Isla Ellis, Nueva York, Estados Unidos de América.
Era de mañana y el cielo estaba despejado en Nueva York. Sentada a la orilla de un mirador que daba la vista directo hacia la Estatua de la Libertad, estaba Sara Conti, quien miraba alegremente el paisaje, vistiendo de manera muy casual, pero siendo aún más notorio el sombrero de verano de color paja que traía puesta. Kairos y Noir estaban detrás de ella, vestidos también de civil.
-¡Solo miren la vista tan hermosa! Despejado, la Estatua de la Libertad, familias pasando un buen momento en esta mañana soleada. ¿Se imaginan cómo sería que, de la nada, el Apocalipsis llegara?
-Pues me lo imagino con usted haciendo y deshaciendo a plena libertad.
-Una manera bastante hermosa, ¿no, Noir? Pero sí, hoy es el día. Las tropas ya tienen la señal de que una vez que las trompetas del Apocalipsis empiecen a sonar, y que la Ramera de Babilonia cabalgue hacia el trono de los hombres, comenzarán a atacar en las regiones indicadas.
Veyper se pone de pie sobre el mirador, saca su teléfono celular, escribe algo en él, y luego lo guarda. Después de esto, la mujer alza los brazos teatralmente al mismo tiempo que se quitaba las gafas y su sombrero, arrojándolos al aire.
-¡Puedo escuchar la música del Apocalipsis sonar de fondo! ¡Puedo escuchar los tambores de la guerra!
Después de decir esto, comienza a escucharse en varios rincones de la metrópoli una canción que iniciaba con un repetitivo golpeteo de un bombo de batería, mientras se escuchaba una especie de “coreo” de fondo echo por varias personas como si se tratara de un concierto. Kairos y Noir miraron a todos lados, un tanto extrañados por el hecho que de la nada comenzara a sonar una canción que sabían que le gustaba a Veyper. La gente comenzó también a escuchar en todas partes ese tema, unos se extrañaban, a otros les llamaba la atención, otros la ignoraban e incluso a unos les gustaba. Noir pudo escuchar a un hombre decir “¡Hace mucho que no escuchaba esa canción!”
-¡La música de la Reina de la Misericordia! ¡La Reina que se erigirá por sobre el Reino de los Hombres! ¡Esa soy yo: Babilonia La Grande!
Una vez que las guitarras entraron, Conti comenzó a emitir un brillo verde incandescente. La gente comenzó a notar esto, causando que el pánico y la incertidumbre comenzaran a crecer progresivamente; esto llegó a su punto máximo cuando la mujer se transformó en el Dragón Verde, el cual da un salto hacia el mar, sumergiéndose en éste y comenzando a nadar hacia Liberty Island. Las reacciones eran variopintas: gente poniendo pies en polvorosa, otros comenzando a grabar con sus celulares y otros acercándose al mirador para ver ese incidente; Kaiser les llama la atención a estos últimos.
-If you don’t mind a little advice: Escape to New Jersey, now.
Todos obedecieron sin preguntar ni protestar, comenzando a correr despavoridamente hacia el puente Isla Ellis.
El gigantesco reptil serpentino y alado salió del agua, posándose frente a la Estatua de la Libertad, para luego destruirla con un potente rayo verde que salió de su boca. La locura se propagó por toda la ciudad cual plaga. La gente veía desde Manhattan, Governors Island, Brooklyn, Staten Island, Jersey City, entre otras ciudades aledañas; desde todos los alrededores de Nueva York se pudo divisar aquel apocalíptico escenario. Todo pasaba mientras seguía sonando aquella canción cuyo estribillo rezaba: “Long Live… long live… long live the King of Mercy. Long live… long live. Is there no love? ... I am one! ... The side you see, is the nasty me, Oh! I am One! ... Yeah! I am one! ... I got something to prove, and nothing to lose. Oh! I am one!”
El Dragón Verde alzaba el vuelo, y ahora su mirada la dirigía hacia el sur de Manhattan. Tomando aire y riendo a todo pulmón, Veyper escupe un gigantesco rayo verde que impacta a la ciudad, causando muerte y destrucción por doquier. La bestia volaba bajo mientras seguía escupiendo emisiones CEMI al azar, mientras la gente huía despavorida. Después de varios minutos de causar destrucción aleatoria, y de tapar el sol con su colosal tamaño, el Dragón se retiró volando de la ciudad a toda velocidad con dirección a Washington D.C.
Kairos y Noir veían la escena, cruzados de brazos y con un rostro indiferente.
-Entonces para eso Veyper me pidió “prestado” a mi hacker personal –dice Noir, en referencia a que “mágicamente” en casi todos los rincones de Nueva York comenzó a sonar esa canción de Heavy Metal-.
-Solo a ella se le ocurriría algo así, pero tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos.
-Oh, eso… pues, se supone que había enviado el mensaje a la NSA de que el ataque se iba a adelantar para hoy; se supone que eso iba con copia para la CIA.
-No te engañes, Eugenie. No les llegó. Y creo que alguien de dentro se encargó de ello.
Noir suspira.
-Bueno, de todas formas ya me empezaba a gustar este trabajo.
-No todo son malas noticias: acabo de recibir una información de parte de gente de confianza de Hutzinger, justo antes de llegar aquí.
-Oh, así que no han purgado a tus dobles agentes en la CIA.
-Sí los purgaron, pero tengo a un ex-miembro del Mosad trabajando como guardaespaldas para un viejo amigo.
-Oh –Noir sonríe conspirativamente ante esto-… entiendo. ¿Y cuáles son las buenas nuevas?
-Que hay un topo en La Luna de Mayo, y creo que eso cambia nuestra teoría sobre el Dragón Blanco. ¿Sí recuerdas nuestra última visita a Monterrey?
Noir se queda pensativa ante esa revelación de Kairos. Después de varios segundos, esta abre los ojos de golpe, acabando de tener una epifanía.
-¿Habrá que decirle a la jefa?
-Se enteraría que trabajamos para la NSA. Por lo pronto, habrá que seguir con el plan y hacer como si no pasara nada; esto tal vez tenga que ver con la persona que obstaculizó el informe, pero por ahora no es nuestro problema. Sara irá directo hacia Washington, y el plan es verla allá.