ella necesitaba su espacio, así como sabía que necesitaba descansar, había logrado dormirse hacia como cuatro horas y quería que descansara un poco más al menos.
Y conmigo haciéndole caricias seguro y que se despertaba.
Toda su habitación estaba decorada con luces de Navidad y fotografías de ellas con los que suponía eran sus a amigos de algún lugar.
Era la primera vez que conocía a alguien que se esmeraba por tener su habitación decorada y todo estaba decorado perfectamente, todo combinaba, para ser honesto yo nunca me había planteado más que cambiar las sabanas de mi habitación porque era hora de cambiar las.
Después, lo de más estaba blanco y vacío, con suerte tenía un par de fotografías que mamá había colocado.
Era magnífico poder ver a Sarah más de cerca, tenía el cabello liso, era como un café muy oscuro y realmente quizá me sentía un poco estúpido por emocionarme solo por verle el cabello.
Generalmente ella siempre andaba con gorros y bufandas por todos lados, casi se cubría hasta la nariz para protegerse del frío así que verla ahora con nada más que una sudadera y sus pantalones de dormir para mí ya era un sueño.
Tenía bonita nariz, sus pestañas eran muy largas, sus labios por fin había vuelto a tomar ese color rosado y en realidad eran muy apetecibles para besarlos de nuevo y no separarme nunca de ella, realmente quizá y tenía sus defectos como todos pero hasta el momento no creía haber visto ninguno.
Pero sobre todo, es que era genial poder ver que las pecas que estaban en sus pómulos aún descendían un poco más por sus mejillas y a mí eso me encantaba.
El clima de afuera por lo menos había mejorado un poco, estábamos a cero grados pero por suerte ya no había nevado lo cual en realidad me estaba haciendo plantearme una idea un poco loca.
Y la idea en realidad me estaba volviendo loco a mí.
Eran las 8 de la mañana y yo ya escuchaba ruidos en el resto de la casa así que luego de un rato saque toda mi valentía y me dirigí a hablarle de mis planes a Esther.
Era raro para mi estar despierto a las ocho de la mañana un primero de enero, para ser honesto prefería desvelarme mucho con mis amigos y despertarme hasta las dos de la tarde, así no podía notar los solitaria que se mantenía la casa mientras otros compartían con sus familias.
Pero regresando a la realidad, luego de mi charla con Esther se me fue cualquier rastro de duda. Y fue así como justo ahora tengo a una Sarah molesta por que la estoy haciendo regresar a casa.
Querrás decir a la que alguna vez fue su casa.
Bueno si, ahora su casa es donde vive con su hermana.
— No entiendo, me pelee con mis padres ¿y me traes aquí? — Ella negó algo enfadada, sin embargo estaba atónita. — ¿Estás loco?
— Si, puedo estar un poco loco pero no te he traído aquí a obligarte a hablar con tus padres, solo espera un poco a que lleguemos y te aclarare todas tus dudas. — Dije con la vista hacia el frente y con una pequeña sonrisita de boca cerrada.
Y en realidad que comenzaba a desesperarme, manejar no era algo que me fascinara cuando se trataba de hacerlo por horas y a pesar de que ya llevábamos como dos horas y media mi culo ya se sentía muy resentido de estar en ese asiento y mi espalda estaba hecha polvo de estar ahí.
Es jodidamente tedioso tener que manejar tanto tiempo.
Todo sea por ver a Sarah con una sonrisa en su rostro o por encontrar a alguien que pueda darle mejores palabras de consuelo que yo.
Aunque ciertamente tenía que admitir que estaba con algo de miedo ¿y si no le caía bien a las personas a las que íbamos a visitar? Realmente tenía muy poca información sobre ellos lo cual me ponía algo tenso. Y mi culo más tensión ya no quería soportar.
— No sé qué tan buena idea sea eso de hacerte caso sabes, además Esther parecía demasiado sonriente al verme y dadas las circunstancias algo no me cuadra. — Ella entrecerró los ojos mientras jugaba con su bufanda.
— Bueno, pues tú decides si hacerlo o no, de cualquier forma ya te tengo aquí conmigo. — Le guiñe un ojo.
Ella suspiro pero parecía haberse dado cuenta de que yo no le diría nada.
— ¿Que ha pasado con tus padres?