Sárkány, Hijos de la Estrella de la Mañana

Capítulo 1: Los Reinos de la Serpiente

Área Metropolitana de Monterrey, Nuevo León, México. Mayo del año 2024.

Eran las 11 de la noche. Ya hacía algunas horas de que el toque de queda fue anunciado en el área metropolitana de Monterrey; a pesar de esto, grupos criminales, autodefensas y otras agrupaciones que eran conocidas como "hermandades" seguían operando en la región.

En las inmediaciones del municipio de Santa Catarina, un convoy de varias camionetas negras blindadas hizo acto de presencia, dirigiéndose hacia una montaña de la localidad conocida como el Cerro de las Mitras, deteniéndose en una parte desgajada de la misma. Rápidamente, varios hombres armados salieron de sus vehículos; todos ellos uniformados con trajes negros de corte paramilitar, portando una banda negra en el brazo izquierdo que llevaba bordada una serpiente blanca que sostenía una daga en su cola. A la mala bajaron a 2 civiles de apariencia menuda y poco afortunada, posiblemente pandilleros, los cuales corrían torpemente debido a que sus captores los traían sujetados de la parte superior trasera de sus camisas, empujándolos a toda velocidad.

Al llegar a una de las paredes desgajadas de la montaña, uno de los hombres armados dió una patada a una piedra que estaba al pie de esta, la cual causa que se abra la pared como si se tratara de un gigantesco portón, dando acceso a una cueva a la cual aquel grupo entra a toda velocidad con sus dos prisioneros. Dentro de la cueva había todo un cuartel general con tecnología de punta.

El grupo rompió filas, dejando encargados a otros efectivos dentro del cuartel para que llevaran a los prisioneros a su destino: un lugar abierto parecido a un hangar, aunque dentro no había nada más que una silla ejecutiva dando la espalda a la puerta principal, la cual estaba ocupada por una mujer; tres individuos de vestimenta paramilitar tapaban la silla de la vista; dos hombres y una mujer quienes observaban con estoicismo a aquel escuadron entrar: uno era un sujeto alto, de cabello largo, barba a medio crecer y rostro endurecido, portando sólo su chaleco antibalas, dejando al descubierto un par de musculosos brazos que mostraban varios tatuajes. La mujer era de cabello negro y corto, cuyo fleco pronunciado tapaba parte de un bonito aunque severo rostro, quien vestía un leotardo debajo de su chaleco antibalas y equipo táctico en sus extremidades. El otro era un individuo de cabello largo y castaño, quien cargaba una perpetua sonrisa sardónica en su rostro, vestido al mismo estilo que su compañero más alto que él. La mujer sentada en la silla, y jugueteando con una serpiente pitón, teniendo la boca del reptil muy cerca de la suya propia mientras ésta lengüeteaba rozando sus labios, comienza a hablar con voz rasposa y con un español entendible, pero con un fuerte y cantado acento italiano.

-… ¿Los trajeron? – Pregunta la mujer con insinuante voz-.

-Sí, mi señora…

-Déjenlos…

Tras esa orden, el comando suelta a los dos prisioneros medio muertos de miedo. Uno de los efectivos de aquella escuadra toma la palabra.

-Señora, la verdad no entiendo por qué…

-¿Te di permiso de hablar, stronzo?

El hombre quedó petrificado tras ser interrumpido severamente con ese tono prepotente, mismo que también denotaba que aquella mujer disfrutaba de insultar a sus subordinados.

-No, mi señora.

-Entonces cierra la puta boca, a menos que te permita hablar.

-Permiso para hablar, señora…

-Dime – concede la mujer mientras seguía jugando con su serpiente, al tiempo que se acomodaba su largo cabello castaño oscuro-.

-Mi compañero quiso objetar debido a que no sabemos por qué realizar una operación de tal índole ante dos mugrosos. Digo, pudimos haberlos matado solamente.

-Oh, a eso vamos.

Al instante la mujer voltea su silla para ver al escuadrón y a los dos capturados. Los tres guardianes de la mujer se mueven para que los presentes pudieran ver a esa italiana de rostro bello y afilado, la cual cargaba una sonrisa de comadreja que combinaban bien con sus penetrantes ojos de pupilas anormalmente amarillas; cuya vestimenta era un pantalón negro ejecutivo, botas de tacón alto y una blusa blanca de vestir desabrochada de la parte superior, asomando así su escote. 

-Parece que estos dos tienen una lengua más suelta que la de mi hermoso Asmodeo -refiriéndose a su serpiente, la cual descansaba en su antebrazo, mientras le rascaba la barbilla con su dedo-.

-¡Señora! ¡No sabíamos que no teníamos que peinar sobre sus poderes!

-¡No nos “dijistes” que no teníamos que decir nada!

-Di-jis-te, no “dijistes”, par de gusanos iletrados. Y no me hablen de “tú” -la mujer corrige a los dos histéricos prisioneros-. Parece que les gusta presumir acerca del grupo al que pertenecen, aunque sean solamente mandaderos… esto –la mujer de acento italiano hace pausa, como si tratara de recordar algo-… ¿Qué habían dicho exactamente estos dos?

-“Somos parte de un poderoso grupo. Nuestra jefa es bastante poderosa” –dice uno de los miembros del escuadrón-.

-No, dilo textualmente. ¡No! ¡Es más! – Dirigiéndose esta vez al prisionero, al mismo tiempo que la mujer se levanta de su asiento, acercándoseles, colocándose de cuclillas frente a ellos y tomándole fuertemente la barbilla a uno –… Dime tú qué fue lo que dijiste textualmente.

-No me acuerdo...

Ese “no me acuerdo” fue interrumpido por la fuerza con la que ella le apretaba la barbilla a ese pobre diablo como queriéndosela romper.

- "¡Somos de un grupo chingón, nuestra jefa tiene poderes y puede poner el mundo a sus pies!" –Grita el prisionero-.

- Error – la mujer canta esa palabra –. Esto fue lo que dijiste: “Somos de un pinshi grupo shingón y nuestra pinshi jefa hará que se los lleve a todos ustedes la verga”. ¡Eso fue exactamente lo que dijeron! Sabiendo que además que me molesta bastante ese lenguaje de indígena violado por españoles, también lo hace el que no puedan seguir la simple indicación de que nadie fuera del grupo puede saber de mis poderes. Saben perfectamente que tanto la CIA, como otros grupos, están detrás de mí.




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