San Francisco, California.
Varias manifestaciones de personas incitadas por la Serpiente Blanca fueron duramente reprimidas por la División de Actividades Especiales de la CIA, quienes tenían a miembros de los “Caballeros de Camelot” con ellos, alrededor del estado. Una multitud de civiles había sido acorralada por todas esas fuerzas paramilitares, mientras que en otro lado, un sector de la antes mencionada división de dotados tenía acorralados a unos miembros de la Serpiente Blanca; estos últimos, con las manos al aire, estaban extremadamente golpeados y portaban un rostro que denotaba un terror absoluto. Angra, el comandante de aquella división, quien estaba acompañado de Bash y Debra, observaba a ambos grupos con gélida indiferencia, para luego dirigirse hacia el grupo de civiles con sombría tranquilidad. Tras un largo rato de mirarlos inquisitivamente como si se tratara gusanos, se dirige a la turba civil.
-Que esto sirva como un ejemplo para todo aquel que quiera aliarse con los enemigos del orden y el balance mundial; independientemente del miedo que le tengan a ellos. Le deben de temer más a nosotros.
Angra apunta hacia la turba con su mano abierta mientras de ella comienza a salir un brillo grisáceo, provocando el pánico en sus supuestas víctimas; acto seguido, desvió su extremidad hacia los captivos miembros de la Serpiente, los cuales arrojaron un grito de terror cuando vieron que de la mano de Angra salió un rayo que, al dar en medio del grupo, estalló en una bola de electricidad, la cual rápidamente se disipó, dejando a su alrededor cuerpos calcinados malolientes, con un rictus que denotaba los últimos momentos de terror y dolor que sufrieron. Muchos de los civiles entraron en una crisis de histeria al ver la escena.
-No hay piedad para los enemigos del nuevo balance mundial, ni para aquellos que les ayuden en su trabajo. Todos ustedes, ahora, funjan como buenos ciudadanos y no vuelvan a atentar contra la paz de este país. ¿Entendido?
Muchos asienten de manera variada.
-Get the hell out of here…
Todos se marchan del lugar, unos corriendo y otros caminando; otros en silencio sepulcral y otros llorando, dispersándose así la turba.
Angra, sin mostrar interés por lo sucedido, se distrae al recibir una llamada a su teléfono celular.
-¿Sí? –Contestaba el hombre-... Así es, ya toda California está limpia, y también recibí informes que Pensilvania, Carolina del Norte y algunas zonas de los Grandes Lagos también fueron limpiadas de cualquier rastro de la Serpiente y sus manifestantes… ¿Bajas? Sólo las aceptables… Oh… Eso es interesante –Angra sonríe un tanto conspirativamente-… Estoy un poco lejos, pero trataré de llegar el día de hoy… Entendido… Cambio y fuera.
Angra guarda su celular, y se dirige al afroamericano y la rubia que lo acompañaban.
-Parece que acaban de hacer jaque mate a Veyper.
-¿En serio? –Pregunta Debra-. Vaya que fue menos complicado de lo que creí.
-Hutzinger decidió “desatar” a Raine.
-¿Eso no podría ser contraproducente? –Pregunta el afroamericano-.
-Los de la Luna de Mayo ya no nos sirven; si ellos quieren ser parte del juego, que se unan al equipo; de lo contrario, que sean nuestros adversarios. Yo me marcho para allá, dejo todo a cargo de ustedes.
-Sí, señor.
Escenas similares como esa, protagonizadas por los Caballeros de Camelot y el personal de la CIA, se repitieron a lo largo y ancho del país. A final de cuentas, el estado usó el terror para amedrentar a los americanos que quisieron levantarse contra su propio país. Todo funcionó a la perfección.
Todas las cadenas de noticias en el mundo comenzaron a reportar lo sucedido en varios idiomas, pero el más activo al respecto era el país anfitrión de esa “Antesala del Apocalipsis” que ocurrió justo ese día. No solo eso, sino que también reportaban que la OTAN comenzó a tomar varias regiones de Sudamérica, destruyendo a cada foco de resistencia pro-Serpiente; lo mismo sucedía en Centroamérica: el ejército español, y varios contingentes del ejército británico y americano hicieron lo suyo en Costa Rica, Nicaragua y Honduras; los líderes de estado de El Salvador y Guatemala vieron cómo la situación dio un giro de 180 grados en su contra, procediendo a huir del país, y dejando “desamparadas” a sus tropas que poco a poco comenzaron a desertar de la decadente “Unión de Naciones Americanas” y de la propia Serpiente; los colaboradores comenzaron a ser capturados, ejecutados, y hasta linchados por turbas furiosas que estaban en contra de la Serpiente Blanca y todo lo que tuviera que ver con ella.
San Luis Potosí, Estado Mexicano.
Las tropas Pro-Serpiente huían conforme avanzaban las tropas de la Sierra Madre y las tropas de las Fuerzas Libres Mexicanas. El general Lugano, acompañado de Zamorano, veía desde su puesto de mando cómo el ejército enemigo huía despavoridamente de la capital del estado potosino.
-Me parece increíble cómo, casi de la nada, estas tropas perdieron toda esa enjundia que tenían. Fue como si hubiesen despertado de un trance y se dieran cuenta que ni de pedo nos iban a ganar –analiza Lugano-.
-Debe ser porque ya corrió la noticia…
-¿cuál, Zamorano?
-Que Veyper cayó en Washington.
-¡Ah, no mames! ¿Es al chile?
-Sí, fue un reporte que acabo de recibir de Amaya hace unos 10 minutos.
-¡No la chingues! Se supone que esa noticia debe saberse. Eso significa que ya chingamos.
-No, Amaya me dijo que aún no diéramos la noticia porque parece –dice tras poner énfasis al “parece”-.
-¿Cuál?
-No me quiso decir, solo nos dijo que siguiéramos empujando a la Serpiente lo más que podamos. También nos reporta que todo está tranquilo en la base de Monterrey.
-¿Te digo la neta? Me siento un poco decepcionado; pensé que Veyper y su ejército nos iban a dar más pelea.
-Algo me da muy mala espina; a Amaya la noté muy nerviosa, y hasta molesta; parece que pasó algo muy malo como para que me diera énfasis en que no corriera la voz de la victoria.