Sárkány Vol ll: Babilonia La Grande

Capítulo 6: Arcoíris en la Oscuridad

Virginia, Estados Unidos de América.

En las inmediaciones del Lago Potomac, Carlo estaba frente a esa chica rubia de fleco multicolor, sin poder quitar su rostro en extremo atónito, tartamudeando un poco antes de hablar.

-Pero… qué… ¿qué haces aquí?

-Trabajando. ¡Vaya! Y yo que pensé que no sobrevivirías ni dos meses en esa organización.

-Espera… a ver… ¡Chingado! ¡¿Qué está pasando aquí?!

-Me encomendaron a un pequeño trabajito: matar a la mujer que está dentro de ese edificio. Estos idiotas me estorbaban, así que comencé a deshacerme de ellos hasta tener el camino libre; y para serte sincera, estoy muy sorprendida de que estés aquí.

-¿Y por qué chingados no lo iba a estar?

-Porque eres un pendejo, por eso.

-… no entiendo, tú me dijiste que fuera a las instalaciones de la Luna de Mayo… ¿sabías que era un dotado?

-Eso vale madres; lo que importa es que tengo un trabajo, y te estás metiendo en mi camino. Puedes largarte de vuelta a Monterrey, pero solo si te abres.

-¡Chingas a tu madre! ¡No vas a ir a ningún lado! Primero explícame: ¿por qué haces esto, Verónica?

-¡Ash! –Verónica voltea los ojos en señal de fastidio-. Porque soy una mercenaria, me pagan por hacer esto, Veyper me dio dinero, blah blah blah blah. ¡Oh! Y si sigues estorbándome, te voy a partir tu madre aquí mismo.

-Pues inténtalo, porque no te voy a dejar pas-…

Pero antes de que Carlo terminara su oración, W. Kidd le da un puñetazo que lo manda a volar directo hacia a una pared, rompiéndola.

-Será un placer.

La mercenaria se dirige hacia Carlo a gran velocidad, pero él logra bloquear todos sus ataques y luchar a su mismo pasó; no obstante, la velocidad de Verónica parecía mucho mayor que la de su oponente. Después de mucho batallar, el joven logra someter a la mujer en el suelo con una llave al cuello; mientras la sometía, él llamó la atención de sus compañeros.

-Guys! I’ll take care of her! Get rid of the other guys! Don’t come close to us!

Todos los presentes asistieron, siguiendo combatiendo contra los mercenarios de W. Kidd.

-¡Ja, ja, ja! Maté a como a más de la mitad de los que resguardaban este lugar, ¿crees que podrán con mis hombres que son profesionales?

-Cállate, tú vendrás conmigo.

Carlo, al estilo grecorromano, llavea a Verónica de una forma en la cual la hace girar varias veces para alejarla de la zona, para al mismo tiempo incorporarse con ella aún sujeta; termina tomándola de las piernas, le da varias vueltas de esa forma y la arroja lejos de ese lugar, cayendo esta en un campo abierto. Antes de que pudiera reaccionar, Carlo llegó descendiendo de los cielos con una patada hacia abajo que su enemiga esquiva, causando que se rompiera parte de la tierra. Ambos vuelven al ataque, chocando entre sí, y quedando trabados de brazos en una especie de prueba de fuerza.

-¿Por qué estás trabajando para Veyper? ¿Sabes todas las mamadas por las que nos hizo pasar a mí y a mis amigos?

-¿Crees que me importa? Yo escogí mi vida, y soy buena en lo que hago. ¿Por qué habría de restringirme en este mundo que ya se fue a la mierda?... ¡No! ¡Espera! ¿Estás luchando por una causa justa? ¡Es lo más lindo que he escuchado que has hecho en toda tu pinche vida! Nada que ver con la forma de ser que tenías cuando aún estábamos juntos.

W. Kidd le da un rodillazo al estómago a su oponente; éste, en lugar de retroceder, la abraza por detrás, sometiendo sus brazos también.

-¡¿Y qué me dices de ti?! Es mucho peor pretender que eres una buena persona, que te importa mi bienestar, para terminar trabajando con una de las peores cabronas jamás existentes en el planeta. ¡Chingado! Incluso me sentiría menos traicionado si me dices que trabajas para el diablo.

-Si el diablo tiene el dinero suficiente para llegarme al precio, soy capaz de trabajar para él. ¿No lo entiendes? ¿No ves a tu alrededor? ¡Hay guerra en todas partes! Todos se matan entre sí; tu organización lo hace, los Estados Unidos lo hace… de hecho, ¡trabajas para los estadounidenses! ¿No se te hace hipócrita juzgarme por mi trabajo, cuando trabajas codo a codo con los peores criminales que jamás ha visto la humanidad?

-¡Déjate de mamadas! ¡No sabes lo que dices!

-¿Vas a pelear? ¿O vas a seguir abrazándome?

-No te quiero lastimar. ¡Intento razonar contigo!

-¿Tú razonando? Qué lindo…

Verónica le da un cabezazo a la nariz a Carlo, pero en lugar de soltarla, el joven ahora la colocaba en llave de estrangulación por detrás; ahora el rostro de confianza de la mujer, cambiaba a uno de incomodidad.

-Maldición –pensaba la mujer-, quiero utilizar mis poderes para poder liberarme pero parece que se anulan cuando estoy en contacto con él. Parece que el maldito se volvió bastante fuerte –ahora la mujer se dirigía a Carlo-. ¡Bien! Parece que te subestimé, Carlos. Estoy contenta de que parece que no será una misión aburrida como creí.

Verónica ahora giraba para liberarse, logrando derribar a Carlo al estilo del judo; se monta sobre su pecho y comienza a golpearlo salvajemente con sus puños, pudiendo el chico solamente cubrirse como podía de la arremetida; aun así, Carlo logra quitársela de encima al rodar hacia atrás. Los dos se ponen de pie, y la mujer intenta dar una patada con en reversa al estilo “hacha”, mientras su pie soltaba un camino de varios colores; su oponente lo bloquea.

-Increíble, este corte te hubiese partido a la mitad, literalmente.

Carlo ya no habla; él se quita el pie de su oponente de encima y comenzaba a atacar con una combinación rápida de golpes y patadas que su rival esquivaba de manera grácil, al punto que parecía que aquella chica estuviese bailando; todo esto mientras dejaba un rastro de “colores” con sus movimientos.

-¿Qué significa esto? ¿Es todo lo que puedes dar?




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