Ciudad de México, México.
La capital del país era un escenario dantesco donde parecía que las fuerzas del infierno fueron desatadas: las tiendas eran saqueadas, las calles tomadas, el vandalismo estaba a la orden del día; la gente aprovechaba para cometer fechorías como robos, asaltos, linchamientos, incluso violaciones se llevaron a cabo. Los edificios administrativos o de órganos de gobierno eran vandalizados e incendiados, teniendo sus ocupantes un destino nada grato.
Los soldados sublevados habían tomado las calles y permitían que la turba hiciera lo que les placiera por órdenes de la Serpiente Blanca.
Estos acontecimientos eran la nota principal de los noticieros y periódicos alrededor del mundo. La nota principal del momento era la siguiente: “El Ejército logró echar mano al Presidente de la República, el Secretario de Gobierno y a su gabinete; los ajusticiarán en el Zócalo”.
En la Plaza de la Constitución, mejor conocida como El Zócalo, los soldados sublevados resguardaban al Presidente, su gabinete, y a distintos personajes y líderes de todos los partidos políticos del país en un entarimado como si se tratara de una ejecución pública al puro estilo medieval. A pesar de que en esa noche apenas iluminada por los múltiples incendios alrededor de la ciudad había una enorme sed de sangre de parte de la turba, los soldados la contenían, o por lo menos hasta que la sentencia se dictara.
Encima de esa tarima, dándoles la espalda a los acusados, la reportera Lorena Tomassi dirigía ese juicio popular, siendo ésta quien dirigía aquella insurrección en la capital mexicana.
-¡Pueblo de México! ¡Ante ustedes tenemos a aquellos cerdos que tenían oprimido a este gran país desde hace ya varios años! ¡Véanlos aquí!
La turba grita exaltada, profiriendo insultos a los presentes e incluso arrojándoles objetos.
-¡Tranquilos, hermanos! ¡Que ellos recibirán su castigo! Y todo será frente a ustedes para que vean que nosotros estamos dispuestos a castigar a aquellos que traicionan al pueblo.
La turba grita en seña de apruebo, mientras que los enjuiciados se veían asustados, unos al borde del llanto e incluso otros ya habían ensuciado los pantalones.
-Les tenemos aquí: la Mafia del Poder que tanto daño ha hecho a México y también a esos que vinieron prometiéndonos un mejor porvenir, pero resultaron ser de la misma calaña que los otros gobernantes. Todos ellos robaron, engañaron, saquearon, asesinaron, desaparecieron y destruyeron nuestro país para enriquecerse a costa del pueblo, mientras que a nosotros nos dejaban migajas. ¡Pero no es todo! Estos personajes también han tenido la osadía de relegar a nuestro país como un peón, un esclavo de las potencias; principalmente; los Estados Unidos de América.
La gente abuchea.
-México ha sido siempre aplastado y humillado por el vecino del norte, pero nuestros gobernantes, en lugar de defender a su país, los dejan hacer y deshacer con nosotros lo que ellos quieran mientras se llenan sus bolsillos de dinero. Ahora las cosas han cambiado: gracias a la gran visión de la Serpiente Blanca, ahora las cosas se van a revertir a nuestro favor. Ahora nos toca a nosotros ser Superpotencia y hacer que los estadounidenses se arrodillen ante nosotros y por fin darles una lección. ¡Se acabó su tiempo y es nuestro momento! ¡México ha despertado!
La turba grita enaltecida.
-La Serpiente Blanca tiene el poder económico, militar y de convocatoria para hacer que cada nación que no quiera atender a nuestras demandas vea que habrá consecuencias de gravedad. Es hora de que toda Latinoamérica se una bajo una sola bandera, una bandera que será llevada a la vanguardia por el guerrero mexicano; aquel heredero de los antiguos aztecas que dominaron por mucho tiempo. Es hora de que aquellos hijos del Sol vuelvan a señorear “El Nuevo Mundo”, y que “El Viejo Mundo” obedezca y sepa que un nuevo líder ha llegado, una nueva época ha llegado. El pueblo se levantará contra sus antiguos líderes y romperán sus cadenas; el pueblo ahora gobernará al pueblo y la voluntad del pueblo no se desobedece o sino sentirán la ira del mismo.
Tomassi hace una pausa.
-¡Compañeros! ¡Déjenme guiarlos a este nuevo amanecer! Déjenme guiarlos hacia esta nueva época en la cual todos juntos lograremos hacer de este mundo un mundo donde el corrupto, el ladrón, el burgués y el ladrón de cuello blanco, ya sea de izquierda o derecha, paguen por cada uno de sus crímenes.
Tomassi da varios pasos hacia atrás para dejar que los insurrectos vean a los prisioneros, quienes reciben una lluvia de insultos y rechiflas.
-Ustedes son el mejor juez y el mejor jurado. Así que digan: ¿cuál es la sentencia para los enemigos del pueblo?
-¡Culpables! –Gritan todos-.
-¿Cuál es la sentencia para la escoria política?
-¡Culpables!
-¡¿Cuál es la sentencia para los cerdos?!
-¡Culpables!
-¡Lo sabía! Ustedes son el mejor juez y el mejor jurado, pero también el mejor verdugo. Así que…
Tomassi da una orden a los soldados, quienes toman a cada uno de los prisioneros y los arrojan del entarimado hacia la turba.
-¡Háganlos pagar!
La muchedumbre se abalanza sobre los horrorizados prisioneros, linchándolos brutalmente, ya fuera con palos, piedras, con sus puños y/o pies. El horrible espectáculo se prolongó por varios minutos hasta que la turba se hizo hacia atrás mientras los soldados llegaban con botes de combustible; estos rociaron al Presidente, al Secretario de Gobernación y al resto de los linchados que imploraban piedad; acto seguido, le dan un encendedor a una señora de mediana edad, robusta y con un rostro deformado por el frenesí del momento; tras decir “A chingar a su madre”, la mujer arroja el encendedor hacia los condenados que comenzaron a arder en llamas y cuyos gritos apenas eran ahogados por el clamor de júbilo de la turba. Tomassi se veía satisfecha ante esta escena.