Nicaragua, territorio de facto de la “Unión de Naciones Americanas”.
La fuerza conjunta de la OTAN, comandada por el alto mando del ejército español, y sus aliados insurgentes nicaragüenses, ya habían empujado a las tropas de la UNA directo a la región septentrional de Nicaragua. Las fuerzas conjuntas ya tenían un perímetro desde la desembocadura del Río Citalapa en el Océano Pacífico hasta el delta del Río Grande de Matagalpa con la Laguna de Walpa. Su otrora capital, Managua, era asediada, pero las batallas reales se llevaban a cabo en la región montañosa donde las fuerzas de la UNA lograron detener a las tropas del Tratado del Atlántico Norte.
Las fuerzas de la OTAN tenían una posición estratégica bastante importante en la cumbre del Cerro Kuskawás, y desde ahí se dirigía de manera óptima la ofensiva para poder empujar a los de la Serpiente hasta la frontera con Honduras. Un oficial español dirigía la ofensiva desde un puesto de mando en la cima de la montaña.
-Coronel Soler –llega un subordinado de ese oficial al mando-. Las tropas de la UNA están en retirada; estamos recibiendo reportes de que están alejándose de las montañas y huyendo hacia el norte.
-Excelente, por fin logramos expulsarlos; esto nos servirá para rodearles por Matagalpa y de esa manera tomar Nicaragua para pasado mañana a más tardar. Seguid atacando y que no se pierda la comunicación con los rebeldes nicaragüenses.
-¡Sí, señor!
Sin embargo, antes de poder ejecutar cualquier orden, todos notan varias luces blancas salir disparadas en el horizonte desde el norte. Las tropas quedaron atónitas, comenzando a alarmarse.
-¡¿Qué coño…?! ¡¿No realizaron el vuelo de reconocimiento como se los ordené?! –El coronel toma al oficial de la camisa con rabia-. ¡¿Por qué no me dijeron que tenían artillería?!
-¡Se realizó el vuelo, mi coronel! –Aquel oficial explica con terror- ¡No había rastro de ninguna batería aérea! ¡No me lo explico!
-¡Coronel! –Llega otro soldado- ¡Tenemos que huir de aquí ahora mismo! ¡Las tropas insurgentes nos informan que están siendo atacados por lo que parecen ser francotiradores!
-¡Pero eso es imposible! ¡¿Cómo carajos… ?!
Pero antes de que aquel coronel pudiera terminar su interrogante, recibió un disparo en la cabeza; pero en lugar de una bala, fue un rayo de luz roja que le atravesó el cráneo y que causó que cayera desplomado al suelo. Antes de que los demás pudieran reaccionar, estos también caen víctimas de ese rayo que comenzó a moverse en zig-zag, repitiéndose en varias zonas del frente.
Eventualmente, y para terror de las tropas españolas y nicaragüenses, las luces del horizonte cayeron sobre todos sus bastiones, desencadenando un gigantesco bombardeo de proporciones casi bíblicas que arrasó con todo a su paso. La noticia corrió como la pólvora en todas las regiones dominadas por la OTAN, instándolos a retroceder ante esa lluvia de lo que parecía ser CEMI.
…
Mientras lo anterior sucedía, en las montañas de la Reserva de Peñas Blancas, en los límites del Departamento de Matagalpa y Jinotega, las órdenes se escuchaban por todas partes en uno de los baluartes de las tropas de la UNA, mientras el contraataque se llevaba a cabo contra las tropas de la OTAN.
El que parecía el comandante de esa división charlaba con un hombre de baja estatura, de tez oliva y ojos pequeños; su vestimenta de civil, que podría decirse que lucía gansteril, contrastaba con los uniformados de la UNA. El hombre bajo tenía a sus espaldas a decenas de individuos con uniformes parecidos a las asociaciones paramilitares europeas de principios del siglo XX, mismos que estaban repartidos por todo el frente en números discrecionales.
-Es increíble el poder que tienen los dotados, no sé qué hubiésemos hecho sin ustedes.
-No me agradezca; nos pagaron muy bien para hacer esto, y como todo profesional, yo sé hacer mi trabajo de acuerdo con mi paga –respondía el civil con un marcado y nasal acento italiano-.
-Entonces, señor… ¿cuál era su nombre? No nos presentaron debidamente.
El italiano muestra su mano que ocultaba en los bolsillos de su gabardina color caqui, la cual era tapada por un guante negro.
-Mano Nera…
-De acuerdo… señor… Mano Nera. ¿Qué es lo que procederemos a hacer?
-Usted es el comandante de esta división, debe saber qué hacer en este caso. Yo soy solo un mercenario que trae armas para darles la victoria.
-… Bueno sí, pero…
-Vea la reacción que están teniendo sus enemigos. ¿Qué indica la lógica?
-De acuerdo, entonces daré las órdenes para la ofensiva.
-Sólo asegúrese de que todos reciban el mensaje de manera simultánea para que mis hombres puedan coordinarse con ustedes y seguir con este maravilloso espectáculo de fuegos artificiales.
Sin darle advertencia, el italiano que respondía al apodo de “Mano Nera” lanzó una esfera energía negra de su mano, provocando un sonido similar a un trueno al momento que salió disparada, dirigiéndose a toda velocidad hacia las posiciones de las tropas de la OTAN. El trueno inicial de la técnica causó que la mayoría de los soldados de la UNA saltaran del susto, e incluso algunos terminaron en el piso; esto causó que La Mano Nera comenzara a carcajearse, retirándose sin decir nada pero continuando con la sorna, siendo seguido por los hombres de vestimentas paramilitares que lo acompañaban. Los de la UNA observaban extrañados al individuo, pero volvieron a exaltarse cuando escucharon la esfera llegar a su objetivo en el frente enemigo, desencadenando una explosión de proporciones gigantescas en territorio enemigo.